Una vez que volamos de regreso a la costa oeste, la planificación de las vacaciones se encontraba en pleno apogeo. Estaba tan ocupada como siempre, tratando de hacer tanto como pudiera antes de que los equipos de trabajo comenzaran a tomar su descanso de Navidad.
Trabajamos en la decoración de Navidad en algunos hogares clave y hoteles en los alrededores de la ciudad, y el proyecto de Sausalito me mantuvo ocupada. Estábamos adelantados y el señor Camden parecía muy satisfecho con, no sólo la construcción, sino el interés que se generaba alrededor de la ciudad.
Moni y German planeaban su fiesta navideña una semana antes de Navidad y prometía ser una noche fabulosa. Teniendo lugar en su nuevo apartamento, habían invitado a amigos y compañeros de trabajo de los dos lados. Y Sofia y Nicolas estarían presentes. Por supuesto, ambos llevarían citas. Tenía la esperanza de que la falta de Pictionary los mantuviera un poco más en línea. Que ilusión:Fiesta para uno.
Y ¿Pedro? Bueno, no sé cómo describir como estaba Pedro. Estaba...cerca. No puedo explicarlo mejor que eso. Él sólo parecía siempre estar cerca. Canceló un viaje que planeó a Vancouver; canceló un viaje que planeó a
Honduras. Se suponía que iba a estar fuera casi todo el mes de diciembre, pero ahora lo único en sus libros era nuestro viaje a Río. Él no había tenido tiempo de inactividad como este en, bueno, no sé cuándo. No desde que lo conozco.
Andaba en bicicleta casi todas las mañanas y luego pasaba la mayoría de las tardes estudiando detenidamente viejos discos compactos de sus fotos, catalogándolos y fechándolos.
Él estaba… cerca.
La cuestión era que yo no. Pensé que debía sentirme mal por trabajar tanto, pero no era así. Es decir, esta era mi temporada alta y si él estuviera de viaje como de costumbre, no estaría tanto tiempo cerca para notarlo.
¿Debería sentirme mal?
Dijo que entendía. Me trajo el almuerzo casi todos los días, intentó una vez más persuadirme a volver a la cama por la mañana con la promesa de cosas sucias...
Y Dios mío, lo amaba, pero casi me alegraba cuando...
Bueno, voy a decir lo que se supone que no se puede decir.
Me alegraba cuando tenía la cama para mí sola otra vez.
Odio decirlo, pero a veces dormía mejor cuando él se encontraba en la carretera. Pero se supone que no se debe decir eso, ¿verdad? Se supone que debes acurrucarte todas las noches durante ocho horas seguidas abrazándose y
haciéndose mimos... Pero ¿la verdad? Necesitaba mi propia cama de vez en cuando. Me gustaba un tiempo a solas.
¿Eso es malo?
Pero sabía que tenía trabajo que hacer. No había manera de que fuera capaz de salir para nuestro viaje de Navidad a menos que realizara todo mi trabajo. Y no había manera de que me perdiera eso: Esta chica se va a Ipanema.
La mañana de la fiesta de Navidad de Moni, planeé un poco de tiempo de calidad a solas con mi KitchenAid. Moni me pidió que hiciera galletitas para su fiesta y aproveché la oportunidad, a pesar de que estaba estúpidamente ocupada.
Toda mujer necesitaba un poco de cariños de vez en cuando. ¿Tengo razón? Y mi máquina de amor propio era de acero inoxidable, de gran alcance y venía con un dispositivo opcional para hacer salchichas. Ejem.
Casi terminaba el día cuando llamó Josefina. Cuando contesté, al principio casi no la escuché con todos los estornudos y soplos de la nariz.
- ¿Qué demonios, Josefina? ¿Reapareció la peste bubónica?
- Ugh, nunca te enfermes en Europa; vas a pasar horas tratando de explicar tus síntomas. Pero eso no importa, ¿qué tienes para mí?
- ¿Qué quieres decir? - le pregunté, hojeando mi agenda. Necesitaba que Marisa corra a la casa de un cliente en Pacific Heights y le entregue una corona, y había dos entregas más después de eso, y…
- Paula. Oye, Paula, ¿oíste lo que dije?
- Lo siento, es un día ajetreado. ¿Qué pasa?
- Pregunté que tenías para mí… ¿tu lista? ¿No tienes alguna pregunta? ¿Algún incendio que apagar? Soy toda oídos; ¿qué tienes?
- Oh, lo siento. Um, vamos a ver. En realidad, las cosas están bastante bien, bajo control. Me voy pronto; Moni y German están organizando una fiesta esta noche y debería ser divertida - le dije, mirando el reloj debajo de la mesa.
De verdad necesitaba ir por Marisa para que hiciera sus mandados para que pudiera salir a tiempo . Las cosas están funcionando bastante bien.
- Oh. Oh, bien, eso es bueno. Sólo pensé en revisar si necesitabas algo, pero parece…
- Lo siento, Josefina - la interrumpí cuando Marisa entró por la puerta . -Oye, Marisa, ¿puedes pasar por la casa de los Nelson en tu camino a dejar los cubiertos? ¡Gracias! - La saludé con la mano .- Bien, ¿dónde estábamos?
- ¿Le pediste a una interna que se encargue de las decoraciones de Navidad para uno de nuestros clientes más importantes?
- No, le pedí a Marisa que deje una corona floral. Este año me ayudó a diseñar toda su sala de estar y el comedor y la aman. La señora Nelson prácticamente la adoptó la última vez que estuvimos allí. ¿Por qué, hay algún problema? - le pregunté, confundida. Ella me puso a cargo, ¿no?
- No, no hay problema, sólo me sorprende que lo haga una interna. Pero supongo que cada uno tiene su manera de hacer las cosas, ¿no?
Apreté los puños bajo la mesa. Las dos nos quedamos en silencio. Aspiré, odiando esta tensión. - De cualquier manera, ¿cómo va la gira mundial? ¿Dónde vas a pasar la Navidad?
- Benjamin tiene algunos amigos en Múnich que quieren que pasemos las vacaciones con ellos, así que mañana nos dirigimos allí.
- Suena bien.
- Sí. Así que siento enterarme lo de Rio, tal vez ustedes puedan ir el año que viene.
- Sí, yo también… espera. ¿Qué?
- Río. Benjamin dijo que no se concretó, que iban a pasar la Navidad en ¿San Francisco? Eso es importante, ¿cierto? ¡Bien hecho, Pedro! Eso es una novedad para él.
- ¿Eh?
Marisa volvió a aparecer en la puerta y le susurré que la atendería en un minuto.
Josefina lo pilló. - Parece que tienes las manos ocupadas, así que te dejo. ¡Diviértete en tu fiesta de esta noche!
Colgó. Colgué. Bien podrías haberme derribado con una sandalia Ipanema.
***
Me dirigí a mi apartamento tan pronto como terminé con el trabajo, la conversación se reproducía una y otra vez en mi cabeza. Realmente necesitaba un tiempo tranquilo. Le envié un mensaje a Pedro y le dije que me encontrara en mi apartamento justo antes de la fiesta. No mencioné nada acerca de Rio; Quería ver su cara cuando lo trajera a colación. No entendía que rayos pasaba.
Entré en mi apartamento con un gran suspiro de alivio, el sonido se me escapó antes de que me diera cuenta. El aire era un poco sofocante. Había pasado un tiempo desde que estuve aquí. Abrí un par de ventanas y pasé la mano por los profundos alféizares de las ventanas. Olaf amaba un alféizar profundo. Miré los adornos cuidadosamente escogidos, recordando cómo me deleitaba al seleccionar todas las piezas. Era el primer apartamento que tuvepor mi cuenta. Al otro lado de la puerta de la cocina vi el metal reluciente, todas las curvas y el cielo. Mi batidora KitchenAid.
Hice crujir mi espalda, rodé mi cuello y pensé en todas las galletas que estaba a punto de hornear. Me quité los zapatos de tacón, que molestaron mis pies todo el día. Y mientras lo hacía, también me quité la falda lápiz ajustada.
Horneaba mejor cuando me sentía cómoda.
Había trabajado, literalmente, durante cada hora del almuerzo y me quedaba hasta tarde casi todos los días, sólo para poder salirme unas horas temprano y hornear las galletas que le prometí a Moni. Anoche traté de mezclar
unos pocos lotes de masa en donde Josefina, pero no era lo mismo. Batidora sin marca. Palas mediocres. Eh.
Sintonizando mi equipo de música en una estación toda-Navideña, me amarré el delantal, coloqué mi pelo en un moño en la cima de mi cabeza y me puse a trabajar. Acaricié mi KitchenAid, sintiendo que el frío metal calmaba mis nervios crispados.
Mientras que Bing me daba serenata, hice bolas de chispas de chocolate y las puse sobre una bandeja de horno cubierta con papel pergamino. Mientras que Frank me dijo que mejor me cuidara y no llorara, mezclé un lote de galletas, rodadas en azúcar con canela extra. Mientras Judy me cantaba que tuviera una pequeña feliz Navidad, bañé las galletas de nuez en azúcar en polvo, colocándolas a enfriar suavemente sobre los bastidores de alambre que cubrían la mesa del comedor. Y cuando Elvis estaba triste, glaseaba galletas de azúcar rojas y verdes, cortadas en muñecos de nieve, ángeles y en forma de pinos.
Mientras rodaba y sumergía, azucaraba y glaseaba, mi mente no dejaba de reproducir la conversación con Josefina. ¿Por qué diablos Pedro habría cancelado el viaje sin preguntarme? Tal vez ella lo había entendido mal. Tal vez no había oído correctamente a Benjamin. Pero, ¿por qué Benjamin tendría la idea de que pasábamos aquí la Navidad?
Me sentía enojada. Más que enojada. Si esto era cierto, estaba francamente más cabreada. Si bien no hay lugar como el hogar para las fiestas (gracias, Perry Como ), y no quería nada más en el mundo que llevar a mi novio a casa para dichas fiestas, ¡estas vacaciones quería Rio!
Mientras horneaba, me irritaba cada vez más. La Paula adulta decía cosas como: “Habla con Pedro; averigua lo que está pasando”. La Paula cabreada decía cosas como: “Ya he comprado un bikini nuevo, maldita sea, ¡y quiero usarlo!”
Adivina, ¿cuál iba ganando? En el momento en que llegó Pedro, apreté a un pobre hombre de pan de jengibre justo donde hubieran ido sus genitales de jengibre.
- ¿Crees que así luce el paraíso? - preguntó alegremente. Pedro, no el hombre de pan de jengibre sin genitales.
-¿El paraíso de galleta?
- No, mi paraíso: Las galletas y tú en bragas - respondió, tomando una galleta e inhalando profundamente.
Me sonrojé. Me había olvidado de las bragas. Me di la vuelta para tomar la última ronda de los hombres de pan de jengibre salidos del horno. - Hoy hablé con Josefina. Dijo la cosa más graciosa acerca de…
- Me estás matando, inclinada así ¡y con galletas! De ensueño, estoy soñando - bromeó, viniendo detrás de mí y de forma inesperada agarrando mis caderas.
Sorprendida, se me cayó el molde para hornear, los hombres de pan de jengibre se derramaron por el suelo y se destrozaron. Parecía una escena desastrosa; piernas rotas, brazos cortados, incluso algunas decapitaciones.
- ¡Maldita sea! - Bajé el molde un poco más fuerte de lo necesario y luego me volví para mirar a Pedro con las manos en las caderas y las cejas arqueadas.
- Oh, lo siento, Paula. No era mi intencion… guau. Son un poco tenebrosos de esa manera, ¿no es así? - dijo, mirando alrededor de mis pies.
Tomé aire, lo contuve, conté hasta trece y luego lo solté.
- ¿Cancelaste nuestro viaje a Brasil?
- ¿Brasil? - preguntó, luciendo culpable.
- Sí, Brasil. Cuando hablé con Josefina, me contó de una conversación que tuviste con Benjamin, que cancelaste nuestro viaje. ¿Lo hiciste?
Guardó silencio durante un minuto, con los ojos ilegibles.
- Sí.
Él tuvo que hacerlo. Realmente tuvo que hacerlo.
- ¿Quieres decirme por qué?
- Iba a sorprenderte - comenzó, caminando hacia mí y esquivando las piezas de jengibre.
-La mayoría de los chicos sorprenden a sus novias con viajes, Pedro, no lo contrario - le espeté, tirando la bandeja de galletas en el fregadero y enjabonándola. La froté con furia, salpicando espuma por todas partes .- ¿Por qué en el mundo harías eso?
- Quería hacer…
- ¿Tienes alguna idea de cuánto he estado trabajando? ¿Cuánto planifiqué ese viaje?
- Lo sé; pero pensé que…
- ¡No puedes cancelar algo así sin hablar conmigo! Literalmente, no puedo creer que tú…
- ¿Podrías escucharme un segundo? ¡Jesús! - explotó, golpeando su mano sobre el mostrador y aplastando a más hombres de pan de jengibre .
-Quería pasar la Navidad con tus padres, Paula. Los invité aquí.
La esponja se cayó de mi mano. - ¿Tú... qué?
- Quería que este año tuviéramos una Navidad de verdad, así que llamé a tus padres y los invité a quedarse con nosotros. Pensé que te sorprendería.
Estarán aquí el día antes en que se suponía que debíamos irnos. Sé lo decepcionada que te sentías cuando no pudiste ir a casa para el día de Acción de Gracias, así que pensé que ellos podían venir para acá - dijo . No tenía idea de que te molestarías tanto, créeme, o primero lo habría hablado contigo.
Mis pensamientos giraron; las emociones chocaron y golpearon en mi interior. ¿Emocionada? ¿Abrumada? ¿Sorprendida? Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras me acercaba a él a través de la matanza de galletas de jengibre.
- ¿De verdad quieres pasar la Navidad con mi familia? - le pregunté, tomando su rostro entre las manos.
- Sí - murmuró, con los ojos llenos de algo que no pude identificar . -¿Es extraño?
- No, bebé. Es tan adorable - susurré, abrazándolo con fuerza.
Sus brazos se deslizaron alrededor de mi cintura y besó la cima de mi cabeza. - ¿Todavía estás molesta?
- Lo estaba, pero ya no - le respondí, inclinándome más cerca de su oído .- Pero la próxima vez, habla conmigo, ¿de acuerdo?
- Lo prometo - susurró en mi oído y luego me besó con fuerza .- Voy a conseguirnos el árbol de Navidad más grande que hayas visto. - Sonrió, con el rostro lleno de emoción. Superamos la crisis. Se quitó la chaqueta e inspeccionó la galleta dañada .- Ahora, ¿qué pudo hacer para ayudar?
- Puedes empezar ayudándome a limpiar este desastre. Luego tenemos que empacar si vamos a lograr llegar a la fiesta antes de que comience el tercer Round de Sofia y Nicolas - dije, dándole una escoba.
Comenzó a limpiar, silbando junto con la canción de Navidad “Frosty the Snowman.” Me di la vuelta hacia el fregadero cubierto de jabón, limpiándome las lágrimas. Una de ellas le pertenecía a Rio
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