sábado, 9 de agosto de 2014

CAPITULO 78



El tiempo libre continuó hasta el domingo; necesitaba desesperadamente un día libre. Podría haber estado en el Claremont. Debería estar aprobando las cortinas y la varilla para colocarlas; debería estar revisando las baldosas de
mármol en los baños y si deberían ser colgadas verticalmente para darle un toque de fantasía; debería aprobar un trozo de madera regenerada para una
mesa de entrada que se está diseñando; debería estar... debería estar... debería estar haciendo novillos. Así que lo hice.  


Dormí, comí huevos sentada en lugar de pan tostado camino hacia la puerta, y me encontraba en una tarde de paseo con Pedro, sin ningún tipo de dirección y ningún lugar al que ir. Haciendo novillos.


Comenzamos a caminar por la calle principal, paramos para tomar un café y luego giramos por un camino oculto al otro lado de una puerta antigua de jardín hacia las colinas. Charlamos mientras caminábamos, con las manos
entrelazadas. Me hablaba de una llamada que tuvo con Jorge. Se habían mantenido en contacto después de la reunión, y su esposa de hecho me envió un libro de cocina autografiado que había sido firmado nada menos que por la misma Ina Garten.


Ella tocó el libro que ahora vivía en mi mesita de noche. Me pregunto si su esposo, Federico, lo habrá tocado. Tal vez el día en que firmó incontables libros de cocina, él pasó por su oficina. Mientras charlaban sobre matorrales de romero y rollos de langosta (al igual que tú lo haces), él le palmeó la mano, cansada de firmar su propio nombre. Tal vez su mano (y ahora la de Jeffrey) descansaron en el libro de cocina que se convirtió en ¡mi libro de cocina! Eso podría haber ocurrido.  


Nos paramos en una esquina, sin saber muy bien dónde nos encontrábamos. Podía ver un poco al Pacífico, aquí y allá, pero no lo suficiente como para orientarme.  


- ¿Dónde está la casa? - le pregunté, mirando atrás a la ladera. No había puntos de referencia que reconociera.


- Estamos a pocas cuadras de distancia. Creo que giré hacia la derecha cuando debería haber ido a la izquierda. No hay problema, no debe estar muy lejos - dijo, mirando a la izquierda, luego a la derecha, luego a la izquierda otra vez . -Creo que es por aquí - dijo. Mientras caminábamos, sonó mi teléfono.


Metí la mano en mi bolsillo y lo apagué.


- No creo que te haya visto hacer eso en las últimas semanas - comentó y sonreí con pesar.  


- Me sentiré culpable el lunes, pero hoy no puedo pensar en nada relacionado con el trabajo. Mi cabeza va a estallar, literalmente.


Asintió, apretando mi mano mientras caminábamos. - Vamos a hablar de lo que debemos hacer esta noche para la cena, me apetece cocinar. ¿Qué tal si nos detenemos en ese mercado de agricultores del que estás tan enamorada y
vemos si podemos encontrar algo de diversion…?


Seguí caminando, sin darme cuenta que se había parado en seco. Jalé su brazo. - Oye. Vamos, lento. Oye, Pedro. - Troné mis dedos para llamar su atención. Miraba a una casa al final de la calle, parcialmente oculta por los árboles y una selva de maleza.  


- Nena, mira eso.


- ¿Qué cosa... esa choza? Sí, se ve bastante abandonada. Regresemos. 

-¿Mercado de agricultores? ¿Cena? - le contesté, jalando su mano nuevamente.


Se mantuvo firme, asomándose por los escombros. 

 
- No, mira esa casa. ¿No es interesante?


- Interesante no es la palabra que yo usaría... - Pero me llevó hacia la casa. Que tenía una señal de venta en el patio.  


- Eh... ¿Qué?


- Estás bromeando ¿verdad? - le pregunté, arrastrando mis pies mientras me guiaba por el camino. Mientras nos acercábamos, vi que probablemente una vez fue una casa muy bonita. Victoriana, pero no recargada.


La pintura descascarada le daba una apariencia melancólica, pero tenía líneas puras y parecía ser de un tamaño decente. Eché un vistazo alrededor, a las otras
casas en la calle; unas hileras de casas muy bien cuidadas. ¿Cómo se había deteriorado esta casa?  


- Es bonita ¿no? - dijo una voz y nos giramos para ver a una mujer mayor mirando por encima de su periódico desde su porche delantero.  


- Mmm, bueno.-  Evadí contestar, sonriéndole.  


- Bueno, solía ser bastante bonita. ¿Quieren ver el interior? - preguntó.  


- Oh no, no podemos...  empecé, sólo para ser interrumpida por Pedro

- Sí, nos encantaría. 

- Bebé ¿qué estás haciendo? -  le susurré entre dientes mientras la mujer sacaba un juego de llaves de su bolsillo y lo tiraba hacia nosotros.  


Él las tomó en el aire, diciendo :- Gracias.


- No es ninguna molestia. El agente de bienes raíces sólo la ha mostrado un par de veces, pero todavía tengo un juego de llaves. La señora Shrewsbury, la vieja propietaria, se fue a vivir con su hija en Sacramento. Dejó que la casa
obtuviera lo mejor de ella en los últimos años, pero tiene huesos buenos - dijo, volviendo a su periódico.  

Huesos buenos. Bufé mentalmente. Alguien ha estado viendo HGTV...  


- ¿Te has vuelto loco? - pregunté en voz baja mientras nos abríamos paso por la acera. Esquivando matas de hierba y ramitas, nos dirigimos hacia el porche.  

-No lo sé. Quiero ver el interior; ¿tú no? - preguntó y sus ojos se iluminaron con algo que no podía identificar.  


- ¿Claro? - Mientras él jugueteaba con la cerradura, miré alrededor, tomando nota de los naranjos, las madreselvas, las rosas de arbusto. Esta señora Shrewsbury era definitivamente una jardinera. Mirando más allá de los
escombros, pude ver la madera blanca, las contraventanas descoloridas envolviendo un enorme ventanal. Una casa tradicional de dos pisos, el porche se curvaba lejos de la calle y se envolvía hacia la parte trasera.  


- Ahí vamos - anunció Pedro y las puertas se balancearon hacia adentro. Entramos y la luz de la tarde nos mostró un interior anticuado.
Contemplé el papel tapiz color malva con un borde de gatos calicós. Pero a medida que nos adentrábamos más en la casa, toda la pared del fondo se abrió en una vista de la bahía.  


- ¡Oh! - jadeé al ver las lucecitas de Sausalito empezando a brillar allá abajo y más allá, las de San Francisco. El porche rodeaba la parte trasera, con dos tumbonas de aspecto cómodo situadas para disfrutar de las vistas. El césped necesitaba un corte, había que quitarle la maleza a las hierbas, pero era un porche asesino.


Me giré hacia Pedro, que se apoyaba en la repisa de una chimenea de piedra, rodeado por estanterías con puertas de vidrio tallado. Se hallaban cubiertas por papel de estantería, pero la mano de obra era inconfundible.  


Al golpear mis pies sobre las alfombras rosas de pared a pared, hice una suposición. - Te apuesto lo que quieras a que hay madera debajo de esta alfombra - le dije, con mi corazón un poco acelerado.  


Vaya, disminuye la velocidad, Corazón. ¿Qué demonios hacíamos aquí?  

Pasé a Pedro camino hacia la cocina, encontrando electrodomésticos color verde aguacate pero con un amplio espacio. Mi mente comenzó a trabajar.
No, tú también, Cerebro… ¡Cálmate!


- ¿Interesante? - preguntó, extendiéndome la mano.  


- Interesante. - Permití que me llevara hacia las escaleras. 


En el camino pasamos por un comedor formal, con ventanales con vistas a la... bahía. La alfombra en las escaleras continuaba rosa, pero sólo era un pequeño corredor, dejando al descubierto la madera debajo. Mientras hacíamos nuestro camino hacia arriba, la luz del sol rompió la tranquilidad, ya que había otra ventana enorme escondida bajo un alero, pero hecha para dar una gran luz. Contuve la respiración cuando llegamos a la segunda planta, mirando a escondidas en el interior de las habitaciones y contando uno, dos, tres dormitorios, un baño de pasillo con azulejos del subterráneo, probablemente original y a la cabecera el... dormitorio principal.  


A la altura de los árboles, dando al porche y a la innegable vista, se encontraba una habitación grande con ventanas a ambos lados. El piso de madera se hallaba manchado con algo color miel que fácilmente podría ser limpiado u oscurecido. Mi mente empezó a dar vueltas, colocando una cómoda alta en una pared y un escritorio en el rincón. 


¿Podría ser una cama con dosel o de trineo...? ¡Oh no, escenificaba toda la habitación!


Pedro salió del baño con una sonrisa. - Mierda, vas a enloquecer cuando veas lo que hay aquí. 

Me empujé por delante de él.  


Garra.  

Pie.  


Bañera.  


- Dulce Dios misericordioso - me las arreglé para decir, apoyándome contra la pared mientras él se reía.


Me atrapó en un abrazo estrecho, apoyando su frente sobre la mía.  

- Chica camisón, debemos comprar totalmente esta puta casa - dijo riendo cuando grité.


Mis piernas literalmente se convirtieron en gelatina. Todo mi centro se licuó, y si no fuera por la fuerza que poseía por las horas pasadas en el estudio de yoga, me hubiera derretido en el piso de madera y goteado sobre la alfombra.


Pedro -  comencé, moviendo una ceja hacia el norte.


- Paula -  respondió y su ceja imitó burlonamente la mía.  

- Pedro -  repetí . Más despacio.- ¿Y cuándo empezaste a fumar marihuana?


Se rió de nuevo y luego desapareció en uno de los armarios. Lo seguí, aprisionando la histeria que amenazaba en mi interior.  

- Escúchame. En serio, ¿estás drogado? Debes estarlo, porque de lo contrario… Mierda.-  Me detuve, mi voz haciendo eco. Se hizo eco, verás, porque el armario era tan grande como toda la cuadra. Inmediatamente me imaginé kilómetros y kilómetros de gabinetes a la medida: cajones, estantería abierta, bastidores de zapatos. Dejé escapar un gemido.  

Pedro se puso de pie delante de la ventana (el armario tenía una ventana. Ni siquiera puedo describirlo) e hizo un gesto a la vista-  Me pregunto si mi armario también tiene una ventana.


Tragué saliva.-  ¿Hay otro armario? - Me di la vuelta a la habitación. Sí, ahí se encontraba. Dos armarios. Quería más que gemir en este momento. Miré Pedro que salía de mi armario (el armario) y se acercaba a mí. Retrocedí contra la pared mientras que con cada paso se acercaba más.


- No. No, Pedro.


- Podríamos totalmente hacerlo. 

- ¡Podríamos totalmente no hacerlo! No es broma. 

 
- Esta casa es increíble.


- Esta casa es un pozo de dinero. ¿Nunca has visto esa película?


- ¿Alguna vez has visto una vista como la de ese porche? - preguntó, poniendo las manos a cada lado de la pared, atrapándome .- Deja de tratar de escaparte de esto - dijo con una pequeña... ¿molestia?  

- Ni siquiera has visto el sótano - le dije. 

 
- Entonces vamos al sótano. 

- Le tengo miedo a los sótanos, Pedro.


- Todo el mundo le tiene miedo a los sótanos, Paula.

- ¿Tú también? Una vez, cuando era una niña, yo...


Pero no pude terminar mi historia sobre esa vez que me quedó un ojo negro por correr por las escaleras del sótano con todas las Barbie que poseía porque me acechaba el hombre lobo, ya que de repente tuve una lengua muy hábil e insistente pasando mis labios y adentrándose en mi boca.

Apenas había tenido tiempo de tomar aliento antes de que regresara el asalto a mis sentidos. Sus manos se apretaron en la parte baja de mi espalda, para jalarme hacia él. 


Terminó el beso, y ahora descansaba su frente contra la
mía. Había necesidad y deseo en sus ojos, pero de una manera diferente a lo normal. Llevé mi mano hasta su cara y tracé un camino hacia su mandíbula.  


- No digo completamente que no - dije en voz baja y una alegría súbita recorrió su rostro. Lo empujé y miré de nuevo al dormitorio. Colocó las manos alrededor de mi cintura, lo que permití. Francamente, necesitaba el ancla. Esto era una locura.  


- ¿Desde cuándo quieres vivir en Sausalito?


- Fui tomándole cariño. Además, van a convertir nuestro edificio en condominios... Nos tendremos que mudar tarde o temprano.


- Eso es un rumor.


- Es un hecho. Me lo dijo la señora del 2A.


- La señora del 2A sólo quiere meterse en tus pantalones. ¿De verdad estamos hablando de esto? ¿Y nos lo podemos permitir?  


- Yo puedo y tú puedes ayudar. Sé que ya piensas en todas las cosas que quieres cambiar.


- Podríamos empezar con la alfombra; eso saldría de inmediato - le respondí sin demora y luego puse una mano sobre mi boca.  


- Lo sabía. - Se rió y me jaló hacia el asiento de la ventana. Por el amor de Cristo. Un asiento de la ventana. Nunca había tenido una oportunidad.


Cuando me tiró en su regazo, lo dejé.  

- De acuerdo, mira - le dije , vamos a hablar de esto por un minuto. Hace un año apenas acababas de dejar atrás a tu harén. ¿Ahora quieres mudarte conmigo a los suburbios?  

- No lo llamaría los suburbios.


- Sabes lo que quiero decir. Es que... Mira, tienes que admitir que las cosas han sido diferentes desde... - Me callé.  
- ¿Desde? - me estimuló.


- Esto no es lo que esperaba. Me preguntas... espera. ¿Qué me preguntas? - le pregunté de pronto y todo mi cuerpo se tensó.  


- Te pregunto si quieres que vivamos juntos, tonta. Que compremos esta impráctica y hermosa casa, que es demasiado grande para dos personas, y vivas en ella conmigo. Juntos.


Y yo que pensé que sólo íbamos a dar un paseo hoy.  


Miré alrededor de la habitación, observé por la ventana a la vista asesina.


Lo miré, viéndolo directamente a los ojos y traté de descubrir lo que pensaba.  

-¿Estás seguro de que quieres todo esto? - le pregunté, sin referirme solamente a la casa


- Diablos, sí. Te amo; eso no va a cambiar. Quiero esto, te quiero, y creo... Oh, demonios, aquí viene Dawson’s Creek. 
- Hice una mueca y me reí a pesar del momento.  
Su mirada anhelante aumentó y se veía tan joven. - No quiero posponer las cosas, a pesar de que no hemos estado juntos mucho tiempo. No quiero esperar, nunca se sabe lo que puede... Mira. Te adoro y quiero una casa. Una vez más. Contigo.  


Con eso fue suficiente. Señal de lágrimas.  


- Me estás matando, Pedro - sollocé, las lágrimas comenzaron a correr.


- Lo sé. Soy muy lindo cuando estoy vulnerable - dijo, haciéndome resoplar de una manera muy poco femenina.

- Entonces, sin saber cuánto cuesta esta casa, sin saber nada de comprar una casa en Sausalito, sin una inspección o un agente de bienes raíces y sabiendo que hay un montón de mierda de trabajo por hacer ¿quieres esto? Todo, ¿de verdad lo quieres?


Asintió, luciendo determinado, pero con un poco de miedo a mi respuesta.


Me bajé de su regazo y caminé por la habitación una vez más. Había por lo menos un centenar de razones por las que esto tal vez no era la mejor idea.


Me asomé por la ventana grande una vez más, mirando hacia los viejos rosales en la maleza. Apuesto a que esto era hermoso en la primavera.  


Me apoyé en el alféizar de la ventana, viendo lo último del sol que dejaba la ciudad al otro lado de la bahía. Los marcos de las ventanas eran profundos, exactamente el tamaño adecuado para que un gato muy especial durmiera ahí. 

Me volví hacia Pedro, ahora de pie en la puerta con la mirada más esperanzadora que vi en mi vida.


¿Quería yo hacer esto?  


¿Así era esto, ser adulto? ¿Tomar decisiones importantes, y luego pasar a una nueva fase de tu vida? ¿No era demasiado rápido, demasiado impulsivo, demasiado...?


Quería esto. Y lo quería con Pedro. Asentí, y sonrió y luego me besó.  

Tres horas más tarde, él había hecho una oferta. Que fue aceptada.  

Ser adulto ¿no?

***

 
- ¿Nos estamos apresurando?


- No, hemos estado en esto bastante tiempo. Se llama juego previo, Paula - murmuró Pedro, al sur de mi ombligo.  


- Estoy familiarizada con el concepto - le contesté, apretando mis piernas alrededor de su cintura y levantándome sobre mis codos para mirarlo - -No me refiero al juego previo, aunque es bueno.


- ¿Bueno? ¿Solamente bueno? - Se arrastró por mi cuerpo, besándolo todo el camino. Me estremecí .- Te di una de mis mejores cosas allá abajo. 

- ¿He dicho bueno? Quise decir fantástico. Fenomenal. - Le di un beso en la comisura de sus labios .- Fuera de este mundo.


- Eso está mejor. Ahora, ¿qué es eso de apresurar las cosas? - Usó mi pecho izquierdo como almohada mientras sus dedos trazaban ligeramente sobre el derecho.  


- Con la casa. ¿Nos estamos apresurando con esto? - le pregunté, pasando las manos por su cabello y haciendo que se erizara. Lo retorcí de un lado a otro, haciéndole crestas, cortes de tazón y flequillo. Enrollé su pelo en cada dedo, sintiendo los mechones sedosos mientras él besaba mi seno.

  
- ¿Sigues pensando en eso? - preguntó con un suspiro .- Si pensara que era demasiado pronto, no habría hecho una oferta. - La sugerencia más leve de su lengua mojó la punta de mi seno . -Si pensara que era demasiado pronto, no le habría dicho al agente de bienes raíces que quería esa casa, sin importar lo que estuviera mal con ella.


Sus caderas chocaron con las mías, deslizándose entre mis piernas y lo acuné automáticamente. Podía sentirlo, duro, con ganas e insistente.- Si pensara que era demasiado pronto, no te daría un presupuesto de diseño obsceno para convertir esa casa en nuestro hogar - susurró con voz ronca y gruesa.- Y hablando de grueso...  


Empujó hacia el interior, apenas. - Calefacción para el suelo, Paula.  

Mi espalda se arqueó .- Encimeras de mármol. - Mis piernas se abrieron considerablemente.


- ¿Carrara?


- No sé lo que significa eso, nena - dijo jadeando y cerniéndose sobre mi cuerpo. Apoyó todo su peso sobre una mano, dejando que la otra bajara para empezar a trazar esos círculos perfectos, exactamente donde sabía que iba a enviarme a volar.  


- Es un tipo de mármol que, mmm... - gemí y mi cabeza cayó sobre la almohada mientras se deslizaba dentro de mí por completo.  


- Lo que sea. Puedes tener lo que quieras. ¿No lo sabías? - gimió, presionándome bajo mi espalda, acercándome más, e inclinando la cadera de manera que cada embestida me pegaba justo en el Carrara . - Sólo te necesito a ti.  - Sus ojos ardían en los míos, tormentosamente y llenos de deseo .- A ti…


-Te necesito a ti - repitió, empujando profundamente y encadenándome directo al abismo.


Fueron esos ojos que me empujaron sobre el abismo. Y cuando siguió, fue épico. Nos acostamos, enredados y sin aliento. Sosteniéndolo cerca, le susurré al oído lo mucho que lo amaba y lo genial que sería esta casa, este hogar.  


Sólo esperaba que pudiera hacer lo que él necesitaba.

CAPITULO 77



- Panqueques de trigo integral, salsa de arándanos, y a un lado salchicha de pavo, por favor.


- Tortilla de clara de huevo con jamón, cebolla verde y una taza de bayas, por favor.


- Huevos revueltos, croquetas de patata sin mantequilla, tostadas de centeno. ¿Y podría también poner una media toronja?  


Nos sentamos en nuestra mesa normal del restaurante, Sofia y Moni poseían grandes vasos extra de café.  


- Gracias por venir tan temprano. Sé cuánto les gusta dormir en los sábados - dije, sorbiendo mi propia taza grande adicional. Hoy tenía que encargarme de una instalación de arte, y sabía que iba a ser un día para la cafeína extra.  


- ¿Cómo te va con lo del hotel? ¿Crees que serás capaz de parar un poco cuando todo esté completo? - preguntó Moni.

- No es probable. Hemos aminorado la marcha de algunos de nuestros diseños de viviendas para asumir este proyecto, pero una vez hecho esto, tenemos clientes que literalmente han puesto sus remodelaciones en espera unos meses con el fin de trabajar con nosotros - le dije con orgullo .- Pero varios de esos dependen de Josefina.


- ¿Todavía no hay noticias de cuándo va a volver?


- No, pero no hablemos de eso. Hablemos de tu boda, ¿cuándo empezará la planificación? - pregunté, cambiando de tema sin problemas. No había hecho ningún progreso en lo que iba a decirle a Josefina y no sabía cómo abordar el tema, así que tenía muchas ganas de pensar en otra cosa.  

Podría decir que Moni había comenzado a planear su boda desde que German le puso un anillo de dos quilates en el dedo, pero eso sería una mentira.


Había estado planeándola desde que supo lo que era una boda. Tenía cuadernos y carpetas llenas de hojas grandes de papel que coleccionó durante años. Los arreglos de mesa, flores, vestidos, ropa de cama, lo que sea, lo tenía todo en una carpeta. German no hizo ninguna pregunta ni sugerencia; simplemente se sentó y dejó que se encargara el tren Mpni.


- Fue tan genial ver la boda de Josefina y cómo la planeó. Me dio muchas ideas y me ayudó a centrarme en lo que quiero y lo que no quiero. Si miras en la página diecisiete… Puso una carpeta sobre la mesa.
 … Se puede ver como voy a capturar la luz de la capilla para acentuar no sólo las rosas en colores pasteles y melocotones, sino también para resaltar el tono dorado natural de mi piel.


- Bueno, sí, pero eso depende de la hora del día - dijo Sofia, echándome una mirada maliciosa.  


Moni apartó la carpeta. - En base a la posición del sol en el cielo esa semana, he cronometrado la ceremonia para reflejar tanta luz en la iglesia como sea posible. - Señaló un gráfico del sol.  

- Oh, Dios mío, debes estar bromeando - dijo Sofia, agarrando la carpeta para ver . -Esto es impresionante, mujer.


- Gracias. También te alegrarás de saber que cuando elegí sus vestidos tuve en cuenta tu tono de piel y el de Paula.  

- ¿Nuestros vestidos? ¿Elegiste nuestros vestidos? - preguntó Sofia.  

- Espera, ¡ni siquiera nos has preguntado oficialmente! ¿No crees que sería mejor elegirnos a nosotras antes de elegir los vestidos? - Resoplé, pasando la mantequilla cuando nos colocaron los platos.  


- Por favor, como si necesitara preguntar. Obviamente las dos son damas de honor - se burló, cortando su salchicha en rodajas y colocándolas a cada lado del plato.


- Bueno, obviamente - imité, riéndome de ella cuando lució sorprendida . Por supuesto que vamos a ser tus damas de honor.


- Tiene sentido, ya que Pedro y Nicolas serán los padrinos de boda. Y veo esa mirada en tu cara, Sofia - dijo, sin levantar la vista, pero anticipando su reacción .- Estará en la boda y eso es definitivo. Y no se lanzará la comida.


Amortigüé una risa en mi servilleta.


- Asegúrate de que Pedro sepa la fecha. No quiero que falte la semana de boda porque va a estar sacando fotos de cebras en Australia - continuó Moni, apuntándome con su cuchillo.  


- Las cebras se encuentran en África. Los canguros están en Australia  - intervino Sofia.


- Australia, África, no me importa si está en Akron, sólo asegúrate de que estará en casa - dijo, tachando algo de su agenda nupcial.  


- Oh, va a estar en casa. No te preocupes por eso - murmuré. Antes de que pudiera decir nada más, blandí mi propio cuchillo .- Y no creas que no he notado el uso de frases como semana de boda. Es un día de boda, Srta. Altanera.  


- Con todo lo que tengo que planear para esta boda necesito una semana entera y German dice que puedo tenerla. Y no creas que no he notado que refunfuñas en voz baja porque Pedro está en casa. ¿Qué está pasando?  
-preguntó. 

- No hay nada que decir. Se está tomando un tiempo libre, eso es todo.  


Las dos me miraron.  

- ¿Qué? Siempre dicen que nunca está en casa, bueno, ahora lo está -Seguían mirándome. Les regresé la mirada.  

- Es muy bueno. En serio. Fantástico.  

Pasó un momento más de silencio y luego volvimos a nuestros platos.  

- German se enteró de que hay un grupo interesado en patrocinar un capítulo de su caridad en San Diego - ofreció Moni y comenzó la parte de las noticias de nuestro desayuno.  

- En esta calle se va a abrir un nuevo estudio de krav maga y estoy pensando en tomarlo. Tanto tiempo como pueda proteger mis manos - comentó Sofia.  

- Olaf por fin ha notado al gato que corre al otro lado de la ventana y anticipa cada movimiento en su propio reflejo - dije.  

Masticamos.


- Finalmente hablé con German para tomar clases de baile de salón para la boda. ¡Tenemos la oportunidad de aprender a bailar el tango!  


- He oído del profesor Bernard Fitzsimmons; Polly y él se acaban de mudar juntos.


- Creo que Josefina me está mintiendo. 

Resonaron los tenedores.  

- Espera, ¿qué? - preguntó Moni y Sofia me miró con confusión.


- No puedo explicarlo. Creo que pasa algo y ella no me contó.- Tan pronto como lo dije en voz alta, me convencí aún más .- No sé lo que está pasando, pero pasa algo.


Escucharon mientras les conté todo lo que sucedía: las llamadas telefónicas, las llamadas no telefónicas, los correos electrónicos, todo. Me senté y esperé a que lo notaran, a que estuvieran de acuerdo conmigo.

-¿Basas todo esto en el hecho de que ella podría haber dicho Munich cuando quiso decir Viena? - preguntó Sofia, agitando un paquete de azúcar.  


- No. Quiero decir, en parte, pero… no sé, siento como si pasara algo insistí, sin entender por qué nadie más lo veía.  

- Está en su luna de miel. Si yo estuviera montando al tren de Benjamin cada noche, puedes estar absolutamente segura de que te olvidaría. Mmm, ¿crees que le guste sucio? ¿Crees que le guste cuando…?


- ¡Dios mío, Moni!  

- ¡Jesucristo, mujer!


Miramos a Moni. Para ser justos, todas teníamos fantasías sobre él. Pero nunca hablábamos de ello.  


Ella tuvo la decencia de sonrojarse como sus rodajas de salchichas.


- De todos modos, no, no se trata sólo de confundir los nombres de las ciudades. Debía estar fuera un tiempo, pero esto es casi ridículo. Y ya difícilmente se reporta...


Moni se echó a reír. - ¿Cómo podría reportarse, cuando está demasiado ocupada quitándole esos diminutos trajes de baño europeos a Benjamin?
Apuesto a que lo hacen en...


- ¡Basta! - dije, golpeando la mano en la mesa y haciendo rebotar los cubiertos .- No tengo tiempo para esto; estoy tratando de decirles que… olvídenlo. ¿Saben qué? Tengo que ir a trabajar - espeté, dejando un billete de veinte sobre la mesa y levantándome.  


- ¿De verdad te vas? - preguntó Sofia cuando me puse el abrigo. 

 
- Sí, de verdad me voy. ¡Tengo que ir a recibir una instalación de arte para el hotel en Sausalito!  


Al salir del restaurante, mi corazón latía con fuerza. Me sentía furiosa y había llegado allí tan rápido. Maldita sea.


Volví a entrar a donde seguían sentadas, con los ojos muy abiertos.  


-Muchas gracias por pedirme que sea tu dama de honor; en realidad fue muy dulce.-  Entonces me volví a ir.  


Me metí en el Mercedes de Josefina y regresé por el puente para esperar a mi instalación de arte. La cual nunca apareció.  


Oye, ¿instalación de arte? Chúpame la polla.
***


Esa noche, me sentía frustrada por haber perdido toda una mañana y la mayor parte de la tarde, cuando mi tiempo libre era bien escaso. Quedarme esperando la obra de arte después de repetidas llamadas a la prestación de servicios, las cuales me decían que se hallaba “en tránsito”, sólo irritó más mi estado de ánimo ya molesto. Me sentía cansada, así que decidí desconectarme y animarme. No iba a pensar más en el trabajo.  


Encontré a Pedro en la cocina, revisando los menús de comida china para llevar. Me preguntó si quería quedarme en casa esta noche y comer cerdo en empanadas chinas. Era exactamente lo que necesitaba y así se lo dije.  
Necesitaba relajarme. Todo el mundo tenía el tiempo libre, yo también lo tendría.


Después de pedir la comida, nos retiramos a la bañera de hidromasaje.


Pedro puso algo de Count Basie y pasamos rápidamente por el camino helado. 

Sentada bajo un manto de estrellas, me recosté en el agua burbujeante con una copa de vino y traté de relajarme. Traté de dejar de lado la inquietud que sentía por Josefina, mi estrés del trabajo y la mini pelea que tuve esa mañana con Moni y Sofia.


Les envié un mensaje a ambas con disculpas que fueron recibidas con un “Oh, por favor, está bien” y “Eres una idiota pero te quiero de todos modos”.


- Pareces tranquila esta noche - comentó Pedro, curvando sus brazos fuertes detrás de él en el borde de la bañera de hidromasaje. Un Wallbanger húmedo era algo que nunca se podía describir. Pero lo intentaré.  


Era… Oh, diablos, era muy bueno.  


- Me estoy relajando, ¿no lo notaste? - contesté, arqueando la espalda y dejando escapar un suspiro de satisfacción para hacer una gran demostración.  


- Eso es bueno. Necesitas relajarte más, si me preguntas. - Inclinó el rostro hacia el cielo, destacando su mandíbula y barba en contraste a la noche fría.  


Mientras lo admiraba, noté que su mandíbula no sólo era fuerte, sino que estaba tensa. - ¿Estás bien?  


- Mejor que nunca - respondió mientras respiraba pesadamente.


¿Había estado ignorando a Pedro? Seguramente no, ¿cómo se podría ignorar a alguien así? Pero sólo para estar segura…


Sintiendo una chispa abajo, nadé a su lado y me senté en su regazo. Sus manos fueron alrededor de mi cintura, enredando los dedos en los bordes de mi braga del bikini. 


- ¿Te acuerdas de la primera vez que estuvimos en un jacuzzi, Wallbanger?


- Sí. Estabas muy cachonda - recordó y apareció la insinuación de una sonrisa.  


- Muy. Y tú también, por lo que recuerdo. - Rodé los ojos. Y mis caderas. Lo que no pasó desapercibido .- Hasta que pusiste freno a mis avances.


- Nunca sabrás lo duro que fue.


- Oh, sé lo duro que fue. - Me reí cuando se presionó contra mí. Me di la vuelta, sentada con la espalda contra su pecho y miré al otro lado de la bahía, a las luces de la ciudad brillando en el agua. Desde este punto de vista, pude ver la ciudad debajo, a su propia luz reflejándose en las olas. Era tan tranquilo aquí,lo extrañaría cuando nos mudáramos a la ciudad a tiempo completo.


Apareció un momento de tensión, pero lo ignoré. Respiré profundamente, inhalando el aroma a laurel y pino, la salinidad del aire del mar que siempre se hallaba en el fondo. Él apartó el pelo de mis hombros, dejando un rastro de cálidos besos húmedos. La pasión era una cosa, pero, ¿la comodidad tranquila de tocar sin prisas?  


Era muy bueno.  


- Esto es bueno - suspiré, recostándome contra él.


- Estoy de acuerdo - murmuró en mi piel y sus manos comenzaron a moverse por mi vientre.  


- Me refería a estar aquí en Sausalito. - Me reí, temblando cuando su boca se sumergió en el hueco entre el hombro y la oreja.  


- Sé lo que quieres decir y estoy de acuerdo - respondió, mordiéndome como si fuera una mazorca de maíz .- No lo creí posible, pero me gusta mucho este lugar. Es hogareño.  

Chillé, su toque me hacía brotar la piel de gallina. - ¿A quién le dices hogareño? - Me reí.


- Calla, te estoy seduciendo - instruyó, levantándome el brazo y besando su longitud como un villano antiguo de Cartoon .- Pronto serás masilla en mis manos y seré capaz de hacértelo con perversidad.


- Entonces, continúa, por supuesto. - Caí hacia atrás contra él, haciendo una imitación de masilla.  


- Vaya, eres fácil.


- ¿Acabas de darte cuenta? - Me reí, rebotando en su regazo y salpicando agua por todas partes.  


Su respuesta fue hundirme bajo el agua. Subí escupiendo y salpicando. 

Mientras refunfuñaba y me limpiaba la cara, lo sentí quitándome el top del bikini.


Fingí una mirada de sorpresa. - ¡Mira lo que has hecho!

- Estoy mirando. - Y entonces me tocaba. Y luego me hacía otras cosas.
Cosas desnudas, húmedas, cariñosas, mordientes, penetrantes.  

Fue muy bueno.