jueves, 14 de agosto de 2014

CAPITULO 89



Dos semanas después, Pedro se hallaba de vuelta en el camino.


Cambodia. Él haría una serie de ciudades secretas y templos ocultos, enterrados por siglos de selva tomando de nuevo la tierra. Las fotos que me enviaba eran evocadoras, fascinantes y hermosas.


Aún tenía mis manos llenas. Después de que Claremont abriera, terminé algunos últimos proyectos que tenía allí, trabajé con Josefina en algunos nuevos protocolos de oficina, y luego decidí tomarme algunos días de descanso personal y relajación. En los que en realidad puse los toques finales en la casa.


Quería sorprender a Pedro cuando regresara y estuviera totalmente lista. Josefina vino a ayudar.


Inicialmente me negué a ordenar demasiados muebles, pero Pedro se mantuvo insistiendo. - Haz como tú quieras, y lo amaré. Es sólo dinero,Paula. 


En cualquier ocasión que alguien diga algo como eso, sabes que tendrán un montón de dinero. Vi algunas cifras en algunos de los reportes bancarios cuando Pedro compró esta casa, y Madre de Dios, era un gran fajo.


Gran Fajo  sería un buen nombre para una banda.


Entonces hice la orden. Pretendía unir mi estilo y el de él, mientras le hacía honor a la belleza original de la casa. 


Tomando la idea del paisaje natural en todo, dejé que la ladera circundante inspirara la paleta, especialmente en sala de estar. Amarillo cremoso, bronce lustroso, verde apagado y suave, y dorado amarillento hicieron la casa acogedora. Se hizo incluso más acogedora por la alta chimenea de piedra donde un fuego chisporroteaba alegremente, enmarcada por las altas estanterías barnizadas apiladas con nuestra colección de libros detrás de las puertas de vidrio con plomo. Y por el ventanal se hallaba posado el telescopio a través del cual podía ver San Francisco.


Chica Despeinada por el Viento en un Acantilado con una Naranja colgaba sobre la repisa de madera original, que ahora lucía dorada luego de frotarla con abundante aceite. Pedro amaba esa fotografía mía, encogiéndome de vergüenza porque me tomaron esa fotografía, claramente había jugo de naranja en mis labios y barbilla, mi cabello enredado salvajemente por el viento español. Era su favorita, e insistió en que se exhibiera en algún lugar del piso de abajo.


Un largo y delgado estante hecho a medida, lleno con las botellas de arena que Pedro recolectó, se encontraba posicionado en una pared, con una pequeña repisa justo debajo con botellas de nuestros viajes juntos. Tahoe, Nerja, Halong Bay, agrupadas juntas para contar el comienzo de nuestra historia, con un montón de espacio para el próximo capítulo. 

En la cocina, donde el mármol brillaba y los mostradores eran de un peso específico tenía macetas de romero, perejil y tomillo asentadas alegremente en el alfeizar de la ventana, capturando el sol en la mañana. Mi majestuoso horno doble se encontraba allí, listo para cocinar galletas y pan de calabaza hasta que Pedro dijera me rindo. Así que… para siempre.


En un lugar de honor en su propio círculo de mármol se hallaba mi mezcladora Kitchen Aid. Acero inoxidable. Fría al tacto y elaborada a la perfección. Había un accesorio de iluminación en la pared directamente sobre ella, ¿para que fuera un faro de esperanza y bondad por toda la tierra? 


Apuesta tu dulce trasero.


Y en una solitaria repisa construida en el centro exacto de la pared, se encontraba Barefoot Contessa una colección de libros de cocina de cronológicamente por supuesto. Y por un golpe de suerte, la página de título de cada uno estaba dedicada Para Paula. Con amor, Ina.

El amigo de Pedro,Jorge, esposo de Megan, amiga de Ashley y jefa de Paul del Canal de Comida los hizo firmar para mí. Y nadie podía tocarlos,excepto yo.


Josefina y yo caminamos a través de la casa, ajustando cosas aquí y allá.


Esponjando un cojín. Arreglando un jarrón. En la sala de estar, me detuve para desplegar la última pieza. Lancé la colcha de punto de Pedro bajo la que habíamos pasado una noche monumental tratando de mantener el horror de El Exorcista a raya  sobre el lujoso sofá chocolate. Josefina lo vio de manera burlona, sin duda preguntándose por qué una colcha de punto, naranja, retro y verde guisante era el punto principal en una habitación como esta. Vi alrededor a la paleta que creé, la colcha de punto combinaba con todo, y le dije :- Era de su madre.
Asintió y estuvimos por un momento apreciando todo. 


Estaba terminado y era casi perfecto. - Luce genial, niña. Es realmente adorable.


- Gracias. - Suspiré, dejándome sentir en realidad la casa y todo lo que significaba.


- ¿Cuándo vuelve Pedro a casa? - preguntó mientras nos dirigíamos de vuelta a la cocina.


- Viernes en la noche, estoy contenta de poder terminar esto antes.¿Café?


Asintió y agarró la crema de la nevera mientras yo servía. 


- ¿Ambos quieren salir a cenar el domingo en la noche?


- Es gracioso, ¡iba a preguntarte si ustedes querían venir aquí! ¿Ser nuestros primeros invitados a cenar?


- Estaremos aquí. - Sonrió.


Nos sentamos una frente a la otra a cada lado de la isla de la cocina, y mientras ella agregaba azúcar a su taza, la observé cuidadosamente. Necesitaba hablar con ella, y esperaba que aún quisiera venir a cenar luego de decir lo que necesitaba.


- Entonces, Josefina, necesito hablar contigo acerca de algo.


- ¿Mmm? - preguntó.


- Es acerca de la sociedad - comencé.


Ella sonrió tristemente. - No la aceptarás ¿o sí?


- ¿Cómo en el mundo sabías eso? - pregunté, perpleja.
 Es intuición. Entonces dime por qué.


- No la estoy rechazando, pero tengo una proposición para ti.


- Escucho.


Y lo hizo. Le di voz a todo lo que estuve sintiendo acerca de mi trabajo, mi función y mi lugar en la firma. En mi corazón yo era una diseñadora pura.
Disfruté los aspectos de los negocios de los que me hice cargo mientras ella se encontraba lejos, pero para mí era más placentero simplemente saber que podía hacer esas cosas, y hacerlas bien.
En realidad no quería hacerlas. Y mientras sabía que rechazaba el Trabajo de por Vida, necesitaba ser suficientemente fuerte para decir no. Y aquí está la
parte importante.


Rechazar el trabajo era honestamente la única cosa que podía hacer. Me gustaba mi vida, y más importante, me gustaba mi calidad de vida.


No era que un hombre me dijera que yo necesitaba tener su cena en la mesa a las seis de la tarde, cinco noches a la semana. Era que yo quería cocinar la cena para Pedro algunas veces, y no tener que trabajar doce horas el día anterior para hacer ese tiempo.


No era que alguien me dijera que no podría tenerlo todo. Yo decía era la que decía buen Señor, no, Yo no puedo tener todo y ¿por qué en el infierno yo podría quererlo?


Tenía la vida que quería. Y no me estaba asustando de decir no a algo más.


Pero aún quería ser una pieza grande de la acción.


Entonces esta era mi propuesta, y era increíblemente simple. Tomaría una posición de supervisora dentro de la firma, especialmente cuando Josefina estuviera en el extranjero. Continuaría como mentora de Marisa, promotora de nuevos internos, y siendo el punto de contacto para todos los negocios nuevos.

Mantendría mis clientes. Y si Josefina lo aprobaba, contrataríamos un administrador para manejar las operaciones del día-a-día. Seguro, habría días largos cuando algunos proyectos se hallaran cerca de la fecha límite, pero no más trabajo los domingos. No más dejar la oficina después de las nueve de la noche.


Habría tiempo de sobra para poner en marcha mi propio programa más adelante, si cambiaba de idea.
Por ahora, esto era exactamente lo que quería hacer.


- Guau, realmente has pensado en esto - dijo, dando vueltas a mi propuesta.


Por lo cual me preparé con gráficos y cuadros, encuadernándolo en una carpeta de color. Y que escondí detrás del jarrón de las galletas, hasta que estuviera lista para tratar con lo que viniera. - ¿Estás segura acerca de esto?


- Sí. Es lo que quiero, por tanto como tú estés de acuerdo con esto. 

 
Sostuve el aliento.


Hizo una pausa demasiado larga y tuve que soltarlo y tomar otro.


¿Siempre hubo diminutas estrellitas en la cocina?
 

- Está bien, Paula… pienso que podemos trabajar con esto. Déjame mostrarle esto a mi contador, pero no veo una razón para que no funcione - dijo por último.
 
 
Finalmente respiré profundamente. No más diminutas estrellas.

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