lunes, 28 de julio de 2014
CAPITULO 50
Toda la semana, hemos estado viendo señales de un festival armándose alrededor de la ciudad. Comenzaba esta noche, como si celebráramos mi partida, y nos dirigíamos a cenar afuera, a algún lugar considerablemente más elegante que los lugares en los que hemos estado comiendo toda la semana. He descubierto que Pedro y
yo éramos muy similares en muchos de nuestros gustos. Me gustaba vestirme y producirme de vez en cuando, pero prefería muchas mas las cosas pequeñas, los lugares casuales, también el. Asi que esta noche, vamos a vestirnos e ir a algún lugar un poco elegante, y luego quizás al festival, tengo un sentimiento especial a el. Estaba
definitivamente ansiosa por esta noche, en mas maneras que solo una.
Dicen que cuando un soldado pierde una pierna en una batalla, a veces, mas tarde en la noche, puede todavía sentir punzadas en esa pierna – dolor fantasma, lo llaman. Perdí a O en una batalla, la batalla de Carlos Weinstein – ese maquina-ametralladora hijo de puta – y todavía sentía las replicas. Y por replicas me refiero a nada en absoluto. Pero había un fin a la vista. He estado sintiendo punzadas del fantasma de O toda la semana, y estaba esperando con ansias que volviera hoy en la noche. La Vuelta de O. Por supuesto yo lo vería como una película de ciencia ficción en mi cabeza – pero realmente, si ella iba a regresar, capitalizaría cualquier cosa.
Cualquier Cosa.
Porque esta noche, admiradores del deporte, yo iba a tener un poco.
No por poner un punto fino en eso, pero estaba lista para un poco del Pedro Wang.
Corrí los dedos por mi pelo una vez mas, notando como el fuerte sol le había sacado tonos color miel. Alisé la parte delantera de mi vestido, lino blanco con un poco de movimiento en la falda. Lo combiné con un poco de joyería color turquesa que compre en la ciudad y pequeñas sandalias de piel de serpiente. Estoy mejor vestida que lo que me he vestido en la semana, y – poniendo de lado los nervios – me sentía muy bien. Me di una última mirada en el espejo, notando que mis mejillas estaban bastante rosadas, y ni siquiera me he puesto rubor.
Fui a la cocina para tomar un rápido vaso de vino y esperar a Pedro.
Mientras tomaba el Cava, lo vi en la terraza, mirando el océano.
Sonreí cuando vi que llevaba una camisa de lino blanco. Estaremos muy combinados hoy. Pantalones beige completan su vestuario, y se giró justo cuando estaba saliendo a su encuentro. Mis tacones golpeando a través de la piedra mientras bebía mi vino burbujeando, y se echó hacia atrás con los brazos cruzados sobre la barandilla de
hierro forjado. Como fotógrafo, era innatamente consciente del tipo de imagen que estaba creando, estaba segura de ello. Cada vez que se inclinaba, rezumaba sexo. Yo solo esperaba no caerme con mis tacones… sexo rezumando puede ser resbaloso.
Le ofrecí mi vino, y me dejo llevar la copa a sus labios.
Lentamente, tomo un sorbo, sus ojos en los míos. Cuando quite la copa, rápidamente enredo un brazo alrededor de mi cintura y me atrajo hacia el, besándome profundamente, el sabor del vino intenso en su lengua.
—Te ves…bien — suspiró, alejándose de mis labios para presionar su boca contra la piel justo debajo de mi oreja, su nuca me hace cosquillas en la forma mas fantástica.
—¿Bien? — pregunté, inclinando mi cabeza hacia atrás para alentar todo lo que el estaba haciendo.
—Bien. Lo suficiente buena como para comer — susurró, rozando mi cuello con sus dientes, solo lo suficiente para hacerme consciente de ellos.
—Wow — fue todo lo que pude decir mientras envolvía mis brazos alrededor de su cuello y me hundía en su abrazo.
El sol empezaba a ponerse, arrojando un resplandor caliente por todas partes, haciendo la terracota resplandecer rojo y naranja, recubriéndonos en fuego. Mis ojos se sintieron atraídos por el azul frio del mar golpeando contra las rocas debajo, la sal en el aire presente en mi lengua. Me aferre a el, dejándome sentir y experimentar todo. Su cuerpo, duro y caliente contra el mío, la sensación de su pelo desgreñado contra mi mejilla, el calor de la barandilla contra mi cadera, la emoción de cada célula en mi cuerpo
se encrespa hacia este hombre y el placer que seguramente me va a traer.
—¿Estás lista? — preguntó, su voz ronca en mi oído.
—Tan lista — gemí, rodando mis ojos en mi cabeza ante la cercanía de el, la sensación de el.
Y luego Pedro me llevo a la ciudad.
Después de que Pedro me había llevado al borde con sus besos en la terraza, el literalmente me había llevado hasta el abismo. Ahora estábamos en un restaurante con vistas al agua, que era fácil de hacer en un pueblo costero. Pero donde pequeños hoyo-en-la-pared que hemos estado frecuentando esta semana tenían su encanto acogedor, este era un restaurante romántico con un énfasis en romance. Romance fue servido en bandeja aquí. Estaba en el vino,los cuadros en las paredes, el suelo bajo nuestros pies, y en case de que te pierdas el romance, también estaba siendo canalizado a través del aire. Si entrecierro los ojos, puedo ver la palabra romance flotar en el aire en la brisa del mar… tuve que realmente entrecerrar los ojos, pero estaba allí, te lo digo.
Del piso al techo los paneles de la ventana han sido corridos para dejar entrar el aire costero, y cientos de candelitas brillaban en copas huracanadas. Cada mesa estaba forrada en blanco, con vasos bajos rebosantes de flores de dalia en ricos tonos carmesí, granada, y fucsia lujurioso. Pequeñas luces blancas navideñas torcidas en las vigas de madera encima de nuestras cabezas lanzaban un tono sepia mágico sobre toda la escena. En este restaurante no había niños, ni mesas de cuatro o seis. No, este restaurante estaba lleno de amantes, viejos y nuevos.
Ahora nos sentamos, apretados cerca en un bar color caoba, lentamente bebiendo vino y esperando nuestra propia pequeña mesa.
La mano de Pedro se apoyó contra la parte baja de mi espalda, me reclama en silencio y de manera sucinta.
El camarero coloco una bandeja de ostras en la barra frente a nosotros. Torcidas y arrugadas, brillaban, con rodajas de limón ubicadas aquí y allá. Pedro levanto una ceja, y asentí con la cabeza mientras el apretaba un limón, sus fuertes y eróticos dedos haciendo el trabajo erótico con las ostras. Arranco uno de su casa y lo llevo a mi boca en un pequeño tenedor.
—Abre, Chica Camisón Rosa — instruyo, y por su puesto hice como dijo.
Frio, fresco, como una explosión de agua de mar en mi boca, yo gemía alrededor del tenedor mientras se deslizaba fuera. Agarro su propia ostra y la tiro hacia atrás como un hombre, lamiéndose los labios mientras miraba este pequeño juego de pornografía con comida. Me guiño un ojo mientras yo miraba lejos, tratando de no notar cuan desesperadamente caliente estaba. Todo el día había sido
como una bola gigante y controlada de tensión sexual, una
quemadura lenta que se estaba encendiendo en un incendio forestal.
Sorbió dos más en rápida sucesión, y cuando vi su lengua salir para lamer sus labios, sentí el impulso repentino de ayudarlo. Sin vergüenza ni sentido del decoro social, cerré la distancia entre nosotros y lo bese, fuerte.
Sonrió sorprendido, pero me devolvió el beso con la misma
intensidad. La dulzura y ternura que había marinado entre nosotros ahora se deterioró rápidamente a tócame-toda tócame-tócameahora, y yo quería todo eso. Mi cuerpo entero se volvió hacia a el, mis piernas entre las suyas mientras sus dedos encontraron mi piel justo por encima del dobladillo de mi vestido. Nos estábamos besando, besando sin cuartel al estilo Hollywood. Lento, descuidado, húmedo y maravilloso.
Mi cabeza se inclinó para que pudiera darle un beso más profundo, mi lengua deslizándose contra la suya, guiando y luego dejándolo guiar. El sabia a dulce y salado y limones, y era todo lo que no podía hacer agarrarlo por su bonita camisa de lino a mi manera con el en la parte superior de la barra, pero de una manera muy elegante, si te importa.
Escuche a alguien aclarar su garganta, y abrí mis ojos para ver mis sexy zafiros, y un avergonzado anfitrión.
—Disculpe, señor, ¿su mesa esta lista? — pregunto,
cuidadosamente evitando sus ojos de nuestra puesta en escena en su muy romántico, pero todavía muy publica, restaurante.
Yo podría haber gemido un poco mientras Pedro quitaba sus manos y tiraba de mi silla para que me pudiera levantar.
Tomando mis manos y tirando de mi, sonrió mientras me tambaleaba un poco sobre mis pies. El sonrió al camarero.
—Ostras, hombre, ostras — Pedro se rio un poco mientras
arrastrábamos nuestros pies hasta nuestra mesa. Estaba lista para dejar salir un bufido indignado hasta que lo vi acomodarse discretamente. No era la única que se estaba quemando lento…
Trague mi bufido y sonreí serenamente, bajando los ojos lo suficiente para que el sepa que yo sabía. Cuando llegamos a nuestra mesa, Pedro saco la silla para mi. Mientras me deslizaba en ella, deje mi mano a la deriva lo suficiente como para accidentalmente-a-propósito rozarlo, sentir que tan encendido estaba. Lo oí sisear, y sonreí para mis adentros. Justo cuando fui para el roce número dos, agarro mi mano con fuerza entre las suyas, apretándose contra mi.
El aliento se quedó en mi garganta mientras lo sentí endurecerse aún más bajo nuestras manos.
—¿Necesito cambiar tu nombre a Chica Traviesa? — murmuro, bajo y grueso en mi oído. Cerré mis ojos y trate de hacerme de control mientras el se sentaba frente a mi, sonriendo de manera diabólica. A medida que nuestro camarero se ocupaba de nosotros, enderezando los manteles y la presentación de los menús, yo solo tenía ojos para Pedro, arrogante y hermoso, frente a mi en la mesa. Esta comida iba a durar para siempre.
La comida si duro para siempre, pero por mucho que me dolía el llegar a tener a Pedro a solas otra vez también quería que esta noche nunca terminara. Nos sirvieron una hermosa paella, estilo costero con trozos de gambas y langosta, chorizo y guisantes. Hecho en la forma tradicional, casi imposible de recrear, el simple plato poco profundo había sido cocinado para permitir que el arroz con azafrán en el fondo fuera crujiente y delicioso en todos los sentidos de la palabra. Terminamos una adorable botella de vino rosado y ahora estábamos perezosamente bebiendo pequeños vasos de Ponche Caballero, un brandy español con toques de naranja y canela.
El licor era picante mientras lo movía con la lengua en mi boca.
Estaba placenteramente caliente y más placenteramente achispada.
No borracha, solo embriagada lo suficiente como para ser
hiperconsciente de mis alrededores y encontrar nada y todo sensual:la forma en que el agua ardiente se deslizo por mi garganta, la sensación de la pierna de Pedro contra la mía debajo de la mesa, la forma en que mi cuerpo había empezado a tararear. Toda la población, al parecer, estaba fuera de casa esta noche y en un ambiente de celebración de la fiesta dando inicio en el centro de la ciudad. La energía estaba en carne viva y un poco salvaje. Me senté en mi silla, jugando con Pedro con mi dedo gordo del pie, con una sonrisa tonta en mi cara mientras me miraba duro.
—Comí tu paella una vez — dijo de repente.
—¿Perdón? — espeté, atrapando la gota de brandy en mi labio antes que se deslizara hasta mi vestido.
—En Tahoe, ¿recuerdas? Nos hiciste a todos paella —
—Cierto, cierto, lo hice. No como la que comimos hoy, pero era bastante buena — sonreí, pensando en esa noche — Según recuerdo, pulimos un poco de vino también —
—Si, comimos paella y tomamos vino, juntamos a los otros, y luego me besaste —
—Lo hicimos, y si, lo hice — me ruborice.
—Y luego actué como un idiota — respondió, su rubor ahora presente también.
—Lo hiciste — estuve de acuerdo con una sonrisa.
—¿Sabes por qué verdad? Quiero decir, tienes que saber que yo, bueno, que yo te deseaba. Sabes eso, ¿verdad? —
—Estaba presionado contra mi pierna, Pedro. Era consciente — reí, tratando de terminar el tema, pero todavía pensando en cómo me sentí cuando hui de el en el jacuzzi.
—Paula, vamos — me reprendió, sus ojos serios.
—Vamos, tu mismo. Estaba realmente presionado contra mi pierna — reí otra vez, un poco más débil.
—¿Esa noche? Jesús, hubiera sido tan fácil, ¿sabes? En ese momento ni siquiera estaba completamente seguro de por qué nos detuve. Creo que ya sabía que… —
—¿Sabías que? — solicité.
—Sabía que contigo, sería el todo o nada tipo de cosa. —
—¿Todo? — chillé.
—Todo, Paula. Necesito todo de ti. ¿Esa noche? Hubiera sido genial, pero demasiado pronto — se inclinó sobre la mesa y tomo mi mano — Ahora, estamos aquí — dijo, llevando mi mano a su boca. Me dio suaves besos sobre mi mano luego abrió mi palma y presiono besos mojados en el centro — Donde puedo tomarme mi tiempo contigo — dijo, besando mi mano otra vez mientras lo miraba.
—¿Paula?
—¿Si?
—Estoy muy contenta de que esperáramos.
—Yo también.
—Pero realmente no creo que pueda esperar más tiempo.
—Gracias a Dios — sonrió y le hizo señas al camarero.
Reímos como adolescentes mientras pagábamos la cuenta y
comenzábamos nuestro comino colina arriba hacia el auto.
El festival estaba en su máximo vigor ahora, pasamos por parte de el en nuestro camino de vuelta. Linternas iluminaron el cielo sobre nuestras cabezas mientras un tambor latía fuerte, y vimos gente bailando en las calles. Esa energía estaba de nuevo, esa sensación de abandono en el aire, y el brandy y esa energía golpearon a Nervios hacia abajo, hasta llegar a mis entrañas, donde la Paula de Abajo y Wang amenazaron con pegarle hasta dejarlo sin vida. La Paula de Abajo y Wang, sonaba como un dúo de rap…
Mientras llegamos al auto, fui a tomar la manija de la puerta cuando fui asaltada repentinamente por un muy intenso Señor Alfonso. Sus ojos ardían en los míos mientras me presionaba contra el auto, sus caderas fuertes y sus manos frenéticas en mi pelo y en mi piel. Su manos se deslizo a mi pierna, tomando mi muslo y colocándolo alrededor de su cadera mientras gemía y gemía con la fuerza que estaba a punto de dejar correr salvajemente a través de mi cuerpo y alma.
Pero lo desaceleré, mis manos tirando de su pelo, haciéndolo gemir en respuesta — Llévame a casa, Pedro — susurre, presionando mas besos en sus dulces labios — Y por favor conduce rápido — Incluso mi Corazón parecía contento, flotando alrededor. Estaba todavía cantando, pero una canción infinitamente mas sucia.
CAPITULO 49
— ¿Siempre supiste que querías sacar fotos para vivir?—
— ¿Qué? ¿De dónde vino eso?— Pedro rio, sentándose hacia atrás en su silla y mirándome sobre el borde de su taza de café.
Estábamos disfrutando un desayuno perezoso en mi último día en España. Café negro, pequeñas tortitas de limón, fresas frescas con crema, y la orilla de la costa soleada.
Vestida con una camisa de Pedro y una sonrisa, estaba en el cielo. Nervios parecían estar muy lejos esta mañana.
—Lo digo en serio— insistí — ¿siempre quisiste hacer esto? Pareces, bueno, eres muy intenso cuando estás trabajando. Pareces como si en realidad lo amaras. —
—Sí, lo amo. Quiero decir, es un trabajo así que tiene sus momentos tediosos, pero si, lo amo. No fue algo que siempre planee, sin embargo. De hecho, había un planto diferente formado — respondió, una mirada oscura pasando por su cara.
— ¿Qué significa eso?—
—Por un largo tiempo planee en seguir el negocio de mi padre— suspiró, una triste sonrisa deslizándose en su lugar.
Mi mano estaba en la de él antes de que pudiera darme cuenta que la había ofrecido. El me dio un apretón, y luego tomo otro trago de su café.
— ¿Sabías que Benjamin trabajaba para mi padre?—preguntó — Papa lo contrato ni bien termino el colegio, fue su mentor, le enseñó todo.
Cuando Benjamin quiso irse por su cuenta, pensarías que mi padre se hubiera enojado, pero estaba tan orgulloso de el.—
—El es el mejor— sonreí.
—No pienses que no se acerca del enamoramiento que tienen con el. Soy consciente de ello.—me dio una mirada severa.
—Eso esperaba. No somos exactamente sutiles en nuestra admiración —
—Alfonso Financial Services se estaba haciendo grande, realmente grande, y Papa quería ponerme a bordo tan pronto como terminara la universidad. Honestamente nunca pensé que dejaría Filadelfia.Hubiera sido una vida genial: trabajando con mi padre, club de campo, una gran casa. ¿Quién no hubiera querido eso? —
—Bueno…— murmuré. Era una vida ideal, seguro, pero no podía imaginarme a Pedro allí.
—Trabaje en el periódico de la secundaria, tomando fotografías.Tome la clase como la mejor calificación. Sabes, ¿bien para mi transcripción? Pero incluso entonces tenía asignaciones como cubrir las prácticas en el campo de hockey de mujeres, realmente me gustaba. Como, realmente. Me di cuenta que siempre seria un lindo pasatiempo. Nunca pensé acerca de ello como una carrera. Mis padres me apoyaron, sin embargo, y mi madre incluso me regaló una cámara para Navidad ese año – el año en que…bueno… — se pausó, aclarando un poco su garganta.
—De todos modos, después de todo lo que pasó con Mamá y Papá, Benjamin vino a Filadelfia para el, um, para el funeral. Se quedó por un tiempo, puso las cosas en orden, ya sabes. Era el ejecutor del testamento de mis padres. Y ya que estaba viviendo fuera en la Costa Oeste, bueno, la idea de quedarse atrás en Filadelfia no sonaba tan genial. Así que, haciendo la historia larga corta, Standford me aceptó, empecé a estudiar fotoperiodismo, tuve mucha suerte con algunas pasantías, y luego lugar-justo-tiempo-justo, y ¡zas! Así es como me metí en este concierto. —terminó, mojando su pastel y mordiendo un bocado.
—Y lo amas—sonreí.
—Y lo amo—estuvo de acuerdo.
—Así que, ¿qué paso con la compañía de tu padre?¿Alfonso Financial? —pregunté, tomando una cucharada de fresas.
—Benjamin tomo un par de clientes por un tiempo, y con el tiempo silenciosamente fue cerrando sus puertas. Los activos fueron transferidos a mi, por el testamento, y el lo administra por mi —
—¿Activos?—
—Si. ¿No te conté eso, Paula? Soy rico — hizo una mueca, mirando hacia al mar.
—Sabía que había una razón por la que estaba saliendo contigo. — le saque su café.
—En serio. Rico. —
—Bueno, ahora solo estas siendo un idiota —dije, tratando de aligerar un poco la tensión que se había instalado en la mesa.
—Si bueno, la gente se vuelve rara sobre el dinero. Nunca sabes — dijo.
—Cuando volvamos a casa vas a comprar nuestro edificio y a instalar un jacuzzi en el rellano, eso es todo — bromeé, con lo que me gané una pequeña sonrisa.
Nos sentamos y miramos el uno al otro, hundidos en nuestros propios pensamientos. Él ha hecho tanto solo. No me sorprende que siempre parecía un poco perdido para mí. Viviendo fuera de un portafolios, no permitiéndose estar atado a nadie, ningún sentimiento real de pertenencia - ¿podría realmente ser así de siempre? Wallbanger tenía
un harem porque no podía soportar perder a nadie más?
Buscando al Dr. Freud…
Freudiano o no, tenía sentido. Se sentía atraído hacia mí, se ha sentido atraído por mi desde el principio. Pero, ¿Qué era diferente esta vez? Claramente el se sentía atraído hacia todas las otras mujeres también. Wow, ninguna presión… con un movimiento de mi cabeza, trato de cambiar el tema.
—No puedo creer que me iré mañana. Siento que acabamos de llegar — me incliné sobre mis codos. El sonrió, notando probablemente mi no-sutil manera de cambiar el tema. Pero parecía agradecido.
—Entonces quédate. Quédate conmigo. Podemos pasar unos días más aquí, y después ¿Quién sabe? ¿Dónde más te gustaría ir? —
—Pffft. Recordaras que me estoy yendo antes que ti porque era el único vuelo que pude conseguir. Además, tengo que volver al trabajo, organizarme, y estar en la zona horaria correcta el lunes. ¿Sabes cuantos trabajos ha arreglado Josefina para mi?—
—Ella lo entenderá. Es una tonta por un buen romance. Vamos. Quédate conmigo. Te esconderé en el compartimiento superior para el vuelo de vuelta a casa — sus ojos brillaron por encima de su taza de café.
—Compartimiento superior, mi pie. ¿Y qué es esto? ¿Un romance? ¿no deberías estar abrazándome en la playa? ¿y sacándome el corpiño? — coloqué mis piernas desnudas en su regazo, y el se aprovechó de eso, masajeando entre sus calientes manos.
—Bueno suerte para ti, soy un arrancador de corpiños desde hace mucho. Probablemente podría incluso armar un disfraz de pirata, si es eso lo que te gustaría— respondió, los zafiros comenzando a ahumarse.
—Ha sido una gran historia romántica, ¿no es así? Si alguien me hubiera contado esta historia, dudo que lo hubiera creído — reflexione, gimiendo cuando termine mi último bocado.
—¿Por qué no? No es tan extraño como nos conocimos, ¿cierto? —
—¿Cuántas mujeres conoces que hubieran ido voluntariamente a Europa con un hombre que ha estado golpeando el yeso fuera de sus paredes por semanas? —
—Verdad, ¿pero podrías también pensar en mi como el tipo que te puso todas esas canciones a través de la pared, y el tipo que te dio, y cito, “la mejor bola de carne nunca”?—
—Supongo que empezaste a desvestirme con el Glen Miller. Eso me atrapó — me hundí en mi silla mientras sus manos hicieron cosas deliciosas en las plantas de mis pies.
—Te atrape, ¿eh? — sonrió, inclinándose mas cerca.
—Oh, cállate — empuje su cara, una gran sonrisa mientras
contemplaba lo que dijo. ¿Me tenía? Si. El totalmente me tenía. Y me tendrá, en algún momento mas tarde esa noche.
En ese pensamiento, un silbido de nervios golpeo mi estómago, y sentí mi sonrisa vacilar un poco. Nervios se había instalado, y no importa donde Cerebro fue, eventualmente Nervios invadió cada pensamiento, cada idea que tenía sobre donde iría la noche. Estaba lista, Dios sabía que estaba lista, pero estaba malditamente nerviosa.
O iba a volver, ¿verdad? Sabía que lo haría. ¿Mencioné que estaba nerviosa?
—Así que, ¿ya casi has terminado con tu trabajo? ¿Todavía tienes mucho que hacer mañana? — pregunte, cambiando el tema una vez más. Como fue siempre que hablábamos sobre su trabajo, los ojos de Pedro se iluminaron. Describió las sesiones que todavía necesitaba del acueducto estilo-romano en la ciudad.
—Desearía que tuviéramos tiempo para ir a bucear. Odio que se nos acabó el tiempo — frunzo el ceño.
—Una vez más, algo que se resolvería si te quedaras conmigo — frunció el ceño en respuesta, haciendo una gran cosa de imitar mis cejas.
—Una vez más, algunos de nosotros tenemos trabajos nueve-a-cinco. ¡Tengo que volver a casa! —
—Casa, claro. Sabes que habrá un pelotón de fusilamiento que enfrentar cuando volvamos a casa. Todos van a querer saber que paso aquí entre nosotros — dijo seriamente.
—Lo se. Lo manejaremos — me encojo ante el interrogatorio que recibiré de las chicas, por no hablar de Josefina. Me pregunto si una mamada en la cocina fue lo que ella tenía en mente cuando dijo cuida de el en España.
—¿Nosotros?—
—¿Qué? ¿Nosotros que? — pregunte.
—Podría ser nosotros contigo — sonrió.
—¿No estamos ya siendo nosotros? —
—Si, estamos siendo nosotros en vacaciones. Es un poco diferente ser nosotros de vuelta en casa, en el mundo real.
Yo viajo todo el tiempo, y eso cobra peaje en la unidad. — dijo, sus cejas unidas.
Eso tomo todas mis fuerzas, todas, por no hacer una broma acerca de la unidad de nosotros.
—Pedro, relájate. Sé que viajas. Soy muy consciente. Sigue
trayéndome cosas bonitas de lugares lejanos, y esta chica no tiene ningún problema con tu nosotros, ¿de acuerdo? — di una palmadita en su mano.
—Cosas bonitas puedo hacerlo. Garantizado. —
—Hablando de eso, ¿A dónde iras la próxima?—
—Estaré en casa por un par de semanas, y después me dirigiré al sur un poco. —
—¿Abajo al sur? ¿Cómo LA? —
—No, un poco más al sur. —
—¿San Diego?—
—Más al sur —
—Educado en Stanford, ¿verdad? ¿Dónde iras?—
—¿Prometes que no te enojaras? —
—Escúpelo, Pedro —
—Perú. Los Andes. Más específicamente, Machu Picchu. —
—¿Qué? Oh, hombre, eso es todo. Oficialmente te odio. Estaré en San Francisco, planeando los árboles navideños de la gente rica, ¿y tu obtienes ir allí?—
—¿Te enviare una postal? — se ve como un niño tratando de zafarse de un problema —Además, no sé por qué estás tan enojada. Tu amas tu trabajo, Paula. Ni siquiera trates de decirme que no lo haces. —
—Si, amo mi trabajo, pero justo ahora desearía dirigirme al sur — resople, alejando mis pies.
—Bueno, si quieres dirigirte al sur, puedo pensar en algo… —
Puse mi mano frente a su boca — No hay manera, no voy a
machuuing tu picchu ahora. Huhuh. — dije con firmeza, no dudando ni un poco cuando el comenzó a presionar besos contra la palma de mi mano. Ni un poco…
—¿Paula? — susurró contra mi mano.
—¿Si? —
—Un día — comenzó, removiendo mi mano y dejando pequeños besos a lo largo del interior de mi brazo — un día… — beso — prometo… — beso, beso — llevarte... — beso — y seducirte… — beso, beso — en Perú — termino, ahora arrodillado frente a mi y dibujando con su boca a través de mi hombro, retirando la tela para entretenerse con mi clavícula, sus labios volviéndome caliente y temblorosa.
—¿Quieres seducirme en Perú? — pregunté, mi voz alta y estúpida y no engañándolo ni por un segundo. El sabía exactamente como me estaba afectando.
—Verdad — sus dedos se enredaron en mi pelo y llevo mi boca a la suya. Trate por un segundo salir con algo que rimara con verdad, pero me rendí y lo bese de vuelta con todo lo que tenía. Y así, lo deje enredarse conmigo en la terraza, con vistas al océano. Que era… azul. Ejem.
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