jueves, 14 de agosto de 2014

CAPITULO 91 (FINAL)



La última Palabra


Puse en marcha mi patrullaje, tomando nota de todos los nuevos olores en este nuevo territorio. Era diferente de la última vez que estuve aquí. Más brillante en algunos caminos, adornos dispersos por aquí y por allá para que yo pudiera jugar. Dos estantes llenos de curiosas botellas para que yo las tirara.


Que considerado. Lo investigaría mañana. Esta noche tenía otras cosas en la cabeza. 

Durante semanas recorrí la zona selvática de esta extraña ciudad, encajonado entre montañas por un lado y agua en el otro. Aprendí de la manera más dura que no se debía confiar en el agua, un descuido y te empapaba. Agua Salada, como el capitán de los Salvajes le llamaba. Los Salvajes fue la banda de gatos callejeros más sabios que me crucé durante mis viajes, duros pero justos.


Las otras bandas eran altaneras, ya sabes.


Me ofrecieron ser un miembro de los Salvajes, fue un gran honor que aprecié. Pero conocía mi lado Cazador que nadie podía controlar y sabía que la Alimentadora debía estar buscándome. Recorrí las laderas, buscando el hogar del que accidentalmente hui.


Hay una verdad, una que ningún gato quiere admitir. 


Anhelamos estar al aire libre; anhelamos correr, saltar, pavonearnos y jugar. Pero… y este es el secreto… no puedes dejarnos salir.


Porque no siempre podemos encontrar el camino de regreso.

Yo fui uno de los afortunados. Nunca me di por vencido. Sabía lo mucho que la Alimentadora me extrañaría, y no podía permitir eso. ¿Pero qué pasó?


Encontré a estas damas. O mejor dicho, ellas me encontraron… pero esa es una historia que contaré otro día.


Sabía que mi gente se pondría muy feliz de verme, pero no podía dejar solas a mis nuevas amigas. Ahora esas damas se encontraban a salvo en una cueva hecha de mantas debajo de la mesa de centro. El Alto puso originalmente la cama justo a la intemperie de la sala, pero yo la reacomodé bajo la mesa, sabiendo que mis damas usualmente dormían debajo de más mantas. Esa era la diferencia entre ser listo y ser inteligente. Ese es el aprendizaje que Sossa Leeto me había enseñado

Seguí comprobando el perímetro, monitoreando la rama de un árbol que hacía un ruido desagradable al rozar contra una ventana en el lado este. No era una amenaza inmediata, pero mantendría un ojo en esa rama. Hice mi camino hacia el comedor, mirando a la ventana que me llevó hacia mi más grande y desgarradora aventura de mis nueve vidas. Comprobé la reparación; parecía sólida. Miré hacia afuera, donde siempre me pareció tan enorme y hermoso y lleno de emoción. Ya no más.


Ahora, cuando me di la vuelta para mirar todo este silencioso espacio,adentro, lleno de lugares escondidos para siestas, bañarme, correr y jugar, comprendí que este era también una gran aventura.

Sinceramente, era demasiado maduro para mis orejas .


Riéndome de mi propia broma, dejé la ventana y me dirigí hacia las escaleras. Mientras pasaba junto a mis damas, pude escuchar sus profundas respiraciones; se hallaban profundamente dormidas. Me arroparía con ellas pronto. 


Tenía un lugar de mi cuello que necesitaba limpieza, y era mucho más fácil bañarse en grupo.


Entrando en la habitación de la Alimentadora y el Alto, consideré sus formas de dormir. Nada había cambiado mientras me fui, tuve el placer de comprobarlo. El Alto curvándose como una pelota en un lado, la Alimentadora estirada en la cama como una estrella de mar. Había visto una de esas en el Agua Salada.


Saltando hacia nuestra cama, me senté en la almohada entre ellos, deseando un momento con mi gente. Estirando mis patas delanteras frente a la Alimentadora, mis patas traseras tocando la barbilla del Alto, finalmente me relajé.


Estaba en casa.



FIN



Enero 6, de 2015



Pedro y Paula están de vuelta para otra ronda de hornear, golpear, y para grandes cambios en su vida. Instalándose, pero nunca estableciéndose, Paula finalmente ha logrado un equilibrio entre lo profesional y lo personal. Como una de las mejores diseñadoras de interiores en San Francisco, viaja por todo el norte de California entre pasar tiempo en el rincón de Pedro.
El perpetuos trotamundos Pedro ha recortado sus millas de viajero frecuente a la mitad en el último año, prefiriendo equilibrar su vida profesional y personal, también.



RECIEN EN ENERO SIGUE ESTA HISTORIA.

CAPITULO 90



Viernes por la noche, ocho cincuenta y siete. Me ocupé de la cocina,preparando las cosas. Pedro me envió un mensaje de texto cuando su avión aterrizó, se encontraba de camino a casa desde el aeropuerto internacional de San Francisco. 


Viajó por horas y sabía lo agotado que estaría. Pero todavía quería que su regreso a casa fuera algo especial.


Mientras daba un último paseo por el primer piso, asegurándome que todo se encontraba en su lugar y luciendo impecable, me detuve en el comedor.


Específicamente, en la ventana que se estaba cerrada con cemento. Hacía una mueca cada vez que la veía y los profundos marcos de ventana que Olaf apenas llegó a disfrutar antes de que se largara.


El sonido de la llave de Pedro en la puerta me trajo de vuelta de mis pensamientos y corrí a la cocina.


-  Nena? Volví. Oye, cuando…  Guau! - le oí decir mientras apreciaba su entorno.


Cuando se fue hace diez días aún había caos. El fin se encontraba a la vista, pero seguía siendo difícil. Pero ahora se encontraba completo. Y tranquilo. Y lleno del olor de sopa de pollo casera.



Escuché sus pasos a través de la casa hacia la cocina, donde me aparté de la estufa para mirarlo a los ojos. 


Usando su delantal favorito, sobre la ropa esta vez, eso sí, le sonreí a mi dulce Pedro. Desgastado y cansado por el viaje, seguía siendo el hombre más hermoso que jamás vi. 


Tres días de adorable barba cubrían su cara, acentuando la mandíbula más cincelada de este lado del Monte Rushmore. Penetrantes ojos azules brillaron hacia mí, le gustaba en ese delantal.


- Todo se ve… quiero decir, todo es tan… - Encogiéndose de hombros, - se rio .- Estoy sin palabras. Es perfecto, cariño.


- Solo espera a que te llegue la cuenta. ¿Tienes hambre? - pregunté, y luego le tendí un plato con sopa de pollo hecha con rico caldo, fideos de huevo y llena de vegetales. Podía verlo olfatear el aire y sofoqué una risita mientras caminaba hacia la mesa de desayuno, donde puse una mesa para dos.


Se sentó, y tan pronto como puse el plato frente a él me tiró en su regazo. 

- Has estado ocupada. - murmuró.


Sentí esa áspera mandíbula a un lado de mi cuello y mi piel inmediatamente comenzó a hormiguear. - Quería que fuera agradable para ti - contesté, luego me incliné hacia su oído . Bienvenido a casa Sr. Alfonso.


Su dominio sobre mí se apretó. Se comió la sopa y bebió la leche con una mano, porque no quería dejarme ir. Mientras comía, hablamos cómodamente de todo y nada en absoluto. Después, se duchó mientras limpié.


Luego exploró todas las habitaciones donde puse mi toque final, nos encontramos en nuestro dormitorio. Charlamos acerca de los planes de fin de semana mientras secaba su cabello con la toalla, y lo veía caminar en pantalón de pijama. Lo mejor.


- Cenaremos con Josefina y Benjamin el domingo, ¿eso está bien contigo?- pregunté.


Puso a un lado su parte de la sabana. - Claro que está bien. ¿Todos los demás vendrán también?


- Moni y German se encuentran con sus padres en Mendocino, Sofia y Nicolas no han salido por aire aun. 
-Sonreí mientras ahuecábamos el edredón a los pies de la cama. Esos dos se hallaban de nuevo juntos como nadie. Apenas y dejaban su cama.


Volteamos las almohadas, movimos las mantas y suspiré cuando vi las sábanas. Algodón egipcio, millones de hilos cocidos y un blanco reluciente.


- Oye, hablando de Mendocino, nunca vas a adivinar quién me llamó el otro día. ¿Recuerdas a Vivi Franklin?


- ¿Redes y tatuajes? ¿De tu reunión?


- Sip, ella podría mudarse de aquí, a Mendocino.


- ¿En serio? Guau, eso es genial. Pensé que se encontraba bien establecida aquí con su…  compañía de guardias de seguridad? - pregunté, haciendo un gesto hacia los cojines. 


Tenía una manera especial de acomodarlos en el sillón de noche.


- Software de seguridad, nena. Diseña software de seguridad para empresas. No estoy seguro de lo que va a hacer, aún está pensando en ello.
Alguna tía-abuela murió, una gran casa en la costa fue dejada para ella… no sé todos los detalles. Pero tal vez se mude de aquí y se ocupe de la casa.


- ¡Eso podría ser increíble! - La linda morena era una mezcla graciosa de ruda y dulce; mantuvo a Pedro sobre sus pies. Me gustó eso de ella.


- Le dije que nos hiciera saber cuando se decidiera. No conoce a nadie aquí, y la podemos ayudar - dijo lanzándome la última almohada.


- ¡Ups, no avientes esa! - La acomodé delicadamente sobre las otras - Sí, por supuesto, sólo déjame saber cuándo exactamente.


- Um, es una almohada para aventar, ¿no? - preguntó.


- Oiga, señor, si supiera cuánto de su dinero gasté en esa almohada, no la aventaría.


- Así que realmente no quiero saber cuánto me afectó esto ¿verdad? - preguntó, señalando con la cabeza nuestra nueva cama. Una cama que no tenía antecedentes de nadie más. El tamaño King California era lo suficientemente grande para dar espacio a ambos, sus ronquidos y mi agitación, era sencilla y elegante, con una cabecera masiva y bien acolchada.


- Es mejor si me dejas hacer lo mío sin hacer preguntas - dije con descaro, ahora me arrastraba por la cama gateando, asegurándome de que mi camisón rosa se agitara en los lugares correctos.


- Me gusta cuando haces tus propias cosas. Sobre todo cuando me dejas verte hacerlo - susurró, levantando una ceja cuando me di la vuelta para mostrarle mis volantes. Apretó su cuerpo contra el mío, su piel cálida por la
ducha me calentó tanto como sus palabras. 

- Esta noche, preferiría mucho que me tocaras. Con tus manos. Y esa boca. - Instruí mientras me sentaba sobre él. Posicioné la cama, de manera que cuando cuchareáramos, pudiera ver las luces parpadeantes sobre la bahía.


- Mira ese paisaje - susurré. 

- Ya te digo - murmuró desde abajo, mirando mi camisón, la siguiente cosa que supe, fue que me quitó mi ropa interior a juego. 
Y con los volantes abandonados, el camisón rosa subió a mi alrededor.


Pedro regresó a casa.


Y maldita sea si todavía no encontraba una manera de golpear esa cabecera.


Top.


- Ten cuidado… Oh, Dios… la pintura es nueva… Oh, Dios.

-  Quieres que… sea… Cristo, Paula… cuidadoso?

Top top. 

- Bueno… quizá… un poco… Oh, Dios…  Pedro!


- Ahí está mi Chica Camisón.


Top, top, top.


***
 
- ¿Pedro?


- ¿Hmm?


- ¿Estas despierto?

- Ajá.


- Simplemente quería decirte que te amo.


- Mmm
 
***

- ¿Paula?


- ¿Hmm?


 -Yo también te amo.

- Mmm

 
***

 
- ¿Paula?


- ¿Mmm? 

- ¿Quieres tontear?


-Si digo que no, ¿qué sucederá?


- Me quedaré a tu lado pensando en cosas sucias.


- ¿Sobre mí?


- Siempre sobre ti.


- ¿En serio?


- Eres literalmente mi chica de fantasía.


- Está bien, se está poniendo un poco denso aquí.
 

- Hablando de ponerse grueso.  


- Oh, bésame, grandísimo Wallbanger.

***

 
Me senté derecha en la cama, el cuerpo tenso e híper consiente. ¿Por qué me desperté de repente? A las…  dos treinta y siete a. m.?


Pedro se encontraba acurrucado en su lado de la cama y roncando.


El pelo detrás de mí cuello se erizó, mi piel se convirtió en piel de gallina.


Algo pasaba, pero no sabía que… Espera,  qué fue eso?


Corrí a la ventana, mirando hacia la oscuridad. Nada. Nada fuera de lo común. Me arrastré de nuevo a la cama, sin poder evitar la sensacion de que…


Oh, Dios mío.


Pedro. - Salí corriendo por la puerta y por el pasillo. El más mínimo pensamiento se asomó y apoderó de un rincón de mi corazón mientras bajaba corriendo las escaleras, oyendo a Pedro llamarme cuando sus pies tocaron el suelo. 


Volé por las escaleras, a través de la sala y el comedor. Me planté contra la ventana, buscando, sin querer dejar que este sentimiento siguiera, porque no lo podría soportar si no era…


Miau.


No podía ser. Él no sabía donde…


Miau.


- ¡Pedro! - grité, y corrió por la esquina blandiendo un bate.


- ¿Hay alguien en la casa? - preguntó, dando vueltas alrededor.


Salí a través de las puertas del patio con Pedro detrás de mí, muy despierto y esperando que todo se saliera de control.


Allí, en el césped justo debajo de la ventana del comedor, se encontraba Olaf. Lamiendo sus patas como si no fuera la gran cosa.


- De ninguna manera. - Pedro respiraba detrás de mí mientras me hundía en el suelo y estiraba los brazos.


Olaf limpió sus orejas como si tuviera todo el tiempo del mundo y trotó lentamente hacia mí, con la sonrisa gatuna más grande que jamás he visto.


Trató de actuar genial, pero pude escuchar su ronroneo a cuatro metros de distancia. Las lágrimas corrían sin pudor por mis mejillas mientras sollozaba en el suelo sosteniendo a mi gato. Quien ronroneó y ronroneó y ronroneó. Se encontraba delgado, lleno de barro, tenía frío y estaba de vuelta.


Pedro se puso en cuclillas junto a mí, pasando la mano por la espalda de Olaf mientras yo lo sostenía apretadamente. 


Ahí está un buen chico - dije una y otra vez mientas lo acariciaba y rascaba detrás de sus orejas. Cuando los
ojos de Pedro se encontraron con los míos,-brillaban intensamente.


Me puse de pie finalmente, agarrando a mi Olaf. Susurré mimos y le dije que nunca podía hacer eso de nuevo o lo matarían y podía comer carne todo el día, todos los días. Pedro se limitó a sonreír mientras Olaf lo embestía con el cabeza, ávido de más amor chico-a-chico.


Cuando me volví para llevarlo a casa, empezó a mover sus patas y saltó de mis brazos, corriendo entre los matorrales hacia donde desapareció hace semanas.


- ¡No! ¡Olaf, no! - grité.


Pero antes de que siquiera diera dos pasos por el césped, asomó su cabeza otra vez. Salió y pareció encoger su hombro izquierdo. Y allí, materializándose casi de la nada, había otro gato. Un percal pequeño, redondo y regordete, con la cara más dulce que jamás vi. Se frotó contra Olaf, luego se sentó amigablemente junto a él.


- ¿Quién es tu amigo, Olaf? - pregunté, arrodillándome una vez más, sin querer asustarlos.


Pedro se agachó junto a mí y susurrándome al oído, dijo : -Parece que nuestro chico tiene una novia.


Olaf asintió a Pedro con prudencia, y sofoqué una risa.  


- Siempre pensé que sería divertido tener otro gato. ¿Crees que ella sea de alguien? - preguntó Pedro.  


- ¿Cómo sabes que ella es una ella?


- Oh, ella es una ella, está bien - respondió, y Olaf asintió hacia él otra vez. Si se hallaran más cerca, hubieran chocado las patas.


Entonces Olaf pareció encoger su hombro derecho, luego justo delante de nosotros apareció un tercer gato. 


Bellamente decorado con el más precioso pelaje. Largo y oscuro, tenía relucientes ojos verdes y rasgos delicados. Se acarició contra Olaf, quien ahora se hallaba rodeado por impresionantes gatitas.


No puedo creerlo jadeé mientras Pedro se reía entre dientes.  


- Supongo que tener tres gatos no es diferente a tener dos, ¿no? - preguntó.


Pedro, vamos. No podemos tener tres gatos. Quiero decir, podemos…


Olaf se aclaró la garganta como si dijera:- ejem.


Y entonces, abriéndose paso entre la percal regordeta y Olaf sonriendo había una tercer recién llegada. Ella era juguetona, golpeteando a las otras gatas y arrojándose en el césped enfrente de Olaf, rodando sobre su espalda y
dejando escapar los más divertidos pequeños sonidos. Si no lo supiera mejor, juraría que se reía.


- Jodeme… se consiguio así mismo un harem. - Maldije, y Pedro ya no pudo contener la risa. Mientras sacudía la cabeza, Olaf se ocupó de sus damas. 

Manteniéndolas juntas, formadas y en línea recta, desfilaron por el césped, uno por uno, dentro de la casa. Cuando Olaf cruzó el umbral, se volvió de nuevo hacia nosotros. Apoyado en el marco de la puerta, nos miró con todo el amor en los ojos que un gato podía reunir. Lo cual es mucho, Y cuando los gritos de gatos comenzaron dentro, él nos guiño.


- Por el amor de Dios - dije con una sonrisa dividiéndome la cara. Sin dejar de reír, Pedro extendió la mano hacia mí. 

Enlazando los dedos con los míos, caminamos por el jardín hacia dentro de la casa, donde Olaf y sus damas esperaban.