—¿Quién orino en tu chile?
Levante la vista de mi escritorio para ver a Josefina, compuesta como siempre con su manera informal y elegante de moño, pantalón de lápiz negro, y abrigo cruzado de cachemir frambuesa. ¿Cómo supe que era de cachemir desde el otro lado de la habitación? Porque era Josefina.
Seleccione uno de los cinco lápices actualmente atrapados en mi retorcido moño y devolví mi atención al desorden que estaba en mi escritorio. Era miércoles, y esta semana estaba volando y arrastrando al mismo tiempo. Ni una palabra de Pedro. Ni un mensaje de Pedro.
Ni canciones de Pedro.
Pero yo no había contactado con él tampoco.
Estaba consumida finalizando los últimos detalles de la casa de los Nicholson, ordenando costosas chucherías para el apartamento de James, y comenzando los bocetos para un proyecto de diseño comercial que había anticipado para el próximo mes. Se veía como un caos, pero a veces era la única manera que yo podía terminar el trabajo. Había días que necesito limpio y ordenado, y días cuando necesito el desorden en mi escritorio para reflejar el desorden en mi cabeza. Este era ese día.
—¿Que pasa Josefina?— ladre, golpeando sobre mi taza de lápices de colores mientras tomaba mi café.
—¿Cuánto café ha tenido usted hoy, Señorita Paula?— se rio, tomando el asiento frente a mí y pasándome los lápices que había regado en el suelo.
—Es difícil de decir… ¿cuantas tazas hay en olla y media?— respondí,reapilando algunos papeles para despejar un espacio para su taza de té. La mujer caminó alrededor tomando té en una taza de porcelana china, pero funcionaba para ella.
—Guau, ¿tomare que no estás viendo algún cliente hoy?—preguntó, inclinándose sobre el escritorio y casualmente removiendo mi taza de café. Le sisee, y ella sabiamente la puso de nuevo.
—Nop, no hay clientes—, respondí, empujando los nuevos bocetos en carpetas coordinadas por color y rellenándolas en sus cajones correspondientes.
—Bien, hermana, ¿qué pasa?
—¿Qué quieres decir? Estoy trabajando—que es lo que me pagan por hacer, ¿recuerdas?— espete, agarrando un anillo de muestras de tela y golpeando mi jarrón de flores. Yo había elegido purpura oscuro, casi negros tulipanes para esta semana, y ahora estaban por todo el suelo. Suspire profundamente y me obligue a ir más lento. Mis manos
temblaban de la cafeína sosteniéndome a través de mi sistema, y mientras me sentaba y examinaba el estado de las cosas en mi oficina sentí dos gruesas lágrimas formándose en mis ojos. —Maldita sea—, murmure y cubrí mi rostro con mis manos. Me senté por un minuto, escuchando el tic-tac del reloj retro en la pared, y espere a que Josefina dijera algo. Cuando ella no lo hizo, eche un vistazo a través de mis manos a ella. Estaba de pie en la puerta con mi chaqueta y bolso en sus manos.
—¿Me estas echando?— susurre mientras las lágrimas se lanzaron ellas mismas por mi rostro. Ella agito su brazo y haciéndome señas hacia la puerta. De mala gana me levante, y ella cubrió mi suéter alrededor de mis hombros y me dio mi bolso.
—Vamos, querida. Me estas comprando el almuerzo—. Ella guiño un ojo y me llevo por el pasillo.
***
Veinte minutos después ella me había resguardado en una adornada cabina roja parcialmente oculta detrás de dos cortinas doradas. Ella me había traído a su restaurante favorito en Chinatown, me ordeno té de manzanilla, y espero en silencio para que explicara mi casi colapso nervioso. En realidad, no estaba totalmente en silencio, habíamos ordenado la provocativa sopa de arroz.
—Así que, debiste tener un magnifico fin de semana en Tahoe, ¿eh?— ella finalmente preguntó
Me reí en mi tensión. —Se podría decir eso.
—¿Qué paso?
—Bien, Sofia y Nicolas finalmente se juntaron y—
—Espera un minuto, ¿Sofia y Nicolas? ¿Pensé que Sofia estaba con German?
—Ella era, ella estaba, pero a decir verdad ella siempre debió estar con Nicolas, así que todo salió bien al final.
—Pobre Moni y German. Eso debió haber sido extraño para ellos.
—¡Ha! Oh si, pobre Moni y German. Ellos lo hicieron en la casa de la piscina, por el amor de Dios—. Resople
Los ojos de Josefina se abrieron como platos. —En la casa de la piscina… guau—, ella exhalo, y yo asentí.
Estábamos ardiendo.
—Así que, Pedro fue a Tahoe, ¿cierto?— ella pregunto unos minutos después, mirando a todas partes pero a mí. Rompí en una pequeña sonrisa a su sigilo imaginado. Josefina era muchas, pero muchas cosas, pero sutil no era una ellas.
—Sip, Pedro estuvo allí.
—¿Y cómo estuvo eso?
—Fue genial, y luego no lo fue, y ahora es raro—, admití, dejando a una lado mi sopa para tomar mi té. Era relajante y descafeinado, en lo cual Josefina había insistido.
—Entonces, ¿ninguna casa de la piscina para ustedes dos?— preguntó ella, todavía mirando a su alrededor del restaurante como si no me estuviera preguntando nada importante.
—No, Josefina ninguna casa de la piscina. Estuvimos en el jacuzzi, pero no lo hicimos en la casa de la piscina—, lo dije enfáticamente, y luego derrame mis entrañas y le conté a ella la ridícula historia entera.
Ella escucho, ella hizo mmmm y gimió en los lugares correctos, y se indignó en las partes correctas también.
Para cuando termine, había lágrimas de nuevo, lo cual me estaba realmente molestando.
—Y todo esto apesta, no debería estarlo haciendo, pero él es el que se detuvo, y yo realmente no creo que él quería hacerlo—. Resople, limpiándome furiosamente las lágrimas con la servilleta.
—¿Entonces porque crees que lo hizo?
—¿Él es gay?— ofrecí, y sonreí. Tome una respiración profunda y tome el control.
Josefina me miro pensativamente y entonces finalmente se inclinó. —Te das cuenta que somos dos mujeres inteligentes que no están actuando muy inteligentemente en este momento— dijo ella.
—¿Eh?
—Sabemos superar que tratar de descubrir que está tramando el hombre. Esto tiene que superarse cuando se suponía. ¿Y tus lágrimas? Esas son lágrimas de tensión, lágrimas de frustración— nada más. Te diré una cosa, sin embargo.
—¿Qué es eso?
—En tanto que he conocido a Pedro, yo nunca he escuchado de él invitando a alguien a una sesión de fotos con él, nunca. Quiero decir, ¿te invitó a España? Ese es un Pedro muy diferente.
—Bueno, quien sabe si yo estoy aun invitada ahora— suspire dramáticamente.
—Siguen siendo amigos, ¿cierto?— pregunto ella, levantándome una ceja. —¿Por qué no solo le preguntas?— Cuando yo no respondí ella añadió, —Ponlo en tu pipa y chúpatelo.
—Creo que es fúmatelo, Josefina. Ponlo en tu pipa y fúmatelo.
—Ah, fúmatelo, chúpatelo, lo que sea. Comete tu galleta de la fortuna, cariño—. Ella sonrió, empujando la galleta a través de la mesa. La quebré para abrirla y removí la fortuna.
—¿Que dice la tuya?— pregunté.
—Despide a todos los empleados que tienen más de un lápiz en su cabello—, declaro seriamente. Nos reímos juntas, y pude sentir algo de la tensión finalmente dejando mi cuerpo.
—¿Que dice la tuya?— pregunto ella
La abrí, leí las palabras, y rodé mis ojos al techo. —Estúpida galleta de la fortuna—, suspire, y se la entregue a ella.
Ella la leyó y sus ojos se abrieron de nuevo. —Oh, hombre, no sabes dónde te has metido! Ven, vámonos de vuelta al trabajo.
Ella se rió, tirando mi mano y llevándome del restaurante. Ella me devolvió la fortuna de nuevo, y empecé a tirarla lejos, pero entonces la metí en mi bolso:
Sea consciente de las paredes que construye y lo que podría ser en el otro lado
Confucio, mátame.
***
Hola allí.
Hola a ti.
¿Todavía sigue en pie la noche del viernes?
Sip, estoy dentro. ¿Dónde vamos a cenar?
Hay un estupendo restaurante vietnamita nuevo que he estado queriendo probar.
¿Has olvidado que no soy muy dada a la comida vietnamita?
Vamos, tú sabes que es mi favorita. ¡Puedes tener la sopa!
Bien, vietnamita es. Encontrare algo.
Por cierto, los últimos de tus muebles deberían ser entregados el lunes. Estaré allí para recibirlos y ubicarlos.
¿Cuánto tiempo más hasta que el proyecto esté terminado?
A excepción de unas pocas piezas en el dormitorio, debería estar todo terminado el próximo fin de semana.
Antes de la fecha límite, podría añadir…
Muy bien. ¿También estarás allí para terminar las cosas en el dormitorio?
Basta, Jamie.
Odio cuando me llamas Jamie.
Lo sé, Jamie. Nos vemos el viernes por la noche.
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