miércoles, 30 de julio de 2014

CAPITULO 53





Estupefacta, yo me quedé con la boca abierta mientras él se dirigía más hacia la habitación para contemplar la comida horneada. El revolvió el azúcar e hizo una pausa para deslizar un dedo a través de un recipiente recubierto con chocolate derretido. Suspiré pesadamente mientras regresaba al mostrador para enfrentarme a él y la música cuando saqué una bola de masa de otro recipiente del
que se estaba saliendo.


¿Cómo él lo sabía? ¿Cómo iba a decirle? Yo pasé y amase la masa la masa - un brioche esponjoso y pegajoso – haciendo que mi cara ardiera. Pensé que había actuado bastante bien. Me atreví a mirarlo mientras lamía el chocolate de su dedo, sus ojos cada vez más preocupado por mi amasar pensativo que se estaba convirtiendo en
perforador. Solté mi frustración con la masa brioche mientras reflexionaba una vida con menos O. Maldita sea.


Con su dedo limpio ahora, apartó un mechón de pelo detrás de mi oreja mientras yo continuaba golpeando/amasando y dándole vueltas. Hice una mueca cuando él me tocó, la gloriosa imagen de él estando encima de mí era imposible de ignorar.


-¿Vamos a hablar sobre esto?-, preguntó en voz baja, metiendo su nariz en mi cuello. Me apoyé en su cuerpo por un escaso segundo, entonces me sorprendí a mí misma.


-¿Qué hay que hablar? Ni siquiera sé de qué estás hablando. ¿Estás delirando por el cambio de hora?-, Le dije alegremente, evitando sus ojos mientras me preguntaba si podía sacar esto adelante. ¿Podría convencerlo de que estaba loco? Dios maldita sea, ¿cómo lo supo?


-Chica traviesa, vamos. Habla conmigo-, el me pincho, acariciando mi cuello. -Si vamos a hacer esto, nosotros necesitamos hablar el uno con el otro.


¿Hablar? Claro, yo podría hablar. El seguramente debe saber lo que se va a llevar estando conmigo, condenada a vagar por el planeta sin un O para el resto de mi vida. Cogí la masa una vez más y la lance contra la pared. Se escurrió y rodó hacia abajo, pegajosa como esas cosas espeluznantes con las que yo solía jugar cuando era una niña.


Me volví hacia él, con la cara todavía roja, pero más allá de cuidadosa ahora.


-¿Qué iba a ser eso?-, el preguntó con calma, señalando a la masa.


-Brioche. Iba a ser brioche-, le respondí rápidamente, con un tono frenético.


-Apuesto a que hubiese estado bueno.


-Es mucho trabajo, casi demasiado.


-Podríamos intentarlo de nuevo. Yo estaría encantado de ayudar.


-No sabes a lo que te estás ofreciendo. ¿Tienes alguna idea de lo complicado que es? ¿Cuántos pasos hay? ¿Cuánto tiempo puedes tardar?


-Las cosas buenas vienen a aquellos que esperan.


-Cristo, Pedro, no tienes ni idea. Yo quiero esto tan mal,
probablemente incluso más que tú.


-Ellos hacen picatostes de ella, ¿verdad?


-Espera, ¿qué? ¿De qué diablos estás hablando?


-Brioche. Es como una especie de pan, ¿no? Hey, deja de golpear la cabeza contra el mostrador.


El granito se sentía frío contra mí derrotada, piel caliente, pero me golpeé con menos fuerza cuando oí un borde de pánico en su voz.


Él lo sabía, y él todavía estaba aquí. Él estaba aquí en mi cocina en ese jersey azul de North Face, que hacía que sus ojos zafiros se vieran ahumados y todo su cuerpo se veía tierno y cálido y sexy y viril y eso me pateaba en la cabeza magníficamente. Y aquí estaba yo, cubierta de miel y pasas, golpeando mi cabeza contra el mostrador después de matar a mi brioche.


Matar a mi brioche. ¡Qué gran nombre para un enfoque, Paula!


Mi maldito corazón estaba tan cerca de saltar fuera de mi pecho cuando lo vio en la puerta. LP seguía cerca, apretando involuntariamente a la vista de él. Mi mente se había cerrado en estado de shock y la negación por un momento, pero ahora estaba analizando la situación e inclinándose hacia él anunciándolo como un candidato digno, teniendo en cuenta el tiempo y la distancia que se había tomado en descubrir la causa de mi preocupación. Mis agallas se enderezaron ahora, sabiendo innatamente que la postura correcta creaba un mejor aspecto, ¿podía culparla a ella? Los nervios... revoloteaban.


¿Por qué? ¿Por qué? Él quiere saber el por qué. Lo examiné entre mi flequillo... ejem... y vi que él estaba preocupado. Al igual que yo, mi cabeza estaba empezando a doler. Estaba cansada, abrumada, y sin orgasmos. ¿Y con un toque alegre y despreocupado?


Después de la explosión anterior, me levanté, entonces me moví un poco a la izquierda. Conseguí equilibrio, tome aire, y lo deje salir.


-¿Quieres saber por qué?


-Me gustaría. ¿Has terminado de golpearte?


-Dios lo bendiga, no más golpes. Bueno, por qué. ¿Por qué? Aquí va...- Yo me pasee en un círculo cerrado, esquivando las chispas de chocolate y las nueces que se habían congregado cerca de la barra en el suelo. Espié a Olaf en la esquina, golpeando un par de nueces de ida y vuelta entre sus patas. Frutos secos en todo el piso, nueces en mi cabeza. Correcto. -¿Sabes algo de pizzerías, Pedro?


Para su gran reputación, el me escucho. Escuchó mientras yo seguía y seguía, rodeando la isla de la cocina mientras yo despotricaba y me enfurecía. Apenas podía entenderlo yo misma: -Weinstein... una noche… ametralladora se fue... de noche... Jordan Catalano... Ni siquiera Clooney... pausa... Oprah ... solo... soltera... Ni siquiera Clooney!... Jason Bourne... casi Clooney... El camisón rosa... golpes...


Después de un rato se veía tan mareado que yo estaba empezando a sentirlo. Pero yo estaba decidida a todo. Trata de agarrarme cuando paso a su lado, pero yo esquivo sus manos, casi deslizándome en un parche de nueces trituradas, que había aplastado aún más con mi circuito. Yo había llevado una trayectoria a través del desorden.


Hice una última pasada, esta vez murmurando: -Cuento de hadas español con gambas-, cuando me tropecé con un molde para muffins y caí en sus brazos.


Él me abrazó, respirando en mí, besando mi frente. -Paula, nena,tienes que decirme lo que está pasando. ¿El murmullo? Es lindo y todo, pero no se llega a ninguna parte.- El apretó las manos en la parte baja de mi espalda, sosteniéndome a su lado. Me aparté un poco, resistiéndome a sus brazos, y lo miró fijamente a los ojos.


-¿Cómo lo sabes?-, Le pregunté.


-Vamos, a veces los chicos lo sabemos.


-No, de verdad. ¿Cómo lo supiste?-, Le pregunté de nuevo.


Me besó en la nariz suavemente. -Porque de repente, no eras mi Paula.


-Lo fingí, porque no he tenido un orgasmo en mil años-, declare eso de manera natural.


-¿Cómo?


-Voy a atravesar el pasillo hasta la puerta y le voy a dar una patada ahora-, suspiré, alejándome y revolviendo el azúcar.


-Espera, espera, espera, ¿qué? ¿Tú no has tenido un qué? -Él agarró mi mano y me volví hacia él, con todo lo que fuera con la puerta abierta.


-Un orgasmo, Pedro. Un orgasmo. El gran O, el clímax, el final feliz. No hay orgasmos. No para esta chica camisón. Carlos Weinstein me puede dar un descuento del cinco por ciento cuando quiera, pero a cambio, él tomó mi O. -Yo sorbí las lágrimas que llegaban ahora a mis ojos.- Así que tu puedes regresar a tu harén. ¡Voy a entrar a un convento muy pronto! -Grité, rompiendo finalmente la presa.


-¿Un convento? ¿Qué? Ven aquí, por favor. Mueve tu espectacular culo hasta aquí. -Él me sacó de mala gana de la cocina y me envolvió en sus brazos. Él me mecía mientras yo dejaba escapar sollozos y lamentos ridículos.


-Eres tan... tan... bueno... y yo no puedo... no puedo... eres tan bueno... en... la cama... y en todas partes... y no puedo... no puedo... Dios... Eres tan caliente... cuando viniste... tan caliente... y volviste a casa... y mate a mi brioche... y yo... yo... creo que... Te amo.


Pare totalmente. Respire. ¿Qué acabo de decir?


-Paula, hey, deja de llorar, niña hermosa. Mi mente está
procesando la última parte, ¿puedes repetirla para mí? 


Le había dicho a Pedro que lo amaba. Mientras mis mocos mojaban su North Face. Aspiré su olor, entonces me aparte de él y me dirigí a la pared para despegar la masa pegada allí. Los nervios volvieron a la vida, por una vez, trabajando por nosotros. ¿Podría cubrirlo? ¿Podría
reponerlo?


-¿Qué parte?-, Le pregunté a la pared y Olaf, que había dejado de jugar con sus nueces para escucharme.


-Esa última parte-, le oí decir con voz fuerte y clara.


-¿Maté a mi brioche?- Digo yo.


-¿De verdad crees que esa parte es la que te estoy preguntando?


-Um, ¿no?


-Vuelve a decirlo.


-No quiero.



- El brioche está realmente bueno, cuando no es con sabor a pared,-solté, mi agotamiento mezclado con mi confesión de un zumbido extraño. De hecho, sentí un poco de alivio.


-Date la vuelta, por favor-, pidió, y así lo hice. Se apoyó en el
mostrador, estirando su North Face. -Estoy un poco desfasado, así que un resumen rápido, si puedo. Uno, parece que tú has perdido tu orgasmo, ¿no?


-Sí-, murmuré, mirando como él se quitó el North Faces suave, arrojándolo sobre el respaldo de una de mis sillas.


-Dos, el brioche es realmente difícil de hacer, ¿no?


-Sí,- susurré, incapaz de mirarlo. Por debajo del North Face había una camisa blanca abotonada. ¿Cómo era lo suficiente bueno por sí mismo, pero a la par él lo hacía de forma tan lenta y metódica, enrollando las mangas? Fue fascinante.


-Y tres, ¿crees que me amas?-, preguntó, su voz profunda y gruesa, como la melaza y la miel y todas las cosas afgano-manta, no el país.


-Sí,- dije en voz baja, sabiendo que era cien por cien la verdad. Me encanta Pedro. Grande y gigante.


-¿Crees, o lo sabes?


-Lo sé.


-Bueno, ahora. Eso es algo a considerar, ¿no?-, Respondió, sus ojos bailando mientras se acercaba. -Realmente no tienes ni idea, ¿verdad?- Él extendió sus manos a lo largo de mi clavícula, rozando sus pulgares a través de las cimas de mis pechos.


Mi respiración se aceleró, mi cuerpo volviendo a la vida, a pesar de mí misma. -¿No tengo ni idea de qué?-, Murmuré, permitiendo que él me presionara contra la pared.


-Cómo tu me posees totalmente, Chica Traviesa,- dijo él, inclinándose para susurrar esta parte en mi oído. -Y sé que te amo lo suficiente como para que tu tengas tu final feliz.


Y entonces él me dio un beso-mi corazón estaba en el cielo-me besó como si fuera un cuento de hadas, a pesar de que en este cuento de hadas tenía la masa pegada en mi espalda y un gato con un pawful de frutos secos. Pero eso no me impide besarlo de nuevo, como si mi vida dependiera de ello.


-¿Sabías que empecé a caer por ti la noche en que golpeaste a mi puerta?-, preguntó, besando mi cuello. -¿Y que tan pronto como empecé a conocerte, yo no estuve con alguien más?


Di un grito ahogado. -Pero pensé, quiero decir, yo te vi con-


-Yo sé lo que tú pensaste, pero es la verdad. ¿Cómo iba a estar con alguien más cuando me estaba enamorando de ti?


¡El me amaba! Pero espera, ¿qué es esto? Él estaba retrocediendo... ¿a dónde se dirigía?


-Y ahora, voy a hacer algo que nunca pensé que haría.- Él suspiró tristemente, mirando los montones de pan sobre la mesa. Con un profundo suspiro y una mueca, de un solo golpe tiro todo al suelo. El pan llovió en cubiertas con el papel de aluminio alrededor de nosotros, y yo no puedo estar segura, pero creo que oí un pequeño gemido escapar de él mientras veía como caían al suelo. Pero luego se volvió hacia mí, con los ojos oscuros y peligrosos. Me agarró y me puso en la mesa delante de él, empujando mis piernas que se interponían entre los dos.


-¿Tiene usted alguna idea de lo bien que lo vamos a pasar?-, preguntó, deslizando sus manos dentro de mi delantal, tibias y un poco ásperas contra mi barriga.


-¿Qué estás haciendo?


-Un O se ha perdido, y yo soy un tonto por los desafíos.- Él sonrió, tirando de mí hacia el borde de la mesa y acomodándome contra él.


Con las manos detrás de las rodillas, envolvió las piernas alrededor de su cintura, besándome otra vez, sus labios y su lengua estaban calientes y persistentes.


-No va a ser fácil. Ella está bastante perdida-, protesté entre besos, preocupándome en abrir sus botones y dejando al descubierto su bronceado español.


-Ya lo he hecho fácilmente.


-Tú deberías imprimir eso en tarjetas.


-Imprimir eso - ¿por qué tienes todavía puesta la ropa?


Él me puso al otro lado de la mesa mientras yo le sonreía. 


Mi pie golpeó el tamiz de harina y lo envié estrellándose contra el suelo, llenándonos de polvo en el proceso. El pelo de Pedro parecía una galleta, con polvo e hinchada. Tosí y una nube de harina salió, por lo que Pedro se rió a carcajadas. La risa se detuvo cuando me agaché sobre él, encontrándolo difícil, sin embargo, que el todavía estaba cubierto de tela vaquera. Él gimió, mi sonido favorito en el mundo.


-Joder, Paula me encantan tus manos sobre mí-, dijo entre
dientes, metiendo su boca a mi cuello y dejando un rastro de besos al rojo vivo a través de mi piel. Su lengua se deslizó hacia fuera a través de mí, debajo del borde de la plataforma. Sus manos rápidamente encontraron el borde de mi camiseta, y salió volando por la habitación, cayendo en el fregadero de la cocina. En cuestión de segundos, un par de pantalones cortos lo siguieron, seguido rápidamente por un par de jeans y una camisa de botones.


¿El delantal? Bueno, teníamos un pequeño problema con eso.


-¿Eres un marinero? ¿Quién ató el nudo, Popeye?- El hervía, luchando para conseguir deshacerse de él. En su lucha, se las arregló para golpear un plato de mermelada de naranja glaseado, que ahora caía por la mesa hacia el suelo. Mi contribución fue con una caja de pasas mientras estiraba mi cuello tratando de ver el nudo detrás de mí.


-Oh, atornille el delantal, Pedro. Mira aquí-, insistí, rompiendo el frente de mi sujetador y arrojándolo al suelo. 


Bajé la parte superior de la plataforma, organizando y apoyando mi escote. Miró a mis ahora desnudos pechos y fue a matar. Me empujo de vuelta más o menos sobre la mesa una vez más, con la boca insistente ahora arrastrándose hacia abajo al cuello, atacando a mi piel como si le hubiera hecho algo personal a él y él estaba cobrando su venganza. Y una era lujuriosa venganza.


Mojo su dedo en el charco de mermelada, trazó un camino de un pecho al otro, haciendo círculos y presionando la cosa pegajosa en mi piel. Inclinó la cabeza, probó uno, luego el otro, los dos estábamos gimiendo al mismo tiempo.


-Mmm, tu sabes bien.


-Me alegro de que no estuviera haciendo alitas de pollo. Esta podría ser una historia diferente-wow, esto es bueno.- Suspiré cuando respondió a mi pequeño gemido con una mordedura real.


-Se trataría de un picante extra.


Se echó a reír cuando yo rodé los ojos.


-¿Quieres que te consiga un poco de apio para que te enfríes?-, Le pregunté.


-Nadie se está enfriando en este apartamento, no en este corto plazo-, prometió, cogiendo la jarra de miel del mostrador cercano y tirando a un lado mi delantal. Sin perder un segundo, el consiguió que mi ropa interior estuviera mojada. Y no en la forma que tú piensas, aunque eso no era...


Mientras observaba, él vertió la miel por todo mi cuerpo, cubriendo mi ropa interior y haciéndome chillar. Él dio un paso atrás para admirar. -Mira eso, esta todo arruinado. Vamos a tener que quitarlos-, dijo mientras se acercaba de nuevo. Yo lo detuve con un pie de mermelada.


-Tu primero, Mr. Man-, Instruí, asintiendo con la cabeza en sus bóxers cubiertos de harina. Él arqueó una ceja y se bajó los calzoncillos. De pie desnudo en mi naufragio de cocina, el era increíblemente lindo.


En ese instante, el corazón, el cerebro, la espina dorsal, y LP estaban alineados en un lado del patio de recreo. 
Hicieron señas a los nervios,ondeando sobre ella como un juego de Red Rover. Miré a Pedrodesnudo y harinoso y perfecto, y suspire con una sonrisa gigante. Los nervios por fin, gracias a Dios, salieron corriendo otra vez, y finalmente nosotros estábamos en la misma página.


-Yo te quiero tan jodidamente, Pedro.


-Te amo demasiado, Chica camisón. Ahora quita tus bragas y dame un poco de azúcar.


-Ven a por ellas-, me reí, sentándome y deslizando mis bragas por mis piernas que goteaban miel. Se las tiré a él, y golpearon su pecho con un fuerte porrazo, la miel goteaba por todas partes.


-Vamos a necesitar una ducha tremenda después de todo esto-, comenté mientras me envolvió en sus brazos pegajosos.


-Eso será cuando nosotros hayamos acabado.- Él sonrió, me recogió y me llevo a la habitación, mi cuerpo estaba alineado con el suya, sólo el delantal entre nosotros. Y eso no nos iba a mantener separados durante mucho tiempo.

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