miércoles, 30 de julio de 2014

CAPITULO 56




Textos entre Pedro y Paula el martes siguiente:


Hable con un amigo mío. Creo les dije como sabían las gambas que hiciste cuando estábamos en España.


Perfecto, van a encajar en la fiesta española para el sábado. 


Todo el mundo está llegando, incluso Josefina y Benjamin.


¿Segura que no quieres hacerlo en mi casa?


No, va a ser más fácil en la mía. Tengo la isla, sirve mejor para preparar, pero estoy comandando tu horno.


¿Te puedo comandar en la isla?


Ese no es el uso correcto de la palabra “comandar”


Por favor, sabes lo que quiero decir.


Lo hago, y puedes.


Genial, ¿Has visto mis zapatos para correr?


Si, están en mi cuarto de baño donde los dejaste. Tropecé con ellos esta mañana.


¿Ese es el golpe que oí?


¿Lo oíste?


Sí, me despertó.


¿Y no viniste a ver si estaba bien?


No quería molestar a Olaf.


No puedo creer que haya estado durmiendo a su lado. Gato traidor.


Ahora somos amigos… bueno, casi amigos. Se meo en mi sudadera de nuevo.


¡Ha! Tengo que volver al trabajo, ladrón de gato. ¿Seguimos viendo una película esta noche?


Si es así como quieres llamarlo.


Luce como que tenemos planes.


Tengo planes. Oh hombre, ¿tengo planes?


Como los tengo…


Estoy aquí sentado comiendo tu pastel de manzana… piensa en eso.


Eso es en todo lo que puedo pensar ahora… odiándote.


Tú no me odias.


Eso es cierto. Ve a comer mi pastel.


…Asfixia…



Texto entre Moni y Paula el jueves:


¿Estas segura de que no puedo llevar nada el sábado?


Nah, Sofia está trayendo las bebidas, y nosotros nos estamos haciendo cargo de lo demás.


Se oye tan bueno oírte en un “nosotros” de nuevo.


Sí, estoy disfrutando del “nosotros”


¿Y nosotros- nosotros?


¿Cuántos somos, siete? Si, el nosotros-nosotros es bueno.


Es bueno escucharlo. ¿Te has acostado en la cama del pecado todavía?


No, parece que seguimos en mi lugar. Siento que me sentiría rara en esa cama.


Muchos muros fueron golpeados por esa cama…


Exactamente. A eso me refiero, se sentiría extraño.


Tal vez sería bueno para marcar su cama, por así decirlo. 


¿Nueva era, nueva novia, nuevo golpeador?
No sé, ya veremos… Sé que en algún momento voy a dormir allí, pero no todavía. Además de que él está teniendo mucha diversión con Olaf.


¿QUE? ¡Olaf odia a los chicos! Excepto chicos gay.


Han llegado a algún tipo de entendimiento gatito raro/ hombre. No lo estoy cuestionando.


Es como un nuevo orden mundial.


Lo sé.


¿Quieres que llegue temprano el sábado para ayudar?


Lo único que quieres es entra en mis cajones otra vez.


Tienen que ser reorganizados…


Ven temprano.


¡Wahoo!


Obtener un poco de ayuda.



La tarde del jueves todo estaba tranquilo. Pedro y yo nos sentamos en el sofá, trabajando. Yo estaba dibujando un concepto de un salón de baile para alguien. Yep, salón de baile. Este es el mundo que visite. Solo visitado, no viviendo. Yo seguía en mi ropa de yoga.


Pedro cocinaba, usando mi cocina, en la que se estaba volviendo muy a gusto. Dijo que era más fácil ya que no la pasábamos en mi lugar de todas formas, pero lo atrape levantando a Olaf sobre el mostrador para que “viera”. Puse entre comillas por que la palabra fue dicha por Pedro a Olaf realmente.


La frase completa, creo, era “Aquí tienes, amigo. ¡De esta manera tu puedes ver! Apuesto a que no se puede ver muy bien desde abajo en el suelo ¿cierto?” Y Olaf contesto. Sé que era técnicamente imposible, pero el sonido sonó como si pronunciara “Gracias”


Mis chicos estaban unidos. Era lindo.


Estábamos sentados, yo dibujando y Pedro haciendo sus planes de viaje a Perú en línea. Tenía algo así como setenta billones de millas de viajero frecuente, y le gustaba hacer alarde de ello en mi cara.


Tan silencioso como era, a excepción de mis lápices de colores en el papel y su clic-clac en el teclado. Y el clic de Olaf. El más terco gatito adoptado en el mundo.


Pedro termino y cerró su laptop, estirando sus brazos sobre su cabeza y dejando al descubierto su camino feliz. Puede que haya dibujado algo fuera de las líneas. Apoyo la cabeza en el respaldo del sofá, con los ojos cerrados. Dentro de unos momentos, el más pequeño de los ronquidos comenzó, y sonreí en silencio. Continúe con mi dibujo.


Diez minutos después sentí su mano arrastrarse por lo cojines y agarrando mi mano.


Solo necesitaba una mano para dibujar después de todo.




* * * * *


—¡Mierda, Paula, estos langostinos están enfermos! —Gimió Moni en una forma que hizo que German reajustara la forma en que estaba sentado.


Era sábado por la noche, y estábamos todos reunidos alrededor de la mesa del comedor, llena de comida Española y vinos Españoles. Me lo pasé de maravilla tratando de recrear toda la maravillosa comida que Pedro y yo habíamos comido. No es tan buena por cierto, pero casi.


Y por supuesto nos quedamos sin el ambiente costero, pero en vez tuvimos la sensación hogareña que solamente una noche de otoño dentro de niebla en San Francisco puede proporcionar. Las luces de la ciudad brillaban a través de las ventanas, el fuego crepitaba en la chimenea, cortesía de Benjamin, y la risa llenaba el apartamento.


Me senté en mi silla, escondida al lado de Pedro mientras nos reímos con nuestros amigos. Había estado un poco nerviosa que seríamos sometidos a algún tipo de novatada, ya que nuestro inevitable conseguir-juntos había sido el tema de conversación durante tanto tiempo. Pero fue bueno, todo el mundo se instaló en la noche con sólo un mínimo de burlas. Pedro y yo habíamos estado juntos la mayor parte de la noche, pero podía darme cuenta de que nos convertiríamos en una de esas parejas que no necesitaban eso.


Yo nunca quise ser esa pareja, la que era enteramente codependiente y en constante necesidad de reafirmación. 


Me encantaba Pedro, eso estaba claro. Uno de nosotros viajaba, por amor de Dios, por lo que teníamos que rodar con ello. Y pensaba que lo haríamos. Lo sentí junto a mí, y me moví un poco más cerca. Él pasó un brazo alrededor de mi cintura, su mano acariciando mi brazo, apretando y sólo haciéndome más consciente de él. Era consciente. Sus dedos trazaron pequeños círculos alrededor de mi codo, y yo suspiró mientras me da un beso rápido en la frente.


Nunca necesitaría la Miel y el Bebé. Sólo lo necesitaba a él y a sus pequeños círculos. Sólo necesitaba sentirlo a mi lado, cada vez que estuviera aquí. Josefina llamó mi atención desde el otro lado de la mesa y guiñó un ojo.


—¿Qué fue eso? —Le pregunté, tomando mi segunda copa de brandy.


Pedro iba a tener ningún problema para meterme en la cama más tarde esa noche, no es que alguna vez lo hizo.


—Las cosas funcionaron bien, ¿verdad? —Preguntó, mirando hacia atrás y hacia adelante entre Pedro y yo.


—No podría haber salido mejor. Subarrendar tu apartamento para mí fue la mejor decisión que has tomado. —Le sonrió, inclinándome hacia Pedro mientras frotaba mi hombro.


—Josefina me dio tu número para que pudiera escribirte textos desde Irlanda, ahora esa es la mejor decisión que ella jamás ha tomado, — añadió, guiñándole un ojo a Benjamin desde el otro lado de la mesa.


—Oh, no lo sé. Pretender que no sabía de tu misterioso vecino fue una maldita buena decisión también, —dijo ella, con una sonrisa pícara iluminando su cara mientras Pedro tosió en su brandy.


—Espera, ¿qué? ¿Sabías todo el tiempo que era yo viviendo en la puerta de al lado? —Preguntó, farfullando mientras le tendí una servilleta—. ¡Pero ni siquiera has estado en mi lugar!


—Ella no, pero yo sí, —Benjamin habló arriba, chocando su copa con la de su novia.


Pedro y yo nos sentamos como cubas mientras los veíamos reír y felicitarse a sí mismos.


Bien jugado...



—Bueno, ese es el último. No hay más platos,  -anunció Pedrocerrando el lavavajillas. Después de que todos finalmente se fueran, decidimos limpiar el resto del lío en lugar de dejarlo para la mañana siguiente.


—Gracias a Dios. Estoy derrotada.


—Y tengo las manos callosas. —Guiñó un ojo, y me mostró cómo de rojas estaban.


—Esa es la marca de una buena ama de casa. —Apenas escapé de sus acaparadoras manos.


—Solo llámame Marta y traer ese fantástico culo de vuelta aquí, — disparó él de nuevo, chasqueando un paño de cocina en mi dirección.


—¿Este culo? ¿Este culo justo aquí? —Pregunté, apoyándome a mí misma contra la isla solo así, inclinándome hacia adelante en mis codos.


—Quieres jugar ahora, ¿es eso? Pensé que estabas derrotada, — murmuró, cogiendo mi trasero en sus callosas manos y dándome un ligero golpe.


—Tal vez estoy cogiendo mi segundo aliento. —Solté una risita mientras él rápidamente me barrió por encima de su hombro en un afinamiento de bombero y se dirigió al dormitorio. Al revés, golpee mis puños contra su trasero y lo patee, aunque no tanto como para conseguir realmente escaparme. Sus pies se detuvieron en la puerta del dormitorio.


—¿Olvidaste algo hoy? —preguntó, volviéndose para que yo pudiera ver el interior: cama despojada, sin sábanas.


—Maldita sea, me olvidé de poner las sábanas en la secadora. ¡Todavía están empapadas! —Refunfuñe.


—Problema resuelto. Fiesta de pijamas en Pedro, —anunció, abriendo el cajón de mi ropa interior—. Elije un camisón, cualquier camisón.


—¿Quieres quedarte en tu casa esta noche?


—Sí, ¿por qué no? Hemos estado durmiendo aquí desde que regresamos de España. Mi cama está sola. —Revolvió entre montones de encaje y peekaboo.


Hmm, su cama estaba probablemente más solitaria de lo que alguna vez había estado antes.


—Eh, elige algo que te guste. Voy a modelar para ti. —Sonreí ampliamente, hablando yo misma en esto. Vamos, no me resultaba difícil pasar la noche en su cama. Podría ser divertido. Vi algo familiar rosa y encaje haciendo su camino bajo su brazo, y luego nos fuimos a través del pasillo. Me las arreglé para golpear la puerta sobre el fondo, algo muy difícil de hacer al revés.



Una vez más, me encontré en un cuarto de baño, poniéndome ropa interior para Pedro. Realmente le gustaba todo lo que llevaba. Si se trataba de lencería real o una de sus viejas camisas, no parecía importarle. Y raramente era en mucho tiempo.


Sin querer, pensé en todas las mujeres que habían venido antes de mí, todas las mujeres con las que había disfrutado y lo habían disfrutado. Pero estaba aquí, y yo era a quien él quería. Alisó la seda sobre mi cuerpo con una respiración profunda, mi piel ya está empezando a sentir un hormigueo en anticipación de sus manos.


Le oí perder el tiempo con su tocadiscos—el delatador crujido y el pop de la aguja en el vinilo, un sonido reconfortante.


Glenn Miller. "Moonlight Serenade". Suspiro.


Abrí la puerta y allí estaba él. De pie junto a la gigante cama
Wallbanger del pecado. Su lenta sonrisa me alcanzó, y me miró de arriba abajo.


—Te ves bien, —murmuró mientras caminaba hacia.


—Tú también.


—Estoy usando la misma ropa que llevaba antes, Paula.


Sonrió con satisfacción mientras rodeaba su cuello con mis brazos.


Sus yemas de los dedos arrastrándose hacia arriba y hacia abajo de mis brazos, haciéndome cosquillas en el interior de mi codo.


—Lo sé, —respondí, dándole un beso húmedo en la oreja—. Te veías bien entonces, y te ves bien ahora.


—Déjame obtener una mejor mirada de ti, —susurró, respondiendo con su propio beso húmedo en la base de mi garganta. Me estremecí.


La habitación no estaba en absoluto fría.


Él me hizo girar hacia fuera, como si estuviera en una pista de baile, y me sostuvo con el brazo extendido por un momento. El camisón rosa, su favorito. Había olvidado traer las bragas a juego, y me descuidé de notar. Él me giró de vuelta a él, y de inmediato comencé a trabajar en los botones de su camisa.


—Toda una noche esta noche, —señaló.


Dos botones abajo.


—Estás diciéndome. ¡No puedo creer que esos dos fueron
casamenteros desde el principio! Aunque no creo que puedan tomar el crédito por las otras dos parejas. Eso fue todo nosotros.


—¿Quién sabía que el amor estaba en el aire cuando golpeaste a mi puerta?


Otro botón.


—Por suerte, fuiste tan tomado por mis encantos, era inevitable.


—Fue el camisón, Paula. Fue el camisón que me hizo en. Los encantos eran una ventaja. Yo no tenía idea que estaría consiguiendo una novia a cabo del trato.


Camisa fuera del pantalón y en su camino fuera.


—¿De veras? ¡Y yo pensaba que sólo estábamos haciendo el tonto! — Suelto una risita, luchando para conseguir la hebilla de su cinturón asomada a través.


—Bueno, entonces, ¡aquí está para hacer el tonto con mi novia! —La hebilla del cinturón deshecha, los botones del jean estallando. Gracias a Dios por la bragueta de botón a la antigua. Me recogió, por mi parte inferior desnuda he de añadir, y me llevó a la cama mientras que empujaba su camisa. Esta colgó de él por las mangas.


—Me gusta el sonido de eso, —le susurré al oído mientras me acostaba en la cama. Pasando por encima de mí, colocando besos sobre mi pecho, siguió diciendo la palabra una y otra vez. Novia, luego un beso. Novia, novia, luego un beso.


—¿Sabías que Moni y Nicolas están pensando en irse a vivir juntos? ¿No es un poco pronto? Espero que sepan en lo que se están metiendo, — Informó, arqueándome para satisfacer sus besos.


—Yo sé en lo que estoy me metiendo.


—¿Qué es eso?


—Tú, tonta, —dijo, y oí el bendito sonido de su cinturón de hebilla golpeando el suelo—. Sólo estoy preocupado por nuestro final feliz. O dos, o incluso tres. Bebieron ese té de ginseng que me dejaste esta mañana—cuidado. —Él se rió entre dientes, levantando una de mis piernas sobre su hombro y besando una ruta por el interior de mi pantorrilla.


—Final feliz, ¿eh?


—¿No crees que lo hemos ganado? —Preguntó, arrodillándose ahora, labios arrastrándose a lo largo de la parte superior de mi muslo mientras yo jadeaba.


—Oh, diablos, sí, —me eché a reír, lanzando mis brazos por encima de mi cabeza y arqueándome hacia arriba para su encuentro. Hola, ¡O! Encantada de verte de nuevo. Con sus labios, me trajo uno. Con su lengua, me trajo otro. Y cuando él se deslizó dentro de mí y me empujó hacia arriba en la cama, casi tuve otro en contacto.


La ropa ahora descartada, piel sobre piel sudorosa, mis piernas envueltas firmemente alrededor de sus caderas, que empujaban contra las mías. Sus ojos ardían mientras sentía cada centímetro de su cuerpo. Dentro. Afuera. Alrededor de toda la ciudad.


—Oh, Dios, —gemí. Y entonces lo oí.


Thump.


—Oh, Dios, —gemí de nuevo.


Thump thump.


Solté una risita ante el sonido. Nosotros estábamos golpeando.


Él me miró, levantando una ceja. —¿Algo gracioso? —Preguntó, deteniendo sus movimientos. Empujó de nuevo en mí lentamente, muy, muy lentamente.


—Estamos golpeando las paredes. —Suelto una risita de nuevo, mirando a sus ojos cambiar mientras registra mi risita.


—Seguro lo estamos, —admitió, riendo entre dientes un poco también—. ¿Estás bien?


Envolví mis piernas con más fuerza alrededor de su cintura,
asegurándome de que estaba tan cerca de él como podía estar. — Adelante con ello, Wallbanger. —Guiñó un ojo y él cumplió.


Yo estaba siendo impulsada hacia arriba de la cama con la fuerza de sus golpes. Se condujo dentro mí con fuerza inquebrantable, dándome exactamente lo que yo podía tomar, entonces me empujó un poco más allá de ese borde. 


Él bajó la mirada hacia mí, duro, mostrando esa sonrisa conocedora. Cerré los ojos, dejándome sentir cuán profundamente estaba siendo afectada. Y por profundo, quiero decir profundo...


Él agarró mis manos y las llevó por encima de mi cabeza a la cabecera.


—Tú vas a querer aferrarte para esto, —susurró y lanzó una de mis piernas por encima de su hombro mientras alteraba sus caderas.


—¡Pedro! —Chille, sintiendo mi cuerpo comenzando a tener
espasmos. Sus ojos, esos condenables ojos azules, perforando los míos mientras me sacudía a su alrededor.


Él llamó por mi nombre, y de nadie más


Un poco más tarde, casi dormida, sentí el colchón inclinándose mientras Pedro salía de la cama. Al oírle darle la vuelta al disco, me acurruqué más en la almohada. Mi cuerpo estaba deliciosamente cansado, después de haber sido trabajado a una pulgada del agotamiento total. 


Nosotros golpeamos aquella pared, sí de verdad.


Poseía ambos lados de aquella pared ahora.


Lo escuché mascullar al final del pasillo y medio me pregunte qué estaba haciendo. Pensé de esa manera cansada, medio despierta que debe estar consiguiendo un poco de agua, me deslicé de nuevo a dormir.


Unos momentos más tarde me despertaron sus brazos deslizándose a mí alrededor, tirando de mí en contra de su cuerpo caliente. Me besó en el cuello, luego la mejilla, y luego la frente mientras nos acomodamos. Entonces escuché... ¿ronroneando?


—¿Qué es eso? —Le pregunté, mirando alrededor.


—Pensé que podía estar solo, —admitió Pedro tímidamente. Mirando por encima de mi hombro, vi a Pedro y entonces a Olaf. Pedro había ido a buscarlo. Olaf estaba ronroneando muy fuerte, muy satisfecho con toda la atención que había estado recibiendo últimamente. Asomó la nariz hacia mí y se acomodó en el rincón entre nosotros.


—Increíble, —murmuré, rodando los ojos ante ellos dos.


—¿Estás sorprendida de que? Tú sabes lo mucho que me encanta el gatito, —Pedro dijo sin expresión. Entonces su silenciosa carcajada sacudió la cama.


—Eres muy afortunado Te amo, —añadí, dejando que sus brazos me sostuvieran apretado.


—Diré.


Y entonces, mientras la carcajada se desvanecía y el sueño se apoderó, reflexioné sobre lo que el futuro podría sostener para mí y mi Wallbanger.


Sabía que no siempre sería así de fácil. Pero seguro que sería un buen momento.

CAPITULO 55

4:37 p.m., Ese mismo día


—¿Es Eso El Jabón? No te resbales en el jabón.


—No me resbalaré en el jabón.


—No quiero que te resbales. Se cuidadosa.


—No me resbalaré en el jabón. Ahora date la vuelta otra vez y cállate.


—¿Callarme? Imposible, no cuando tu… mmm… y cuando tu…ooohhh… y luego cuando tú— ay, eso dolió, Pedro. ¿Estás bien allá atrás?


—Me resbalé en el jabón.


Comencé a darme la vuelta para ver si él de verdad estaba bien cuando repentinamente me presionó contra la pared de la ducha, sujetando mis manos extendidas contra azulejo. 


Los labios me cosquillearon y el agua se roció en mi piel y a través de mis hombros mientras su cuerpo se flexionaba contra el mío. Los pensamientos del jabón fugitivo desaparecieron de mi mente mientras él se deslizaba dentro de mí, duro, grueso y delicioso. Mi aliento me dejó en un jadeo, amplificado por las paredes de azulejo, se hizo sexy por la caída del agua, y rápidamente seguido por otro jadeo mientras continuaba empujando dentro de mí, dolorosamente lento y con determinación, sus manos ahora agarraban mis caderas.


Lancé mi cabeza hacia atrás, girando mi cara para encontrar la mirada de Pedro, desnudo y mojado. Sus cejas estaban fruncidas, su boca abierta mientras invadía completamente y sin disculpa. Caí en espiral rápidamente, a conciencia y el pensamiento claro reduciéndose a un punto antes de explotar, palabras silenciosas cayendo de mi boca y hacia el agua, yéndose por el desagüe.


Ahora esa O estaba de regreso, ella no se retrasó. Hasta ahora, llegó inmediatamente y sin cuestionamientos, destrozando los recuerdos de los días, semanas y meses de esperar y llorar, rogando y suplicando. Ella me estaba recompensado con un continuo, constante desfile que me dejó mareada y atontada, sin huesos y lista para más.


Gimiendo en mi oído, estremeciéndome y vibrando, Pedro no pudo frenar su balanceo. Él sabía intrínsecamente, como yo, que su chica estaba bien para unas más. Y entonces, con agonizante destreza, plantó un beso húmedo en mi cuello, dejó mi cuerpo, haciéndome
girar rápidamente, y estaba otra vez adentro antes de que pudiera decir. —Oye, ¿a dónde vas?


—A ningún lugar, Chica de camisón, no en un futuro cercano — murmuró, con rudeza agarrando mi culo y levantándome contra la pared, usando su peso para aplastarme contra el azulejo, apretándome a él y dentro de mí. Su cuerpo se dobló mientras el mío era aplastado, nuestra piel resbaladiza sintiéndose indescriptible uno
contra el otro. ¿Cómo había permanecido lejos de este hombre tanto tiempo? No importa, él estaba aquí, dentro de mí, y cerca de entregar otro desfile O en todas partes. Me presioné otra vez contra él solo lo suficiente, para abrir un espacio entre nosotros apenas para dar un vistazo hacia abajo, el deseo empaño mi visión pero no tanto para que no pudiera verlo entrar en mí, una y otra vez, llenándome como ningún otro hombre lo ha hecho.


Ahora el mismo mirando hacia abajo para ver qué es lo que me tenía tan paralizada, también estaba cautivado y un sonido más como “Mmmp” dejó su boca. Sus movimientos fueron más rápidos, tratando de localizar, esa sensación, ese momento crítico que sentía tan cerca del dolor y tan cerca de la perfección. Esos ojos azules, ahora llenos de lujuria y fuego, volaron retrocediendo a los míos mientras los dos lanzamos de ese acantilado otra vez juntos.


Sujetar. Congelación. Bloqueado y descargado. Nos corrimos juntos con un rugido, un gruñido y un gemido que dejaron mi garganta en carne viva y mi hoohah excitada.


Hoohah excitada... qué gran nombre para un.... Mmmmm...





6:41 p.m.


Paseando en mi departamento solo con una toalla, esquivando montones de harina y puñados de pasas. Pedro era un espectáculo para contemplar. Cuando derrapó en el parche de mermelada y chocó con la encimera, me reí tan fuerte que me tuve que sentarme en el sofá. Ahora se paró frente a mí con una rebanada de pan zucchini mientras yo reía, con una mirada divertida en su rostro. Continué riendo, y mi toalla se resbaló, revelando más que un poco de mis activos. En la vista de mis pechos, dos cosas pasaron. Sus ojos estallaron, y también algo más. Salió de golpe. Levanté una ceja con este último acontecimiento.


—¿Te das cuenta que me estas convirtiendo en una clase de máquina? —notó, inclinándose hacia su HolaAllí pinchando la toalla. Pedro se tomó el tiempo para poner su pan zucchini a salvo en la mesa del café.


—¿Cuán lindo es eso? ¡Es como si estuviera sacando su cabeza detrás de una cortina! —aplaudí.


—Puede que no estés enterada, pero como regla general, a ningún hombre le gusta la palabra lindo en la misma oración que sus genitales.


—Pero él es lindo—uh-oh, ¿a dónde fue?


—Es tímido ahora. Todavía no es lindo, sino tímido.


—Tímido, mi culo. Él no fue tan tímido en la ducha hace un ratito.


—Necesita su ego acariciado.


—Guau.


—No, realmente. Creo que encontrarás que es un poco receptivo a las caricias.


—Ahora ves, estaba pensando que tal vez él solo necesita latigazos de una buena lengua, pero si crees que acariciar será suficie...


—No, no, creo que latigazos de una lengua funciona bastante bien. El... —¡Maldición, Paula!


Me incliné, trayendo al tímido hacia adelante, e inmediatamente lo rodeé con mi lengua.


Sintiéndolo crecer más duro todavía, me acomodé en el borde del sofá, envolví mis brazos alrededor de él y solté la toalla. Jalándolo más cerca, y por lo tanto más profundo en mí, canturrié en satisfacción mientras sentía que sus manos se levantaban en mi cabello y trazaban mi rostro. Con reverencia, colocó sus dedos en mis párpados, mejillas, sienes, finalmente enterrando una mano en mi cabello y la otra, bueno, guau. Se agarró a sí mismo. Mientras yo concentraba toda mi atención en su punta, se acarició en la base, algo que era posiblemente la cosa más sexy que alguna vez haya visto. Viendo su mano, envuelta a su alrededor mientras se movía dentro y fuera de mi boca... Oh mi.


Sexy no es la palabra correcta para él. Es inadecuado ante el arte de erotismo puro llegando a su fin enfrente de mí. Y hablando de frente de mí, canturrié otra vez en agradecimiento, sintiéndome excitada solo con el juego que mi boca estaba consiguiendo. Boca suertuda.


Caí hacia atrás contra el respaldo del sofá y jalé a Pedro conmigo. Él respondió usando ambas manos para sujetarse contra el respaldo del sofá, empujando dentro y fuera de mi boca con convicción. El ángulo le permitió penetrar más profundamente, e hizo más fácil para mí para tomar más de él, agarré su culo, sintiendo la excitación de atenderlo, sabiendo que era yo, sólo yo, quién lo tenía adentro de esta manera.


Podía sentirlo acercándose. Ya estaba comenzando a saber sus reacciones inmediatamente. Lo deseaba otra vez. Era egoísta de esa manera. Deleitarlo con un fuerte jalón final, lo empujé hacia abajo sobre sofá y lo monté a horcajadas. 


Sintiéndome contra él, se empujó hacia arriba mientras yo me hundía, y había ese momento—¿sabes ese momento? ¿Cuando todo se siente expandido y detenido en la forma más deliciosa? Tu cuerpo reacciona: algo que no debería estar dentro ahora lo está y por un momento, es extraño, desconocido. Y entonces tu piel siente un regreso como campeón, la memoria de tu músculo toma el control, y luego es tan bueno, la sensación de plenitud, de maravilla y de sobrecogimiento.


Y luego comienzas a moverte.


Agarrando sus hombros para apalancarme, enrollé mis caderas en las de él, notando no por primera vez que él había sido inteligentemente diseñado con las medidas exactas en mi mente. Encajaba dentro de mí perfectamente, dos mitades de un entero, alguna clase de Lego sexual. Él también lo sentía, pude decirlo.


Colocó su mano extendida contra mi pecho, directamente encima de mi corazón. —Asombroso —susurró mientras lo montaba, dulce y caliente. Mantuvo mi corazón en su mano mientras me mecía en él, su otra mano en mi cadera, guiándome, colocándome, sintiendo que me ocupaba de ambos. Él lucho para quedarse conmigo, para mantener sus ojos abiertos mientras su liberación se aceleraba. Tomé
su mano de mi corazón y la coloqué más abajo, donde empezó a trazar esos malditamente perfectos círculos.


—Jesús, Pedro.... Oh, Dios... tan....taaan bueno.... yo.... mmmm...


—Amo verte derrumbarte —gimió, yo también. El gimió. Y ambos.


Me derrumbé en él, observando hasta que la habitación se dejó de girar y la sensación regresó a los dedos de mis manos y pies, serpenteando a través de mi cuerpo mientras me atraía hacia él.


—Latigazos de lengua. Qué idea —resopló, y solté una risita.




8:17 p.m.


—¿Alguna vez has pensado en cambiar el color de la pintura aquí?


—¿En serio?


—¿Qué? ¿Tal vez un tono más claro de verde? ¿O incluso un azul?Azul podría ser agradable. Amaría verte rodeada de azul.


—¿Yo te digo como tomar fotos?


—Bueno, no...


—Entonces no me digas cómo seleccionar los colores de la pintura. Y como sucede, estoy planeando cambiar la paleta de colores aquí, pero va a ser más oscuro. Más profundo, puedes decirlo.


—¿Más profundo, puedes decir? ¿Cómo es eso?


—Eso es bastante bueno. Mmm, es realmente bueno. De cualquier modo, como estaba diciendo, estoy pensando tal vez en un profundo gris pizarra, con una nueva encimera de mármol azúcar cremoso, profundizando las alacenas en un rico, caoba oscuro. Santa mierda,eso se siente bien.


—Anotado. Más profundo es bueno, y muy profundo es incluso mejor.¿Puedes poner tu pié en mi hombro?


—¿Así?


—Cristo, Paula, sí, así. Tan... nueva encimera, ¿dijiste? Mármol podría ser un poco frío, ¿no crees?


—Sí, sí, ¡sí! ¿Qué? Quiero decir, ¿qué? ¿Frío? Bueno, desde que generalmente no estoy extendida en un rollo de mermelada en la encimera, el frío no me molesta. Además, las encimeras de mármol son las mejores para estirar la masa.


—No —advirtió, girando su rostro para besar la parte interna de mi tobillo


—¿No qué, Pedro? —ronroneé, mi aliento atorándose mientras que sentía su paso comenzando a acelerarse ligeramente, imperceptible para cualquiera excepto para mi, en la que estaba él actualmente.


—No trates de distraerme con pláticas de masa. No funcionará — instruyó, dejando ir de la encimera con su mano izquierda y pasándola ligeramente sobre mis pechos, una y otra vez, provocando mis pezones se pusieran como picos duros con las puntas de sus dedos.


Una energía frenética comenzó a instalarse abajo, en mis caderas y mis muslos, en la boca de mi estómago y los puntos en medio. —¿No pláticas de masa? ¿No sucias pláticas de masa para Pedro? Mmm, ¿pero no crees que un poco de distracción es buena de vez en cuando? Quiero decir, puedes solo imaginarme, inclinada en la encimera, trabajando tan duro para ti... —me fui apagando,recorriendo mis dedos a través de su cabello, inclinándome para besarlo con una boca húmeda, lengua, labios y dientes intentando llevarlo más profundo de mí.


Estaba colocada en el borde de la isla de la cocina, muy desnuda, como estaba nuestro justo Sr. Alfonso, enterrado en el interior y determinado a hacer que esto dure tanto como sea posible.


Queríamos ver cuánto tiempo podríamos llevar una conversación mientras... bueno... lo hacíamos. Hasta ahora diecisiete de los más intensos, sensuales, fantásticos minutos de mi vida, y eso no estaba contando el juego previo. La O estaba bailando en la periferia,preguntándose por qué no le estaba concediendo acceso inmediato.


Pero ahora yo tenía el control de la perra, y esta dulce tortura era increíble. Vale la pena aguantar.


Eso fue, hasta que Pedro me pidió que pusiera mi pié en su hombro.


Santo infierno, me estaba destrozando. Una pierna en su hombro, la otra la mantuvo abierta hacia un lado, sus caderas girando en desesperantes círculos diminutos, creciendo en el más pequeño de los incrementos. El era quien insistió en la conversación, y yo había sido capaz de mantenerla, hasta el pie en el hombro. Repentinamente,
partes que realmente no habían sido parte de esto antes ahora estaban siendo estimuladas, y se estaba poniendo más y más difícil mantener mi inteligencia sobre mí. Pero realmente, ¿quién necesita la inteligencia? Podría ser tonta. Siempre y cuando pudiera estar debajo de Pedro, estaba bien con ser tonta.


Pero todavía podía jugar este juego en este momento, mientras quedaba algo de persistente inteligencia.


—No me pongas a prueba, Chica Traviesa. Voy a hablar sucio contigo inmediatamente en esta isla.


—Mmm, Pedro, ¿no puedes solo verme? ¿Inclinándome sobre ella, un pequeño delantal con nada debajo, un rodillo de cocina en la mano, y un tazón lleno de manzanas?


—¿Manzanas? Oh chico, amo las manzanas —gimió, levantando mi otro pie y colocándolo en el hombro contrario, sus manos rudamente jalándome aún más hacia enfrente del borde, su ritmo levantando otra vez sólo un poco.


—Sé que lo haces, ¿con canela? Podría cocinarte tarta, Pedro. Tu propia tarta de manzana, incluso una corteza casera... todo para ti, chico grande. Sabes que todo lo que tienes que hacer es pedírmelo...—sonreí con suficiencia, tratando de evitar que mis ojos se crucen
mientras el acelera otra vez, el sonido de la piel golpeándose ni siquiera es divertido en absoluto. Ahí se fue otra pizca de inteligencia.


—¿Cómo se siente eso, Paula. ¿Bien? —preguntó,
sorprendiéndome.


—¿Bien? Se siente increíble.


—¿Increíble? ¿De verdad? —se retiró casi todo antes de deslizarse otra vez dentro de mi todo a la vez, haciéndome sentir cada centímetro.


Y la inteligencia es independiente. —Sabes, lo hace, pero de vuelta a las manzanas. ¿Te gustaría que tu tarta se sirviera caliente con helado de vainilla? Caliente y derretido con—oh mi Dios....


—¿Realmente quieres hablar de eso en este momento? Porque si sigues con eso, voy a estar forzado a ponerme realmente sucio.


—¿Más sucio que hablar de la tarta de manzana? —pregunté, extendiendo y apuntando los dedos de mis pies hacia el techo, creando una nueva sensación.


—Que hay sobre esto, si no paras toda esa plática de la tarta de manzana —comenzó, inclinándose hacia abajo para poner su boca contra mi oído, haciéndome temblar. Una mano agarró mi pecho, con rudeza girando y pellizcando mi pezón. La otra escabulléndose abajo, sintiendo contra mí hasta que encontró el lugar que me hacía tensar y gritar.


—Si no te detienes, voy a parar de follarte, y confía en mí cuando te digo que ni siquiera he comenzado a arrasarte en todas las maneras que he soñado.


Retrocedió y empujó. Duro.


¿Última pizca de inteligencia? Adiós. No soy tan orgullosa para rogar.


—Dios, Pedro, me doy por vencida. Sólo fóllame.


—¿Tarta de manzana para mí?


—¡Sí, sí! ¡Tarta de manzana para ti! Oh, Dios...


—Así es, tarta de manzana para mí, tarta de manzana para—Dios,estás apretada de esta forma —gimió, cambiando ambas piernas a un lado, sujetándolas mientras golpeaba dentro de mí, una y otra vez, nunca retirándose, solo avanzando, bajando la mirada hacia mí, observándome mientras mi espalda se arqueaba y mi piel se sonrojaba, el calor deslizándose mientras mi clímax rompía sobre mí, asombrándome en silencio con su intensidad mientras era sacudida en el centro de mi ser.


—Te amo, Paula, te amo, te amo, te amo —canturreó, empujando erráticamente ahora mientras se aceleraba hacia su propia liberación, sudor escurriendo de su ceja mientras se aferraba a mis caderas mientras yo me aferraba a él internamente, sujetándome a él tanto como podía, sintiendo su sólido peso sobre mí mientras ponía su cabeza en mi pecho. ¿Cómo su calor podía sentirse tan bien? Debería haber hecho que no pudiera respirar, opresión de los pulmones y todo eso, pero no lo hacía. Sosteniéndolo, acunando su rostro mientras barría su cabello, se sentía lo opuesto a pesado.


—Vas a matarme, de seguro mientras estoy tumbado aquí —gimió, besando en donde quiera que podía.


—Yo también te amo —suspiré, echándole un vistazo al techo de mi cocina. Pude sentir una sonrisa tan grande como la bahía de mi cara.


La O iba a estar cerca por un largo tiempo.


De ninguna manera voy a pintar mi cocina de azul.




9:32 p.m.


—No puedo creer que esta es la segunda vez que nos estamos limpiando la harina y el azúcar el uno al otro. ¿Qué está mal con nosotros?


—El azúcar es bueno para la exfoliación —expliqué—, no estoy segura que bien nos está haciendo la harina.


—¿Exfoliación?


—Sí, me imagino que cada vez tengamos sexo aquí, todo ese azúcar nos ayuda a remover las células muertas de la piel.


—¿De verdad, Paula? ¿Células muertas de la piel? Eso es
difícilmente sexy.


—No te estabas quejando hace un rato.


—Bueno no, ¿cómo podría? ¿Prometiste hornearme una tarta de manzana. No olvides esa parte.


—No lo olvidaré, pero estaba de alguna forma bajo coerción.


—Estabas debajo de mí, no bajo coerción, debajo de mí.


—Sí, Pedro, estaba debajo de ti.


—¿Lavo tu espalda?


—Sí, por favor.


Nos pusimos en lados opuestos de la tina, relajando y remojando además otra ronda de menjunje de la cocina.


En algún momento, iba a tener que limpiar todo el desastre, pero ahora mismo lo único en lo que me podía concentrar era en este hombre enfrente de mí. Este hombre, hasta arriba del cuello con burbujas aromáticas, brazos fuertes estrechándome para llevarme más cerca. Giré en la tina como una boya, bamboleando de un lado al otro y me coloqué frente a él. Usó una toallita para remover gentilmente lo último viscoso que me cubría. 


Entonces me jaló a su pecho, inclinándose contra el borde de la tina.


Los brazos me circulaban, metiéndome, rodeándome con agua caliente y un más caliente Pedro. Cerré mis ojos, disfrutando la sensación de todo. La seguridad, la dulzura, la sensualidad. Me moví, tratando imposiblemente de conseguir estar más cerca, y entonces lo sentí contra mi culo. Creciendo.


—Por qué, hola ahí, amigo —murmuré, deslizando mi mano a través de las burbujas para encontrarlo, el deseo lascivo.


—Paula... —advirtió, dejando caer su cabeza en el borde de la tina.


—¿Qué? —pregunté inocentemente, siguiendo con mis dedos a lo largo de sus lados, sintiéndolo reaccionar.


—No tengo diecisiete, sabes —se rió, su voz creciendo ronca y necesitada a pesar de sus palabras.


—Gracias a Dios, o tendría que responder por mis acciones— corrompiendo a un menor y todo eso.— susurré, lentamente girándome para frotarme a lo largo de su longitud, jabón, burbujas y agua haciéndome resbalosa.


Él siseó ligeramente y sonrió. —Vas a destrozarme, sabes eso, ¿cierto? Juro en todo lo que es santo, que no soy una máquina-Cristo,no pares de hacer eso —gimió, empujando en mi mano sin pensarlo.


—Ah, pausa tonto. Sólo te quiero follar hasta que no puedas ver bien —ronroneé, apretando mi puño mientras él salpicaba el agua un poco sobre un lado.


—Apenas puedo ver así como esta. Parece que son tres como tú — gimió, separando mis piernas y colocándome sobre él.


—Apunta al que está en el centro, Pedro —instruí, y me deslicé hacia abajo.


Sí, teníamos algo de agua que limpiar.




11:09 pm


-Solo voy a buscar un poco de comida. Necesito sustento, mujer.


-Consíguela, y vuelve rápido a mí. Te necesito, Pedro. ¿Por qué te arrastras por el piso?


-No creo que pueda sostenerme actualmente en este punto. La máquina necesita un descanso. La máquina bien podría necesitar reparaciones. La máquina, espera, ¿Qué estás haciendo por ahí Paula?


-¿Qué, esto?


-Sí, sí, eso luce como que tú, guau, ¿Te tocas tu sola de esa manera mucho?


-No lo hago seguido, ¿Por qué? Luce bien para ti ¿sí?


-Sí, eso es… guau… um esa es la puerta… el chico con la comida esta aquí. Y… yo… y… comida… yo…


-¿Estas rimando justo ahora, Pedro? Mmm, esto se siente bien…


-¡Hola! Hola, ¿hay alguien ahí? Alguien pidió una orden, amigo, ¿Cómo se supone que voy a darte tu cambio?


-Quédese con el cambio.


-Amigo, me pasaste cincuenta por debajo de la puerta. Sabes que eso es como un cambio de treinta dólares ¿verdad?


-Quédate con el cambio. Deja la comida. Paula, sube a la cama.


-Mmm, tan cerca, Pedro. Claro que no… quiero… yo… también…mmm acabado… oooh. Amo cuando haces esto.


-Mmph, mumph, hah, hooo…


-No hables con la boca llena, Pedro,PedroPedroPedro,
Peeedrooooo


-Está bien, amigo. Estoy totalmente dejando tu comida aquí. Um,gracias por el consejo.





1:14 am


Nos tumbamos en la cama, débiles y un poco estúpidos. Mi pobre Pedro, lo había montado al borde de la extinción. No era una adolescente, pero incluso el se sorprendió por su… hmm… aguante.


Después de la última  ronda en loco-mundo, se arrastró de nuevo por el pasillo, saco la comida, y comimos una sesión de tailandesa en el centro de la cama. Rápidamente quite las sabanas por que las pasas y las nubes de harina seguían por todo el departamento. La cantidad de trabajo con la que me iba a enfrentar en la cocina mañana era desalentadora, pero valía la pena. Todo ello.


Todo valió la pena.


Ahora estábamos descansando, solucionados pero no resueltos.


Todavía envueltos alrededor del otro, pero ahora vestidos con un camisón rosa y un par de pantalones de chándal. 


Para que quede claro, me puse el camisón rosa. Nos tumbamos a lado del otro, uno frente al otro, con las piernas enredadas y agarrados de la mano.


-¿Cuándo tienes que volver a trabajar?


-Le dije a Josefina que volvería el Lunes, a pesar de que es la última cosa en la que estoy pensando en este momento.


-¿Qué estás pensando?


-España.


-¿Si?


-Sí, fue increíble. Gracias por tomarme, y luego tomarme- lo empujo con el codo.


-Ha sido un placer en ambos casos. Me alegro de que pudieras venir…-bufo


Ahora que O había regresado, podíamos bromear al respecto. Nos quedamos en silencio por un momento, simplemente disfrutando la música. Pedro había cojeado a un lado para poner un disco hace un rato. Aun cojeaba, era sexy.


-¿Cuándo te vas a Perú? Rayos, aun te odio un poco porque vas a ir, pero ¿Cuándo te vas?


-Alrededor de dos semanas. Y no odies al fotógrafo. Me tengo que ir, pero siempre regreso.


-Oh, para ser clara, yo no te odio por irte. Te odio porque yo también quiero ir, pero estoy divagando. Te amo más de lo que te odio, así que estamos bien.


-¿Estamos bien?


-Si, por supuesto. Tienes que viajar por tu trabajo. No es que no lo supiera.


-Buenos...


-No me estas dejando atrás. Vivimos vidas muy ocupadas y
continuaremos hacerlo. El hecho de que metas tu polla en mi ahora, no nos va a cambiar- le conteste.


Una lenta sonrisa se dibujó en su boca. Con los ojos todavía cerrados, pero sonriendo.


-A veces las pollas cambian personas - dijo a través de una sonrisa.


-Las pollas cambian lo que debe ser cambiado. A veces las pollas lo hacen mejor.


-A veces las pollas lo hacen mejor, que cosa tan extraña para decir.


-Quédate alrededor, quien sabe que voy a decir después.


-Cumplir.


-Bueno, saberlo y ser el que se queda atrás son dos cosas diferentes dijo con los ojos cada vez un poco más nublados. Aliso mi mano por su mejilla, sintiendo su nuca y la piel y mirándola en mi tacto. Sus ojos se cerraron, y tarareo un murmullo de satisfacción.


-Ir a besarte ahora.


-Gracias a Dios- me reí mientras envolvía sus brazos a mi alrededor.


Nos besamos en silencio, pensativos. Me senté en su regazo, encajando perfectamente y oliendo a gloria.


-Adoro este rincón.


-Bueno.


-Nadie más tiene este rincón


-Es tuyo.


-Sí, si lo es. Asegúrate de decirles eso a todas las mujeres hermosas peruanas que traten de seducir al caliente americano.


-Me asegurare de decirles que mi rincón esta tomado.


Sonreí y bostece. Un par de días agotadores. Tenía Jet Lag y había sido sacudida una pulgada de mi vida. Tendía a ser una chica cansada. Pedro se inclinó sobre mí para apagar la luz y me metió de nuevo en su rincón.



1:23 am


-¿Pedro?


-¿Mmm?


-¿Estas durmiendo?


-Mm-hmm, yo también.


-Yo solo quería decir, bueno, que estoy muy contenta de que regrasaras temprano a casa.


-Mm hmm,yo también.


-Estoy bastante enredada contigo.


-Mm hmm, yo también.


-Enredada como un gatito.


-Mm hmm, yo también.


-¿Quién perdió sus guantes?


-Guantes, mm hmm…


-¿Pedro?


-¿Mm hmm?


-¿Estas durmiendo?


-Mm hmm…


-Te amo.


-Te amo también.




-¿Paula?


-Mm hmm…


-Estoy contento de haber venido a casa temprano.


-Mm hmm…


-Y estoy muy contento de que hayas venido.


-Basta.


-Buenas noches,Paula.


-Buenas noches,Pedro.


Y como Count Basie y su orquesta nos puso fuera en sueños, no acurrucamos alrededor del otro y nos dormimos.