domingo, 27 de julio de 2014
CAPITULO 48
Cincuenta y siete minutos más tarde estábamos en la cama, sus manos cálidas y seguras deslizándose a través de cada botón, revelando mi piel. Fue despacio a propósito, dejando caer mi camisa abierta mientras yacía debajo de él. Bajó la mirada hacia mí, sus dedos trazando ligeramente una línea desde mi clavícula hasta mi ombligo, recta y exacta. Ambos suspiramos al mismo tiempo.
No podía explicarlo, pero saber que habíamos puesto ciertos límites para la noche, aunque fuera una tontería, lo hacía mucho más sensual, algo de lo que disfrutar verdaderamente. Sus labios revoloteaban alrededor de mi cuello, repartiendo pequeños besos contra mi piel, debajo de mi oreja, bajo mi barbilla, en el hueco entre mi hombro y mi cuello, y trabajando su camino descendente hasta abultamiento de mis pechos. Sus dedos barriendo con ligereza, reverentemente, una sensación fantasma a través de mi sensible piel que me hizo inhalar y luego contener las respiración.
Cuando sus dedos rozaron suavemente mi pezón, cada terminación nerviosa de todo mi cuerpo dieron marcha atrás y empezaron a pulsar en esa dirección. Exhalé, la sensación de meses de tensión comenzando a fluir fuera de mí y acumularse incluso más. Con besos dulces y toques suaves, comenzó el proceso de llegar a conocer mi cuerpo, y era exactamente lo que yo necesitaba. Labios, boca, lengua; todo sobre mí, probando, acariciando, sintiendo y amando.
Cuando sus labios se cerraron alrededor de mi pecho, su pelo me hizo cosquillas en la barbilla de la forma más adorable y envolví mis brazos alrededor de él, sosteniéndole cerca. La sensación de su piel contra la mía era la perfección y algo que nunca había experimentado antes. Me sentía… adorada.
A medida que nos explorábamos esa noche, lo que empezó como una parte divertida y bonita de nuestras clásicas bromas se convirtió en algo más. Lo que había llamado groseramente “acción debajo de la camisa” se convirtió en parte de un romance, y algo que podía haber sido simplemente físico se convirtió en algo emocional y puro. Y
cuando me acunó contra él, pegándome a él con tiernos besos y risas entrecortadas, caímos en un sueño satisfecho.
Sacundante y Sr. Pantalones Roncantes.
Durante los siguientes dos días me deleité. En verdad, no hay otra palabra en el idioma inglés para articular la experiencia a la que me entregué. Ahora, para algunos, la definición de unas vacaciones de lujo puede ser una infinidad de tiendas, mimarse en un spa, comidas caras, complicados espectáculos. Pero para mí, lujoso significaba
pasar dos horas echando la siesta al sol en la terraza de la cocina.
Lujoso significaba comer higos con miel salpicados con migas de queso local, mientras que Pedro me servía otra copa de cava, todo antes de las diez de la mañana. Lujoso significaba tiempo a solas para pasear por las tiendas de Nerja, hurgando en los contenedores de hermosos encajes.
Lujoso significaba explorar las cuevas cercanas con Pedro mientras él hacía fotografías, perdiéndonos en los colores bajo la tierra. Lujoso significaba mirar a Pedro sin camiseta balanceándose en una roca mientras buscaba otro punto de apoyo.
¿He mencionado sin camiseta?
Y lujoso sin duda quería decir que pasaba cada noche en la cama con Pedro. Eso si que era un tipo de lujo impagable, que no se ofrece en todos los grandes viajes. Rodeamos otra base o dos, burlándonos el uno del otro con un pequeño encuentro “por encima de las bragas”.
¿Estábamos siendo ridículo esperando hasta la última noche en España para consumar la “cosa”? probablemente, ¿pero a quién demonios le importaba? Él pasó casi una hora besando cada centímetro de mis piernas una noche y yo pasé la misma cantidad de tiempo teniendo una conversación con su ombligo. Nosotros solo...disfrutamos.
Pero con todo este disfrute se produjo cierta cantidad de, bueno, ¿cómo decirlo? ¿Energía nerviosa?
En San Francisco habíamos pasado meses con juegos sexuales verbales. ¿Pero ahora, aquí? ¿El juego previo real? Era para no creerlo. Mi cuerpo estaba tan en sintonía con el suyo que sabía cuándo entraba en una habitación, sabía cuándo estaba a punto de tocarme segundos antes de que lo hiciera. El aire entre nosotros estaba cargado con vibraciones sexuales que zumbaban hacia adelante y hacia atrás con la energía suficiente para iluminar toda la ciudad.
¿Química sexual? La tenía. ¿Frustración sexual? Aumentando y acercándose al punto crítico.
Oh, infiernos, iba a decirlo. Yo estaba C-A-C-H-O-N-D-A.
Razón por la cual, después de haber pasado la tarde en las cuevas, nos encontramos en la cocina, besándonos locamente. Ambos estábamos un poco cansados por el día y yo había estado queriendo probar la hermosa cocina Viking. Estaba preparando verduras para la parrilla y mezclando un poco de arroz con azafrán cuando llegó
después darse una ducha. Es casi imposible para mí explicar la imagen que presentaba: llevaba una camiseta blanca, vaqueros desteñidos e iba descalzo, frotándose el pelo húmedo con una toalla.
Sonrió y empecé a ver doble. Literalmente, no podía ver más allá de la neblina de lujuria y necesidad que sentir surgir de repente a través de mí. Necesitaba que mis manos estuvieran sobre su cuerpo y necesitaba que sucediera inmediatamente.
—Mmm, algo huele bien. ¿Quieres que empiece con la parrila? — preguntó caminando hacia donde estaba yo cortando verduras en el mostrador. Se colocó detrás de mí, su cuerpo a solo unos centímetros de mí, y algo se rompió.
Y no fue solo la vaina de guisantes que tenía en mi mano…
Me di la vuelta y mi estómago en verdad revoloteó ante la vista de él.
Revoloteó, el muy maldito. Presioné mi mano contra su pecho, sintiendo la fuerza que había allí y el calor de su piel a través del algodón. La Razón dijo adiós y ahora esto era puramente físico. Un picor que necesitaba ser rascado, rascado y luego rascado otra vez.
Deslicé mi mano hasta su nuca y tiré de él hacia mí. Mis labios se estrellaron contra los suyos, mi intensa necesidad por él vertiéndose en su boca y descendiendo hasta la punta de mis dedos de los pies.
Los dedos de los pies que se quitaron sus flip-flops de una patada y empezaron a frotarse descaradamente a través de las partes superiores de sus pies. Mi cuerpo necesitaba sentir piel, cualquier piel, y lo necesitaba ahora.
Él respondió, igualando mis brutales besos con los suyos propios, su boca cubriendo la mía mientras yo gemía al sentir sus manos sobre la parte baja de mi espalda.
Rápidamente le hice girar y le presioné contra el mostrador.
—¡Fuero! Necesito esto fuera ahora —murmuré entre besos, tirando de su camiseta.
Con un gran zumbido de tela, su camiseta fue lanzada a través de la habitación mientras yo maniobraba con mi cuerpo contra el suyo, suspirando al sentir contacto. Estaba tratando de abrazarle y subirme sobre él, la lujuria ahora corriendo libremente a través de mi cuerpo como un tren de carga. Extendí la mano y le pasé la mano a través de sus pantalones vaqueros. Sus ojos atraparon a los míos y se
desenfocaron un poco. Estaba en el camino correcto.
Sintiéndole endurecerse por segundos bajo las puntas de mis dedos, de repente todo lo que yo quería, todo lo que necesitaba, todo lo que tenía que tener para funcionar en la vida, era a él. En mi boca.
—Hey, Chica Camisón, ¿qué estás… Oh Dios…?
Moviéndome instintivamente abrí sus vaqueros, me dejé caer sobre mis rodillas ante él y le llevé hacia adelante. Mi pulso se aceleró y creo que mi sangre en realidad estaba hirviendo dentro de mí mientras le miraba. Mi respiración se contuvo con un siseo mientras le observaba, bajando sus desgastados vaqueros solo lo suficiente para enmarcar este espectáculo luminoso.
Pedro estaba firme. Dios bendiga América.
Quería ser amable, tierna y dulce, pero simplemente le necesitaba tan mal. Levanté la vista hacia él, sus ojos nublados pero frenéticos, mientras sus manos me apartaban el pelo de la cara. Tomé sus manos en las mías y las coloqué a sus espaldas, sobre el mostrador.
—Vas a querer agarrarte a algo para esto —prometí. Él dejó escapar un delicioso gemido, haciendo lo que le dije, inclinándose un poco hacia atrás. Empujó sus caderas hacia adelante, pero mantuvo sus ojos en los míos. Siempre en los míos.
Mis labios ronronearon mientras deslizaba su longitud dentro de mi boca. Su cabeza cayó hacia atrás mientras mi lengua lo acariciaba, tomándolo más profundamente. El puro placer de esto, el absoluto placer de sentir su reacción por mí, fue suficiente para hacer que mi cabeza se dividiera en dos. Le eché hacia atrás, dejando que mis dientes apenas rozaran su sensible piel mientras le veía agarrar el borde del mostrador aún con más fuerza. Pasé mis uñas hacia arriba por el interior de sus piernas, bajando más sus pantalones para tener una mayor acceso a su piel caliente.
Presionando besos a través de la punta, dejé que mis manos ascendieran hasta empuñarle, acariciando
y masajeando. Era perfecto, todo terso y suave cuando lo tomé de nuevo, y otra vez, y otra vez. Me sentí enloquecer, embriagada por su aroma y la sensación de tenerlo dentro de mí.
Él gimió mi nombre una y otra vez, sus palabras derramándose como chocolate fundido mezclado con sexo, vertiéndose en mi cerebro y haciendo que le dedicara cada sentido a él, solo a él. Una y otra vez fui, volviéndolo loco, volviéndome loca, lamiendo, chupando, probando, burlándome, disfrutando de la locura de este acto exquisito.
Tenerle aquí, de esta forma, era la definición de lujo.
Él se tensó aún más y sus manos finalmente volvieron a mí,
intentando hacer que me apartara.
—Paula, oh, Paula, yo estoy… tú… primero… tú… oh, Dios… tú — tartamudeó.
Por suerte, fui capaz de interpretar. Quería que yo también tuviera algo. De lo que no se había dado cuenta era de que este total abandono que me estaba dando era todo lo que yo necesitaba. Le liberé solo durante un momento para colocar sus manos una vez más sobre el mostrador.
—No,Pedro. Tú —respondí, tomándole profundamente una vez más, sintiéndolo golpear la parte de atrás de mi garganta mientras mis manos atendían lo que no podía mi boca no podía. Sus caderas se movieron una vez, luego otra, y con un estremecimiento y el gemido más maravilloso que había escuchado jamás, Pedro se vino. Echó la
cabeza hacia atrás, cerró los ojos y se dejó llevar.
Fue maravilloso.
Momentos más tarde, derrumbado junto a mí sobre el suelo de la cocina, suspiró con satisfacción. —Dios mío, Paula. Eso fue…inesperado.
Me reí, inclinándome para besar su frente. —No pude controlarme.Simplemente te veías tan bien, y yo… bueno… me dejé llevar.
—Voy a decir que no creo que sea justo que yo esté aquí algo expuesto y tú estés aun completamente vestida. Podemos remediar eso bastante rápido, sin embargo. —Tiró del cordón de mis pantalones.
Le detuve. —Primero de todo, no estás algo expuesto, estás tendido disponible en el suelo de la cocina, y me gusta bastante. Y esto no se trataba de mí, aunque admito que lo disfruté inmensamente.
—Chica tonta, ahora quiero disfrutar de ti inmensamente —insistió, pasando los dedos por el borde de mis pantalones, bailando a través de la piel allí.
Nervios se pusieron a bailar el flamenco, exigiendo más tiempo —¡más tiempo! ¡Todavía no listos! LP pateó algunas cosas. —No, no, no esta noche. Quiero hacerte una buena cena. Déjame cuidarte un poco. ¿No puedo hacer eso? —Aparté sus malvadas manos y las besé.
Él me sonrió, con el pelo desordenado y una sonrisa tonta adornando su rostro. Suspiró derrotado y asintió. Empecé a levantarme del suelo cuando él me agarró por la cintura y tiró de mí hacia abajo.
—Una palabras, por favor, antes de que me dejes —¿qué dijiste? ¿Tendido disponible en el suelo de la cocina?
—¿Sí, querido? —pregunté, ganándome una ceja levantada.
—Así que, usando la base de rodear el punto de referencia que hemos aplicado esta semana, diría que acabamos de saltarnos unas cuantas citas, ¿verdad?
—Yo diría que sí. —Me reí, dándole palmaditas suavemente en la cabeza.
—Entonces creo que es justo advertirte… ¿Mañana por la noche? ¿Tú última noche es España? —dijo, sus ojos resplandeciendo a través del crepúsculo.
—¿Sí? —susurré.
—Voy a intentar robar la casa.
Sonreí. —Pedro Tonto, no es robar si lo revelas —ronroneé,
besándolo sólidamente en los labios.
Más tarde esa noche, mientras yacía estrechamente envuelta contra Pedro, LP empezó a prepararse. Y Cerebro y Columna vertebral comenzaron a cantar… ¿O… O… O. Wang? Bueno, sabíamos dónde estaba, presionado estrechamente contra Columna Vertebral.
Corazón siguió flotando, pero estaba dando vueltas cada vez más cerca de casa. Sin embargo, una nueva entidad comenzó a imponerse una vez más, intentando influenciar en las otras. Teñía mis sueños con susurros silenciosos.
Hola, Nervios.
Mi sueño decididamente fue más… Sacundante.
CAPITULO 47
ME DESPERTÉ ESTA MAÑANA por un gran estruendo.
Olvidando donde estaba por una fracción de segundo, automáticamente asumí que estaba en casa, y que estábamos experimentando un temblor.
Estaba ya por salir de la cama, con un pie en el suelo, cuando me di cuenta que la vista hacia afuera por la ventana de mi habitación era definitivamente más azul, y decididamente más mediterráneo. ¿Y el ruido? Eso no fue un temblor. Eran los ronquidos de Pedro. Ronquidos. Los ronquidos al ritmo de una banda, y por ritmo de una banda me refiero al ritmo de la banda de su nariz, la cual emitía el sonido más sobrenatural que hubiese oído nunca. Me llevé las manos a la boca para contener la risa y me moví lentamente de nuevo hacia la cama, lo mejor era evaluar la situación.
Fiel a mi estilo, me había hecho cargo de la mayor parte de la cama en la noche, y él había sido relegado a un rincón, donde ahora estaba acurrucado en una pequeña bola con una almohada metida entre las piernas. Pero lo que le faltaba de superficie en pies, lo compensaba en el sonido.
Los sonidos que se vierten desde sus fosas nasales
están entre el oso pardo y el tráiler de explosión. Me retorcí en la cama de una milla de ancho, enroscándome a mí misma a la altura de su cabeza y mirando hacia abajo a su rostro. Incluso mientras hace estos horribles sonidos, era adorable. Con mucho cuidado puse mis dedos al lado de su nariz, y lo tapo. Y luego espero.
Después de diez segundos, inhaló y negó con la cabeza, mirando a su alrededor salvajemente. Se relajó cuando me vio sentada en la almohada junto a él. Sonrió con una sonrisa soñolienta.
—Oye, oye ¿qué pasa? —murmuró, rodando hacia mí, envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura, apoyando su cabeza en mi barriga. Paso mis manos por su cabello, deleitándome con la libertad ocasional que tenemos por fin para tocarnos entre sí.
—Solo me desperté. Alguien estaba haciendo mucho ruido al otro lado de la cama.
Cerró un ojo y me miró. —No creo que alguien tan sacundante como tú pueda quejarse de nada.
—¿Sacundante? Eso ni siquiera es una palabra —Resoplo, disfrutando de sus brazos alrededor mío más de lo que quería admitir.
—Sacundante, es alguien que se mueve. Alguien que a pesar de estar durmiendo en una cama del tamaño del alcatraz, aun cuando está ocupando casi todo el colchón no para de moverse y patear —Insiste él, accidentalmente sin querer subió mi camisa para descansar su cabeza en mi desnuda barriga.
—Agitarse es mejor que roncar, Sr. Pantalones Roncantes —Me burlé de nuevo, tratando de no darme cuenta de la forma en que su barba rozaba mi piel de la manera más deliciosa.
—Tú te sacudes. Yo ronco. ¿Qué haremos al respecto? —Sonrió con felicidad, todavía medio dormido.
—¿Tapones para los oídos y espinilleras?
—Sí, eso es sexy. Podemos ponernos eso antes de acostarnos cada noche —Suspiró, colocando el más pequeño de los besos justo por encima de mi ombligo.
Un ruido que sonaba como un quejido triste escapó de mis labios antes de que pudiera reprimirlo, y mis orejas se pusieron rojas cuando asimilé lo que había dicho acerca de “cada noche”, como si fuéramos a dormir juntos cada noche. Oh mi…
Desayunamos rápido en la casa y luego nos dirigimos a la ciudad. Me enamoré de inmediato de la aldea: las calles de piedra, las paredes encaladas brillaban bajo el sol abrasador, la belleza que brotaba de cada arcada abierta.
De cada partícula de azul que se asomaba desde la costa hasta las sonrisas amables que había en los dulces rostros de las personas que paraban en este sitio encantado, me enganché.
Era día de mercado, por lo que entrábamos y salíamos de los puestos, recogiendo fruta seca para picar más tarde. He visto hermosos lugares en esta tierra, pero esta ciudad era el paraíso para mí. Sinceramente, nunca había experimentado nada igual
Ahora, había estado viajando sola durante años, encontrando a mi propia compañía muy agradable. Pero ¿viajar con Pedro? Era…genial.
Simplemente, genial. Él era tranquilo, así como yo cuando estoy viendo algo nuevo. Él nunca sintió la necesidad de llenar el silencio con frases tontas. Nos quedamos contentos por haber disfrutado del paisaje. Cuando hablamos, fue para señalar algo que pensábamos que el otro no debía perderse, como los cachorros que estaban jugando en el jardín, o una pareja de ancianos que hablaban una y otra vez desde sus balcones. Él era un gran compañero. Cuando caminábamos de regreso al carro que alquilamos, el sol de la tarde quemándome a través del fino algodón que cubre mis hombros, mi mano se enredó con la suya en la forma más modesta. O cuando él se tomó el tiempo para abrir la puerta para mí, O cuando se inclinó para besarme bajo el cálido sol español, sus labios y el olor de los olivos eran las únicas cosas que necesitaba en el mundo entero.
En ese momento que había conocído a Pedro, habían varias imágenes de él que se habían quedado grabadas en mi memoria: viéndolo la primera vez, vestido solo con una sábana y una sonrisa, conduciendo de vuelta a través del puente con él en la noche de inauguración de la casa de Josefina, cuando pedimos una tregua; un Simón deformado y borroso cuando veo desde el interior de un afgano; iluminado por antorchas, sudado y luciendo endiabladamente guapo debido al jacuzzi; y una reciente adicción a mi ¿Lo mejor de Pedro? La visión de él debajo de mí mientras él me acercaba, su piel cálida y su dulce aliento sobre mí cuando estábamos acurrucados en la Cama Gigante del Pecado.
Pero nada, y quiero decir nada, era más caliente que ver trabajar a Pedro. Lo digo en serio. De hecho, me tuve que abanicar un poco, cuando él se dio cuenta de eso porque cuando él estaba trabajando estaba deliciosamente concentrado.
Y ahora aquí estaba yo sentada, observando el trabajo de Pedro.
Habíamos conducido hasta la costa para tomar algunas fotos de prueba en un lugar que un guía local le había hablado, y ahora el peligrosamente apuesto Pedro estaba concentrado completamente para poner manos a la obra. Así que él me había explicado, no se trataba de las imágenes reales que él estaba tomando, se trataba de probar la luz y los colores. Así que mientras él se movía rápido entre roca y roca, yo me senté en una manta que habíamos sacado de la caja y observé.
Situado en los acantilados por encima del mar,
podíamos ver las millas de distancia. El litoral rocoso se extendía y se enroscaba de nuevo en sí mismo, ya que millones de olas fluían de las profundidades del mar. Y aunque el paisaje era precioso, lo que llamó mi atención fue la forma de la punta de la lengua de Pedro que se asomó mientras contemplaba la escena. La forma en que se
mordió el labio inferior mientras se desconcentraba por algo.
La emoción rompió en su rostro cuando vio algo nuevo a través de su lente.
Me alegré de tener algo que hacer, algo en que fijarme, mientras el comienzo de una batalla comenzaba a librarse dentro de mi cuerpo.
Desde que nos dimos cuenta de la presión que la cama gigante podía haber puesto sobre nosotros, lo único en lo que pude pensar fue en esa gran presión. Además de la presión de un O negado por mucho tiempo, esperando pacientemente, y a veces impaciente, por su liberación. La presión era tan fuerte, tan intensa, que cada parte de
mí podía sentirlo.
Actualmente en este debate que se realiza en mi interior participaban mi Cerebro, la Paula de abajo (hablando del distante O), Columna vertebral y aunque esta había guardado silencio sobre todo últimamente, dejando a Cerebro y Nervios tomar el control, el Corazón estaba ahora luchando también.
Cabe mencionar que la LP (Paula de abajo quería estar a la moda con un nombre abreviado) había de algún modo elaborado un borrador del pene de Pedro en la lucha y pese a que su pene no tuvo acceso directo a ella, LP sintió la necesidad de hablar en su nombre.
Si bien no me gustaba mucho el termino pene, internamente me sentía extraña llamándolo polla o pito, por lo que pene estaba…bien por ahora.
Ahora, Columna Vertebral y Cerebro estaban firmemente en el campamento de “espera para el sexo”, creyendo que esto es esencial para la fundación de esta floreciente relación.
Obviamente, LP, y portanto el pene de Pedro, se encontraban en la sociedad de tenersexo- con-él-tan-pronto-como-sea-posible. O, aunque no oficialmente participante de este debate, se podía contar entre los partidarios de la LP.
Pero sentí una punzada, y solo una pizca, de ella flotando por encima de los dos campos, junto con Corazón, que actualmente estaba cantando canciones sobre el amor eterno y las cosas cálidas y suaves.
Toma todo en cuenta y ¿Qué es lo que tienes? Una totalmente confundida Paula. Una Paula dividida. No es de extrañar que haya renunciado a las citas. Esta mierda era difícil. Así que ¿estaba contenta de tener algo en que pensar que no sea en la olla a presión de sexo indeterminado? Sí. ¿Podía pasar algo más de tiempo tratando de llegar a un nombre más inteligente para el pene de Pedro?
Probablemente. Se lo merecía. ¿Miembro masculino de un mamut? No. ¿Pilar pulsante de la pasión? No. ¿Bandida puerta trasera? Demonios no. ¿Wang? Sonaba como el ruido que hacen esas cosas para topar la puertas cuando abres la puerta de improviso…
Lo dije en voz alta para mí misma un par de veces. Partiéndome un poco de la risa. —Wang. Wang. Waaaang —murmuré.
—¡Oye! ¡Chica camisón! Supéralo ya —dijo Pedro,
desconcentrándome de mi estudio sobre Wang. Dejé atrás la batalla mental, abriéndome paso con cuidado por las rocas escarpadas a donde él estaba equilibrado.
—Te necesito.
—¿Aquí? ¿Ahora? —Resoplé.
Él bajó la cámara lo suficiente como para levantar una ceja.
—Te necesito para la escala. Ponte allí —Me señaló hacia el borde del acantilado.
—¿Qué? No. No. No fotos, huh-uh —Me fui hacia mi manta.
—Sí, sí, fotos. Vamos. Necesito algo en el primer plano. Ve allá.
—¡Pero soy un desastre! Estoy quemada por el sol y el viento. ¿Ves? —Bajo un poco mi cuello V para mostrarle cómo empezaba a ponerme rosada.
—Aunque siempre te agradeceré que me hayas mostrado tu escote, guárdalo, hermana. Esto es solo para mí, solo dame un poco de perspectiva. Y no pareces que hubieras sido llevada por el viento. Bueno, solo un poco —Su pie dio un golpecito.
—No vas a hacerme posar con una rosa en mis dientes ¿verdad? — Suspiré, arrastrando los pies hasta el borde.
—¿Tienes una rosa? —preguntó, mirando serio a excepción de la sonrisa de idiota.
—Cállate. Toma tus fotos.
—De acuerdo, solo se natural. No hagas poses, solo quédate allí parada, mirando hacia el agua estaría bien —Ordenó.
Obedecí. Él se movió a mí alrededor, tratando diferentes ángulos, y le oí murmurar acerca de lo que estaba trabajando. Lo admito, a pesar de que era tímida para tomarme fotos, casi podía sentir sus ojos a través de la lente, mirándome. Se movió alrededor mío por solo unos
minutos, pero se sentía más tiempo. La guerra interna comenzaba a librarse de nuevo.
—¿Ya casi está?
—No se puede precipitar la perfección, Paula. Tengo que hacer un trabajo excelente —Advirtió—. Pero sí. Ya casi está. ¿Tienes hambre?
—Quiero esas naranjas clementinas de la cesta. ¿Me das uno? ¿O se meterá con tu obra maestra?
—No se mete con ella. Lo llamaré chica llevada por el viento en un acantilado con una naranja clementina—Se rió y se dirigió hacia el carro.
—Eres gracioso —Le dije con ironía, capturando la pequeña naranja que él me tiró y empezando a pelarla.
—¿Me invitas?
—Supongo que sí, lo menos que puedo hacer por el hombre que me trajo aquí ¿verdad? —Me reí, mordiendo una rodaja y sintiendo el goteo del jugo por mi barbilla.
—¿Tienes un agujero en el labio? —Me preguntó, capturando el momento mientras yo ponía los ojos en blanco.
—¿Realmente crees que eres gracioso, o simplemente estás
asumiendo que podrías serlo? —Repliqué, señalándolo con la rodaja.
Por supuesto. Él le dio un mordisco y no goteó. Abrió mucho los ojos con sorpresa fingida, y aproveché la oportunidad para sacar otra rodaja y tirársela a su rostro. Sus ojos estaban muy abiertos, mientras el jugo corría libremente de la punta de su nariz y en la barbilla.
—Desordenado Simón —susurré mientras él mirada hacia mí. En un instante, él apretó sus labios con los míos, obteniendo todo el jugo de ambos cuando chillé en su boca
—Dulce Paula —susurró mientras sonreía. Él me hizo girar con él hacia el mar que estaba detrás de nosotros, levantó la cámara y tomó una foto: de ambos cubiertos de papilla de naranja.
—Por cierto, ¿Por qué estabas diciendo antes “Wang”? —preguntó.
Me reí más fuerte.
*****
—Has dicho eso a todo lo que has comido esta noche.
—Lo sé, pero enserio no puedo con lo bueno que es esto.
Abofetéame, pellízcame, tírame agua, esto es demasiado bueno — Gemí de nuevo. Nos sentamos en una mesita en un rincón de un pequeño restaurante en la ciudad, y estaba decidida a probar todo.
Pedro, haciendo gala de sus habilidades lingüísticas, había ordenado para ambos. Le dije que él eligiera, que estaba en sus manos y yo sabía que no elegiría mal. Y el muchacho lo hizo bien. Festejamos.
Comimos tapas tradicionales, por supuesto, acompañado de vasos de vino de la casa. Pequeños cuencos y platos se presentaron en la tabla pocos minutos antes de que trajeran pequeñas albóndigas de cerdo, rebanadas de jamón, champiñones marinadas, hermosos embutidos, calamares a la plancha con aceite de oliva local.
Con cada bocado, estaba segura de que acababa de comer lo mejor que nunca, y luego otra ola magnifica de comida se presentaba y me convencía aun vez más. Y entonces llegaron estos langostinos.
Irreales. Fritos de manera crujiente en aceite de oliva con un montón de ajo y perejil, pimentón ahumado, y un toque de calor. Me desmayo. De hecho, me desmayaba.
¿Pedro? A él le encantó. Ya se lo había acabado. Mis reacciones al igual que la comida, creo. Se lo había acabado.
—Honestamente, no puedo más —Protesté, arrastrando un trozo de pan crujiente a través del aceite de oliva. Él sonrió mientras me miraba descaradamente cuando comía otra pieza de pan antes de finalmente retroceder de la mesa con un gemido.
—La mejor comida que he probado. Eso fue una locura —Suspiré, acariciando mi estómago lleno. Femeninamente, me había comido toda la comida como si alguien fuera a llevárselo lejos de mí. Un camarero apareció con dos pequeños vasos de un vino local. Dulce y fresco, era la perfecta bebida después de cenar. Bebimos despacio,
con la brisa que entraba por las ventanas ligeramente perfumada con el aroma del mar.
—Esta fue una gran cita, Pedro. En serio. No podría haber sido más perfecta —Le dije, tomando otro sorbo del vino.
—¿Fue esto una cita? —preguntó.
Mi rostro se congeló. —Quiero decir, no. Supongo que no. Yo solo…
—Relájate, Paula. Yo sé lo que quieres decir. Es gracioso
considerar esto como una cita: dos personas que viajan juntas, pero que ahora están en una cita —Sonrió y yo me relajé.
—Hmm, no hemos seguido las reglas tradicionales hasta ahora, ¿verdad? Esto incluso podría ser nuestra primera cita, si quisiéramos tener algo técnico.
—Bueno, técnicamente hablando, ¿Qué define una cita? —preguntó él.
—Cenar, supongo. Aunque hemos cenado antes —respondí.
—Y una película. También hemos visto ya una película —
Me recordó, Me estremecí. —Sí, y que era sin duda una estratagema para conseguir que me acurrucara en ti. Scary Movie, tan obvio —Me burlo.
—Funcionó, ¿no? De hecho, creo que dormí contigo esa noche, Chica Camisón.
—Es cierto, soy barata y fácil, lo reconozco. Supongo que realmente hicimos todo eso de atrás —Le sonrío, deslizando mi pie en el piso por debajo de la mesa y dándole una ligera patada.
—Me gusta lo de atrás —Sonríe con suficiencia.
Entrecerré mis ojos. —No tocarás eso.
—En serio, sin embargo. Como he dicho, no tengo experiencia con esas cosas —dijo—. ¿Cómo funciona esto? Y si estuviéramos haciendo esto…no lo de atrás ¿Qué pasaría después?
—Bueno, supongo que habría otra cita, y otra después de esa — admití, sonriendo tímidamente.
—Y las reglas. Yo esperaría para tratar de hacer algunas reglas ¿no? —preguntó en serio.
Farfullé mi vino. —¿Reglas? ¿Es en serio? Como tocar un pecho, sobre la blusa, debajo de la blusa, ¿esas reglas?—Me reí con incredulidad.
—Sí, exactamente. ¿Está permitido que me salga con la mía? Como un caballero, quiero decir. Si esto fuera realmente una primera cita, no estaríamos yendo a casa juntos ¿verdad? Citas ahora, no van, Recuerda que, al parecer atraigo bien —dijo, con los ojos brillantes.
—Sí, sí, así es. No nos vamos a casa juntos, eso es cierto. Pero para ser honesta, no quiero que duermas en la esquina de la habitación.¿Eso es raro? —Pude sentir mis orejas quemar cuando me sonrojé.
—No es raro —respondió en voz baja. Me quité mi sandalia y presioné mi pie en su pierna, frotando ligeramente a lo largo de esta.
—Acurrucarse es bueno ¿verdad?
—Acurrucarse es definitivamente bueno — Él estuvo de acuerdo, acurrucando también su propio pie.
—En lo que se refiere a tus reglas, creo que definitivamente tú podrías planear un poco de acción por debajo de la camisa, si estás muy interesado —Le contesté.
Internamente, Cerebro y Columna Vertebral se pusieron un poco alegres, mientras que LP y Wang patearon algunas sillas. Tetas estaba feliz de que alguien la tomara en cuenta, en lugar de solo ser una parada en el camino a los puntos
sur. ¿Corazón? Bueno, ella seguía revoloteando, cantando su canción.
—Entonces, seremos un poco tradicionales, pero no totalmente tradicionales. ¿Iremos a pasos lentos? —preguntó, con los ojos ardiendo, los zafiros empezando a hacer sus pequeños bailes hipnóticos.
—Lento, pero no demasiado lento. Somos adultos, por amor de Dios.
—Acción bajo la camisa —anunció, levantando su copa para un brindis.
—Voy a brindar por eso —Me reí cuando los chocamos.
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