lunes, 28 de julio de 2014

CAPITULO 49




— ¿Siempre supiste que querías sacar fotos para vivir?—


— ¿Qué? ¿De dónde vino eso?— Pedro rio, sentándose hacia atrás en su silla y mirándome sobre el borde de su taza de café.


Estábamos disfrutando un desayuno perezoso en mi último día en España. Café negro, pequeñas tortitas de limón, fresas frescas con crema, y la orilla de la costa soleada. 


Vestida con una camisa de Pedro y una sonrisa, estaba en el cielo. Nervios parecían estar muy lejos esta mañana.


—Lo digo en serio— insistí — ¿siempre quisiste hacer esto? Pareces, bueno, eres muy intenso cuando estás trabajando. Pareces como si en realidad lo amaras. —


—Sí, lo amo. Quiero decir, es un trabajo así que tiene sus momentos tediosos, pero si, lo amo. No fue algo que siempre planee, sin embargo. De hecho, había un planto diferente formado — respondió, una mirada oscura pasando por su cara.


— ¿Qué significa eso?—


—Por un largo tiempo planee en seguir el negocio de mi padre— suspiró, una triste sonrisa deslizándose en su lugar.


Mi mano estaba en la de él antes de que pudiera darme cuenta que la había ofrecido. El me dio un apretón, y luego tomo otro trago de su café.


— ¿Sabías que Benjamin trabajaba para mi padre?—preguntó — Papa lo contrato ni bien termino el colegio, fue su mentor, le enseñó todo.
Cuando Benjamin quiso irse por su cuenta, pensarías que mi padre se hubiera enojado, pero estaba tan orgulloso de el.—


—El es el mejor— sonreí.


—No pienses que no se acerca del enamoramiento que tienen con el. Soy consciente de ello.—me dio una mirada severa.


—Eso esperaba. No somos exactamente sutiles en nuestra admiración 


—Alfonso Financial Services se estaba haciendo grande, realmente grande, y Papa quería ponerme a bordo tan pronto como terminara la universidad. Honestamente nunca pensé que dejaría Filadelfia.Hubiera sido una vida genial: trabajando con mi padre, club de campo, una gran casa. ¿Quién no hubiera querido eso? —


—Bueno…— murmuré. Era una vida ideal, seguro, pero no podía imaginarme a Pedro allí.


—Trabaje en el periódico de la secundaria, tomando fotografías.Tome la clase como la mejor calificación. Sabes, ¿bien para mi transcripción? Pero incluso entonces tenía asignaciones como cubrir las prácticas en el campo de hockey de mujeres, realmente me gustaba. Como, realmente. Me di cuenta que siempre seria un lindo pasatiempo. Nunca pensé acerca de ello como una carrera. Mis padres me apoyaron, sin embargo, y mi madre incluso me regaló una cámara para Navidad ese año – el año en que…bueno… — se pausó, aclarando un poco su garganta.


—De todos modos, después de todo lo que pasó con Mamá y Papá, Benjamin vino a Filadelfia para el, um, para el funeral. Se quedó por un tiempo, puso las cosas en orden, ya sabes. Era el ejecutor del testamento de mis padres. Y ya que estaba viviendo fuera en la Costa Oeste, bueno, la idea de quedarse atrás en Filadelfia no sonaba tan genial. Así que, haciendo la historia larga corta, Standford me aceptó, empecé a estudiar fotoperiodismo, tuve mucha suerte con algunas pasantías, y luego lugar-justo-tiempo-justo, y ¡zas! Así es como me metí en este concierto. —terminó, mojando su pastel y mordiendo un bocado.


—Y lo amas—sonreí.


—Y lo amo—estuvo de acuerdo.


—Así que, ¿qué paso con la compañía de tu padre?¿Alfonso Financial? —pregunté, tomando una cucharada de fresas.


—Benjamin tomo un par de clientes por un tiempo, y con el tiempo silenciosamente fue cerrando sus puertas. Los activos fueron transferidos a mi, por el testamento, y el lo administra por mi —


—¿Activos?—


—Si. ¿No te conté eso, Paula? Soy rico — hizo una mueca, mirando hacia al mar.


—Sabía que había una razón por la que estaba saliendo contigo. — le saque su café.


—En serio. Rico. —


—Bueno, ahora solo estas siendo un idiota —dije, tratando de aligerar un poco la tensión que se había instalado en la mesa.


—Si bueno, la gente se vuelve rara sobre el dinero. Nunca sabes — dijo.


—Cuando volvamos a casa vas a comprar nuestro edificio y a instalar un jacuzzi en el rellano, eso es todo — bromeé, con lo que me gané una pequeña sonrisa.


Nos sentamos y miramos el uno al otro, hundidos en nuestros propios pensamientos. Él ha hecho tanto solo. No me sorprende que siempre parecía un poco perdido para mí. Viviendo fuera de un portafolios, no permitiéndose estar atado a nadie, ningún sentimiento real de pertenencia - ¿podría realmente ser así de siempre? Wallbanger tenía
un harem porque no podía soportar perder a nadie más? 


Buscando al Dr. Freud…


Freudiano o no, tenía sentido. Se sentía atraído hacia mí, se ha sentido atraído por mi desde el principio. Pero, ¿Qué era diferente esta vez? Claramente el se sentía atraído hacia todas las otras mujeres también. Wow, ninguna presión… con un movimiento de mi cabeza, trato de cambiar el tema.


—No puedo creer que me iré mañana. Siento que acabamos de llegar — me incliné sobre mis codos. El sonrió, notando probablemente mi no-sutil manera de cambiar el tema. Pero parecía agradecido.


—Entonces quédate. Quédate conmigo. Podemos pasar unos días más aquí, y después ¿Quién sabe? ¿Dónde más te gustaría ir? —


—Pffft. Recordaras que me estoy yendo antes que ti porque era el único vuelo que pude conseguir. Además, tengo que volver al trabajo, organizarme, y estar en la zona horaria correcta el lunes. ¿Sabes cuantos trabajos ha arreglado Josefina para mi?—


—Ella lo entenderá. Es una tonta por un buen romance. Vamos. Quédate conmigo. Te esconderé en el compartimiento superior para el vuelo de vuelta a casa — sus ojos brillaron por encima de su taza de café.


—Compartimiento superior, mi pie. ¿Y qué es esto? ¿Un romance? ¿no deberías estar abrazándome en la playa? ¿y sacándome el corpiño? — coloqué mis piernas desnudas en su regazo, y el se aprovechó de eso, masajeando entre sus calientes manos.


—Bueno suerte para ti, soy un arrancador de corpiños desde hace mucho. Probablemente podría incluso armar un disfraz de pirata, si es eso lo que te gustaría— respondió, los zafiros comenzando a ahumarse.


—Ha sido una gran historia romántica, ¿no es así? Si alguien me hubiera contado esta historia, dudo que lo hubiera creído — reflexione, gimiendo cuando termine mi último bocado.


—¿Por qué no? No es tan extraño como nos conocimos, ¿cierto? —


—¿Cuántas mujeres conoces que hubieran ido voluntariamente a Europa con un hombre que ha estado golpeando el yeso fuera de sus paredes por semanas? —


—Verdad, ¿pero podrías también pensar en mi como el tipo que te puso todas esas canciones a través de la pared, y el tipo que te dio, y cito, “la mejor bola de carne nunca”?—


—Supongo que empezaste a desvestirme con el Glen Miller. Eso me atrapó — me hundí en mi silla mientras sus manos hicieron cosas deliciosas en las plantas de mis pies.


—Te atrape, ¿eh? — sonrió, inclinándose mas cerca.


—Oh, cállate — empuje su cara, una gran sonrisa mientras
contemplaba lo que dijo. ¿Me tenía? Si. El totalmente me tenía. Y me tendrá, en algún momento mas tarde esa noche.


En ese pensamiento, un silbido de nervios golpeo mi estómago, y sentí mi sonrisa vacilar un poco. Nervios se había instalado, y no importa donde Cerebro fue, eventualmente Nervios invadió cada pensamiento, cada idea que tenía sobre donde iría la noche. Estaba lista, Dios sabía que estaba lista, pero estaba malditamente nerviosa.


O iba a volver, ¿verdad? Sabía que lo haría. ¿Mencioné que estaba nerviosa?


—Así que, ¿ya casi has terminado con tu trabajo? ¿Todavía tienes mucho que hacer mañana? — pregunte, cambiando el tema una vez más. Como fue siempre que hablábamos sobre su trabajo, los ojos de Pedro se iluminaron. Describió las sesiones que todavía necesitaba del acueducto estilo-romano en la ciudad.


—Desearía que tuviéramos tiempo para ir a bucear. Odio que se nos acabó el tiempo — frunzo el ceño.


—Una vez más, algo que se resolvería si te quedaras conmigo — frunció el ceño en respuesta, haciendo una gran cosa de imitar mis cejas.


—Una vez más, algunos de nosotros tenemos trabajos nueve-a-cinco. ¡Tengo que volver a casa! —


—Casa, claro. Sabes que habrá un pelotón de fusilamiento que enfrentar cuando volvamos a casa. Todos van a querer saber que paso aquí entre nosotros — dijo seriamente.


—Lo se. Lo manejaremos — me encojo ante el interrogatorio que recibiré de las chicas, por no hablar de Josefina. Me pregunto si una mamada en la cocina fue lo que ella tenía en mente cuando dijo cuida de el en España.


—¿Nosotros?—


—¿Qué? ¿Nosotros que? — pregunte.


—Podría ser nosotros contigo — sonrió.


—¿No estamos ya siendo nosotros? —


—Si, estamos siendo nosotros en vacaciones. Es un poco diferente ser nosotros de vuelta en casa, en el mundo real. 
Yo viajo todo el tiempo, y eso cobra peaje en la unidad. — dijo, sus cejas unidas.


Eso tomo todas mis fuerzas, todas, por no hacer una broma acerca de la unidad de nosotros.


Pedro, relájate. Sé que viajas. Soy muy consciente. Sigue
trayéndome cosas bonitas de lugares lejanos, y esta chica no tiene ningún problema con tu nosotros, ¿de acuerdo? — di una palmadita en su mano.


—Cosas bonitas puedo hacerlo. Garantizado. —


—Hablando de eso, ¿A dónde iras la próxima?—


—Estaré en casa por un par de semanas, y después me dirigiré al sur un poco. —


—¿Abajo al sur? ¿Cómo LA? —


—No, un poco más al sur. —


—¿San Diego?—


—Más al sur —


—Educado en Stanford, ¿verdad? ¿Dónde iras?—


—¿Prometes que no te enojaras? —


—Escúpelo, Pedro —


—Perú. Los Andes. Más específicamente, Machu Picchu. —


—¿Qué? Oh, hombre, eso es todo. Oficialmente te odio. Estaré en San Francisco, planeando los árboles navideños de la gente rica, ¿y tu obtienes ir allí?—


—¿Te enviare una postal? — se ve como un niño tratando de zafarse de un problema —Además, no sé por qué estás tan enojada. Tu amas tu trabajo, Paula. Ni siquiera trates de decirme que no lo haces. —


—Si, amo mi trabajo, pero justo ahora desearía dirigirme al sur — resople, alejando mis pies.


—Bueno, si quieres dirigirte al sur, puedo pensar en algo… —


Puse mi mano frente a su boca — No hay manera, no voy a
machuuing tu picchu ahora. Huhuh. — dije con firmeza, no dudando ni un poco cuando el comenzó a presionar besos contra la palma de mi mano. Ni un poco…


—¿Paula? — susurró contra mi mano.


—¿Si? —


—Un día — comenzó, removiendo mi mano y dejando pequeños besos a lo largo del interior de mi brazo — un día… — beso — prometo… — beso, beso — llevarte... — beso — y seducirte… — beso, beso — en Perú — termino, ahora arrodillado frente a mi y dibujando con su boca a través de mi hombro, retirando la tela para entretenerse con mi clavícula, sus labios volviéndome caliente y temblorosa.


—¿Quieres seducirme en Perú? — pregunté, mi voz alta y estúpida y no engañándolo ni por un segundo. El sabía exactamente como me estaba afectando.


—Verdad — sus dedos se enredaron en mi pelo y llevo mi boca a la suya. Trate por un segundo salir con algo que rimara con verdad, pero me rendí y lo bese de vuelta con todo lo que tenía. Y así, lo deje enredarse conmigo en la terraza, con vistas al océano. Que era… azul. Ejem.

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