jueves, 10 de julio de 2014

CAPITULO 10



Aunque me preparé para otra ronda de golpes en la pared, los próximos días transcurrieron sin complicaciones. Trabajé, caminé, Olaf. Salí con mis amigas, hice un increíble Bizcocho de Calabacín en mi ahora habitual KitchenAid, y pasé mi tiempo investigando a donde ir en mis vacaciones.


Todos los años, me tomo una semana y viajo a algún lugar
totalmente sola. A algún lugar emocionante, y nunca voy al mismo lugar dos veces. Un año me fui a hacer senderismo por una semana en Yosemite. Otro año me fui en tirolesa a través de la selva hacia un Ecolodge en Costa Rica. Otro año durante una semana hice submarinismo frente a la costa de Belice. Y este año…no estaba segura de a dónde iba a ir. Ir a Europa era cada vez prohibidamente caro en esta economía, por lo que estaba fuera. Estaba pensando en ir a Perú, ya que siempre había querido visitar Machu Picchu. Tenía un montón de tiempo, pero a menudo la mitad de la diversión era decidir donde quería pasar mis vacaciones.


También pasé una cantidad excesiva de tiempo en mi mirilla. Sí, es cierto. Cada vez que oía una puerta cerrarse corría hacia la puerta.


Olaf me miraba con una sonrisa. Él sabía exactamente lo que estaba haciendo. Sin embargo ¿por qué me juzga?, nunca lo sabré, si sus orejas se levantaban cada vez que escuchaba ruidos que subían las escaleras. Él seguía suspirando por su Purina.


Todavía no había visto a Pedro. Un día llegué justo a la mirilla para verlo entrar en su apartamento, pero todo lo que pude ver fue su camisa negra y un desordenado cabello oscuro. E incluso pudo haber sido un rubio oscuro, difícil de decir por la tenue luz del pasillo.


Necesitaba una mejor iluminación para mi trabajo detectivesco.


En otra ocasión vi el Range Rover alejarse de la acera cuando llegué a la esquina de mi casa desde el trabajo. ¡Iba a pasar por la derecha!


Justo cuando estaba a punto de obtener el primer vistazo de él, en realidad ver al hombre detrás del mito, tropecé y me fui de culo sobre la carretilla que estaba en la acera. Por suerte Juan me vio y me ayudó a mí, a mi ego herido y a mi culo magullado a levantarnos del concreto y me llevó para algunos Bactine seguida de un whisky.


Pero todo estuvo tranquilo por la noche. Sabía que Pedro estaba en casa, lo oía de vez en cuando: el movimiento de una pata de la silla a través del suelo, una risa silenciosa o dos. Pero no un harén, y por lo tanto no Wallbanging.


Nos dormimos juntos casi todas las noches. Él ponía música de Duke Ellington y Glenn Miller en su lado de la pared, y yo me acostaba en la cama de mi lado, escuchando descaradamente. Mi abuelo solía poner sus discos viejos por la noche, y el pop y el chasquido de la aguja en el vinilo era reconfortante mientras dormía, Olaf se acurrucó a mi lado. Debo decir que Pedro: tenía buen gusto musical.


Pero la calma y tranquilidad eran demasiado buenas como para durar tanto tiempo, y todo el infierno se desató de nuevo un par de noches más tarde.


En primer lugar, tuve que aguantar otra ronda de Spanx. 


Ella había sido de nuevo una chica muy mala y sin duda merecería la rotunda paliza que recibió. Una paliza que duró casi media hora y terminó con gritos de: “¡Eso es! Justo ahí, Dios, sí, ¡justo ahí!” ante las actuales paredes que comenzaron a temblar. Había permanecido despierta toda la noche, poniendo los ojos en blanco y cada vez más y más
frustrada.


La mañana siguiente, desde mi puesto en la mirilla, vi salir a Spanx y conseguí una realmente buena primera vista de ella. Piel rosada y brillante, era una delicada y un poquito redondita chica con curvas en las caderas y los muslos, y un muy buen paquete trasero. Ella era pequeña, realmente pequeña, y un poco gordita. Ella tuvo que ponerse de puntillas para darle el beso de despedida a Pedro, y no pude verlo porque me quedé viendo a ella mientras se alejaba. Me maravillé de su gusto por las mujeres. Ella era todo lo contrario a lo que había visto en Purina, quien parecía una modelo.


Anticipando que Purina seria la siguiente en la lista, la noche siguiente le di a Olaf un calcetín lleno de catnip y un cuenco lleno de atún. Mi esperanza era debilitarlo y desmayarlo antes de que la acción comenzara. Pero mi acción tuvo un efecto opuesto. Mi chico estaba listo para la fiesta cuando los primeros compases de Purina llegaron junto con su grito a través de las paredes alrededor de la una y quince de la mañana.


Si Olaf pudiera ponerse una mini bata para fumar, lo hubiera hecho.


Él caminó airadamente por la habitación, caminando de un lado a otro delante de la pared, luciendo indiferente. 


Cuando Purina comenzó con sus maullidos, sin embargo, no pudo contenerse. Una vez más él se lanzó contra la pared. Saltó de la mesita de noche hacia la cómoda y luego el estante, escaló las almohadas e incluso una lámpara con tal de acercarse a su amada.


Cuando se dio cuenta de que nunca sería capaz de enterrarse bajo el yeso, le cantó alguna clase de versión felina de Barry White, sus aullidos coincidían con la intensidad de ella.


Cuando las paredes comenzaron a temblar debido a Pedro, me sorprendí de que ellos pudieran mantener su control y enfoque a pesar de toda la bulla que había. Está claro que si yo podía oírlos, ellos también era capaces de escuchar a Olaf y todo su estruendo.


Aunque si yo fuera empalada por Wallbanger 


AsombrosaPolla, imagino que podría compartimentar también…


Por ahora, sin embargo, nada me empalaba y me estaba enojando.


Estaba cansada, caliente aun sin ver nada, y mi gato tenía un hisopo que salía de su boca que terriblemente parecía como un pequeño cigarro.


Después de una noche de sueño abreviado, la mañana siguiente, me arrastré hasta la mirilla para otra ronda de EspiarHarén. Fui recompensada con un breve perfil lateral de Pedro mientras se inclinaba para despedirse con beso de Purina. Fue rápido, pero fue suficiente para ver su mandíbula: fuerte, definido, bueno. Tiene una excelente mandíbula. Lo mejor de ese día fue el avistamiento de su mandíbula. El resto del día fue una mierda.


Primero, hubo un problema con el contratista general sobre la casa de los Nicholson. Parece que él no solo se estaba tomando demasiado tiempo para su almuerzo, él en realidad había estado fumando marihuana todos los días en el ático. 


Todo el tercer piso olía como a concierto de Muerto.


Además, una paleta completa de baldosas para el piso del baño se había roto y astillado. La cantidad de tiempo necesario para volver a organizar y enviar haría que el proyecto entero se retrase por lo menos dos semanas, dejando sin posibilidad de que se termine a tiempo. Cada vez que se comienza la construcción principal se estima una fecha de finalización del proyecto. Sin embargo, nunca me he pasado de la fecha límite, y este es un trabajo de alto perfil laboral, esto hizo calentarme (y no de la buena manera) al darme cuenta de que no había nada que pudiera hacer para acelerar las cosas, ni para viajar hacia Italia y traer de nuevo esos mismos malditos azulejos por mí misma.


Después de un rápido almuerzo, durante el cual se me cayó todo el refresco por todo el piso avergonzándome completamente, me dirigí de nuevo hacia el trabajo y me detuve en una tienda para ver algunas nuevas botas para senderismo. Tenía planes de ir de senderismo a los Promontorios de Marín este fin de semana.


Cuando examiné la selección, sentí un cálido aliento en mi oído que me estremeció instintivamente.


—Hola —Escuché y me congelé de miedo. Los flashbacks vienen a mí, y vi manchas. Sentí frio y calor al mismo tiempo, y la experiencia más horrible de mi vida pasó por mi mente. Me volví y vi a…


Carlos Weinstein. El Follador Ametrallador quien secuestró la O.


—Paula, luces bien en el vecindario —canturreó, canalizando su interno Torm Jones.


Me tragué la bilis y me esforcé por mantener la compostura. 


—Carlos, me alegro de verte. ¿Cómo estás? —Me compuse.


—No me puedo quejar. Solo haciendo un tour por los restaurantes para el viejo. ¿Cómo estás? ¿Cómo te trata el negocio de decoración?


—Empresa de diseño de interiores, y me trata bien. De hecho, estaba de camino para regresar a mi trabajo, así que si me disculpas — farfullé, comenzando a empujarlo para pasar.


—Oye, pero no hay prisa, cosa bonita. ¿Tienes hora de almuerzo? Puedo conseguirte un descuento para alguna pizza justo a unas pocas cuadras de distancia. ¿Te parece bien cinco por ciento de descuento? —dijo, para el colmo con una voz arrogante.


—Guau, cinco por ciento. Por mucho que endulces la olla, paso. —Me reí entre dientes.


—Entonces, Paula, ¿Cuándo puedo volver a verte? Esa noche… maldita sea. Era bastante grande ¿eh? —Guiñó el ojo, y mi piel me rogó que lo arrancara de mi cuerpo y se lo tirara a él.


—No. No, Carlos. Por un demonio, no —Le espeté, la bilis subía de nuevo. Los destellos de entra y sale y entra y sale y entra y sale. Mi coño gritó en su propia defensa. Por supuesto, nosotras dos no estábamos en buenos términos, pero sin embargo yo sabía cuán asustada estaba de esa ametralladora. Sobre mi cadáver.


—Oh, vamos nena. Vamos a hacer un poco de magia —susurró.


Se inclinó, y me di cuenta que él tenía de nuevo la salchicha. —Carlos, debes saber que estoy a punto de vomitar en tus zapatos, así que si yo fuera tú me alejaría.


Él palideció y dio un paso atrás.


—Y para que conste, prefiero grapar mi cabeza a la pared que hacer magia contigo de nuevo. ¿Tú, yo, y tu cinco por ciento de descuento? No va a pasar. Ahora adiós —dije entre dientes y salí de la tienda.


Me voy pisando fuerte, enojada y sola. No hay azulejos italianos, no hay botas de senderismo, no hay hombre, y no hay O.

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