jueves, 10 de julio de 2014

CAPITULO 9



LAS SIGUIENTES NOCHES fueron maravillosamente tranquilas. Sin golpes, azotes, maullidos y risas. Es cierto que Olaf estaba un poco triste de vez en cuando, pero todo lo demás sobre el departamento estaba muy bien. Conocí a algunos de mis vecinos, incluyendo a Juan y Antonio que vivían abajo. No había oído o visto a Pedro desde la
anterior noche con la Risitas, y aunque estaba agradecida por las noches de sueño perfecto, sentía curiosidad por saber a dónde había desaparecido. Juan y Antonio estaban más que contentos de contarme chismes.


—Cariño, espera a que veas a nuestro querido Pedro. ¡Es un espécimen ese chico! —exclamó Juan. Antonio me había atrapado en el pasillo de camino a casa y en cuestión de segundos ya tenía un coctel en mi mano.


—Oh Dios, sí. ¡Él es exquisito! Si yo fuera unos años más joven — canturreó Antonio, abanicándose mientras Juan lo miraba por encima de su Bloody Mary.


—¿Si fueras unos años menor que? Por favor. Tú nunca has estado en la liga de Pedro. Él es un filete, mientras, enfréntalo cariño, tu y yo somos hot dogs.


—Eso serás tú —Antonio soltó una risotada y luego empezó a succionar enfáticamente su tallo de apio.


—Señores, por favor. Háblenme de ese chico. Admito, que después del espectáculo que hizo la semana pasada, estoy un poco intrigada sobre el hombre detrás de los golpes de la pared.


Me vine abajo y les conté sobre las travesuras nocturnas de Pedro después de darme cuenta que a menos que les contara el chisme, ellos no me contarían nada. Se aferraron a cada palabra como gordos niños a un bufet. Les hablé de las mujeres que él hizo el amor. Y ellos llenaron algunos pequeños espacios en blanco.


Pedro era un fotógrafo independiente que viajaba por todo el mundo.


Ellos suponen que él actualmente se encuentra en misión, lo que explica mi calidad de sueño. Pedro trabajó en proyectos para The Discovery Channel, The Cousteau Society, National Geographic.


Todos los peces gordos. Había ganado premios por su trabajo e incluso pasó algún tiempo cubriendo la guerra en Irak hace unos años. Él siempre dejaba su carro cuando estaba viajando: un viejo, destartalado y negro Range Rover Discovery, la clase de carro que encuentras en la selva africana. La clase de persona que maneja delante de los yuppies para guiarlos.Entre lo que me dijeron Juan y Antonio, el carro, el trabajo y la casa internacional de orgasmos desde el otro lado de la pared, estaba empezando a armar un perfil de este hombre, que todavía no había
visto. Y estaría mintiendo si dijera que no estaba cada vez más y más intrigada.


Una tarde, después de dejar algunas muestras de baldosas a los Nicholsons, decidí caminar hasta mi casa. La niebla había desaparecido dejando al descubierto la ciudad, y era una noche agradable para pasear. Al doblar la esquina de mi casa, me di cuenta que la Range Rover estaba ausente de su lugar habitual detrás del edificio. Lo que significaba que él estaba fuera de casa.


Pedro estaba de vuelta en San Francisco.

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