martes, 15 de julio de 2014

CAPITULO 20




—Una tortilla de clara de huevo con tomates, champiñones, espinacas y cebollas.


—Cuatro pilas de Pancakes, por favor, con un poco de tocino. Y voy a necesitar el tocino muy crujiente, por favor, pero no ennegrecido.


—Dos huevos Sunny Side Up, tostadas de centeno con mantequilla en el lado, y ensalada de fruta.


Después de realizar el pedido, nos acomodamos con un café mañanero y chismes.


—Está bien, así que dime lo que pasó después de que nos fuimos anoche —dijo Moni, colocando la barbilla en las manos y guiñando graciosamente hacia mí.


—¿Después de que se fueron? ¿Quieres decir después de que me dejaran con mi vecino idiota para que me llevara a casa? ¿En qué estaban pensando? ¿Y decirle a todo el mundo la historia de que élestaba- todavía-duro? ¿En serio? Las estoy sacando fuera de mi testamento —les espeté, tragando el café que estaba demasiado caliente y abrasando instantáneamente un tercio de mis papilas
gustativas. Dejé que mi lengua colgara de mi boca para que se enfriara.


—En primer lugar, contamos esa historia porque es graciosa y divertido es bueno —comenzó Sofia, pescando un trozo de hielo de su vaso de agua y entregándomelo.


—Grha ciaas —logré decir, aceptando el cubo.


Ella asintió con la cabeza. —Y en segundo lugar, no tienes nada que dejarme de todos modos, ya que ya tengo todo el conjunto de libros de cocina de Barefoot Contessa, los que me compraste tu misma. Así que sácame de tu testamento. Y en tercer lugar, los dos estaban siendo tan deprimentes que no había manera de salieras con nuestros chicos nuevos —terminó Sofia, sonriendo maliciosamente.


—Chicos nuevos. Amo los chicos nuevos. —Aplaudió Moni, luciendo como un dibujo animado de Disney.


—¿Cómo estuvo el viaje a casa? —preguntó Sofia.


—El viaje a casa. Bueno, fue interesante. —Suspiré, ahora chupando el cubo con desenfreno.


—¿Interesante bueno? —Chilló Moni.


—Si llamas a tener sexo con alguien en el Golden Gate Bridge interesante, entonces sí —le contesté, con calma mis dedos tamborileando sobre la mesa. La boca de Moni comenzó a caer de su rostro cuando Sofia puso la mano derecha sobre la izquierda de Moni, que estaba a punto de apretar el tenedor en algo irreconocible.


—Cariño, está bromeando. Sabríamos si Paula tuvo sexo anoche.


Tendría un mejor tono de piel —La tranquilizó Sofia.


Moni asintió rápidamente y lanzó el tenedor. Sentí lástima por cualquier tipo que la molestara durante una paja.


—¿Por lo tanto, ningún plato? —preguntó Sofia.


—Hey, conoces las reglas. Tienes un plato, tengo un plato —le respondí, abriendo los ojos mientras servían el desayuno. Después nos adentramos en ello, Moni disparando el primer tiro.


—¿Sabían que Nicolas jugó al balompié para Stanford? ¿Y que él siempre quería ir a la transmisión de deportes? —Ofreció ella, metódicamente separando el melón de sus bayas.


—Es bueno saberlo, es bueno saberlo. ¿Sabían que German vendió algún tipo de programa de ordenador asombroso a Hewlett Packard, cuando tenía sólo veintitrés? ¿Y que puso todo el dinero en el banco, renunció a su puesto de trabajo, y pasó dos años enseñando Inglés para niños en Tailandia? —Siempre Sofia la siguiente.


—Eso es muy bueno saberlo también. ¿Sabían que Pedro no considera a sus amigas un "harén", y Josefina en un momento realmente le habló de mí como una chica potencial con la que debería estar saliendo?


Todas hicimos hmm y masticamos. Entonces comenzó la segunda ronda.


—¿Sabían que a Nicolas le encanta el windsurf? ¿Y tiene entradas para la sinfonía de beneficencia la semana que viene? Cuando se enteró de que iría contigo, Sofia, sugirió que fuéramos en cita doble.


—Mmm, eso suena divertido. Estaba pensando en preguntarle a German. A quién, por cierto, también le gusta el windsurf. A todos ellos -navegan en la bahía cada vez que pueden. Y también puedo informarles que ahora dirige una organización de caridad que pone las computadoras y materiales educativos en las escuelas urbanas pobres en toda California. Se llama: —Sofia comenzó.


—¿Que Ningún Niño Se Quede fuera de línea? —Moni rápidamente terminó.


Sofia asintió.


—¡Me encanta esa caridad! Le dono a la organización cada año. ¿Y German es el que la hace? Wow... pequeño mundo —reflexionó Moni cuando empezó a cortar los huevos.


Calladamente descendí mientras masticaba una vez más, y traté de pensar en algo más que decir acerca de Pedro que no tuviera nada que ver con él besándome, besándolo, o de él siendo consciente de mis emisiones verbales nocturnas.


—Um, Pedro tiene Too Short en su iPod —murmuré, lo que se reunió con unos hmm, pero sabía que mi plato no era tan bueno.


—La música es importante. ¿Quién era ese tipo con el que estabas saliendo quien tuvo su propio álbum? —preguntó Moni.


—No, no. Él no tenía un álbum. Estaba tratando de vender sus propios CD en la parte trasera de su coche. No es la misma cosa. — Me reí.


—Saliste con otro cantante también-Coffee House Joe, ¿lo recuerdan?—Sofia resopló en su desayuno.


—Sí, era unos quince años demasiado viejo para la franela, pero consiguió una A por la angustia. Y fue más que decente en la cama.—Suspiré, pensando.


—¿Cuando este hiato autoimpuesto de salidas va a terminar? — preguntó Moni.


—No estoy segura. Me gusta un poco no salir con nadie.


—Por favor, ¿Nos estás tomando el pelo? —Sofia resopló de nuevo.


—¿Necesitas un pañuelo por allí, Miss Piggy? En serio, ha habido demasiados Coffee House Joes y Machine Gun Corys. No estoy interesada en simplemente salir nunca más. No es más que una ronda de alegría. No voy a invertir más tiempo y esfuerzo hasta que sepa lo que está pasando en alguna parte. Y, además, O está fuera en tierra de nadie. Lo mejor es que también me una a ella —añadí,probando de nuevo un poco de café y evitando sus ojos.


Tenían sus Os, y ahora tenían chicos nuevos. No esperaba que nadie me acompañara en mi año sabático citas. Pero ahora sus rostros se veían tan simplemente tristes. 


Necesitaba girar esto de regreso a ellas.


—Así que anoche fue bueno para ustedes, ¿no? ¿Besos en la puerta? ¿Cualquier intercambio de saliva? —Les pregunté, sonriendo alegremente.


—¡Sí! Quiero decir, Nicolas me besó. —Suspiró Moni.


—Oooh, apuesto a que es un buen besador. ¿Te envolvió fuertemente y movió sus manos arriba y abajo en tu espalda? Tiene manos grandes. ¿Notaste sus manos? Malditas manos finas —divagaba Sofia, la cara en su pila de panqueques. Moni y yo intercambiamos una mirada y esperamos a que llegara por vía aérea. Cuando nos vio
fijamente, se sonrojó un poco.


—¿Qué? ¿Me fijé en sus manos? Son enormes. ¿Cómo no? — Tartamudeó y lleno su boca, para que así no le pidiéramos que continuara.


Me reí y le presté atención a Moni —Entonces, ¿El Sr. Manos Grandes usa sus manos grandes?


Era el turno de Moni a ruborizarse. —En realidad, fue muy dulce. Sólo un pequeño beso en los labios y un buen abrazo en mi puerta —respondió ella con una sonrisa gigante.


—¿Y usted, señorita Cosa? ¿Fue el genio de la informática caritativo con su beso de buenas noches? —Me reí.


—Um... sí, lo fue. Me dio un gran beso de buenas noches —respondió ella, lamiendo el jarabe de la parte posterior de su mano. No parecía darse cuenta de la forma en que los ojos de Moni ardieron un poco cuando mencionó las buenas noches que había recibido, pero yo lo hice.


—¿Así que escapaste ilesa anoche, supongo? —Moni me preguntó, sorbiendo su café. Yo todavía estaba amamantando al dolor en mi lengua, así que opté por seguir con el jugo.


—Lo hice. Llegamos a una tregua y trataré de ser más amistosa.


—¿Qué significa eso exactamente? —Preguntó.


—Significa que va a tratar de limitar sus actividades a principios de la tarde, y voy a tratar de ser más comprensiva acerca de su vida sexual, tan animada como es —le respondí, clavándome en mi bolso por un poco de dinero.


—Una semana —murmuró Sofia.


—¿Vamos otra vez?


—Ya quisieras. Una semana. Ese es el tiempo que le doy a esta tregua. No puedes guardar tus opiniones para ti misma, y no puedes mantener a ese Giggler tranquilo. Una semana —dijo de nuevo mientras Moni sonreía.


Huh, ya veremos...





El lunes por la mañana, muy temprano, Josefina entró danzando a mi oficina.


—Knock Knock —gritó. Era la viva imagen de una casual chic: pelo recogido en un moño suelto, un pequeño vestido negro en su cuerpecito moreno, con piernas que se prolongaban por kilómetros y que terminan en zapatillas rojas. Zapatillas que probablemente valdrían el salario de casi una semana para mí. Ella era mi mentor en todos los sentidos, e hice una nota mental para asegurarme de que
algún día obtendría la tranquila confianza que ella llevaba.


Ella sonrió al ver las nuevas flores en el florero en mi escritorio. Esta semana me había elegido tulipanes de color naranja, tres docenas.


—¡Buenos días! ¿Has visto que los Nicholson han añadido un cine en casa? Sabía que vendrían. —Sonreí mientras me sentaba en mi silla.


Josefina se acomodó en la silla frente a mí y sólo me devolvió la sonrisa


—. Ah, y Moni viene a cenar esta noche. Tenemos la esperanza de finalizar los planes para el nuevo sistema de armario que está diseñando. Ella quiere añadir una alfombra ahora. —Negué con la cabeza y tomé un sorbo de la taza de café en mi escritorio. Mi lengua casi se había curado.


Josefina sólo siguió sonriendo. Empecé a preguntarme si yo tenía un Cheerio pegado a mi cara.


—¿Te he dicho que tengo a la compañía de cristales de Murano para darme un acuerdo sobre las piezas que pedí para la araña de baño? —continué—. Va a ser hermoso. Creo que definitivamente querrá usarlas de nuevo —agregué, sonriendo esperanzada.


Ella finalmente suspiró y se inclinó hacia adelante como un gato que se había comido al canario y volvió por las plumas para jugar con ellas, sonriente.


—Josefina, ¿te hiciste el trabajo dental esta mañana? ¿Estás tratando de mostrar tus nuevas dentaduras? —le pregunté, y ella se estremeció al fin.


—Como si alguna vez hubiese necesitado prótesis dentales, pffft. No, estoy esperando a que me cuentes acerca de tu vecino, el señor Alfonso. ¿O debería decir Pedro Wallbanger? —Ella se echó a reír,finalmente sentada en su silla y me dio una mirada que decía que no
me permitiría salir de mi oficina hasta que le dijera todo lo que quería saber.


—Mmm, Wallbanger. ¿Por dónde empezar? En primer lugar, no puedes decirme que no sabías que vivía al lado. ¿Cómo diablos puedes haber vivido allí todo el tiempo que lo hiciste y no saber que él estaba golpeando cada noche? —le pregunté, mirándola con mi mejor desprecio de detective.


—Oye, sabes que difícilmente me quedaba allí, sobre todo en los últimos años. Yo sabía que él estaba en ese barrio, ¡pero no tenía ni idea de que estaba al lado del apartamento que estaba subarrendamiento! Cuando lo veo, siempre es con Benjamín, y solemos ir a tomar algo o lo hacemos en nuestra casa. En cualquier caso, es el comienzo de una gran historia, ¿no te parece? —tentó, sonriendo de nuevo.


—Oh, tú y tus emparejamientos. Pedro dijo que me mencionaste antes. Estás tan mal.


Alzó las manos delante de ella. —Espera, espera, espera, yo no tenía idea de que él fuera así de… bueno, activo. 
Nunca te habría sugerido si hubiera sabido que tenía tantas amigas. Benjamin debe saberlo... pero es cosa de hombres, supongo —respondió ella.


Fui yo la que se inclinó hacia delante esta vez. —Así que dime, ¿cómo lo sabe Benjamín?


—Bueno, Pedro no es originario de California. Se crió en Filadelfia y sólo se mudó aquí cuando fue a Stanford. Benjamin lo conoce desde la mayor parte de su vida, él estaba muy cerca de su padre. Él era una especie de cuidador para Pedro —tío favorito, hermano mayor, padre sustituto, ese tipo de cosas —dijo, con el rostro cada vez más suave.


—¿Estaba muy cerca de su padre? ¿Tuvieron una pelea o algo así? — le pregunté.


—Oh, no, no, Benjamín siempre fue muy amigo del papá de Pedro.


Fue su mentor, temprano en su carrera. Estaba muy cerca de toda la familia —dijo, con los ojos cada vez más tristes.


—¿Pero ahora? —insistí.


—Los padres de Pedro murieron cuando él era estudiante de último año en la escuela secundaria —dijo en voz baja.


Mi mano voló hacia mi boca. —Oh no —susurré, con el corazón lleno de compasión por alguien a quien apenas conocía.


—Accidente de auto. Benjamin dice que fue muy rápido, casi instantáneamente —respondió ella.


Nos quedamos en silencio por un momento, perdidas en nuestros propios pensamientos. Ni siquiera podía procesar lo que debe haber sido para él.


—Así que después del funeral, se quedó en Filadelfia por un tiempo, y él y Pedro empezaron a hablar sobre él yendo a Stanford —continuó después de un momento.


Sonreí ante la imagen de Benjamin haciendo todo lo posible para ayudar.


—Me imagino que probablemente era una buena idea para él alejarse de todo —dije, preguntándome cómo iba a lidiar con algo como eso.


—Mm-hmm. Creo que Pedro vio la oportunidad y la tomó. ¿Y saber que Benjamin estaba cerca si necesitaba algo? Creo que lo hizo más fácil —añadió.


—¿Cuándo conociste a Pedro? —le pregunté.


—En su último año de universidad. Había pasado algún tiempo en España el verano anterior, y cuando volvió a casa aquel mes de agosto llegó a la ciudad a cenar con nosotros. Benjamín y yo habíamos estado saliendo durante un tiempo para entonces, por lo que sabía de mí, pero no nos habíamos conocido, en realidad —dijo.


Guau, Pedro estuvo en España. Esas pobres bailarinas de flamenco nunca tuvieron una oportunidad.


—Nos reunimos para cenar, y él cautivó a las camareras por pedir en español. Luego le dijo a Benjamín que si él alguna vez era tan estúpido como para dejarme, él se sentiría feliz… ¿Qué fue lo que dijo? Ah, sí, estaría muy feliz de calentar mi cama. —Ella se rió, su rostro volviéndose más rosado.


Rodé mis ojos. Esto coincidía con lo que yo sabía de él. Aunque, tan temerarias como mis chicas y yo éramos cuando coqueteábamos con Benjamín, eso se aplicaba también para él.


—Y así fue como conocí a Pedro —concluyó ella, con los ojos muy lejos—. Realmente es bastante genial, Paula, golpeando todo a un lado.


—Sí, golpeando a un lado —reflexioné, pasando mis dedos hacia atrás y adelante a través de las copas de las flores.


—Espero que llegues a conocerlo un poco mejor —dijo con una sonrisa, tratando de emparejarnos de nuevo.


—Cálmate allí. Hemos llamado a una tregua, pero eso es todo. —Me reí, moviendo el dedo.


Se levantó y se dirigió hacia la puerta. —Eres muy atrevida para alguien que se supone que trabaja para mí —dijo, tratando de parecer grave.


—¡Bueno, yo tendría mucho trabajo por hacer si se me permitieras volver a ello y terminaras con tus tonterías! —dije, mirándola severamente.


Ella se rió y miró a la recepción.—¡Oye, Maggie! ¿Cuando perdí el control de esta oficina? —gritó.


—Nunca lo tuviste realmente, Josefina —gritó Maggie de regreso.


—¡Oh, ve hacer café o algo así! Y tú —dijo ella, volviéndose hacia mí y señalando—. Diseña algo brillante para el sótano de los Nicholson.


—Una vez más, podría haber estado haciéndolo mientras estaba cotorreando lejos de aquí... —murmuré, golpeando mi lápiz en mi reloj.


Ella suspiró. —En serio, Paula, él es muy dulce. Creo que ustedes dos podrían ser grandes amigos —dijo ella, apoyándose en la puerta.


¿Qué pasa con todo el mundo apoyándose en las puertas
últimamente?


—Bueno, siempre puedo usar otro amigo, ahora, ¿puedo? —Moví una mano mientras ella desaparecía.


Amigos. Amigos que convocaron a una tregua.

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