miércoles, 30 de julio de 2014

CAPITULO 55

4:37 p.m., Ese mismo día


—¿Es Eso El Jabón? No te resbales en el jabón.


—No me resbalaré en el jabón.


—No quiero que te resbales. Se cuidadosa.


—No me resbalaré en el jabón. Ahora date la vuelta otra vez y cállate.


—¿Callarme? Imposible, no cuando tu… mmm… y cuando tu…ooohhh… y luego cuando tú— ay, eso dolió, Pedro. ¿Estás bien allá atrás?


—Me resbalé en el jabón.


Comencé a darme la vuelta para ver si él de verdad estaba bien cuando repentinamente me presionó contra la pared de la ducha, sujetando mis manos extendidas contra azulejo. 


Los labios me cosquillearon y el agua se roció en mi piel y a través de mis hombros mientras su cuerpo se flexionaba contra el mío. Los pensamientos del jabón fugitivo desaparecieron de mi mente mientras él se deslizaba dentro de mí, duro, grueso y delicioso. Mi aliento me dejó en un jadeo, amplificado por las paredes de azulejo, se hizo sexy por la caída del agua, y rápidamente seguido por otro jadeo mientras continuaba empujando dentro de mí, dolorosamente lento y con determinación, sus manos ahora agarraban mis caderas.


Lancé mi cabeza hacia atrás, girando mi cara para encontrar la mirada de Pedro, desnudo y mojado. Sus cejas estaban fruncidas, su boca abierta mientras invadía completamente y sin disculpa. Caí en espiral rápidamente, a conciencia y el pensamiento claro reduciéndose a un punto antes de explotar, palabras silenciosas cayendo de mi boca y hacia el agua, yéndose por el desagüe.


Ahora esa O estaba de regreso, ella no se retrasó. Hasta ahora, llegó inmediatamente y sin cuestionamientos, destrozando los recuerdos de los días, semanas y meses de esperar y llorar, rogando y suplicando. Ella me estaba recompensado con un continuo, constante desfile que me dejó mareada y atontada, sin huesos y lista para más.


Gimiendo en mi oído, estremeciéndome y vibrando, Pedro no pudo frenar su balanceo. Él sabía intrínsecamente, como yo, que su chica estaba bien para unas más. Y entonces, con agonizante destreza, plantó un beso húmedo en mi cuello, dejó mi cuerpo, haciéndome
girar rápidamente, y estaba otra vez adentro antes de que pudiera decir. —Oye, ¿a dónde vas?


—A ningún lugar, Chica de camisón, no en un futuro cercano — murmuró, con rudeza agarrando mi culo y levantándome contra la pared, usando su peso para aplastarme contra el azulejo, apretándome a él y dentro de mí. Su cuerpo se dobló mientras el mío era aplastado, nuestra piel resbaladiza sintiéndose indescriptible uno
contra el otro. ¿Cómo había permanecido lejos de este hombre tanto tiempo? No importa, él estaba aquí, dentro de mí, y cerca de entregar otro desfile O en todas partes. Me presioné otra vez contra él solo lo suficiente, para abrir un espacio entre nosotros apenas para dar un vistazo hacia abajo, el deseo empaño mi visión pero no tanto para que no pudiera verlo entrar en mí, una y otra vez, llenándome como ningún otro hombre lo ha hecho.


Ahora el mismo mirando hacia abajo para ver qué es lo que me tenía tan paralizada, también estaba cautivado y un sonido más como “Mmmp” dejó su boca. Sus movimientos fueron más rápidos, tratando de localizar, esa sensación, ese momento crítico que sentía tan cerca del dolor y tan cerca de la perfección. Esos ojos azules, ahora llenos de lujuria y fuego, volaron retrocediendo a los míos mientras los dos lanzamos de ese acantilado otra vez juntos.


Sujetar. Congelación. Bloqueado y descargado. Nos corrimos juntos con un rugido, un gruñido y un gemido que dejaron mi garganta en carne viva y mi hoohah excitada.


Hoohah excitada... qué gran nombre para un.... Mmmmm...





6:41 p.m.


Paseando en mi departamento solo con una toalla, esquivando montones de harina y puñados de pasas. Pedro era un espectáculo para contemplar. Cuando derrapó en el parche de mermelada y chocó con la encimera, me reí tan fuerte que me tuve que sentarme en el sofá. Ahora se paró frente a mí con una rebanada de pan zucchini mientras yo reía, con una mirada divertida en su rostro. Continué riendo, y mi toalla se resbaló, revelando más que un poco de mis activos. En la vista de mis pechos, dos cosas pasaron. Sus ojos estallaron, y también algo más. Salió de golpe. Levanté una ceja con este último acontecimiento.


—¿Te das cuenta que me estas convirtiendo en una clase de máquina? —notó, inclinándose hacia su HolaAllí pinchando la toalla. Pedro se tomó el tiempo para poner su pan zucchini a salvo en la mesa del café.


—¿Cuán lindo es eso? ¡Es como si estuviera sacando su cabeza detrás de una cortina! —aplaudí.


—Puede que no estés enterada, pero como regla general, a ningún hombre le gusta la palabra lindo en la misma oración que sus genitales.


—Pero él es lindo—uh-oh, ¿a dónde fue?


—Es tímido ahora. Todavía no es lindo, sino tímido.


—Tímido, mi culo. Él no fue tan tímido en la ducha hace un ratito.


—Necesita su ego acariciado.


—Guau.


—No, realmente. Creo que encontrarás que es un poco receptivo a las caricias.


—Ahora ves, estaba pensando que tal vez él solo necesita latigazos de una buena lengua, pero si crees que acariciar será suficie...


—No, no, creo que latigazos de una lengua funciona bastante bien. El... —¡Maldición, Paula!


Me incliné, trayendo al tímido hacia adelante, e inmediatamente lo rodeé con mi lengua.


Sintiéndolo crecer más duro todavía, me acomodé en el borde del sofá, envolví mis brazos alrededor de él y solté la toalla. Jalándolo más cerca, y por lo tanto más profundo en mí, canturrié en satisfacción mientras sentía que sus manos se levantaban en mi cabello y trazaban mi rostro. Con reverencia, colocó sus dedos en mis párpados, mejillas, sienes, finalmente enterrando una mano en mi cabello y la otra, bueno, guau. Se agarró a sí mismo. Mientras yo concentraba toda mi atención en su punta, se acarició en la base, algo que era posiblemente la cosa más sexy que alguna vez haya visto. Viendo su mano, envuelta a su alrededor mientras se movía dentro y fuera de mi boca... Oh mi.


Sexy no es la palabra correcta para él. Es inadecuado ante el arte de erotismo puro llegando a su fin enfrente de mí. Y hablando de frente de mí, canturrié otra vez en agradecimiento, sintiéndome excitada solo con el juego que mi boca estaba consiguiendo. Boca suertuda.


Caí hacia atrás contra el respaldo del sofá y jalé a Pedro conmigo. Él respondió usando ambas manos para sujetarse contra el respaldo del sofá, empujando dentro y fuera de mi boca con convicción. El ángulo le permitió penetrar más profundamente, e hizo más fácil para mí para tomar más de él, agarré su culo, sintiendo la excitación de atenderlo, sabiendo que era yo, sólo yo, quién lo tenía adentro de esta manera.


Podía sentirlo acercándose. Ya estaba comenzando a saber sus reacciones inmediatamente. Lo deseaba otra vez. Era egoísta de esa manera. Deleitarlo con un fuerte jalón final, lo empujé hacia abajo sobre sofá y lo monté a horcajadas. 


Sintiéndome contra él, se empujó hacia arriba mientras yo me hundía, y había ese momento—¿sabes ese momento? ¿Cuando todo se siente expandido y detenido en la forma más deliciosa? Tu cuerpo reacciona: algo que no debería estar dentro ahora lo está y por un momento, es extraño, desconocido. Y entonces tu piel siente un regreso como campeón, la memoria de tu músculo toma el control, y luego es tan bueno, la sensación de plenitud, de maravilla y de sobrecogimiento.


Y luego comienzas a moverte.


Agarrando sus hombros para apalancarme, enrollé mis caderas en las de él, notando no por primera vez que él había sido inteligentemente diseñado con las medidas exactas en mi mente. Encajaba dentro de mí perfectamente, dos mitades de un entero, alguna clase de Lego sexual. Él también lo sentía, pude decirlo.


Colocó su mano extendida contra mi pecho, directamente encima de mi corazón. —Asombroso —susurró mientras lo montaba, dulce y caliente. Mantuvo mi corazón en su mano mientras me mecía en él, su otra mano en mi cadera, guiándome, colocándome, sintiendo que me ocupaba de ambos. Él lucho para quedarse conmigo, para mantener sus ojos abiertos mientras su liberación se aceleraba. Tomé
su mano de mi corazón y la coloqué más abajo, donde empezó a trazar esos malditamente perfectos círculos.


—Jesús, Pedro.... Oh, Dios... tan....taaan bueno.... yo.... mmmm...


—Amo verte derrumbarte —gimió, yo también. El gimió. Y ambos.


Me derrumbé en él, observando hasta que la habitación se dejó de girar y la sensación regresó a los dedos de mis manos y pies, serpenteando a través de mi cuerpo mientras me atraía hacia él.


—Latigazos de lengua. Qué idea —resopló, y solté una risita.




8:17 p.m.


—¿Alguna vez has pensado en cambiar el color de la pintura aquí?


—¿En serio?


—¿Qué? ¿Tal vez un tono más claro de verde? ¿O incluso un azul?Azul podría ser agradable. Amaría verte rodeada de azul.


—¿Yo te digo como tomar fotos?


—Bueno, no...


—Entonces no me digas cómo seleccionar los colores de la pintura. Y como sucede, estoy planeando cambiar la paleta de colores aquí, pero va a ser más oscuro. Más profundo, puedes decirlo.


—¿Más profundo, puedes decir? ¿Cómo es eso?


—Eso es bastante bueno. Mmm, es realmente bueno. De cualquier modo, como estaba diciendo, estoy pensando tal vez en un profundo gris pizarra, con una nueva encimera de mármol azúcar cremoso, profundizando las alacenas en un rico, caoba oscuro. Santa mierda,eso se siente bien.


—Anotado. Más profundo es bueno, y muy profundo es incluso mejor.¿Puedes poner tu pié en mi hombro?


—¿Así?


—Cristo, Paula, sí, así. Tan... nueva encimera, ¿dijiste? Mármol podría ser un poco frío, ¿no crees?


—Sí, sí, ¡sí! ¿Qué? Quiero decir, ¿qué? ¿Frío? Bueno, desde que generalmente no estoy extendida en un rollo de mermelada en la encimera, el frío no me molesta. Además, las encimeras de mármol son las mejores para estirar la masa.


—No —advirtió, girando su rostro para besar la parte interna de mi tobillo


—¿No qué, Pedro? —ronroneé, mi aliento atorándose mientras que sentía su paso comenzando a acelerarse ligeramente, imperceptible para cualquiera excepto para mi, en la que estaba él actualmente.


—No trates de distraerme con pláticas de masa. No funcionará — instruyó, dejando ir de la encimera con su mano izquierda y pasándola ligeramente sobre mis pechos, una y otra vez, provocando mis pezones se pusieran como picos duros con las puntas de sus dedos.


Una energía frenética comenzó a instalarse abajo, en mis caderas y mis muslos, en la boca de mi estómago y los puntos en medio. —¿No pláticas de masa? ¿No sucias pláticas de masa para Pedro? Mmm, ¿pero no crees que un poco de distracción es buena de vez en cuando? Quiero decir, puedes solo imaginarme, inclinada en la encimera, trabajando tan duro para ti... —me fui apagando,recorriendo mis dedos a través de su cabello, inclinándome para besarlo con una boca húmeda, lengua, labios y dientes intentando llevarlo más profundo de mí.


Estaba colocada en el borde de la isla de la cocina, muy desnuda, como estaba nuestro justo Sr. Alfonso, enterrado en el interior y determinado a hacer que esto dure tanto como sea posible.


Queríamos ver cuánto tiempo podríamos llevar una conversación mientras... bueno... lo hacíamos. Hasta ahora diecisiete de los más intensos, sensuales, fantásticos minutos de mi vida, y eso no estaba contando el juego previo. La O estaba bailando en la periferia,preguntándose por qué no le estaba concediendo acceso inmediato.


Pero ahora yo tenía el control de la perra, y esta dulce tortura era increíble. Vale la pena aguantar.


Eso fue, hasta que Pedro me pidió que pusiera mi pié en su hombro.


Santo infierno, me estaba destrozando. Una pierna en su hombro, la otra la mantuvo abierta hacia un lado, sus caderas girando en desesperantes círculos diminutos, creciendo en el más pequeño de los incrementos. El era quien insistió en la conversación, y yo había sido capaz de mantenerla, hasta el pie en el hombro. Repentinamente,
partes que realmente no habían sido parte de esto antes ahora estaban siendo estimuladas, y se estaba poniendo más y más difícil mantener mi inteligencia sobre mí. Pero realmente, ¿quién necesita la inteligencia? Podría ser tonta. Siempre y cuando pudiera estar debajo de Pedro, estaba bien con ser tonta.


Pero todavía podía jugar este juego en este momento, mientras quedaba algo de persistente inteligencia.


—No me pongas a prueba, Chica Traviesa. Voy a hablar sucio contigo inmediatamente en esta isla.


—Mmm, Pedro, ¿no puedes solo verme? ¿Inclinándome sobre ella, un pequeño delantal con nada debajo, un rodillo de cocina en la mano, y un tazón lleno de manzanas?


—¿Manzanas? Oh chico, amo las manzanas —gimió, levantando mi otro pie y colocándolo en el hombro contrario, sus manos rudamente jalándome aún más hacia enfrente del borde, su ritmo levantando otra vez sólo un poco.


—Sé que lo haces, ¿con canela? Podría cocinarte tarta, Pedro. Tu propia tarta de manzana, incluso una corteza casera... todo para ti, chico grande. Sabes que todo lo que tienes que hacer es pedírmelo...—sonreí con suficiencia, tratando de evitar que mis ojos se crucen
mientras el acelera otra vez, el sonido de la piel golpeándose ni siquiera es divertido en absoluto. Ahí se fue otra pizca de inteligencia.


—¿Cómo se siente eso, Paula. ¿Bien? —preguntó,
sorprendiéndome.


—¿Bien? Se siente increíble.


—¿Increíble? ¿De verdad? —se retiró casi todo antes de deslizarse otra vez dentro de mi todo a la vez, haciéndome sentir cada centímetro.


Y la inteligencia es independiente. —Sabes, lo hace, pero de vuelta a las manzanas. ¿Te gustaría que tu tarta se sirviera caliente con helado de vainilla? Caliente y derretido con—oh mi Dios....


—¿Realmente quieres hablar de eso en este momento? Porque si sigues con eso, voy a estar forzado a ponerme realmente sucio.


—¿Más sucio que hablar de la tarta de manzana? —pregunté, extendiendo y apuntando los dedos de mis pies hacia el techo, creando una nueva sensación.


—Que hay sobre esto, si no paras toda esa plática de la tarta de manzana —comenzó, inclinándose hacia abajo para poner su boca contra mi oído, haciéndome temblar. Una mano agarró mi pecho, con rudeza girando y pellizcando mi pezón. La otra escabulléndose abajo, sintiendo contra mí hasta que encontró el lugar que me hacía tensar y gritar.


—Si no te detienes, voy a parar de follarte, y confía en mí cuando te digo que ni siquiera he comenzado a arrasarte en todas las maneras que he soñado.


Retrocedió y empujó. Duro.


¿Última pizca de inteligencia? Adiós. No soy tan orgullosa para rogar.


—Dios, Pedro, me doy por vencida. Sólo fóllame.


—¿Tarta de manzana para mí?


—¡Sí, sí! ¡Tarta de manzana para ti! Oh, Dios...


—Así es, tarta de manzana para mí, tarta de manzana para—Dios,estás apretada de esta forma —gimió, cambiando ambas piernas a un lado, sujetándolas mientras golpeaba dentro de mí, una y otra vez, nunca retirándose, solo avanzando, bajando la mirada hacia mí, observándome mientras mi espalda se arqueaba y mi piel se sonrojaba, el calor deslizándose mientras mi clímax rompía sobre mí, asombrándome en silencio con su intensidad mientras era sacudida en el centro de mi ser.


—Te amo, Paula, te amo, te amo, te amo —canturreó, empujando erráticamente ahora mientras se aceleraba hacia su propia liberación, sudor escurriendo de su ceja mientras se aferraba a mis caderas mientras yo me aferraba a él internamente, sujetándome a él tanto como podía, sintiendo su sólido peso sobre mí mientras ponía su cabeza en mi pecho. ¿Cómo su calor podía sentirse tan bien? Debería haber hecho que no pudiera respirar, opresión de los pulmones y todo eso, pero no lo hacía. Sosteniéndolo, acunando su rostro mientras barría su cabello, se sentía lo opuesto a pesado.


—Vas a matarme, de seguro mientras estoy tumbado aquí —gimió, besando en donde quiera que podía.


—Yo también te amo —suspiré, echándole un vistazo al techo de mi cocina. Pude sentir una sonrisa tan grande como la bahía de mi cara.


La O iba a estar cerca por un largo tiempo.


De ninguna manera voy a pintar mi cocina de azul.




9:32 p.m.


—No puedo creer que esta es la segunda vez que nos estamos limpiando la harina y el azúcar el uno al otro. ¿Qué está mal con nosotros?


—El azúcar es bueno para la exfoliación —expliqué—, no estoy segura que bien nos está haciendo la harina.


—¿Exfoliación?


—Sí, me imagino que cada vez tengamos sexo aquí, todo ese azúcar nos ayuda a remover las células muertas de la piel.


—¿De verdad, Paula? ¿Células muertas de la piel? Eso es
difícilmente sexy.


—No te estabas quejando hace un rato.


—Bueno no, ¿cómo podría? ¿Prometiste hornearme una tarta de manzana. No olvides esa parte.


—No lo olvidaré, pero estaba de alguna forma bajo coerción.


—Estabas debajo de mí, no bajo coerción, debajo de mí.


—Sí, Pedro, estaba debajo de ti.


—¿Lavo tu espalda?


—Sí, por favor.


Nos pusimos en lados opuestos de la tina, relajando y remojando además otra ronda de menjunje de la cocina.


En algún momento, iba a tener que limpiar todo el desastre, pero ahora mismo lo único en lo que me podía concentrar era en este hombre enfrente de mí. Este hombre, hasta arriba del cuello con burbujas aromáticas, brazos fuertes estrechándome para llevarme más cerca. Giré en la tina como una boya, bamboleando de un lado al otro y me coloqué frente a él. Usó una toallita para remover gentilmente lo último viscoso que me cubría. 


Entonces me jaló a su pecho, inclinándose contra el borde de la tina.


Los brazos me circulaban, metiéndome, rodeándome con agua caliente y un más caliente Pedro. Cerré mis ojos, disfrutando la sensación de todo. La seguridad, la dulzura, la sensualidad. Me moví, tratando imposiblemente de conseguir estar más cerca, y entonces lo sentí contra mi culo. Creciendo.


—Por qué, hola ahí, amigo —murmuré, deslizando mi mano a través de las burbujas para encontrarlo, el deseo lascivo.


—Paula... —advirtió, dejando caer su cabeza en el borde de la tina.


—¿Qué? —pregunté inocentemente, siguiendo con mis dedos a lo largo de sus lados, sintiéndolo reaccionar.


—No tengo diecisiete, sabes —se rió, su voz creciendo ronca y necesitada a pesar de sus palabras.


—Gracias a Dios, o tendría que responder por mis acciones— corrompiendo a un menor y todo eso.— susurré, lentamente girándome para frotarme a lo largo de su longitud, jabón, burbujas y agua haciéndome resbalosa.


Él siseó ligeramente y sonrió. —Vas a destrozarme, sabes eso, ¿cierto? Juro en todo lo que es santo, que no soy una máquina-Cristo,no pares de hacer eso —gimió, empujando en mi mano sin pensarlo.


—Ah, pausa tonto. Sólo te quiero follar hasta que no puedas ver bien —ronroneé, apretando mi puño mientras él salpicaba el agua un poco sobre un lado.


—Apenas puedo ver así como esta. Parece que son tres como tú — gimió, separando mis piernas y colocándome sobre él.


—Apunta al que está en el centro, Pedro —instruí, y me deslicé hacia abajo.


Sí, teníamos algo de agua que limpiar.




11:09 pm


-Solo voy a buscar un poco de comida. Necesito sustento, mujer.


-Consíguela, y vuelve rápido a mí. Te necesito, Pedro. ¿Por qué te arrastras por el piso?


-No creo que pueda sostenerme actualmente en este punto. La máquina necesita un descanso. La máquina bien podría necesitar reparaciones. La máquina, espera, ¿Qué estás haciendo por ahí Paula?


-¿Qué, esto?


-Sí, sí, eso luce como que tú, guau, ¿Te tocas tu sola de esa manera mucho?


-No lo hago seguido, ¿Por qué? Luce bien para ti ¿sí?


-Sí, eso es… guau… um esa es la puerta… el chico con la comida esta aquí. Y… yo… y… comida… yo…


-¿Estas rimando justo ahora, Pedro? Mmm, esto se siente bien…


-¡Hola! Hola, ¿hay alguien ahí? Alguien pidió una orden, amigo, ¿Cómo se supone que voy a darte tu cambio?


-Quédese con el cambio.


-Amigo, me pasaste cincuenta por debajo de la puerta. Sabes que eso es como un cambio de treinta dólares ¿verdad?


-Quédate con el cambio. Deja la comida. Paula, sube a la cama.


-Mmm, tan cerca, Pedro. Claro que no… quiero… yo… también…mmm acabado… oooh. Amo cuando haces esto.


-Mmph, mumph, hah, hooo…


-No hables con la boca llena, Pedro,PedroPedroPedro,
Peeedrooooo


-Está bien, amigo. Estoy totalmente dejando tu comida aquí. Um,gracias por el consejo.





1:14 am


Nos tumbamos en la cama, débiles y un poco estúpidos. Mi pobre Pedro, lo había montado al borde de la extinción. No era una adolescente, pero incluso el se sorprendió por su… hmm… aguante.


Después de la última  ronda en loco-mundo, se arrastró de nuevo por el pasillo, saco la comida, y comimos una sesión de tailandesa en el centro de la cama. Rápidamente quite las sabanas por que las pasas y las nubes de harina seguían por todo el departamento. La cantidad de trabajo con la que me iba a enfrentar en la cocina mañana era desalentadora, pero valía la pena. Todo ello.


Todo valió la pena.


Ahora estábamos descansando, solucionados pero no resueltos.


Todavía envueltos alrededor del otro, pero ahora vestidos con un camisón rosa y un par de pantalones de chándal. 


Para que quede claro, me puse el camisón rosa. Nos tumbamos a lado del otro, uno frente al otro, con las piernas enredadas y agarrados de la mano.


-¿Cuándo tienes que volver a trabajar?


-Le dije a Josefina que volvería el Lunes, a pesar de que es la última cosa en la que estoy pensando en este momento.


-¿Qué estás pensando?


-España.


-¿Si?


-Sí, fue increíble. Gracias por tomarme, y luego tomarme- lo empujo con el codo.


-Ha sido un placer en ambos casos. Me alegro de que pudieras venir…-bufo


Ahora que O había regresado, podíamos bromear al respecto. Nos quedamos en silencio por un momento, simplemente disfrutando la música. Pedro había cojeado a un lado para poner un disco hace un rato. Aun cojeaba, era sexy.


-¿Cuándo te vas a Perú? Rayos, aun te odio un poco porque vas a ir, pero ¿Cuándo te vas?


-Alrededor de dos semanas. Y no odies al fotógrafo. Me tengo que ir, pero siempre regreso.


-Oh, para ser clara, yo no te odio por irte. Te odio porque yo también quiero ir, pero estoy divagando. Te amo más de lo que te odio, así que estamos bien.


-¿Estamos bien?


-Si, por supuesto. Tienes que viajar por tu trabajo. No es que no lo supiera.


-Buenos...


-No me estas dejando atrás. Vivimos vidas muy ocupadas y
continuaremos hacerlo. El hecho de que metas tu polla en mi ahora, no nos va a cambiar- le conteste.


Una lenta sonrisa se dibujó en su boca. Con los ojos todavía cerrados, pero sonriendo.


-A veces las pollas cambian personas - dijo a través de una sonrisa.


-Las pollas cambian lo que debe ser cambiado. A veces las pollas lo hacen mejor.


-A veces las pollas lo hacen mejor, que cosa tan extraña para decir.


-Quédate alrededor, quien sabe que voy a decir después.


-Cumplir.


-Bueno, saberlo y ser el que se queda atrás son dos cosas diferentes dijo con los ojos cada vez un poco más nublados. Aliso mi mano por su mejilla, sintiendo su nuca y la piel y mirándola en mi tacto. Sus ojos se cerraron, y tarareo un murmullo de satisfacción.


-Ir a besarte ahora.


-Gracias a Dios- me reí mientras envolvía sus brazos a mi alrededor.


Nos besamos en silencio, pensativos. Me senté en su regazo, encajando perfectamente y oliendo a gloria.


-Adoro este rincón.


-Bueno.


-Nadie más tiene este rincón


-Es tuyo.


-Sí, si lo es. Asegúrate de decirles eso a todas las mujeres hermosas peruanas que traten de seducir al caliente americano.


-Me asegurare de decirles que mi rincón esta tomado.


Sonreí y bostece. Un par de días agotadores. Tenía Jet Lag y había sido sacudida una pulgada de mi vida. Tendía a ser una chica cansada. Pedro se inclinó sobre mí para apagar la luz y me metió de nuevo en su rincón.



1:23 am


-¿Pedro?


-¿Mmm?


-¿Estas durmiendo?


-Mm-hmm, yo también.


-Yo solo quería decir, bueno, que estoy muy contenta de que regrasaras temprano a casa.


-Mm hmm,yo también.


-Estoy bastante enredada contigo.


-Mm hmm, yo también.


-Enredada como un gatito.


-Mm hmm, yo también.


-¿Quién perdió sus guantes?


-Guantes, mm hmm…


-¿Pedro?


-¿Mm hmm?


-¿Estas durmiendo?


-Mm hmm…


-Te amo.


-Te amo también.




-¿Paula?


-Mm hmm…


-Estoy contento de haber venido a casa temprano.


-Mm hmm…


-Y estoy muy contento de que hayas venido.


-Basta.


-Buenas noches,Paula.


-Buenas noches,Pedro.


Y como Count Basie y su orquesta nos puso fuera en sueños, no acurrucamos alrededor del otro y nos dormimos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario