sábado, 12 de julio de 2014

CAPITULO 14



Cuando abrí la puerta del frente cuarenta y cinco minutos después, lancé un adiós sobre mi hombro a Olaf y recé silenciosamente que no fuera a haber chicas del harem al azar en el corredor. Todo despejado.


Me puse mis gafas de sol mientras atravesaba la puerta del edificio, apenas notando la Range Rover. Y por apenas, me refiero a que apenas noté que rover rimaba con sobre, como inclinarme sobre la silla en mi sala familiar y —¡Paula!


Podría tener un problema aquí.


Luego esa tarde Josefina metió su cabeza dentro de mi oficina —. Toc, toc —, dijo sonriendo.


—¡Hey! ¿Qué sucede? —Me recosté en mi silla.


—Preguntame sobre la casa en Susalito.


—Hey, Josefina, ¿cómo está la casa en Sausalito? —Pregunté, rodando mis ojos.


—Terminada —, susurró y lanzó sus brazos al aire.


—¡Callate! —Susurré en respuesta.


—¡Totalmente, completamente, absolutamente terminada! —Chilló y se sentó frente a mí.


Le ofrecí un saludo de puños sobre el escritorio —. Esas son unas buenas noticias. Tenemos que celebrar. Metí la mano en un cajón.


—Paula, si sacas una botella de whiskey, voy a tener que consultar con recursos humanos —, advirtió, jugando con una sonrisa.


—Primero que todo, tu eres recursos humanos. Y segundo, ¡como si pudiera mantener whiskey en mi oficina! Obviamente hay un frasco atado a mi muslo —. Reí, produciendo un disparo de golpe.


—Bien. Sandía incluso. Mi favorita —, dijo mientras lo
desenvolvíamos y comenzamos a chupar.


—Así que, cuéntame —, incite.


Había sido consultada por Josefina mientras elegía los toques finales en la casa que ella y Benjamin habían estado renovando, y sabía que era justo el tipo de casa que yo había soñado por años. Como Josefina, sería cálida, atractiva, elegante, y llena de luz.


Hablamos del trabajo por un rato, y luego me dejó volver a trabajar.


—Por cierto, inauguración de la casa el próximo fin de semana. Tú y tu combo están invitadas —, dijo de camino a la puerta.


—¿Acabas de decir combo? —Pregunté.


—Podría haberlo hecho. ¿Estás dentro?


—Suena genial. ¿Podemos llevar algo, y podemos mirar fijo a tu prometido?


—No te atrevas, y no esperaría menos —, contraatacó.


Sonreí mientras volvía al trabajo. ¿Fiesta en Sausalito? Parecía prometedor.




—¿En serio no estás prendada de él verdad? Me refiero a ¿cuántos sueños has tenido sobre él? —Preguntó Moni, succionando su pajilla.


—¿Prendada? No, ¡es un gilipollas! Por qué habría de —


—Claro que no. ¿Quién sabe donde ha estado esa polla? Paula nunca lo haría, —respondió Sofia por mí, sacudiendo su cabello por encima de su hombro e impresionando una mesa de hombres de negocios que la habían estado mirando desde que entró. Nos habíamos encontrado para almorzar en nuestro pequeño restaurante favorito en North Beach.


Moni se recostó en su silla y soltó una risita, pateándome bajo la mesa.


—Vete a la mierda, cero a la izquierda —. La miré duramente, sonrojándome furiosamente.


—Sí, ¡a la mierda cero a la izquierda! Paula sabe que no debe…— Sofia rió luego se apagó, finalmente se quitó sus gafas de sol y llevó su mirada hacia mí.


La chelista y el cero a la izquierda me miraron fijamente. 


Una rió y el otra juró.


—Ah, por Dios, Paula, ¿no me digas que te estás prendando de ese tipo? Ay no, lo estás, ¿no es cierto? —Sofia resopló mientras el camarero dejaba una botella de Pellegrino. Se la quedó viendo fijamente mientras ella pasaba sus dedos por su cabello, y ella lo despidió con un guiño dirigido cuidadosamente. Ella sabía como la miraban los hombres, y era divertido verla hacerlos retorcerse.



Moni era diferente. Ella era tan pequeña y linda que inicialmente los hombres eran atraídos por su encanto innato. Luego ellos realmente la miraban y se daban cuenta de que era hermosa. Algo sobre ella hacía a los hombres querer cuidar de ella y protegerla —hasta que la llevaban a la habitación. O eso me habían dicho. Locolandia eso era…


Me habían dicho que era guapa, y algunos días lo creía. En un buen día sabía que podía manejarlo. Nunca me sentía tan sexy como Sofia o tan perfectamente en mi lugar como Moni, pero mejoré mucho. Lo supe cuando salíamos las tres podíamos causar una escena, y hasta recientemente lo usábamos a nuestro favor.


Cada una tenía distintos tipos, lo que era bueno. Casi nunca íbamos por el mismo chico.


Sofia era muy particular. Le gustaban sus hombres largos, delgados y lindos. No le gustaban muy altos, pero más altos que ellas. Quería que fuera educado e inteligente, y preferiblemente con cabello rubio.


Era su verdadera debilidad. También estaba tonta por el acento sureño. En serio, si un chico la llamaba “dulzura”, se mojaría. Tuve este conocimiento de primera mano porque la había molestado una noche cuando estaba borracha usando mi mejor acento de Oklahoma.


Tuve que pelearme con ella el resto de la noche. Ella afirmaba que era la universidad, que quería experimentar.


Moni, por el otro lado, era particular, pero no con un aspecto
específico. Ella iba por el tamaño. Le gustaban sus hombres grandes,enormes, altos y fuertes. Le encantaba cuando tenían que alzarla para besarla, o ponerla sobre un taburete para que no les diera dolor de cuello. Le gustaban un poco sarcásticos y odiaba la condescendencia. Porque era pequeña, tenía la tendencia de atraer tipos que querían “proteger”. Pero mi amiga había estado tomando karate desde que era niña, y no necesitaba la protección de nadie.


Era una tipa dura en una falda retro.


Yo era más difícil de precisar, pero lo reconocería cuando lo viera. Al igual que la corte suprema y la pornografía, era consciente. Sí tenía tendencia hacia los chicos que les gustaban las actividades al aire libre —salvavidas, buzos, escaladores. Me gustaban con un buen corte, pero un poco peludos, caballeroso con un toque de chico malo, y haciendo suficiente dinero que yo no tenga que jugar a ser mami.


Había pasado un verano con un surfista más sexy que el infierno que no podía pagar su propia mantequilla de maní. 


Ni siquiera los ininterrumpidos orgasmos de Marcos no pudieron salvarlo cuando me di cuenta de que había estado usando mi American Express para pagar la cera de su tabla de surf. Y su cuenta de celular. Y su viaje a Fiji al que no fui ni si quiera invitada. Desaparece, surfista,desaparece.


Aunque podría haber tomado uno más para el camino antes de que se fuera. Ah, los días antes de que los O´s se fueran. Orgasmos ininterrumpidos. Suspiro.


—Así que, espera un minuto, ¿lo has visto desde el encuentro en el pasillo? —Preguntó Sofia después de que ordenáramos y yo volviera de los recuerdos de mi surfista.


—No —, gruñí.


Moni me dio una palmadita en mi brazo en tono tranquilizador —. Es lindo, ¿cierto?


—¡Maldición sí! Demasiado lindo para su propio bien. ¡Es todo un gilipollas! —Golpeé mi mano en la mesa tan fuerte que hice los cubiertos rebotar. Sofia y Moni intercambiaron una mirada, y les mostré mi dedo medio.


—Y luego esa mañana, él está en el pasillo con Purina, ¡besándola! Es como una enfermiza, retorcida ciudad de los orgasmos ahí, ¡y no soy parte de ello! —Dije, masticando furiosamente mi lechuga después de contarles la historia por tercera vez.


—No puedo creer que Josefina no te advirtió sobre este chico —,murmuró Sofia, empujando los trocitos de pan alrededor de su plato. Estaba en una cosa de no- pan de nuevo, aterrada de las cinco libras que afirmaba haber ganado en el año anterior. Exageraba, pero no había punto en discutir con Sofia cuando ponía su mente en algo.


—No, no, ella dice que no conoce a este chico —, informé —. Debe haberse mudado desde la última vez que ella estuvo ahí. Quiero decir que ella no se quedaba casi en ese lugar. Ellos lo conservaron solo para tener un lugar para quedarse en la ciudad. De acuerdo con los vecinos, él solo ha estado en el edificio un año más o menos. Y viaja todo el tiempo —. Mientras hablaba, me di cuenta que había recopilado un buen expediente de este tipo.


—¿entonces ha estado golpeando la pared toda esta semana? — Preguntó Sofia.


—Relativamente silencioso, de hecho. O de verdad me escuchó y está siendo buen vecino, si polla finalmente se rompió en una de ellas y necesitó atención médica —, dije, un poco muy fuerte.


La mesa de los hombres de negocios debió haber estado escuchando muy de cerca ya que todos se atragantaron un poco justo en ese momento y se removieron en sus asientos, tal vez cruzando sus piernas en inconsciente simpatía. Nos reímos y continuamos nuestro almuerzo.


—Hablando de Josefina, están invitadas a la casa en Sausalito el próximo fin de semana a la fiesta de inauguración —, les informé.


Las dos se abanicaron a sí mismas. Benjamin era el único hombre en el que todas estábamos de acuerdo. Cada vez que llenábamos a Josefina con licor suficiente, le confesábamos nuestro enamoramiento y la hacíamos contarnos historias sobre él. Si estábamos de suerte y nos la habíamos arreglado para darle un Martini extra… Bueno, solo digamos que era bueno saber que el sexo continuaba siendo digno de hacer incluso después de que tu hombre estaba bien entrado en los cuarenta. ¿La historia acerca de Benjamin y la habitación Tonga en el hotel Fairmont? Wow. Ella era una mujer con suerte.


—Eso será agradable. ¿Por qué no pasamos y nos arreglamos en tu casa, como en los viejos tiempos? Chilló Moni mientras Sofia y yo nos tapábamos los oídos.


—Sí, sí, eso está bien, pero no más chillidos o dejaremos tu trasero con la cuenta —, regañó Sofia al tiempo que Moni se acomodaba en su silla, los ojos brillantes.


Después de almorzar, Moni caminó hacia su siguiente cita a la vuelta de la esquina, y Sofia y yo compartimos un taxi.


—Con que, sueños traviesos sobre tu vecino, escuchemos —,comenzó, para el gran deleite del taxista.


—Ojos en la carretera, señor —, instruí al sorprenderlo mirándonos por el espejo retrovisor.


Dejé mis pensamientos ir a la deriva por los sueños, que habían pasado cada noche la semana pasada. Yo por el otro lado, no había— aumentado mi frustración sexual a un punto crítico. Cuando podía ignorar el O, estaba bien. Ahora que estaba lidiando con sueños de Pedro cada noche, la ausencia de O´s era aún más pronunciada.


Olaf había optado por dormir en la parte superior del vestidor, más seguro con mis piernas agitándose, ves.


—¿Los sueños? Los sueños son buenos, ¡pero es el todo un cabrón! — Exclamé, golpeando mi puño en la puerta.


—Lo sé. Es lo que sigues diciendo —, agregó, mirándome
cuidadosamente.


—¿Qué? ¿Qué es esa mirada?


—Nada. Solo mirándote. Estás terriblemente excitada por alguien que es un gilipollas —, dijo.


—Lo sé —, suspiré, mirando por la ventana.

CAPITULO 13



—OH, DIOS.


Golpe.


—Oh, Dios.


Golpe golpe


Estaba moviéndome por la cama con la fuerza de sus embestidas. Él se impulsaba dentro de mí con una fuerza inquebrantable, dándome exactamente lo que podía soportar, luego empujándome un poco más allá del borde. 


Me miró desde arriba, duro, destellando una sonrisa de
conocimiento. Cerré mis ojos, permitiéndome sentir cuan
profundamente era afectada. Y por profunda, me refería profunda…


Agarró mis manos y las llevó sobre mi cabeza a la cabecera.


—Vas a quererte agarrar fuerte para esto —, susurró y tiró una de mis piernas arriba sobre su hombro mientras alteraba el ritmo de sus caderas


—¡Pedro! —Chillé, sintiendo comenzar un espasmo en mi cuerpo.


Sus ojos, esos detestables ojos azules, se trabaron en los míos mientras me sacudía a su alrededor.


—Mmm, ¡Pedro! —Grité de nuevo. Y me desperté enseguida —Con los brazos sobre mi cabeza, y mis manos agarrándose fuertemente a la cabecera.


Cerré mis ojos por un momento y forcé mis dedos a abrirse. 


Cuando miré de nuevo, pude ver abolladuras en mis manos de apretar tan fuerte.


Luché para sentarme. Estaba cubierta en sudor y jadeante. 


De verdad estaba jadeando. Encontré las sabanas en una pelota al pie de la cama con Olaf enterrado debajo, solo su nariz asomándose.


—Oh, Olaf, ¿te estas escondiendo?


—Meow —, salió una respuesta enojada, y una pequeña cara siguió la nariz de gatito.


—Puedes salir, tonto. Mami dejó de gritar. Creo —. Me reí. 


Pasando una mano por mí cabello húmedo.


Había sudado encantadoramente mis pijamas, así que me incorporé y me puse sobre la ventila de aire acondicionado, refrescándome y comenzando a calmarme —. ¿Eso estuvo cerca O, huh? —Hice una mueca, presionando mis piernas juntas y sintiendo un no desagradable dolor entre mis muslos.


Siempre desde la noche en que Pedro y yo nos “conocimos” en el pasillo, no he podido dejar de soñar con él. No quería, realmente no quería, pero mi mente inconsciente había tomado el mando y estaba haciendo lo que quería con él. 


Nocturnamente. 


Mi cuerpo y cerebro estaban separados sobre esto: Cerebro lo sabía bien, la Paula de más abajo no estaba muy segura…


Olaf pasó junto a mí y corrió hacia la cocina para hacer su pequeño baile junto a su tazón.


—Ya ya ya, cálmate —, gruñí mientras se enrollaba a sí mismo dentro y fuera de mis tobillos. Eché una bola de croquetas en su tazón y puse el café. Me posé contra el mostrador e intenté recobrarme. Aún estaba respirando con dificultad.


Ese sueño había sido… bueno, había sido intenso. Pensé de nuevo en su cuerpo posado sobre el mío, una gota de sudor cayendo de su nariz sobre mi pecho. Se había inclinado y llevado su lengua arriba de mi estómago, hacia mis pechos, y luego…


¡Ping! ¡Ping!


El Sr. Café me trajo de vuelta de mis picantes pensamientos, y estaba agradecida. Podía sentir la excitación recorriéndome de nuevo.


¿Esto va a ser un problema?


Apuré una taza de café, pelé una banana, y mire por la ventana.


Ignoré mi compulsión para amasar la banana y la introduje en mi boca. Oh, dulce Cristo, ¡el empuje! Esto estaba yendo hacia el sur rápido. Y por el sur me refiero…


Me golpeé en la cara y obligué a mi mente a pensar en algo además del gigoló con el que estaba compartiendo pared actualmente. Cosas vanas, cosas inocuas.


Cachorros de perros… estilo perrito.


Conos de helado… lamiendo su cono y dos bolas.


Está bien, ¡suficiente! Ahora ni siquiera lo estás intentando.


Mientras me duchaba canté “the star Spangled Banner” una y otra vez para mantener mis manos alejadas de hacer algo más que bañarme. Necesitaba recordar lo gilipollas que era él —y No en como se veía en solo una sábana y una sonrisa. 


Cerré mis ojos y me incliné a la ducha, recordando esa noche otra vez. Una vez que paré de mirar a su, bueno, su debajo de la sábana, había abierto mi boca para hablar:
—Ahora mire aquí, señor, ¿tiene alguna idea de lo ruidoso que es? ¡Necesito dormir! ¡Si tengo que escuchar una noche más, un minuto más, de hecho, a usted y su harem golpeando en mi pared, me voy a enloquecer!


Grité para liberar toda la tensión que tendría, podría, debía haber sido liberada ya en una manera muy Clooney.


—Solo cálmate. No puede ser tan malo. Estas paredes son muy delgadas —. Sonrió, pegando su puño contra el marco de la puerta y tratando de sacar un poco de encanto. 


Claramente estaba acostumbrado a obtener lo que quería. 


Con abdominales como esos, podía ver por qué.


Sacudo mi cabeza para concentrarme —. ¿Estás loco? Las paredes no son ni de cerca tan delgadas como tu cabeza. ¡Puedo oírlo todo! Cada azote, cada maullido, cada risita, y ¡ya he tenido suficiente! ¡Esta mierda termina ahora! —Chillé, sintiendo mi cara arder con furia.


Incluso había usado comillas en el aire para enfatizar, azote, maullido y risita.
Mientras hablaba de su harem, él comenzó a bajar la marcha de encantar a castigar —. ¡Hey, eso es suficiente! —Replicó —. Lo que yo haga en mi casa es asunto mio. ¡Lo siento si te molesté, pero no puedes solo venir aquí en medio de la noche y disponer lo que puedo y no puedo hacer! No me ves atravesando el pasillo y golpeando en
tu puerta.


—No, solo golpeas mi maldita pared. Compartimos una pared del dormitorio. Está justo contra mí cuando estoy intentando dormir. Ten algo de cortesía.


—Bueno, ¿cómo es que puedes escucharme y yo no puedo
escucharte? Espera, espera, no hay nadie golpeando tus paredes, ¿cierto?


Sonrió con suficiencia, y sentí el color drenarse de mi rostro. 


Crucé mis brazos apretadamente por mi pecho, mientras bajaba la mirada, recordé lo que estaba usando.


Un camisón baby doll rosa. Que manera de establecer credibilidad.


Mientras echaba pistas, sus ojos viajaron hacia abajo por mi cuerpo descaradamente viendo el rosa y el encaje y la forma en que mi cadera sobresalía mientras golpeaba mi pie irritadamente.


Finalmente sus ojos volvieran arriba, y encontró mi mirada, sin temor. Luego con un centelleo en esos ojos bebés azules, me hizo un guiño.


Vi rojo —. ¡Oooohhh! —Había gritado y había cerrado de golpe al volver a mi apartamento.


Ahora mortificada, dejé el agua lavar mi frustración. No lo había visto desde entonces, pero ¿y si lo hiciera? 


Golpeé mi cabeza contra los azulejos.