—¡Oh, Dios mío! ¿Cuáles son las probabilidades? —exclamó Josefina en el almuerzo, dos horas después.
—Bueno, considerando que toda mi vida ahora parece ser dictada por extrañas coincidencias, creo que está justo en su lugar.
Rompí un trozo de pan y mastiqué determinadamente.
—Pero quiero decir, ¡vamos! ¿Cuáles son las probabilidades, en serio?
—Se preguntó de nuevo, sirviéndonos otro vaso de Pellegrino.
—Oh, no hay nada al azar en esto. El tipo no deja cosas al azar. Él sabía exactamente qué estaba haciendo cuando se acercó a ti en esa caridad el mes pasado.
—No —exhaló.
—Sip. Me dijo. Me vio, ¿y cuando se dio cuenta de que trabajaba para ti? ¡Bam! Necesita una diseñadora de interiores. —Sonreí, pensando en que él siempre arreglaba las cosas exactamente como las quería. Bueno, casi todo.
—No te preocupes, Paula. Lo moveré a otro diseñador, o tal vez lo tomaré yo misma. No tienes que trabajar con él —dijo, palmeando mi mano.
—¡Oh, infiernos no! Ya le dije que sí. Voy a hacer esto totalmente. — Crucé mis brazos sobre mi pecho.
—¿Estás segura?
—Sip. No hay problema. No es que hubiéramos tenido una mala ruptura. De hecho, en lo que a rupturas se trata, fue suave. No quería aceptar el hecho de que lo estaba dejando, pero eventualmente lo entendió. No creyó que yo tuviera las bolas para hacerlo, y hombre, estaba sorprendido. —Jugué con mi servilleta.
Había salido con James la mayor parte de mi último año en Berkeley.
Él ya estaba en la escuela de leyes, continuamente avanzando en su camino a un futuro de perfección. Mi dios, él era hermoso—fuerte y atractivo, y muy encantador. Nos conocimos en la biblioteca una noche, tomamos café algunas veces, y creció a una relación sólida.
¿El sexo? Irreal.
Él fue mi primer novio serio, y sabía que quería casarse conmigo en algún punto. Tenía ideas muy específicas sobre lo que quería de su vida, y eso definitivamente me incluía a mí como su esposa. Y él era todo lo que yo había pensado que quería en un esposo. El compromiso era inevitable. Pero entonces comencé a notar cosas, pequeñas al principio, pero a su momento revelaron la imagen completa. Íbamos a donde él quería para cenar. Yo nunca elegía. Lo escuché diciéndole a alguien que él creía que mi fase de “decoradora” no duraría mucho, pero que sería agradable tener una esposa que pudiera hacer una casa bonita. El sexo seguía siendo genial, pero estaba irritada con él más y más, y dejé de seguirlo para llevarnos bien.
Cuando comencé a darme cuenta de que él ya no era lo que yo quería para mi futuro, las cosas se pusieron un poco torcidas.
Peleamos constantemente, y cuando decidí terminar la relación, él intentó convencerme de que estaba haciendo la decisión equivocada.
Yo sabía más, y finalmente aceptó que realmente había terminado—y no estaba sólo buscando un “ajuste femenino,” como a él le gustaba llamarlos. No mantuvimos el contacto, pero él había sido una gran parte de mi vida por un largo tiempo, y atesoraba los recuerdos que teníamos juntos.
Atesoré lo que él me enseñó sobre mí misma. Sólo porque no funcionamos como pareja no quería decir que no
podíamos trabajar juntos, ¿no?
—¿Estás segura sobre esto? ¿Realmente quieres trabajar con él? — preguntó Josefina una vez más, pero podía decir que ella estaba lista para dejarlo ir.
Pensé sobre eso de nuevo, volviendo a ver el destello de recuerdos que había visto cuando lo vi de pie en el vestíbulo. Cabello rubio arenoso, ojos perforadores, sonrisa encantadora: había sido golpeada con una ola de nostalgia y sonreí abiertamente mientras el cruzaba hacia mí.
—Hola allí, extraña —había dicho él, ofreciéndome su mano.
—¡James! —jadeé, pero me recuperé rápidamente—. ¡Te ves genial! —Nos abrazamos, para la sorpresa boquiabierta de Romina.
—Sí, estoy segura —le dije a Josefina—. Será bueno para mí. Llámalo una experiencia de maduración. Además, no quiero dejar ir la comisión. Veremos qué pasa esta noche.
Con eso ella levantó la mirada desde su menú. —¿Esta noche?
—Oh, ¿no te lo dije? Vamos a ir por bebidas para ponernos al día.
* * *
Me paré en frente del espejo, aplastando mi cabello y revisando mis dientes por el labial obstinado. El resto del día de trabajo se había ido rápido, y ahora me encontraba a mí misma en casa preparándome para esta noche. Habíamos quedado solo para tomar algo, muy casual, a pesar de que estaba dejando la opción abierta a la cena.
Pero los pantalones pitillos, la camiseta de cuello alto negra, y la chaqueta de cuero gris corta eran tan sofisticados como yo me iba a poner.
El tiempo que había pasado esta mañana con James en la oficina fue placentero, y cuando me había invitado a tomar algo para ponernos al día, acepté instantáneamente. Estaba ansiosa de saber en qué había estado él, así como de asegurarme que seríamos capaces de trabajar juntos. Él fue una gran parte de mi vida en un momento, y la idea de ser capaces de trabajar con alguien con quien alguna vez había sido tan cercana se sentía bien para mí. Se sentía maduro.
¿Un cierre? No estoy segura de cómo llamarlo, pero parecía la cosa natural de hacer.
Me iba a pasar a buscar a las 7, y yo planeaba encontrarme con él afuera. Aparcar en mi calle era ridículo. Un vistazo al reloj me dijo que era hora de ir yendo, así que le di un rápido beso de despedida a Olaf, quien había estado comportándose de lo mejor desde el incidente del pis y me meto en el vestíbulo.
Y me encuentro directamente con Pedro, quien estaba en frente de mi puerta.
—De acuerdo, ¡oficialmente eres mi acosador! No hay más pan de calabacín, señor. Espero que hayas hecho durar esa barra porque no hay más para ti —le advertí, presionando desde mi puerta delantera con el dedo índice.
—Lo sé, lo sé. En realidad estoy aquí en misión oficial —rió él, levantando los brazos en derrota.
—¿Caminas conmigo? —pregunté, señalando hacia las escaleras con la cabeza.
—Estoy dirigiéndome afuera también. Voy a rentar una película —explicó mientras comenzábamos a bajar.
—¿La gente aún renta películas? —bromeé, rodeando la esquina.
—Sí, la gente todavía renta películas. Sólo por eso vas a tener que ver lo que sea que yo elija —respondió él, levantando una ceja.
—¿Esta noche?
—Seguro, por qué no. Estaba viniendo para ver si querías salir. Te debo una cena por la otra noche, y tengo la urgencia de ver algo fantasmal... —aterrizó en el tema de The Twilight Zone .
No pude evitar reír ante sus manos en garras y los ojos bizcos.
—La última vez que alguien me invitó a alquilar una película era un código para 'besuqueos en el sofá'. ¿Estoy a salvo contigo?
—¡Por favor! Tenemos esa tregua, ¿recuerdas? Soy todo treguas.Entonces, ¿esta noche?
—Desearía poder, pero tengo planes esta noche. ¿Mañana en la noche? —Dimos la vuelta a la última escalera y pasamos a la entrada.
—Mañana puedo. Ven a casa después del trabajo. Pero yo elijo la película, y te voy a hacer la cena. Lo menos que puedo hacer por mi pequeña cockblocker . —Él sonrió, y yo le di un puñetazo en el brazo.
—Por favor deja de llamarme así. De lo contrario no llevaré el postre —dije, bajando mi voz y batiendo mis pestañas como una tonta.
—¿Postre? —preguntó, manteniendo la puerta abierta mientras yo salía hacia la noche.
—Aaa-jaam. Recogí algunas manzanas ayer mientras estaba afuera, y he estado deseando pastel toda la semana. ¿Cómo suena eso? — pregunté, observando la calle en busca de James.
—¿Pastel de manzana? ¿pastel de manzana casero? Cristo, mujer, ¿estás intentando matarme? Mmm... —Chasqueó los labios y me miró con avidez.
—¿Por qué, señor, luce como si hubiera visto algo que le gustaría comer? —Le ofrecí mi mejor Scarlett.
—Si te presentas mañana en la noche con un pastel de manzana, y puede que no te deje ir —jadeó él, sus mejillas sonrosadas y el pelo desordenándose en el aire frío.
—Eso sería terrible —susurré. Guau—. Bueno, entonces, ve a buscar tu película —dije, empujando en broma al metro ochenta de ardiente delante de mí. ¡Recuerda el harén! Grité dentro de mi cabeza.
—¿Paula? —vino una voz preocupada de detrás de mí, y me di la vuelta para ver a James caminando hacia nosotros.
—Hola, James —lo llamé, alejándome de Pedro con una risita.
—¿Estás lista para irnos? —preguntó, mirando a Pedro
cuidadosamente. Pedro se irguió en toda su altura y le devolvió la mirada, igual de cuidadosa.
—Sip, lista para irnos. Pedro, este es James. James, Pedro. —Se inclinaron para darse la mano, y pude ver que ambos ejercieron un poco de fuerza extra, ninguno pareciendo querer ser el que soltara primero. Rodeé los ojos. Sí, chicos. Ambos pueden escribir sus nombres en la nieve. La pregunta es, ¿quién haría las letras más grandes?
—Encantado de conocerte, James. Era James, ¿Verdad? Soy Pedro. Pedro Alfonso.
—Correcto. James. James Brown.
Vi el principio de una risa en la cara de Pedro.
—De acuerdo, James, deberíamos ir yendo. Pedro, hablaré contigo más tarde —interrumpí, finalizando el apretón de manos del siglo.
James se dio la vuelta hacia donde estaba aparcado su auto en doble fila, y Pedro me miró.
—¿Brown? ¿James Brown? —articuló con la boca, y yo evité mi propia risa.
—Shh —articulé en respuesta, sonriéndole a James cuando se dio la vuelta hacia mi.
—Encantado de conocerte, Pedro. Nos vemos —dijo James,
dirigiéndome al auto con su mano en la parte baja de mi espalda. No pensé dos veces en eso, ya que así es como siempre solíamos caminar juntos, pero los ojos de Pedro se ampliaron un poco ante la vista.
Mmm...
James abrió la puerta para mí, luego dio la vuelta hacia su lado.
Pedro todavía estaba parado en el frente de nuestro edificio cuando nos fuimos. Froté mis manos en frente del calefactor y le sonreí a James mientras conducía a través del tráfico.
—Entonces, ¿a dónde nos dirigimos?
Buenísimos los 2 caps!!!!! Cada vesz + interesante esta historia.
ResponderEliminarQuierooo maaaas!! Jaja
ResponderEliminar@pepepauoli
Ya no me gusta James ! Jajajajaj
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