miércoles, 30 de julio de 2014

CAPITULO 56




Textos entre Pedro y Paula el martes siguiente:


Hable con un amigo mío. Creo les dije como sabían las gambas que hiciste cuando estábamos en España.


Perfecto, van a encajar en la fiesta española para el sábado. 


Todo el mundo está llegando, incluso Josefina y Benjamin.


¿Segura que no quieres hacerlo en mi casa?


No, va a ser más fácil en la mía. Tengo la isla, sirve mejor para preparar, pero estoy comandando tu horno.


¿Te puedo comandar en la isla?


Ese no es el uso correcto de la palabra “comandar”


Por favor, sabes lo que quiero decir.


Lo hago, y puedes.


Genial, ¿Has visto mis zapatos para correr?


Si, están en mi cuarto de baño donde los dejaste. Tropecé con ellos esta mañana.


¿Ese es el golpe que oí?


¿Lo oíste?


Sí, me despertó.


¿Y no viniste a ver si estaba bien?


No quería molestar a Olaf.


No puedo creer que haya estado durmiendo a su lado. Gato traidor.


Ahora somos amigos… bueno, casi amigos. Se meo en mi sudadera de nuevo.


¡Ha! Tengo que volver al trabajo, ladrón de gato. ¿Seguimos viendo una película esta noche?


Si es así como quieres llamarlo.


Luce como que tenemos planes.


Tengo planes. Oh hombre, ¿tengo planes?


Como los tengo…


Estoy aquí sentado comiendo tu pastel de manzana… piensa en eso.


Eso es en todo lo que puedo pensar ahora… odiándote.


Tú no me odias.


Eso es cierto. Ve a comer mi pastel.


…Asfixia…



Texto entre Moni y Paula el jueves:


¿Estas segura de que no puedo llevar nada el sábado?


Nah, Sofia está trayendo las bebidas, y nosotros nos estamos haciendo cargo de lo demás.


Se oye tan bueno oírte en un “nosotros” de nuevo.


Sí, estoy disfrutando del “nosotros”


¿Y nosotros- nosotros?


¿Cuántos somos, siete? Si, el nosotros-nosotros es bueno.


Es bueno escucharlo. ¿Te has acostado en la cama del pecado todavía?


No, parece que seguimos en mi lugar. Siento que me sentiría rara en esa cama.


Muchos muros fueron golpeados por esa cama…


Exactamente. A eso me refiero, se sentiría extraño.


Tal vez sería bueno para marcar su cama, por así decirlo. 


¿Nueva era, nueva novia, nuevo golpeador?
No sé, ya veremos… Sé que en algún momento voy a dormir allí, pero no todavía. Además de que él está teniendo mucha diversión con Olaf.


¿QUE? ¡Olaf odia a los chicos! Excepto chicos gay.


Han llegado a algún tipo de entendimiento gatito raro/ hombre. No lo estoy cuestionando.


Es como un nuevo orden mundial.


Lo sé.


¿Quieres que llegue temprano el sábado para ayudar?


Lo único que quieres es entra en mis cajones otra vez.


Tienen que ser reorganizados…


Ven temprano.


¡Wahoo!


Obtener un poco de ayuda.



La tarde del jueves todo estaba tranquilo. Pedro y yo nos sentamos en el sofá, trabajando. Yo estaba dibujando un concepto de un salón de baile para alguien. Yep, salón de baile. Este es el mundo que visite. Solo visitado, no viviendo. Yo seguía en mi ropa de yoga.


Pedro cocinaba, usando mi cocina, en la que se estaba volviendo muy a gusto. Dijo que era más fácil ya que no la pasábamos en mi lugar de todas formas, pero lo atrape levantando a Olaf sobre el mostrador para que “viera”. Puse entre comillas por que la palabra fue dicha por Pedro a Olaf realmente.


La frase completa, creo, era “Aquí tienes, amigo. ¡De esta manera tu puedes ver! Apuesto a que no se puede ver muy bien desde abajo en el suelo ¿cierto?” Y Olaf contesto. Sé que era técnicamente imposible, pero el sonido sonó como si pronunciara “Gracias”


Mis chicos estaban unidos. Era lindo.


Estábamos sentados, yo dibujando y Pedro haciendo sus planes de viaje a Perú en línea. Tenía algo así como setenta billones de millas de viajero frecuente, y le gustaba hacer alarde de ello en mi cara.


Tan silencioso como era, a excepción de mis lápices de colores en el papel y su clic-clac en el teclado. Y el clic de Olaf. El más terco gatito adoptado en el mundo.


Pedro termino y cerró su laptop, estirando sus brazos sobre su cabeza y dejando al descubierto su camino feliz. Puede que haya dibujado algo fuera de las líneas. Apoyo la cabeza en el respaldo del sofá, con los ojos cerrados. Dentro de unos momentos, el más pequeño de los ronquidos comenzó, y sonreí en silencio. Continúe con mi dibujo.


Diez minutos después sentí su mano arrastrarse por lo cojines y agarrando mi mano.


Solo necesitaba una mano para dibujar después de todo.




* * * * *


—¡Mierda, Paula, estos langostinos están enfermos! —Gimió Moni en una forma que hizo que German reajustara la forma en que estaba sentado.


Era sábado por la noche, y estábamos todos reunidos alrededor de la mesa del comedor, llena de comida Española y vinos Españoles. Me lo pasé de maravilla tratando de recrear toda la maravillosa comida que Pedro y yo habíamos comido. No es tan buena por cierto, pero casi.


Y por supuesto nos quedamos sin el ambiente costero, pero en vez tuvimos la sensación hogareña que solamente una noche de otoño dentro de niebla en San Francisco puede proporcionar. Las luces de la ciudad brillaban a través de las ventanas, el fuego crepitaba en la chimenea, cortesía de Benjamin, y la risa llenaba el apartamento.


Me senté en mi silla, escondida al lado de Pedro mientras nos reímos con nuestros amigos. Había estado un poco nerviosa que seríamos sometidos a algún tipo de novatada, ya que nuestro inevitable conseguir-juntos había sido el tema de conversación durante tanto tiempo. Pero fue bueno, todo el mundo se instaló en la noche con sólo un mínimo de burlas. Pedro y yo habíamos estado juntos la mayor parte de la noche, pero podía darme cuenta de que nos convertiríamos en una de esas parejas que no necesitaban eso.


Yo nunca quise ser esa pareja, la que era enteramente codependiente y en constante necesidad de reafirmación. 


Me encantaba Pedro, eso estaba claro. Uno de nosotros viajaba, por amor de Dios, por lo que teníamos que rodar con ello. Y pensaba que lo haríamos. Lo sentí junto a mí, y me moví un poco más cerca. Él pasó un brazo alrededor de mi cintura, su mano acariciando mi brazo, apretando y sólo haciéndome más consciente de él. Era consciente. Sus dedos trazaron pequeños círculos alrededor de mi codo, y yo suspiró mientras me da un beso rápido en la frente.


Nunca necesitaría la Miel y el Bebé. Sólo lo necesitaba a él y a sus pequeños círculos. Sólo necesitaba sentirlo a mi lado, cada vez que estuviera aquí. Josefina llamó mi atención desde el otro lado de la mesa y guiñó un ojo.


—¿Qué fue eso? —Le pregunté, tomando mi segunda copa de brandy.


Pedro iba a tener ningún problema para meterme en la cama más tarde esa noche, no es que alguna vez lo hizo.


—Las cosas funcionaron bien, ¿verdad? —Preguntó, mirando hacia atrás y hacia adelante entre Pedro y yo.


—No podría haber salido mejor. Subarrendar tu apartamento para mí fue la mejor decisión que has tomado. —Le sonrió, inclinándome hacia Pedro mientras frotaba mi hombro.


—Josefina me dio tu número para que pudiera escribirte textos desde Irlanda, ahora esa es la mejor decisión que ella jamás ha tomado, — añadió, guiñándole un ojo a Benjamin desde el otro lado de la mesa.


—Oh, no lo sé. Pretender que no sabía de tu misterioso vecino fue una maldita buena decisión también, —dijo ella, con una sonrisa pícara iluminando su cara mientras Pedro tosió en su brandy.


—Espera, ¿qué? ¿Sabías todo el tiempo que era yo viviendo en la puerta de al lado? —Preguntó, farfullando mientras le tendí una servilleta—. ¡Pero ni siquiera has estado en mi lugar!


—Ella no, pero yo sí, —Benjamin habló arriba, chocando su copa con la de su novia.


Pedro y yo nos sentamos como cubas mientras los veíamos reír y felicitarse a sí mismos.


Bien jugado...



—Bueno, ese es el último. No hay más platos,  -anunció Pedrocerrando el lavavajillas. Después de que todos finalmente se fueran, decidimos limpiar el resto del lío en lugar de dejarlo para la mañana siguiente.


—Gracias a Dios. Estoy derrotada.


—Y tengo las manos callosas. —Guiñó un ojo, y me mostró cómo de rojas estaban.


—Esa es la marca de una buena ama de casa. —Apenas escapé de sus acaparadoras manos.


—Solo llámame Marta y traer ese fantástico culo de vuelta aquí, — disparó él de nuevo, chasqueando un paño de cocina en mi dirección.


—¿Este culo? ¿Este culo justo aquí? —Pregunté, apoyándome a mí misma contra la isla solo así, inclinándome hacia adelante en mis codos.


—Quieres jugar ahora, ¿es eso? Pensé que estabas derrotada, — murmuró, cogiendo mi trasero en sus callosas manos y dándome un ligero golpe.


—Tal vez estoy cogiendo mi segundo aliento. —Solté una risita mientras él rápidamente me barrió por encima de su hombro en un afinamiento de bombero y se dirigió al dormitorio. Al revés, golpee mis puños contra su trasero y lo patee, aunque no tanto como para conseguir realmente escaparme. Sus pies se detuvieron en la puerta del dormitorio.


—¿Olvidaste algo hoy? —preguntó, volviéndose para que yo pudiera ver el interior: cama despojada, sin sábanas.


—Maldita sea, me olvidé de poner las sábanas en la secadora. ¡Todavía están empapadas! —Refunfuñe.


—Problema resuelto. Fiesta de pijamas en Pedro, —anunció, abriendo el cajón de mi ropa interior—. Elije un camisón, cualquier camisón.


—¿Quieres quedarte en tu casa esta noche?


—Sí, ¿por qué no? Hemos estado durmiendo aquí desde que regresamos de España. Mi cama está sola. —Revolvió entre montones de encaje y peekaboo.


Hmm, su cama estaba probablemente más solitaria de lo que alguna vez había estado antes.


—Eh, elige algo que te guste. Voy a modelar para ti. —Sonreí ampliamente, hablando yo misma en esto. Vamos, no me resultaba difícil pasar la noche en su cama. Podría ser divertido. Vi algo familiar rosa y encaje haciendo su camino bajo su brazo, y luego nos fuimos a través del pasillo. Me las arreglé para golpear la puerta sobre el fondo, algo muy difícil de hacer al revés.



Una vez más, me encontré en un cuarto de baño, poniéndome ropa interior para Pedro. Realmente le gustaba todo lo que llevaba. Si se trataba de lencería real o una de sus viejas camisas, no parecía importarle. Y raramente era en mucho tiempo.


Sin querer, pensé en todas las mujeres que habían venido antes de mí, todas las mujeres con las que había disfrutado y lo habían disfrutado. Pero estaba aquí, y yo era a quien él quería. Alisó la seda sobre mi cuerpo con una respiración profunda, mi piel ya está empezando a sentir un hormigueo en anticipación de sus manos.


Le oí perder el tiempo con su tocadiscos—el delatador crujido y el pop de la aguja en el vinilo, un sonido reconfortante.


Glenn Miller. "Moonlight Serenade". Suspiro.


Abrí la puerta y allí estaba él. De pie junto a la gigante cama
Wallbanger del pecado. Su lenta sonrisa me alcanzó, y me miró de arriba abajo.


—Te ves bien, —murmuró mientras caminaba hacia.


—Tú también.


—Estoy usando la misma ropa que llevaba antes, Paula.


Sonrió con satisfacción mientras rodeaba su cuello con mis brazos.


Sus yemas de los dedos arrastrándose hacia arriba y hacia abajo de mis brazos, haciéndome cosquillas en el interior de mi codo.


—Lo sé, —respondí, dándole un beso húmedo en la oreja—. Te veías bien entonces, y te ves bien ahora.


—Déjame obtener una mejor mirada de ti, —susurró, respondiendo con su propio beso húmedo en la base de mi garganta. Me estremecí.


La habitación no estaba en absoluto fría.


Él me hizo girar hacia fuera, como si estuviera en una pista de baile, y me sostuvo con el brazo extendido por un momento. El camisón rosa, su favorito. Había olvidado traer las bragas a juego, y me descuidé de notar. Él me giró de vuelta a él, y de inmediato comencé a trabajar en los botones de su camisa.


—Toda una noche esta noche, —señaló.


Dos botones abajo.


—Estás diciéndome. ¡No puedo creer que esos dos fueron
casamenteros desde el principio! Aunque no creo que puedan tomar el crédito por las otras dos parejas. Eso fue todo nosotros.


—¿Quién sabía que el amor estaba en el aire cuando golpeaste a mi puerta?


Otro botón.


—Por suerte, fuiste tan tomado por mis encantos, era inevitable.


—Fue el camisón, Paula. Fue el camisón que me hizo en. Los encantos eran una ventaja. Yo no tenía idea que estaría consiguiendo una novia a cabo del trato.


Camisa fuera del pantalón y en su camino fuera.


—¿De veras? ¡Y yo pensaba que sólo estábamos haciendo el tonto! — Suelto una risita, luchando para conseguir la hebilla de su cinturón asomada a través.


—Bueno, entonces, ¡aquí está para hacer el tonto con mi novia! —La hebilla del cinturón deshecha, los botones del jean estallando. Gracias a Dios por la bragueta de botón a la antigua. Me recogió, por mi parte inferior desnuda he de añadir, y me llevó a la cama mientras que empujaba su camisa. Esta colgó de él por las mangas.


—Me gusta el sonido de eso, —le susurré al oído mientras me acostaba en la cama. Pasando por encima de mí, colocando besos sobre mi pecho, siguió diciendo la palabra una y otra vez. Novia, luego un beso. Novia, novia, luego un beso.


—¿Sabías que Moni y Nicolas están pensando en irse a vivir juntos? ¿No es un poco pronto? Espero que sepan en lo que se están metiendo, — Informó, arqueándome para satisfacer sus besos.


—Yo sé en lo que estoy me metiendo.


—¿Qué es eso?


—Tú, tonta, —dijo, y oí el bendito sonido de su cinturón de hebilla golpeando el suelo—. Sólo estoy preocupado por nuestro final feliz. O dos, o incluso tres. Bebieron ese té de ginseng que me dejaste esta mañana—cuidado. —Él se rió entre dientes, levantando una de mis piernas sobre su hombro y besando una ruta por el interior de mi pantorrilla.


—Final feliz, ¿eh?


—¿No crees que lo hemos ganado? —Preguntó, arrodillándose ahora, labios arrastrándose a lo largo de la parte superior de mi muslo mientras yo jadeaba.


—Oh, diablos, sí, —me eché a reír, lanzando mis brazos por encima de mi cabeza y arqueándome hacia arriba para su encuentro. Hola, ¡O! Encantada de verte de nuevo. Con sus labios, me trajo uno. Con su lengua, me trajo otro. Y cuando él se deslizó dentro de mí y me empujó hacia arriba en la cama, casi tuve otro en contacto.


La ropa ahora descartada, piel sobre piel sudorosa, mis piernas envueltas firmemente alrededor de sus caderas, que empujaban contra las mías. Sus ojos ardían mientras sentía cada centímetro de su cuerpo. Dentro. Afuera. Alrededor de toda la ciudad.


—Oh, Dios, —gemí. Y entonces lo oí.


Thump.


—Oh, Dios, —gemí de nuevo.


Thump thump.


Solté una risita ante el sonido. Nosotros estábamos golpeando.


Él me miró, levantando una ceja. —¿Algo gracioso? —Preguntó, deteniendo sus movimientos. Empujó de nuevo en mí lentamente, muy, muy lentamente.


—Estamos golpeando las paredes. —Suelto una risita de nuevo, mirando a sus ojos cambiar mientras registra mi risita.


—Seguro lo estamos, —admitió, riendo entre dientes un poco también—. ¿Estás bien?


Envolví mis piernas con más fuerza alrededor de su cintura,
asegurándome de que estaba tan cerca de él como podía estar. — Adelante con ello, Wallbanger. —Guiñó un ojo y él cumplió.


Yo estaba siendo impulsada hacia arriba de la cama con la fuerza de sus golpes. Se condujo dentro mí con fuerza inquebrantable, dándome exactamente lo que yo podía tomar, entonces me empujó un poco más allá de ese borde. 


Él bajó la mirada hacia mí, duro, mostrando esa sonrisa conocedora. Cerré los ojos, dejándome sentir cuán profundamente estaba siendo afectada. Y por profundo, quiero decir profundo...


Él agarró mis manos y las llevó por encima de mi cabeza a la cabecera.


—Tú vas a querer aferrarte para esto, —susurró y lanzó una de mis piernas por encima de su hombro mientras alteraba sus caderas.


—¡Pedro! —Chille, sintiendo mi cuerpo comenzando a tener
espasmos. Sus ojos, esos condenables ojos azules, perforando los míos mientras me sacudía a su alrededor.


Él llamó por mi nombre, y de nadie más


Un poco más tarde, casi dormida, sentí el colchón inclinándose mientras Pedro salía de la cama. Al oírle darle la vuelta al disco, me acurruqué más en la almohada. Mi cuerpo estaba deliciosamente cansado, después de haber sido trabajado a una pulgada del agotamiento total. 


Nosotros golpeamos aquella pared, sí de verdad.


Poseía ambos lados de aquella pared ahora.


Lo escuché mascullar al final del pasillo y medio me pregunte qué estaba haciendo. Pensé de esa manera cansada, medio despierta que debe estar consiguiendo un poco de agua, me deslicé de nuevo a dormir.


Unos momentos más tarde me despertaron sus brazos deslizándose a mí alrededor, tirando de mí en contra de su cuerpo caliente. Me besó en el cuello, luego la mejilla, y luego la frente mientras nos acomodamos. Entonces escuché... ¿ronroneando?


—¿Qué es eso? —Le pregunté, mirando alrededor.


—Pensé que podía estar solo, —admitió Pedro tímidamente. Mirando por encima de mi hombro, vi a Pedro y entonces a Olaf. Pedro había ido a buscarlo. Olaf estaba ronroneando muy fuerte, muy satisfecho con toda la atención que había estado recibiendo últimamente. Asomó la nariz hacia mí y se acomodó en el rincón entre nosotros.


—Increíble, —murmuré, rodando los ojos ante ellos dos.


—¿Estás sorprendida de que? Tú sabes lo mucho que me encanta el gatito, —Pedro dijo sin expresión. Entonces su silenciosa carcajada sacudió la cama.


—Eres muy afortunado Te amo, —añadí, dejando que sus brazos me sostuvieran apretado.


—Diré.


Y entonces, mientras la carcajada se desvanecía y el sueño se apoderó, reflexioné sobre lo que el futuro podría sostener para mí y mi Wallbanger.


Sabía que no siempre sería así de fácil. Pero seguro que sería un buen momento.

5 comentarios:

  1. AMO,AMO,AMOOOO LA NOVE!!!!me encantaron los caps!y gracias x subir 4!! @GraciasxTodoPYP

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  2. ESPECTACULARES LOS 4 CAPS!!!!!!!!!!! Me reí a carcajadas cuando Olaf lo atacó, me imaginaba la acción y juro que lloré de la risa

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  3. Geniales los 4 capítulos!!!! Me encanta este trío! Olaf es lo más! Me encanta la relación q están construyendo!

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  4. Fascinada con la novela gracias por subir 4 cap. Hermosisima historia

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