sábado, 19 de julio de 2014

CAPITULO 30



—Gah, —respondí, los ojos cruzándose un poco ante el sexo en dos patas que se mostraba frente a mí.


Él mordió. —Dulce. Dulce, Paula.


—Gah, —manejé de nuevo. El Cerebro sabía que esto era malo. El Corazón estaba latiendo fuera de nuestro pecho.


—¿Bueno para ti? —preguntó, esa sonrisa conocedora pisando peligrosamente cerca del territorio de la sonrisa de satisfacción.


—Bueno para mí, —respondí, en fuego después de la lamida de dedos. Estúpida tregua, estúpido harén. ¿A quién le importaba si no había un real O? Necesitaba estar en contacto con este hombre de la peor manera.


Mi pared sexual había sido golpeada, y cuando me preparaba para arrancarle la ropa de su cuerpo, tirarlo al suelo, y montarlo en medio de una pila de manzanas y canela sólo con un rodillo para guiarnos, mi teléfono sonó.


Gracias, Jesús.


Miré al demonio con ojos azules y me lancé al otro lado de la habitación, lejos del vudú revolvedor de cerebros. Vi su cara mientras corría, y el se veía un poco decepcionado.


—Chica, ¿qué vas a hacer esta noche? —Gritó Moni en el teléfono. Lo sostuve lejos de mi oreja antes de que la hemorragia comenzara.


Moni tenía tres niveles de sonido: Alto Normal, Alto Emocionado, y Alto Borracho. Ella estaba dejando el Emocionado y estaba en camino al Borracho.


—Me estoy preparando para cenar. ¿Dónde estás? —Pregunté, asintiéndole a Pedro que había comenzado a verter las manzanas en el molde del pastel.


—Salí a tomar con Sofia. ¿Qué estás haciendo? —Gritó.


—Te acabo de decir, ¡preparándome para cenar! —Me reí.


Pedro vino a la sala de estar con el pastel en sus manos. —¿Debería poner esto en el horno? —Preguntó.


—Espera, Moni. Aún no, aún necesito pasarle un poco de crema, —le dije, y él se metió de nuevo en la cocina.


—¡Paula Chaves, ese era un hombre! ¿Quién era? ¿Con quién vas a cenar? ¿Y a qué le estás pasando crema? —Me disparó, su voz cada vez más fuerte.


—Cálmate. ¡Dios mío, eres escandalosa! Voy a cenar con Pedro, y estamos haciendo un pastel de manzana, —le expliqué, lo cual ella inmediatamente le gritó a Sofia.


—Mierda, —murmuré cuando escuché el teléfono ser tirado lejos de Moni.


—Chaves, ¿qué estás haciendo? ¿Estás haciendo pasteles con tu vecino? ¿Estás desnuda? —Gritó Sofia, tomando su turno para molestarme.


—De acuerdo, no, y ustedes necesitan calmarse. Voy a colgar ahora,—grité sobre ella gritándome a mí. Podía escuchar a Moni gritar cosas sucias sobre pasteles y crema. Sofia estaba en medio de amenazarme con no colgarle, cuando justo hice eso.


Suspiré y fui a encontrar a Pedro, con sus manos llenas de pastel.


Aspiré a mi pesar.






—Oh, Dios mío, esto está tan bueno, —lloriqueé, cerrando mis ojos y perdiéndome con las sensaciones.


—Sabía que te gustaría, pero no tenía idea de que lo disfrutarías tanto, —susurró, mirándome con gran atención.


—Deja de hablar, vas a arruinarlo para mí, —gemí, estirándome y sintiendo como yo respondía a todo lo que él me estaba dando.


—¿Querías otra? —me ofreció, levantándose sobre los codos.


—Si me tengo otra, no voy a ser capaz de caminar mañana.


—Adelante, se una mala chica —te lo mereces. Se que la quieres, Paula, —bromeó, inclinándose más cerca.


—Está bien, —logré decir, abriéndosela de nuevo. Cerré mis ojos y lo escuché revolviendo algo antes de meterlo. Suspirando mientras lo sentí, cerré mis labios alrededor de lo que me ofrecía.


—Nunca había visto a una mujer que pudiera tener tanto en una sentada, —se maravilló, mirándome desatarme una vez más.


—Sí, bueno, nunca has conocido a una mujer a la que le gusten las albóndigas tanto como a mí, —gemí con la boca llena, sintiéndome llena más allá de la creencia, pero no queriendo que esta comida termine.


Pedro me había cocinado muy posiblemente la comida más perfecta, golpeando cada papila gustativa que necesitaba ser golpeada. Él había aprendido a hacer las albóndigas más increíbles de una mujer en Nápoles, y él había jurado que serían las mejores que había probado. Después de no menos de siete bromas sobre bolas y mocas, tuve que estar de acuerdo de que eran las mejores bolas que había tenido en mi boca.


Dios, él daba geniales albóndigas.


Luego procedí a comer casi medio kilo de pasta yo sola, así como todas mis albóndigas, más de la mitad de las de él. Insistí en que él comiera la última, pero se negó y trajo la perfección que era su albóndiga hacia mi boca dispuesta.


Pedro era un anfitrión excelente, insistiéndome que me sentara, bebiera vino, y que viera en vez de ayudar. Me entretuvo con historias sobre sus viajes mientras tenía todo listo, y mientras la comida era simple, era buena. —Nonni me hizo prometerle que si me mostraba como hacer su polpette sólo las serviría con su salsa especial. Si me atrevía a servirlas con un tarro de salsa marca Prego, ella cruzaría el océano para quebrar su cuchara de madera en mi espalda.


—¿Ella te hizo decirle Nonni? —Me reí, echándome hacia atrás en mi silla y desabotonándome el botón superior de los vaqueros. No tenía vergüenza. Había comido una cantidad obscena.


—¿Sabes lo que significa Nonni? —preguntó, sorprendido.


—Yo tenía una bisabuela italiana. Ella insistía que la llamáramos Nonni. —Me reí de nuevo cuando sus ojos fueron hasta mis manos que masajeaban mi estómago.


—¿Vas a estar bien allí? —Levantó las cejas mientras se levantaba para limpiar.


—Sip, sólo necesito respirar un poco. —Gemí, levantándome de la mesa.


—No, no, no tienes que ayudarme, —dijo, corriendo hacia mi lado y tomando mi plato.


—Oh, no, no lo iba a hacer. Iba a dejar esto y desmayarme en ese sofá justo allí, —dije, señalando hacia la sala de estar.


—Ve a relajarte. Cualquiera que acaba de tener tantas bolas en su boca merece un descanso, —bromeó, y yo le jalé una oreja.


—¡Dije que no más bromas sobre bolas! Ya tuviste tu diversión, ahora déjame ir a morir en paz. —Me arrastré hasta la sala de estar.


Realmente había hecho un pequeño cerdo de mí misma, pero estuvieron realmente buenas. Me recliné y abrí otro botón de mis vaqueros, relajándome en los cojines y reproduciendo algunos de los puntos más buenos de la noche.


Ver a Pedro cocinar fue, en una palabra, sexy. Él realmente estaba en la casa en una cocina, su alboroto sobre el pastel de antes a un lado. Incluso su ensalada —simple, verde y con aderezo de limón y aceite de oliva, sal, pimienta, y un buen parmesano —era fácil y perfecta.


—Sal rosa Himalaya, muchas gracias, —había dicho orgulloso, sacando una bolsa de su despensa. Él lo había traído de uno de sus muchos viajes y me hizo probar un poco antes de rociarlo sobre la ensalada. Pudo haber sido pretencioso, pero se ajustaba a Pedro. Las muchas facetas de este chico eran asombrosas. Mis primeros supuestos sobre él estaban probando que estaba completamente equivocada. Como los supuestos tienden a ser…


Podía escucharlo ocupándose de los platos, y tanto como
probablemente pude haber ido a ayudarlo, simplemente no podía sacarme del sofá. Me acurruqué en mi lado y miré alrededor de su sala de estar de nuevo, mis ojos volvieron a las pequeñas botellas de arena de todo el mundo. Me maravillé de qué tan viajero era, y cuanto él parecía disfrutarlo. Miré las fotos de la mujer en Bora Bora —su piel oscura y hermosa y los planos suaves de su cuerpo— y pensé sobre cuan diferentes eran las tres mujeres de su harén. Oops, hagan eso tres ahora que Katie/Spanx estaba con su nuevo hombre.


De pronto pude oler el pastel de manzana y escuchar el ruido metálico de la puerta del horno cerrarse. Yo lo había puesto en su horno tan pronto como vinimos así estaría listo para después de la cena.


—No te atrevas a servirme pastel ahora. ¡Estoy llena, te lo digo, llena! —Le grité.


—Tranquila, sólo se está enfriando, —me regañó, viniendo alrededor de la esquina desde la cocina—. Tienes que moverte un poco, hermana. Es hora de la película, —indicó, empujándome con su dedo gordo del pie mientras yo luchaba por sentarme recta.


—¿Qué es lo que vamos a ver?


—El Exorcista, —susurró, apagando la luz al final de la mesa y dejando la sala muy oscura.


—¿Estás jodiéndome? —Grité, inclinándome sobre él para encenderla de nuevo.


—No seas cobarde. Vas a verla, —siseó, apagándola de nuevo.


—No soy cobarde, pero está lo estúpido y lo no estúpido, ¡y lo estúpido es ver una película como El Exorcista con las luces apagadas! ¡Eso sólo es meterse en problemas! —Siseé, encendiéndola otra vez.


Estaba comenzando a parecerse a una discoteca aquí…


—Está bien, haré un trato contigo. Luces apagadas, pero —me hizo callar con su dedo cuando vio que iba a comenzar a interrumpirlo —si te asustas mucho, encendemos las luces. ¿Trato?


Yo seguía inclinada sobre él en mi camino a encender las luces de nuevo cuando noté lo cerca que estaba de su cara. Y el ángulo en el que estaba sobre él como una chica esperando a ser nalgueada. Y sabía que él era capaz de darme una…


—Bien, —resoplé mientras los créditos iniciales comenzaron. Regresé a la posición normal de sentada.


Él me sonrió triunfalmente y me dio un pulgar hacia arriba.


—Si me muestras ese pulgar una vez más te lo voy a morder, — gruñí, tirando de un afgano de la parte trasera del sofá y enroscándolo protectoramente alrededor de mí. 


Un minuto en la película, y yo ya estaba asustada.


Estaba tensa a partir de ese momento, y cualquier idea que pude haber tenido sobre chicas siendo ridículas con los chicos cuando miraban películas de miedo se fue por la borda cuando Regan se orinó en la cena.


Cuando el sacerdote llegó para una visita, yo estaba prácticamente sentada en el regazo de Pedro, mi mano derecha tenía un apretón mortal en su muslo, y yo estaba viendo la película a través de los agujeros del afgano, el cual había colocado totalmente sobre mi cabeza.


—Realmente, literalmente, te odio por hacerme ver esta película, — susurré en su oído, el cual estaba justo en mi cara porque me negaba a dejar cualquier espacio entre nosotros. Yo incluso lo había acompañado al baño antes cuando tomamos un descanso. Él insistió en que me quedara afuera en el pasillo, pero me quedé de pie justo
afuera de la puerta, con los ojos mirando alrededor furtivamente, aún con el afgano sobre mi cabeza.


—¿Quieres que la detenga? No quiero que tengas pesadillas, — susurró de vuelta, sus ojos en la pantalla.


—Sólo no golpees las paredes por unas cuantas noches, por favor. No seré capaz de soportarlo, —dije, mirándolo a través de uno de mis agujeros.


—¿Has escuchado algún golpe últimamente? —preguntó, rodando los ojos como lo hacía cada vez que me miraba con el ridículo afgano en la cabeza.


—No, en realidad no. ¿Por qué es eso? —pregunté.


Él tomó aliento. —Bueno, yo —comenzó, y luego los ruidos más maniáticamente aterradores comenzaron a venir de la televisión, y los dos saltamos.


—Bueno, tal vez esta película es un poco aterradora. ¿Quieres sentarte más cerca? —preguntó, presionando el botón de pausa en el control.


—Pensé que nunca lo pedirías, —exclamé, lanzándome plenamente en su regazo y asentándome entre sus muslos—. ¿Quieres un poco de afgano? —ofrecí, y él se rió.


No, puedo enfrentarlo como un hombre. Tú, sin embargo, quédate allí abajo, —bromeó.


Le entrecerré mis ojos a través de los agujeros y metí un dedo a través del tejido. —Adivina cuál dedo es este, —dije, moviéndolo hacia él.


—Shhh, película, —contestó, envolviendo sus brazos alrededor de mí y tirando de mí contra su pecho.


Él era cálido y fuerte y poderoso, pero absolutamente no puede competir con el terror que era El Exorcista. ¿De qué hemos estado hablando? Ahora no podía pensar en ninguna pared golpeada excepto la que Regan estaba golpeando actualmente y salpicando con sopa de guisantes. Miramos el resto de la maldita película enrollados uno alrededor del otro como pretzels, y él finalmente sucumbió a la falsa seguridad que los agujeros del afgano podían proporcionar.

3 comentarios:

  1. Geniales los 3 caps!!!! Pero me quedo con ganas de más, quiero saber qué pasa después jajajaja

    ResponderEliminar
  2. Buenisimos los capitulos,segui subiendo!!!

    ResponderEliminar
  3. ME ENCANTA,ME ENCANTAAAAAA LA NOVEEEE!!!!!!!YA quiero los prox caps!!!jajajaj bsooo @GraciasxTodoPYP

    ResponderEliminar