lunes, 14 de julio de 2014
CAPITULO 17
NOS QUEDAMOS MIRANDO, oleadas de ira y de enojo están entre nosotros. Nos miramos, él con una sonrisa y yo con burla, antes de darme cuenta de nuestro gallinero nos quedamos en silencio otra vez, junto con todos los otros huéspedes en la cocina. Miré más allá de mi vecino y vi de pie a Josefina con Benjamin con una mirada inquisitiva en
su cara, sin duda preguntándose por qué su pupilo está
enfrentándose en medio de su inauguración.
Espera un minuto, ¿cómo demonios ella conoce a Pedro? ¿Por qué él está aquí?
Sentí una pequeña mano en mi hombro y giro rápidamente para ver a Moni.
—Tranquila, Trigger. No necesitas poner una bomba nuclear donde Josefina, ¿bien? —susurró, sonriendo tímidamente a Pedro. La miré y luego me volví a él, encontrándolo con nuestros anfitriones.
—Paula, no sabía que conocías a Pedro. ¡Que pequeño es el mundo! —exclamó Josefina, juntando las manos.
—No diría que lo conozco, pero estoy familiarizada con su trabajo — contesté entre dientes. Moni bailaba en un círculo alrededor de nosotros como una niña pequeña con un secreto.
—Josefina, no creerás esto pero… —comenzó, su voz rebosante de alegría apenas disimulada.
—Moni… —le advertí.
—¡Pedro es el Pedro de al lado! ¡Pedro Wallbanger! —gritó Sofia, agarrando el brazo de Benjamin. Estoy segura que ella lo hizo sólo para tocar a Benjamin.
—Maldita sea —suspiré mientras Josefina tomaba la información.
—De ninguna manera —suspiró, puso las palmas sobre su boca mientras dejaba caer la bomba. Josefina siempre trató de ser una dama. Benjamin miró confundido, y Pedro tuvo la decencia de sonrojarse un poco.
—Imbécil —le articulé.
—Cockblocker[Es cuando alguien previene o evita que otra persona tenga sexo] —articuló de vuelta, la sonrisa regresó con toda su fuerza.
Jadeé. Apreté los puños y me preparé a decirle exactamente lo que podía hacer con su cockblocker cuando Nicolas entró.
—Benjamin, mira esto, ¡este pequeño bombón está aquí en la Chica Camisón Rosa! ¡Puedes soportarlo! —río mientras German luchaba por mantener la cara seria. Los ojos de Benjamin se abrieron y él me alzó una ceja. Pedro tragó una carcajada.
—¿Chica Camisón Rosa? —preguntó Josefina y oí a Benjamin inclinarse y decirle que le explicaría más tarde.
—¡Está bien, eso es todo! —grité y señalé a Pedro—. Tú, ¿una palabra, por favor? —le grité y lo agarré del brazo. Lo llevé afuera y abajo por uno de los caminos que conducían fuera de la casa Trepó lejos de mí, mis tacones sonando fuertemente en la losa.
—Jesús, cálmate, ¿puedes?
Mi respuesta fue clavar las uñas en su brazo, lo que lo hizo gritar.
Bien.
Llegamos a un pequeño enclave situado lejos de la casa y la fiesta, suficientemente lejos par que nadie lo escuche gritar cuando le quite las bolas de su cuerpo. Solté su brazo y lo rodeé, señalando con el dedo en su cara de sorpresa.
—¡Cómo tuviste la osadía de decirle a todos sobre mí, idiota! ¿Qué demonios? ¿Chica Camisón Rosa? ¿Me estás jodiendo? —susurré grité.
—Oye, ¡podría hacer la misma pregunta! ¿Por qué todas las chicas de allí me llaman Wallbanger, huh? ¿Quién está contando cuentos ahora? —susurró-gritó de vuelta.
—¿Me estás jodiendo? ¿Cockblocker? ¡Sólo porque me negué a pasar otra noche a escucharte a ti y a tu harén no me hace una cockblocker! —susurré.
—Bueno, debido al hecho de que tú golpeando puertas bloquea mi polla, eso te hace una cockblocker. ¡Cockblocker! —siseó. Toda esta conversación estaba empezando a sonar como algo que podría haber sucedido en cuarto grado, a excepción de la conversación de camisones y pollas.
—Ahora, escúchame, señor —dije, tratando de tener un tono más adulto—. ¡No voy a pasar toda la noche escuchando como tratas de pasar la cabeza de una chica a través de mi pared sólo con la fuerza de tu polla! De ninguna manera, amigo. —Lo apunté con el dedo. Él lo agarró.
—Lo que haga en el lado de mi pared es mi asunto. Vamos a dejar esto claro ahora mismo. ¿Y de todos modos por qué estás tan preocupada de mí y mi polla? —preguntó, sonriendo otra vez.
Era esa sonrisa, esa maldita sonrisa que me ponía furiosa.
Eso y el hecho de que todavía sostenía mi dedo.
—¡Es mi asunto cuando tú y tu tren sexual golpean mi pared cada noche!
—¿Estás realmente obsesionada con eso, no? ¿Deseando que ojalá estuvieras en el otro lado de la pared? ¿Estás buscando montar el tren sexual, Chica Camisón? —Se rió entre dientes mientras agitaba su dedo en mi cara.
—Bien, eso es todo —gruñí. Agarré su dedo en defensa, lo que al instante nos encerró juntos. Debemos parecer dos leñadores tratando de cortar un árbol. Hemos estado más allá de lo ridículo. Ambos soplamos y resoplamos, cada uno tratando de conseguir la mano superior, pero nos negamos a ceder.
—¿Por qué eres tan mujeriego, idiota? —pregunté, a centímetros de su cara.
—¿Por qué eres tan cockblocker? —preguntó, y cuando abrí mi boca para decir exactamente lo que pensaba, el hijo de puta me besó..
Me besó.
Puso sus labios sobre los míos y me besó. Bajo la luna y las estrellas, con los sonidos de las olas golpeando y el críquet de los grillos. Mis ojos todavía estaban abiertos, mirando furiosos a los suyos. Sus ojos son tan azules, era como mirar a dos océanos enojados.
Se apartó, nuestros dedos seguían juntos como alicates.
Solté su mano y le di una bofetada en la cara. Se veía confundido, más aún cuando agarré su chaleco y lo tiré más cerca. Lo besé, esta vez cerré mis ojos y dejé que mis manos llenaran la lana y mi nariz se llenara de de olor de este chico caliente.
Maldita sea, olía bien.
Sus manos se deslizaron en la parte baja de mi espalda, y tan pronto como me tocó, me di cuenta donde estaba y lo que estaba haciendo.
—Maldición —dije, y me aparté. Nos quedamos mirando el uno al otro y me limpié los labios. Comencé a caminar lejos y luego me di vuelta rápidamente.
—Esto nunca pasó, ¿entendido? —Lo señalé otra vez.
—Lo que digas. —Sonrió y sentí que mi temperamento afloraba otra vez.
—Y déjate con la cosa de Camisón Rosa, ¿bien? —susurré-grité y me di vuelta para caminar por el sendero.
—Hasta que no vea otro de tus camisones, así es como te llamaré — respondió y casi me tropecé. Alisé mi vestido y me dirigí a la fiesta.
Increíble.
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