sábado, 9 de agosto de 2014

CAPITULO 78



El tiempo libre continuó hasta el domingo; necesitaba desesperadamente un día libre. Podría haber estado en el Claremont. Debería estar aprobando las cortinas y la varilla para colocarlas; debería estar revisando las baldosas de
mármol en los baños y si deberían ser colgadas verticalmente para darle un toque de fantasía; debería aprobar un trozo de madera regenerada para una
mesa de entrada que se está diseñando; debería estar... debería estar... debería estar haciendo novillos. Así que lo hice.  


Dormí, comí huevos sentada en lugar de pan tostado camino hacia la puerta, y me encontraba en una tarde de paseo con Pedro, sin ningún tipo de dirección y ningún lugar al que ir. Haciendo novillos.


Comenzamos a caminar por la calle principal, paramos para tomar un café y luego giramos por un camino oculto al otro lado de una puerta antigua de jardín hacia las colinas. Charlamos mientras caminábamos, con las manos
entrelazadas. Me hablaba de una llamada que tuvo con Jorge. Se habían mantenido en contacto después de la reunión, y su esposa de hecho me envió un libro de cocina autografiado que había sido firmado nada menos que por la misma Ina Garten.


Ella tocó el libro que ahora vivía en mi mesita de noche. Me pregunto si su esposo, Federico, lo habrá tocado. Tal vez el día en que firmó incontables libros de cocina, él pasó por su oficina. Mientras charlaban sobre matorrales de romero y rollos de langosta (al igual que tú lo haces), él le palmeó la mano, cansada de firmar su propio nombre. Tal vez su mano (y ahora la de Jeffrey) descansaron en el libro de cocina que se convirtió en ¡mi libro de cocina! Eso podría haber ocurrido.  


Nos paramos en una esquina, sin saber muy bien dónde nos encontrábamos. Podía ver un poco al Pacífico, aquí y allá, pero no lo suficiente como para orientarme.  


- ¿Dónde está la casa? - le pregunté, mirando atrás a la ladera. No había puntos de referencia que reconociera.


- Estamos a pocas cuadras de distancia. Creo que giré hacia la derecha cuando debería haber ido a la izquierda. No hay problema, no debe estar muy lejos - dijo, mirando a la izquierda, luego a la derecha, luego a la izquierda otra vez . -Creo que es por aquí - dijo. Mientras caminábamos, sonó mi teléfono.


Metí la mano en mi bolsillo y lo apagué.


- No creo que te haya visto hacer eso en las últimas semanas - comentó y sonreí con pesar.  


- Me sentiré culpable el lunes, pero hoy no puedo pensar en nada relacionado con el trabajo. Mi cabeza va a estallar, literalmente.


Asintió, apretando mi mano mientras caminábamos. - Vamos a hablar de lo que debemos hacer esta noche para la cena, me apetece cocinar. ¿Qué tal si nos detenemos en ese mercado de agricultores del que estás tan enamorada y
vemos si podemos encontrar algo de diversion…?


Seguí caminando, sin darme cuenta que se había parado en seco. Jalé su brazo. - Oye. Vamos, lento. Oye, Pedro. - Troné mis dedos para llamar su atención. Miraba a una casa al final de la calle, parcialmente oculta por los árboles y una selva de maleza.  


- Nena, mira eso.


- ¿Qué cosa... esa choza? Sí, se ve bastante abandonada. Regresemos. 

-¿Mercado de agricultores? ¿Cena? - le contesté, jalando su mano nuevamente.


Se mantuvo firme, asomándose por los escombros. 

 
- No, mira esa casa. ¿No es interesante?


- Interesante no es la palabra que yo usaría... - Pero me llevó hacia la casa. Que tenía una señal de venta en el patio.  


- Eh... ¿Qué?


- Estás bromeando ¿verdad? - le pregunté, arrastrando mis pies mientras me guiaba por el camino. Mientras nos acercábamos, vi que probablemente una vez fue una casa muy bonita. Victoriana, pero no recargada.


La pintura descascarada le daba una apariencia melancólica, pero tenía líneas puras y parecía ser de un tamaño decente. Eché un vistazo alrededor, a las otras
casas en la calle; unas hileras de casas muy bien cuidadas. ¿Cómo se había deteriorado esta casa?  


- Es bonita ¿no? - dijo una voz y nos giramos para ver a una mujer mayor mirando por encima de su periódico desde su porche delantero.  


- Mmm, bueno.-  Evadí contestar, sonriéndole.  


- Bueno, solía ser bastante bonita. ¿Quieren ver el interior? - preguntó.  


- Oh no, no podemos...  empecé, sólo para ser interrumpida por Pedro

- Sí, nos encantaría. 

- Bebé ¿qué estás haciendo? -  le susurré entre dientes mientras la mujer sacaba un juego de llaves de su bolsillo y lo tiraba hacia nosotros.  


Él las tomó en el aire, diciendo :- Gracias.


- No es ninguna molestia. El agente de bienes raíces sólo la ha mostrado un par de veces, pero todavía tengo un juego de llaves. La señora Shrewsbury, la vieja propietaria, se fue a vivir con su hija en Sacramento. Dejó que la casa
obtuviera lo mejor de ella en los últimos años, pero tiene huesos buenos - dijo, volviendo a su periódico.  

Huesos buenos. Bufé mentalmente. Alguien ha estado viendo HGTV...  


- ¿Te has vuelto loco? - pregunté en voz baja mientras nos abríamos paso por la acera. Esquivando matas de hierba y ramitas, nos dirigimos hacia el porche.  

-No lo sé. Quiero ver el interior; ¿tú no? - preguntó y sus ojos se iluminaron con algo que no podía identificar.  


- ¿Claro? - Mientras él jugueteaba con la cerradura, miré alrededor, tomando nota de los naranjos, las madreselvas, las rosas de arbusto. Esta señora Shrewsbury era definitivamente una jardinera. Mirando más allá de los
escombros, pude ver la madera blanca, las contraventanas descoloridas envolviendo un enorme ventanal. Una casa tradicional de dos pisos, el porche se curvaba lejos de la calle y se envolvía hacia la parte trasera.  


- Ahí vamos - anunció Pedro y las puertas se balancearon hacia adentro. Entramos y la luz de la tarde nos mostró un interior anticuado.
Contemplé el papel tapiz color malva con un borde de gatos calicós. Pero a medida que nos adentrábamos más en la casa, toda la pared del fondo se abrió en una vista de la bahía.  


- ¡Oh! - jadeé al ver las lucecitas de Sausalito empezando a brillar allá abajo y más allá, las de San Francisco. El porche rodeaba la parte trasera, con dos tumbonas de aspecto cómodo situadas para disfrutar de las vistas. El césped necesitaba un corte, había que quitarle la maleza a las hierbas, pero era un porche asesino.


Me giré hacia Pedro, que se apoyaba en la repisa de una chimenea de piedra, rodeado por estanterías con puertas de vidrio tallado. Se hallaban cubiertas por papel de estantería, pero la mano de obra era inconfundible.  


Al golpear mis pies sobre las alfombras rosas de pared a pared, hice una suposición. - Te apuesto lo que quieras a que hay madera debajo de esta alfombra - le dije, con mi corazón un poco acelerado.  


Vaya, disminuye la velocidad, Corazón. ¿Qué demonios hacíamos aquí?  

Pasé a Pedro camino hacia la cocina, encontrando electrodomésticos color verde aguacate pero con un amplio espacio. Mi mente comenzó a trabajar.
No, tú también, Cerebro… ¡Cálmate!


- ¿Interesante? - preguntó, extendiéndome la mano.  


- Interesante. - Permití que me llevara hacia las escaleras. 


En el camino pasamos por un comedor formal, con ventanales con vistas a la... bahía. La alfombra en las escaleras continuaba rosa, pero sólo era un pequeño corredor, dejando al descubierto la madera debajo. Mientras hacíamos nuestro camino hacia arriba, la luz del sol rompió la tranquilidad, ya que había otra ventana enorme escondida bajo un alero, pero hecha para dar una gran luz. Contuve la respiración cuando llegamos a la segunda planta, mirando a escondidas en el interior de las habitaciones y contando uno, dos, tres dormitorios, un baño de pasillo con azulejos del subterráneo, probablemente original y a la cabecera el... dormitorio principal.  


A la altura de los árboles, dando al porche y a la innegable vista, se encontraba una habitación grande con ventanas a ambos lados. El piso de madera se hallaba manchado con algo color miel que fácilmente podría ser limpiado u oscurecido. Mi mente empezó a dar vueltas, colocando una cómoda alta en una pared y un escritorio en el rincón. 


¿Podría ser una cama con dosel o de trineo...? ¡Oh no, escenificaba toda la habitación!


Pedro salió del baño con una sonrisa. - Mierda, vas a enloquecer cuando veas lo que hay aquí. 

Me empujé por delante de él.  


Garra.  

Pie.  


Bañera.  


- Dulce Dios misericordioso - me las arreglé para decir, apoyándome contra la pared mientras él se reía.


Me atrapó en un abrazo estrecho, apoyando su frente sobre la mía.  

- Chica camisón, debemos comprar totalmente esta puta casa - dijo riendo cuando grité.


Mis piernas literalmente se convirtieron en gelatina. Todo mi centro se licuó, y si no fuera por la fuerza que poseía por las horas pasadas en el estudio de yoga, me hubiera derretido en el piso de madera y goteado sobre la alfombra.


Pedro -  comencé, moviendo una ceja hacia el norte.


- Paula -  respondió y su ceja imitó burlonamente la mía.  

- Pedro -  repetí . Más despacio.- ¿Y cuándo empezaste a fumar marihuana?


Se rió de nuevo y luego desapareció en uno de los armarios. Lo seguí, aprisionando la histeria que amenazaba en mi interior.  

- Escúchame. En serio, ¿estás drogado? Debes estarlo, porque de lo contrario… Mierda.-  Me detuve, mi voz haciendo eco. Se hizo eco, verás, porque el armario era tan grande como toda la cuadra. Inmediatamente me imaginé kilómetros y kilómetros de gabinetes a la medida: cajones, estantería abierta, bastidores de zapatos. Dejé escapar un gemido.  

Pedro se puso de pie delante de la ventana (el armario tenía una ventana. Ni siquiera puedo describirlo) e hizo un gesto a la vista-  Me pregunto si mi armario también tiene una ventana.


Tragué saliva.-  ¿Hay otro armario? - Me di la vuelta a la habitación. Sí, ahí se encontraba. Dos armarios. Quería más que gemir en este momento. Miré Pedro que salía de mi armario (el armario) y se acercaba a mí. Retrocedí contra la pared mientras que con cada paso se acercaba más.


- No. No, Pedro.


- Podríamos totalmente hacerlo. 

- ¡Podríamos totalmente no hacerlo! No es broma. 

 
- Esta casa es increíble.


- Esta casa es un pozo de dinero. ¿Nunca has visto esa película?


- ¿Alguna vez has visto una vista como la de ese porche? - preguntó, poniendo las manos a cada lado de la pared, atrapándome .- Deja de tratar de escaparte de esto - dijo con una pequeña... ¿molestia?  

- Ni siquiera has visto el sótano - le dije. 

 
- Entonces vamos al sótano. 

- Le tengo miedo a los sótanos, Pedro.


- Todo el mundo le tiene miedo a los sótanos, Paula.

- ¿Tú también? Una vez, cuando era una niña, yo...


Pero no pude terminar mi historia sobre esa vez que me quedó un ojo negro por correr por las escaleras del sótano con todas las Barbie que poseía porque me acechaba el hombre lobo, ya que de repente tuve una lengua muy hábil e insistente pasando mis labios y adentrándose en mi boca.

Apenas había tenido tiempo de tomar aliento antes de que regresara el asalto a mis sentidos. Sus manos se apretaron en la parte baja de mi espalda, para jalarme hacia él. 


Terminó el beso, y ahora descansaba su frente contra la
mía. Había necesidad y deseo en sus ojos, pero de una manera diferente a lo normal. Llevé mi mano hasta su cara y tracé un camino hacia su mandíbula.  


- No digo completamente que no - dije en voz baja y una alegría súbita recorrió su rostro. Lo empujé y miré de nuevo al dormitorio. Colocó las manos alrededor de mi cintura, lo que permití. Francamente, necesitaba el ancla. Esto era una locura.  


- ¿Desde cuándo quieres vivir en Sausalito?


- Fui tomándole cariño. Además, van a convertir nuestro edificio en condominios... Nos tendremos que mudar tarde o temprano.


- Eso es un rumor.


- Es un hecho. Me lo dijo la señora del 2A.


- La señora del 2A sólo quiere meterse en tus pantalones. ¿De verdad estamos hablando de esto? ¿Y nos lo podemos permitir?  


- Yo puedo y tú puedes ayudar. Sé que ya piensas en todas las cosas que quieres cambiar.


- Podríamos empezar con la alfombra; eso saldría de inmediato - le respondí sin demora y luego puse una mano sobre mi boca.  


- Lo sabía. - Se rió y me jaló hacia el asiento de la ventana. Por el amor de Cristo. Un asiento de la ventana. Nunca había tenido una oportunidad.


Cuando me tiró en su regazo, lo dejé.  

- De acuerdo, mira - le dije , vamos a hablar de esto por un minuto. Hace un año apenas acababas de dejar atrás a tu harén. ¿Ahora quieres mudarte conmigo a los suburbios?  

- No lo llamaría los suburbios.


- Sabes lo que quiero decir. Es que... Mira, tienes que admitir que las cosas han sido diferentes desde... - Me callé.  
- ¿Desde? - me estimuló.


- Esto no es lo que esperaba. Me preguntas... espera. ¿Qué me preguntas? - le pregunté de pronto y todo mi cuerpo se tensó.  


- Te pregunto si quieres que vivamos juntos, tonta. Que compremos esta impráctica y hermosa casa, que es demasiado grande para dos personas, y vivas en ella conmigo. Juntos.


Y yo que pensé que sólo íbamos a dar un paseo hoy.  


Miré alrededor de la habitación, observé por la ventana a la vista asesina.


Lo miré, viéndolo directamente a los ojos y traté de descubrir lo que pensaba.  

-¿Estás seguro de que quieres todo esto? - le pregunté, sin referirme solamente a la casa


- Diablos, sí. Te amo; eso no va a cambiar. Quiero esto, te quiero, y creo... Oh, demonios, aquí viene Dawson’s Creek. 
- Hice una mueca y me reí a pesar del momento.  
Su mirada anhelante aumentó y se veía tan joven. - No quiero posponer las cosas, a pesar de que no hemos estado juntos mucho tiempo. No quiero esperar, nunca se sabe lo que puede... Mira. Te adoro y quiero una casa. Una vez más. Contigo.  


Con eso fue suficiente. Señal de lágrimas.  


- Me estás matando, Pedro - sollocé, las lágrimas comenzaron a correr.


- Lo sé. Soy muy lindo cuando estoy vulnerable - dijo, haciéndome resoplar de una manera muy poco femenina.

- Entonces, sin saber cuánto cuesta esta casa, sin saber nada de comprar una casa en Sausalito, sin una inspección o un agente de bienes raíces y sabiendo que hay un montón de mierda de trabajo por hacer ¿quieres esto? Todo, ¿de verdad lo quieres?


Asintió, luciendo determinado, pero con un poco de miedo a mi respuesta.


Me bajé de su regazo y caminé por la habitación una vez más. Había por lo menos un centenar de razones por las que esto tal vez no era la mejor idea.


Me asomé por la ventana grande una vez más, mirando hacia los viejos rosales en la maleza. Apuesto a que esto era hermoso en la primavera.  


Me apoyé en el alféizar de la ventana, viendo lo último del sol que dejaba la ciudad al otro lado de la bahía. Los marcos de las ventanas eran profundos, exactamente el tamaño adecuado para que un gato muy especial durmiera ahí. 

Me volví hacia Pedro, ahora de pie en la puerta con la mirada más esperanzadora que vi en mi vida.


¿Quería yo hacer esto?  


¿Así era esto, ser adulto? ¿Tomar decisiones importantes, y luego pasar a una nueva fase de tu vida? ¿No era demasiado rápido, demasiado impulsivo, demasiado...?


Quería esto. Y lo quería con Pedro. Asentí, y sonrió y luego me besó.  

Tres horas más tarde, él había hecho una oferta. Que fue aceptada.  

Ser adulto ¿no?

***

 
- ¿Nos estamos apresurando?


- No, hemos estado en esto bastante tiempo. Se llama juego previo, Paula - murmuró Pedro, al sur de mi ombligo.  


- Estoy familiarizada con el concepto - le contesté, apretando mis piernas alrededor de su cintura y levantándome sobre mis codos para mirarlo - -No me refiero al juego previo, aunque es bueno.


- ¿Bueno? ¿Solamente bueno? - Se arrastró por mi cuerpo, besándolo todo el camino. Me estremecí .- Te di una de mis mejores cosas allá abajo. 

- ¿He dicho bueno? Quise decir fantástico. Fenomenal. - Le di un beso en la comisura de sus labios .- Fuera de este mundo.


- Eso está mejor. Ahora, ¿qué es eso de apresurar las cosas? - Usó mi pecho izquierdo como almohada mientras sus dedos trazaban ligeramente sobre el derecho.  


- Con la casa. ¿Nos estamos apresurando con esto? - le pregunté, pasando las manos por su cabello y haciendo que se erizara. Lo retorcí de un lado a otro, haciéndole crestas, cortes de tazón y flequillo. Enrollé su pelo en cada dedo, sintiendo los mechones sedosos mientras él besaba mi seno.

  
- ¿Sigues pensando en eso? - preguntó con un suspiro .- Si pensara que era demasiado pronto, no habría hecho una oferta. - La sugerencia más leve de su lengua mojó la punta de mi seno . -Si pensara que era demasiado pronto, no le habría dicho al agente de bienes raíces que quería esa casa, sin importar lo que estuviera mal con ella.


Sus caderas chocaron con las mías, deslizándose entre mis piernas y lo acuné automáticamente. Podía sentirlo, duro, con ganas e insistente.- Si pensara que era demasiado pronto, no te daría un presupuesto de diseño obsceno para convertir esa casa en nuestro hogar - susurró con voz ronca y gruesa.- Y hablando de grueso...  


Empujó hacia el interior, apenas. - Calefacción para el suelo, Paula.  

Mi espalda se arqueó .- Encimeras de mármol. - Mis piernas se abrieron considerablemente.


- ¿Carrara?


- No sé lo que significa eso, nena - dijo jadeando y cerniéndose sobre mi cuerpo. Apoyó todo su peso sobre una mano, dejando que la otra bajara para empezar a trazar esos círculos perfectos, exactamente donde sabía que iba a enviarme a volar.  


- Es un tipo de mármol que, mmm... - gemí y mi cabeza cayó sobre la almohada mientras se deslizaba dentro de mí por completo.  


- Lo que sea. Puedes tener lo que quieras. ¿No lo sabías? - gimió, presionándome bajo mi espalda, acercándome más, e inclinando la cadera de manera que cada embestida me pegaba justo en el Carrara . - Sólo te necesito a ti.  - Sus ojos ardían en los míos, tormentosamente y llenos de deseo .- A ti…


-Te necesito a ti - repitió, empujando profundamente y encadenándome directo al abismo.


Fueron esos ojos que me empujaron sobre el abismo. Y cuando siguió, fue épico. Nos acostamos, enredados y sin aliento. Sosteniéndolo cerca, le susurré al oído lo mucho que lo amaba y lo genial que sería esta casa, este hogar.  


Sólo esperaba que pudiera hacer lo que él necesitaba.

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