jueves, 17 de julio de 2014

CAPITULO 26





Una hora después las cosas estaban de vuelta bajo control. Secamos el agua, alertamos a las personas de abajo en caso de que hubiera una filtración, y fijamos una llamada al hombre de mantenimiento.


Empezamos a movernos hacia mi puerta principal, secando el último poquito de agua con las toallas que Pedro generosamente había facilitado.


—¡Qué desastre! —Me quejé, levantándome del piso y hundiéndome en el sofá.


—Pudo haber sido peor. Pudiste haber tenido que lidiar con esto después de sólo tres horas de sueño, y siendo despertado por alguna mujer gritando al tope de sus pulmones. —dijo él, sentándose en el apoya brazos del sofá.


Levanté una ceja y él se retractó.


—Okey, mal ejemplo ya que el escenario es algo con lo que estas familiarizada. ¿Qué vas a hacer ahora?


—No sé. Tengo que quedarme aquí y esperar al hombre para arreglar este desastre. Mientras tanto, estoy sin agua, lo cual significa no café, no ducha, no nada. Apesta. —Murmuré, cruzando mis brazos sobre mi pecho.


—Bueno, supongo que estaré a través del pasillo, tomando café y pensando acerca de mi ducha, si necesitas algo. —dijo él,acercándose a la puerta.


—Idiota, definitivamente me harás café.


—¿Me llevaras a la ducha también?


—Tú no estarás allí conmigo, lo sabes.


—Supongo que puedes tomar una de todas formas. Vamos pequeña cockblocker —Él resopló, tirando de mi fuera del sofá y guiándome a través del pasillo. Olaf lanzó un último grito enojado hacia mí desde la habitación, y lo callé


—Ups, espera. Déjame tomar el desayuno —Agarré un paquete envuelto en papel de aluminio de la mesa.


—¿Qué es eso? —preguntó.


—Tu pan de calabacín.


Juro que casi mordió a través de su labio inferior. De verdad debe gustarle el pan de calabacín.


Treinta minutos después, estaba sentada en la mesa de cocina de Pedro, piernas dobladas debajo de mí, tomando café de una cafetera francesa y secando mi cabello con una toalla. Él parecía realmente relajado y contento, y había devorado la hogaza entera de pan de calabacín. Yo apenas tomé la mitad de una rebanada antes de que la quitara lejos de mí, el pedazo entero desapareciendo en su boca.


Se empujó lejos de la mesa y gimió, palmeando su barriga llena.


—¿Quieres otra hogaza? Horneé bastante, pequeño cerdito —Arrugué mi nariz hacia él.


—Tomaré cualquier cosa que quieras darme, Chica Camisón. No tienes idea de cuánto amo el pan hecho en casa. Nadie ha hecho algo como esto para mí en años —Él guiñó un ojo y dejó escapar un pequeño eructo.


—Ahora, eso es sexy —Fruncí el ceño y tomé mi taza de café a la sala de estar, echando un vistazo hacia el pasillo para ver si el hombre de mantenimiento no había aparecido todavía.


Pedro me siguió y se sentó en su grande y cómodo sofá. Vagué alrededor, observando todas sus fotos. Tenía una serie de blancos y negros en una pared, varias impresiones de la misma mujer en una playa. Manos, pies, vientre, hombros, espalda, piernas, dedos del pie, y finalmente uno de solo su cara. Era preciosa.


—Esto es hermoso. ¿Una de tu harén? —Pregunté, mirando de vuelta a él.


Él suspiró y corrió una de sus manos por su cabello —No todas las mujeres han hecho un viaje a mi cama, sabes.


—Lo siento. Estoy bromeando. ¿Dónde fueron tomadas estas? — Pregunté, sentándome a su lado.


—En una playa en Bora Bora. Estaba trabajando en una serie de fotografía de viajes, las más hermosas playas del Pacifico Sur, muy al estilo retro. Ella estaba en la playa un día, chica local, y la luz era perfecta, así que le pregunté si podía tomar algunas fotos de ella.


Salieron estupendas.


—Ella es hermosa —dije, bebiendo mi café.


—Sí —Estuvo de acuerdo con una dulce sonrisa.


Bebimos en silencio, estando bien con el silencio.


—Entonces ¿qué habías planeado hacer hoy? —preguntó.


—¿Te refieres antes de que mis tuberías se rebelaran?


—Sí, antes del ataque —Él sonrió por encima del borde de su taza, ojos azules brillando.


—No tenía mucho planeado, en realidad, y eso es algo bueno. Iba a ir a correr, tal vez sentarme afuera y leer esta tarde —Suspiré, sintiéndome cálida, confortable y cómoda— ¿Qué hay de ti?


—Planeaba dormir el día entero antes de taclear una montaña de ropa sucia.


—Puedes ir a dormir, ¿sabes? Puedo esperar en mi propio
apartamento —Empecé a levantarme. Pobre hombre, había llegado tarde, y yo le impedía dormir.


Pero él me negó con la mano y señaló el sofá —Sé mejor, sin embargo. Si duermo tendré jet lag toda la semana. 
Necesito volver a la hora del Pacifico, tan pronto como me sea posible, así que probablemente fue algo bueno que tus tuberías atacaran.


—Hmm, supongo. Entonces, ¿cómo estuvo Irlanda? ¿Buenos tiempos? —Pregunté, recostándome.


—Siempre tengo un buen tiempo cuando estoy viajando.


—Dios, que trabajo tan maravilloso. Me encantaría viajar así, viviendo de una maleta, viendo el mundo, maravilloso… —Me apagué, mirando de nuevo alrededor todas las fotos. Vi un estante delgado en la pared del fondo con pequeñas botellas en él— ¿Qué es eso? —Pregunté, dirigiéndome al pequeño estante curioso. Cada una de ellas contenía
lo que parecía ser arena. Algunas eran blancas, otras grises, otras de color rosa, y una era casi completamente negra. Cada una tenía una etiqueta. Mientras miré lo sentí, más que ver, moverse detrás de mí.


Su aliento era cálido en mi oreja.


—Cada vez que visito una playa nueva, traigo de vuelta un poco de arena, como un recordatorio de donde estuve, cuando estuve allí — Respondió, con voz grave y melancólica.


Miré más de cerca las botellas y maravillé por los nombres que vi: Isla Harbour–Bahamas, Estrecho del Príncipe Guillermo–Alaska, Punaluu–Hawái, Vik–Islandia, Sanur–Fiyi, Patura–Turquía, Galicia– España.


—¿Y has estado en todos estos lugares?


—Mmm-hmm.


—¿Y por qué traer de vuelta arena? ¿Por qué no postales, o mejor aún, las fotos que tomas? ¿No es suficiente recuerdo? —Me volví para mirarlo.


—Tomo fotos porque me encanta, y sucede que es mi trabajo. ¿Pero esto? Esto es tangible, es táctil, es real. Puedo sentir esto, esta es arena en la cual realmente estuve parado, de cada continente del país. Me lleva de nuevo allí, al instante —dijo, sus ojos volviéndose soñadores.


De cualquier otro hombre, en cualquier otro lugar, habría sido pura cursilería. ¿Pero de Pedro? El hombre tenía que ser profundo.


Maldición.


Mis dedos siguieron recorriendo todas las botellas, casi más de lo que podía contar. Las puntas de mis dedos permanecieron en las de España, y él lo notó.


—España, ¿eh? —preguntó.


Me volteé para mirarlo —Sip, España. Siempre he querido ir. Algún día lo hare —suspire y caminé de vuelta al sofá.


—¿Viajas mucho? —preguntó Pedro, hundiéndose a mi lado de nuevo.


—Intento ir a algún lugar cada año, no tan elegante como tú, o tan frecuente, pero trato de llevarme a algún lugar cada año.


—¿Tú y las chicas? —Él sonrió.


—A veces, pero los últimos años he disfrutado viajando sola. Hay algo bueno en establecer tu propio ritmo, ir a donde quieras, y no tener que correr por una comisión cada vez que quieras salir a cenar, ¿sabes?


—Lo entiendo. Solo estoy sorprendido —dijo él, frunciendo el ceño ligeramente.


—¿Sorprendido de que quiera viajar sola? ¿Estas bromeado? ¡Es lo mejor! —Exclamé.


—Demonios, no obtendrás ningún argumento de mí. Solo estoy sorprendido. La mayoría de las personas no les gusta viajar solas, muy abrumador, muy intimidante. Y piensan que se van a sentir solas.


—¿Alguna vez te sientes solo? —Pregunté.


—Te lo dije, nunca me siento solo —dijo él, sacudiendo su cabeza.


—Sí, sí, lo sé, Pedro dice, pero debo decir que lo encuentro un poco difícil de creer —Torcí un mechón de mi casi-seco cabello alrededor de mi dedo.


—¿Tú te sientes sola? —Preguntó.


—¿Cuando estoy viajando? No, soy excelente compañía —Respondí inmediatamente.


—Odio admitirlo, pero estoy de acuerdo —dijo él, alzando su taza en mi dirección.


Sonreí y me sonrojé ligeramente, odiándome mientras lo hice —Wow, ¿nos estamos convirtiendo en amigos? —Pregunté.


—Hmm, amigos… —Él parecía pensarlo cuidadosamente,
examinándome a mí y a mi actual estado de sonrojo —Sí, creo que lo somos.


—Interesante. De cockblocker a amigo. No está mal —Me reí y choqué su taza con la mía.


—Oh, queda por verse si eres levantada de tus estatus de
cockblocker —dijo él.


—Bueno, solo avísame antes de que Spanx venga la próxima vez, ¿de acuerdo, amigo? —Me reí ante su expresión confundida.


—¿Spanx?


—Ah, sí, bueno, tú la conoces como Katie —Me carcajeé.


Finalmente tuvo la decencia de sonrojarse y sonreír tímidamente — Bien, sucede que la Srta. Katie ya no forma parte de lo que tan amablemente te refieres como mi harén.


—¡Oh, no! ¡Ella me gustaba! ¿La azotaste muy duro? —Me burlé de nuevo, mi risa empezando a salirse de control.


Pasó sus manos por su cabello, frenéticamente —Tengo que decirlo, esta es, francamente, la conversación más extraña que jamás he tenido con una mujer.


—Lo dudo, pero seriamente, ¿a dónde fue Katie?


Sonrió en silencio —Ella conoció a alguien más y parece realmente feliz. Así que terminamos nuestra relación física, por supuesto, pero todavía es una buena amiga.


—Bien, eso es bueno —Asentí y estuve en silencio por un momento— ¿Cómo funciona eso en realidad?


—¿Cómo funciona qué cosa?


—Bueno, tienes que admitir, tus relaciones son las mejores en ser poco convencionales. ¿Cómo lo haces? ¿Mantener a todos felices? — Lo pinché.


Se echó a reír —No estas seriamente preguntando cómo satisfago a estas mujeres, ¿verdad? —Sonrió.


—Diablos, no. ¡He escuchado cómo lo haces! No parece haber ninguna duda al respecto. Quiero decir, ¿cómo es que nadie resulta herido?


Pensó por un momento —Supongo que porque éramos honestos al empezar esto. No es como si alguien se dispusiera a crear este pequeño mundo, solo sucede. Katie y yo siempre nos la habíamos llevado bien, en especial de esa forma, así que solo caímos en esa relación.


—Me gusta Spanx, quiero decir, Katie. ¿Así que ella fue la primera? ¿En el harén?


—Suficiente con el harén, lo haces sonar tan sórdido. Katie y yo fuimos juntos a la Universidad, tratamos salir de verdad, no funcionó, sin embargo ella es genial, ella es…espera, ¿estas segura de que quieres escuchar todo esto?


—Oh, soy todo oídos. He estado esperando para pelar esta cebolla desde la primera vez que tumbaste esa fotografía de mi pared y me marcaste la cabeza —Sonreí, recostándome en el mueble y doblando mis rodillas debajo de mí.


—¿Tumbé una foto de tu pared? —Preguntó, pareciendo fascinado y orgulloso al mismo tiempo. Qué tipo.


—Concéntrate, Pedro. Dame la información confidencial de tus damas de compañía. Y no escatimes en detalles, esta mierda es mejor que HBO.


Él carcajeó y puso su cara de narrador —Bien, de acuerdo, supongo que empezó con Katie. No funcionamos como pareja, pero cuando nos encontramos de casualidad luego de la universidad hace unos años, el café se convirtió en almuerzo, el almuerzo en bebidas, y las bebidas se convirtieron en… bueno, cama. Ninguno de los dos estaba
saliendo con alguien, así que empezamos a vernos cada vez que estaba en la ciudad. Ella es genial. Es solo que… no sé cómo explicarlo. Ella es… suave.


—¿Suave?


—Sí, es toda redondeada en los bordes, cálida y dulce. Es solo… suave. Es la mejor. —¿Y Purina?


—Nadia. Su nombre es Nadia.


—Tengo un gato que dice lo contrario.


—Nadia, la conocí en Praga. Estaba haciendo una sesión un invierno. Nunca suelo hacer fotografía de moda, pero me pidieron hacer una sesión para Vogue, muy artístico, muy conceptual. Ella tenía una casa en las afuera de la ciudad. Pasamos un fin de semana juntos y desnudos, y cuando ella se mudó a los Estados Unidos me buscó. Ella está obteniendo su maestría en relaciones internacionales. Es loco para mí que a los veinticinco años esté al final de su carrera, en modelaje, es decir. Así que está trabajando duro para hacer algo más. Es muy inteligente. Ha viajado por el mundo entero, ¡y habla cinco idiomas! Fue a La Sorbona. ¿Sabías eso?


—¿Cómo podría saberlo?


—Es fácil hacer juicios precipitados sin conocer a alguien, ¿cierto? — Preguntó, mirándome.


—Touché —Asentí, golpeándolo con mi pie para que siguiera.


—Y luego Lizzie. Oh, cielos, ¡esa mujer es una locura! La conocí en Londres, totalmente borracha en un pub. Se acercó a mí, me agarró del cuello, me dio un beso estúpido, y me arrastró a su casa con ella.
Esa chica sabe exactamente lo que quiere y no tiene miedo de pedirlo.


Recordé algunos de sus momentos más escandalosos en gran detalle.


Ella realmente era bastante específica con lo que quería, siempre y cuando pudieras pasar las risas.


—Ella es una solicitante, abogada, y uno de sus principales clientes vive aquí en San Francisco. Su negocio está basado en Londres, pero cuando ambos estamos en la misma ciudad, nos aseguramos de vernos. Y eso es todo. Es todo lo que ha escrito.


—¿Eso es todo? Tres mujeres, y eso es todo. ¿Cómo no se ponen celosas? ¿Cómo están todas de acuerdo con esto? ¿No quieres más? ¿Ellas no quieren más?


—Por ahora, no. Cada quien obtiene exactamente lo que quiere, así que todo está bien. Y sí, todas saben acerca de cada una, y ya que nadie está enamorado aquí, nadie tiene expectativas reales más allá de amistad con los mejores beneficios posibles. Quiero decir, no me malinterpretes, adoro a cada una de ellas, y las quiero a su manera.
Soy un tipo con suerte. Estas mujeres son asombrosas. Pero estoy muy ocupado para salir con alguien de verdad, y la mayoría de mujeres no quieren aguantar a un novio que está al otro lado del globo con más frecuencia que en casa.


—Sí, pero no todas las mujeres quieren lo mismo. No todas quieren la valla.


—Cada mujer con la que he salido dicen que no, pero luego sí lo hacen. Y eso está bien, lo entiendo, pero con mi horario siendo tan alocado, se volvió muy difícil involucrarme con alguien que necesita que sea algo que no soy.


—¿Entonces nunca has estado enamorado?


—Yo no he dicho eso, ¿cierto?


—¿Entonces has estado en una relación antes, con una sola mujer?


—Por supuesto, pero como he dicho, una vez mi vida se convirtió en lo que es hoy, el viaje constante, es difícil permanecer enamorada con esa clase de persona. Por lo menos eso es lo que mi ex me dijo cuándo empezó a salir con algún contador. Ya sabes, viste un traje, carga un maletín, está en casa cada noche a las seis, es lo que las
mujeres parecen querer —Suspiró, dejando su café abajo y
relajándose más en el sofá. Sus palabras decían que estaba bien con todo esto, pero la mirada melancólica en su rostro decía lo contrario.


—No es lo que todas las mujeres quieren —Contrarresté.


—Corrección, es lo que las mujeres con quienes he salido quieren. Por lo menos hasta ahora. Es por eso que lo que tengo funciona muy bien para mí. ¿Estas mujeres con las que paso mi tiempo cuando estoy en casa? Son increíbles. Son felices, yo soy feliz. ¿Por qué mecer el bote?


—Bueno, ya vas por dos ahora, y creo que te sentirías diferente si la mujer correcta apareciera. La mujer correcta no querría que cambiaras nada acerca de tu vida. Ella no mecería tu bote, saltaría dentro y lo navegaría contigo.


—Eres una romántica, ¿no es así? —Se inclinó, golpeando mi hombro.


—Soy una romántica práctica. En realidad puedo ver algo atractivo en tener a un chico que viaje mucho, porque, ¿francamente? Me gusta mi espacio. También ocupo toda la cama, así que es difícil para mí dormir con alguien más —Sacudí mi cabeza con tristeza, recordando lo rápido que solía patear mis hombres de una-noche a la acera.


Parte de mi pasado no era tan diferente al de Pedro. Solo que él tenía sus aventuras sexuales atadas en un paquete mucho más ordenado.


—Una romántica práctica. Interesante. ¿Y qué hay de ti? ¿Saliendo con alguien? —Preguntó.


—Nop, y estoy bien con eso.


—¿En serio?


—¿Es tan difícil creer que una sexy y caliente mujer con una gran carrera no necesita a un hombre para ser feliz?


—Primero que nada, felicitaciones por llamarte sexy y caliente, porque es verdad. Es bueno ver a una mujer hacerse un halago a sí misma en vez de pescar por uno. Y segundo, no estoy hablando de casarse aquí, estoy hablando de citas. Ya sabes, ¿pasar el rato? ¿Casualmente?


—¿Me estas preguntando si me estoy tirando a alguien en este momento? —solté y se atragantó con su café.


—Definitivamente la conversación más extraña que he tenido con una mujer —murmuró.


—Una mujer sexy y caliente —Le recordé.


—Eso es malditamente cierto. Entonces, ¿qué hay de ti? ¿Alguna vez has estado enamorada?


—Esto se siente como una mini serie de la ABC, con todo el café y la charla de amor —le dije. Quizás lo estaba evadiendo.


—Vamos, celebremos este momento de nuestras vidas —Resopló, haciendo un gesto con su taza de café.


—¿Alguna vez he estado enamorada? Sí. Sí, lo he estado.


—¿Y?


—Y nada. No terminó en una forma muy buena, pero ¿qué final es bueno? Él cambió, yo cambié, así que me salí. Eso es todo.


—Te saliste, como...


—Nada dramático. Simplemente él no era quién pensé que iba a ser—expliqué, bajando mi café y jugando con mi cabello.


—Entonces, ¿qué pasó?


—Oh, ya sabes cómo va. Estábamos juntos cuando yo era estudiante de último año en Berkley, y él estaba terminando la escuela de Derecho. Todo empezó de maravilla, y luego no lo fue, así que me fui. Aunque me enseñó a escalar, así que estoy agradecida por ello.


—Un abogado, ¿eh?


—Sip, y él quería una pequeña esposa de abogado. Debí notarlo cuando se refirió a mis planes de futuro profesional como "pequeños negocios decorativos". Él realmente solo quería alguien que luciera bien y recogiera sus camisas de la tintorería a tiempo. No era para mí.


—No te conozco muy bien todavía, pero realmente no puedo verte en algún lugar de los suburbios.


—Ugh, yo tampoco. Nada malo con los suburbios, solamente no son para mí.


—No te puedes mudar a los suburbios. ¿Quién cocinaría para mí?


—Pfft, tu solo quieres verme en mi delantal.


—No tienes idea —dijo, guiñando un ojo.


—Es difícil conseguir todo lo que necesitas de una sola persona.¿Sabes lo que quiero decir? Espera, por supuesto que sí. ¿En que estaba pensando? —Me reí, haciendo gestos hacia él.


Ambos saltamos ante los golpes de mi puerta al otro lado del pasillo.


El hombre de mantenimiento finalmente había llegado.


—Gracias por el café, y la ducha y el rescate de tuberías —le dije, estirándome mientras caminaba hacia la puerta. 


Asentí con la cabeza al chico en el pasillo y levanté un dedo para dejarle saber que ya estaría allí.


—No hay problema. No era la mejor manera de despertar, pero supongo que me merecía eso.


—Verdaderamente. Pero gracias de todos modos.


—No hay de que, y gracias por el pan. Estaba delicioso. Y si otro pan hace su camino hasta acá, estaría bien.


—Veré qué puedo hacer. Y, oye, ¿dónde está mi suéter?


—¿Sabes lo costosos que son?


—Pffft, ¡quiero mi suéter! —Grité, dándole una palmada en su pecho.


—Bueno, como sucede, sí te traje algo, una especie de regalo de gracias-por-patear-mi-puerta.


—Lo sabía. Puedes pasar a dejarlo más tarde —Caminé a través del pasillo para dejar entrar al tipo. Lo dirigí hacia la cocina y me volví hacia Pedro— Amigos, ¿eh?


—Eso parece.


—Puedo vivir con eso —Sonreí y cerré la puerta.


Mientras el hombre de mantenimiento fue a arreglar el problema me paseé por mi habitación para ver a Olaf. Justo cuando entré, mi teléfono sonó. ¿Un mensaje de Pedro tan rápido? Sonreí y me dejé caer en la cama, apretando a un todavía asustado gatito a mi lado. Él comenzó a ronronear al instante.


Nunca respondiste mi pregunta…


Sentí mi piel calentarse cuando me di cuenta de a qué se refería. De repente me sentía cálida y hormigueante, como cuando tu pie se duerme, pero por todos lados. Pero de una buena forma. Demonios, él daba buenos mensajes.


¿Acerca de si me estoy tirando a alguien?


Jesús, eres tosca. Pero sí, los amigos pueden preguntar eso, ¿cierto?


Sí pueden.


¿Entonces?


Eres un dolor en el trasero. Lo sabes, ¿cierto?


Dime. No te pongas tímida conmigo ahora.


Sucede que no. No lo estoy.


Escuché un ruido en la puerta de al lado, y luego ligeros pero constantes golpes en la pared.


¿Qué carajo estás haciendo? ¿Es esa tu cabeza?

Me estas matando, Chica Camisón.


Tan pronto como terminé de leer, los golpes se reanudaron. 


Me reí en voz alta mientras él golpeaba su cabeza contra la pared. Coloqué mi mano sobre la pared, por encima de mi cama, donde el golpe se concentraba y reí de nuevo. Que mañana tan rara…

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