LO HABÍA FINGIDO.
Fingido con Pedro. Debe haber una regla escrita en algún lugar, tal vez incluso cincelada en una lápida: No lo fingirás con un Wallbanger.
Que así esté escrito, que así esté hecho. Lo fingí, y ahora estaba condenada a vagar por el planeta por siempre, sin O.
¿Estaba siendo demasiado dramática? Oh, sí. Pero si esto no pedía un poco de drama, ¿qué lo haría?
La siguiente mañana, estaba fuera de la cama antes de que Pedro despertara, algo que no había hecho durante todo el tiempo que estuvimos en nuestro viaje juntos.
Usualmente , nos quedábamos en la cama hasta que el otro estaba despierto, y luego nos quedábamos un rato, riendo y hablando. Y besándonos.
Mmm, los besos.
Pero esta mañana corrí rápidamente a través de la ducha y estaba en la cocina haciendo el desayuno cuando un Pedro soñoliento entró.
Arrastrándose sobre el suelo en sus medias, con los boxers bajos en sus caderas, sonrió a través de su bruma de sueño y se acurrucó a mi lado mientras yo partía unas rodajas de melón y moras.
—¿Qué estás haciendo aquí? Estaba un poco solitario. Gran cama, no Paula. ¿A dónde te fuiste? —Preguntó, plantando un beso en mi hombro.
—Necesitaba comenzar a moverme esta mañana. ¿Recuerdas que el auto viene por mí a las diez? Quería hacerte el desayuno antes de irme. —Sonreí, dándome la vuelta para darle un beso rápido.
Él me detuvo de darme la vuelta de nuevo y me besó más
profundamente, sin dejarme darme prisa con nada. Podía sentirme cerrándome, y era casi incapaz de detenerlo.
Necesitaba algo de tiempo para procesar esto, para entender cómo me estaba sintiendo—además de miserable. Pero adoraba a Pedro, y él no merecía esto.
Así que me dejé caer en el beso, dejarme llevar por este hombre una vez más. Lo besé febrilmente, apasionadamente, y luego me aparté justo antes de que pudiera convertirse en otra cosa más que un beso.
—¿Fruta?
—¿Eh?
—Fruta. Hice ensalada de frutas. ¿Quieres un poco?
—Oh, sí. Suena bien. ¿Café hecho?
—El agua está hirviendo. Las tazas están listas. —Le di una palmadita en la mejilla mientras le hacía una seña a la tetera. Convivimos en la cocina, hablando un poco, y Pedro robándome un beso o dos aquí y allá. Traté de no mostrar lo desordenado que estaba mi cerebro, traté de actuar tan normal como pude. Pedro parecía sentir que algo
pasaba, pero tomó la indirecta, me dejó liderar esta mañana.
Nos sentamos en la terraza una última vez, comimos nuestros desayunos juntos viendo las olas rodar.
—¿Estás contenta de haber venido? —preguntó.
Mordí mi labio ante lo obvio. —Estoy muy contenta. El viaje fue increíble. —Le sonreí, extendiendo la mano sobre la mesa por la suya y dándole un apretón.
—¿Y ahora?
—¿Y ahora qué? De vuelta a la realidad. ¿A qué hora sale tu vuelo mañana?
—tarde. Realmente tarde. Debería llamarte o… —Lo dejó ahí, aparentemente preguntándome si debía venir.
—Llámame cuando llegues, no importa la hora, ¿está bien? —Le respondí, bebiendo mi café y mirando el océano. Él estaba callado ahora, y esta vez cuando mordí mi labio fue para tratar de no llorar.
***
Había empacado temprano, así cuando el chofer llegara, yo estaba lista para irme. Pedro había tratado de tentarme para unírmele en la ducha, pero me excusé, inventando la excusa de tener que encontrar mi pasaporte. Estaba entrando en pánico y apartándome justo cuando nos habíamos acercado, pero esto realmente me había lanzado a un bucle.
Había puesto todos mis Os en una canasta, y el problema no era Pedro. Era yo. El sexo había sido increíble, irreal, perfección incluso con un condón puesto, y aún así, no.
Pedro sacó mis maletas hacia el auto y las colocó en el maletero.
Después de hablar con el chofer por un momento, volvió conmigo mientras yo caminaba por la casa una última vez.
En verdad había sido un cuento de hadas, y había disfrutado cada momento.
—¿Hora de irse? —le pregunté, inclinándome contra él cuando se me acercó en la barandilla de la terraza. Estaba agradecida por la sensación de tenerlo contra mí.
—Hora de irse. ¿Tienes todo lo que necesitas?
—Creo que sí. Sin embargo, desearía poder encontrar una manera de conseguir algunos de esos langostinos en casa, —me reí, y él resopló en mi pelo.
—Creo que podemos encontrar algo en casa que sea adecuado. ¿Tal vez podamos invitar a los otros la próxima semana y recrear algunas de las cosas que comimos aquí?
Me di la vuelta para mirarlo. —¿Hacer nuestro debut? —le sonreí.
—Sí, claro. quiero decir, si quieres, —añadió tímidamente,
mirándome cuidadosamente.
—Sí quiero, —respondí. Y lo quería. Incluso sin el estúpido, bendito O, yo quería estar con Pedro.
—Bueno, debut con camarones. Eso suena extraño.
Me reí mientras él me abrazaba. El chofer tocó la bocina, y nos arrastramos hacia el auto.
—Te llamaré cuando vuelvo, ¿está bien? —dijo.
—Allí estaré. Consigue un trabajo bien hecho, —le instruí.
Él apartó el pelo de mi cara y se inclinó para besarme una vez más.
—Adiós, Paula.
—Adiós, Pedro. —Me subí al auto. Y me alejé del cuento de hadas.
***
Lloré porque, bueno, estaba segura como la mierda que había mucha tensión en mi cuerpo, y tenía que salir de alguna manera. Y así lo hizo, a través de mis ojos. Estaba triste, y frustrada. Ahora, había terminado de llorar.
Traté de leer. Me había abastecido de revistas basura en el
aeropuerto de Málaga. Mientras las hojeaba, títulos de artículos me llamaron la atención:
“Cómo saber si está teniendo el mejor orgasmo que puede tener”
“Haz tu camino a los múltiples con Kegel”
“Nuevo plan de pérdida de peso: ¡Ten orgasmos en tu camino a estar más delgada!”
La Paula de abajo, Cerebro, Columna Vertebral y Corazón estaban alineados y lanzando piedras a Nervios, que estaba haciendo todo lo posible para esconderse.
Colgué todas mis nuevas revistas, arrojándolas en el respaldo del asiento delante de mí. Agarré mi computadora portátil, la encendí, y me puse los auriculares. Había cargado algunas películas antes del último vuelo. Podría dejar que mi cerebro escape con una película. Sí, puedo hacer eso. Me desplacé a través de algunas de las películas
que tenía en mis archivos... ¿Cuando Harry encontró a Sally? Nop, no con esa escena de la tienda de comestibles. ¿Top Gun? No, ¿esa escena en la que lo hacen, y es todo azul iluminado con la brisa soplando a través de las cortinas de gasa? No, demasiado cerca de mi cuento de hadas.
Encontré una película que podría ver con seguridad, tomé tres pastillas de Tylenol, y me quedé dormida antes de que Luke aprendiera a usar su sable de luz.
***
Había logrado dormir, había terminado con el llanto de mierda, y ahora estaba bien y furiosa. Y en un vuelo donde el ritmo se desanimaba. Tuve que quedarme en mi asiento y tratar de racionalizar lo que hacer con esta rabia y cómo iba a vivir toda mi vida la sin esperanza de un O. Y de nuevo, ¿demasiado dramático? Tal vez, pero sin O a la vista, es fácil tener una visión del túnel.
Finalmente, aterricé en el Aeropuerto de San Francisco, y mientras seguía a la multitud en el reclamo de equipaje, física y emocionalmente agotada, vi la cara de alguien que no quería volver a ver.
Carlos Weinstein. Esa maldita ametralladora.
En el quiosco, su cara de tonto estaba estampada en una campaña publicitaria gigante de Slice o’ Love Pizza Parlors.
Me paré delante de la cabeza gigante, que llevaba la mayor sonrisa-comilona de mierda mientras posaba con una rebanada gigante de pepperoni, y mi ira burbujeó. Ahora tenía una cara. Mi ira tenía una cara, y era una cara de tonto. Quería darle un puñetazo en la cara, pero era sólo una imagen.
Por desgracia, eso no me detuvo.
No es una cosa inteligente a hacer, tener un ataque en un aeropuerto internacional. Resulta que fruncen el ceño en eso. Así que después de una advertencia enérgica , y la promesa de que nunca volvería a atacar a un cartel de nuevo, puse mis cosas dentro de un taxi, apestando a avión, y regresé a mi apartamento. Le di una patada a mi propia puerta esta vez, y cuando lancé mis bolsas en el suelo, vi las dos únicas cosas que podrían hacerme sonreír.
Olaf y mi KitchenAid.
Con un maullido enérgico, vino corriendo hacia mí, en realidad saltando en mis brazos y mostrando el afecto que reservaba para momentos exactamente como estos. De alguna manera su cerebro pequeño de gato sabía que lo necesitaba, y él prodigó atención en mí como sólo él podía. Sacudiendo la cola y ronroneando incesantemente. Embistió con la cabeza debajo de mi barbilla, la envolvió con sus grandes patas alrededor de mi cuello, y me dio un pequeño abrazo gatuno. Riendo en su piel, lo abracé. Era bueno estar en casa.
¿El tío Juan y el tío Antonio, cuidaron bien de ti? ¿Eh? ¿Quién es mi chico bueno? —Arrullé, derribándolo al suelo y agarrando una lata de atún, su regalo por comportarse mientras yo no estaba. Pasando ahora de Olaf, quien se había centrado únicamente en su plato, mis ojos se fijaron como lasers en mi KitchenAid. Iba a darme una ducha,
y luego iba a hornear. Necesitaba hornear.
***
Ellos tomaron algunas medidas adicionales, pero oh chico, que valían la pena. Demonios, ¿qué hora era? Miré a mi alrededor para encontrar a Olaf y no lo ví.
Me arrastré hasta la puerta, notando que había azúcar en todo el piso, marrón y blanco, y yo estaba realizando una accidental baile de suaves zapatos. Hubo otro golpe en la puerta, más insistente esta vez.
—¡Ya voy! —grité, rodando los ojos ante la ironía. Cuando levanté la mano para abrir la puerta, me di cuenta del chocolate derretido encima de mis nudillos. No queriendo desperdiciar ni uno solo, les di una celestial lamida mientras abría la puerta.
Allí estaba Pedro, viéndose agotado.
—¿Qué estás haciendo aquí? No se supone que estuvieras en casa hasta que…
—No se supone que estaría en casa hasta tarde esta noche, lo sé.Tomé un vuelo anterior. —Pasó junto a mí hacia el interior de mi apartamento.
Mientras cerraba la puerta y me volvía hacía él, alisé mi delantal un poco, sintiendo los trozos de masa de galletas que se aferran a la tela. —Tomaste un vuelo anterior. ¿Por qué? —le pregunté, caminando lentamente hacia él.
Miró a su alrededor con una sonrisa divertida, señalando los
montones y montones de galletas, pasteles surtidos en los alféizares de las ventanas, hogazas de pan de calabacín envueltas en aluminio, panes de calabaza, de arándano y naranja, apilados como los cimientos de una casa a lo largo de todo la mesa de comedor. Sonrió una vez más, y luego se volvió hacia mí, recogiendo una pasa de mi frente que yo ni siquiera sabía que estaba atrapada allí.
—¿Vas a decirme por qué lo fingiste?
Wowwwwwwwwwwwww, qué intensos los 2 caps!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarWow buenisimo!!! Segui subiendo!!!
ResponderEliminarAy! se dio cuenta!!! Q buenos q estuvieron los 2 capítulos! Me encanta Pau y su busqueda de la O!!! jajaja
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