miércoles, 9 de julio de 2014

CAPITULO 8



Esa noche, cuando fui a celebrar mi éxito con Moni y Sofia, quizás pude haber bebido más que unos pocos margaritas. 


Seguí con tragos de tequila, y yo continuaba lamiendo la sal ahora inexistente en el interior de mi muñeca mientras me acercaba a mis escaleras.


—Sofia, eres tan bonita. Ya lo sabes, ¿verdad? —arrullé,
inclinándome sobre ella mientras nos arrastramos por las escaleras.


—Sí, Paula, soy bonita. Buena comprensión de lo obvio —dijo.


Con casi un metro ochenta de alto y el pelo rojo fuego, Sofia era muy consciente de su aspecto.


Moni se echó a reír, y me volví hacia ella. —Y tú, Moni, tú eres mi mejor amiga. ¡Y eres tan pequeña! Apuesto a que podría llevarte en el bolsillo. —Me reí mientras trataba de encontrar mi bolsillo. Moni era una filipina menuda, de piel caramelo y el más largo cabello negro.


—Deberíamos haberla cortado después de que el guacamole dejara la mesa —murmuró Moni—. No le permitiremos beber de nuevo sin la presencia de alimentos —dijo arrastrándome hasta los últimos escalones.


—No hables de mí como si no estuviera aquí —me quejé, quitándome la chaqueta y empezando con mi camisa.


—Está bien, no nos desnudemos aquí en el pasillo, ¿de acuerdo? — disparó de nuevo Sofia, tomando las llaves de mi bolso para abrir la puerta. Traté de darle un beso en la mejilla, y ella me rechazó.


—Hueles como a tequila y represión sexual, Paula. Quítate de encima. —Ella se echó a reír y me abrió la puerta.


Mientras viajábamos a la habitación, vi a Olaf en el alféizar. 


—Hola,Olaf. ¿Cómo está mi niño grande? —canté.


Me miró y se dirigió a la sala de estar. Desaprobaba mi consumo de alcohol. Yo le saqué la lengua. Me dejé caer en la cama y observé a mis chicas en la puerta. Ellas sonrieron como si dijeran “Estás tan borracha. Nosotras no, y te juzgamos” .


—No actúen todas altas y poderosas, señoritas. Las he visto más borrachas que esto en más de una ocasión —señalé, mis pantalones siguiendo el camino de mi blusa.


Pregúntenme por qué mantuve mis tacones puestos, y nunca seré capaz de decirles.


Las dos quitaron el edredón. Me metí bajo las sábanas y las miré. Me habían escondido tan bien que lo único que sobresalía eran mis ojos, mi nariz y mi cabello desordenado.


—¿Por qué la sala da vueltas? ¿Qué demonios le hicieron al
apartamento de Josefina? ¡Ella me matará si arruino su control de alquileres! —grité, gimiendo mientras observaba el movimiento de la habitación.


—La habitación no está girando. Cálmate. —se rió Moni, sentada a mi lado y acariciando mi hombro.


—Y ese estruendo, ¿qué demonios son esos golpes? —le susurré a la axila de Moni, que luego olfateé y felicité su elección de desodorante.


—Paula, no hay golpes. Jesús, debes haber tenido más de lo que pensábamos —exclamó Sofia, estableciéndose en el extremo de la cama.


—No, Sofia, lo escucho también. ¿No oyes eso? —dijo Moni en voz baja.


Sofia estaba en silencio y las tres escuchábamos. Se oyó un golpe distinto, y luego un gemido inconfundible.


—Gatitas, recuéstense. Están a punto de conocer al Wallbanger — afirmé.


Los ojos de Sofia y Moni se abrieron como platos, pero
permanecieron en silencio.


¿Sería Azotada? ¿Purina? Anticipándose a esta última, Olaf entró en la habitación y se subió a la cama. Se quedó mirando la pared con gran atención.


Los cuatro nos sentamos y esperamos. Apenas podía describir a qué estábamos sometidos en ese momento.


—Oh, Dios.


Golpe.


—Oh, Dios.


Golpe, golpe.


Moni y Sofia nos miraron a Olaf y a mí. Los dos negamos con la cabeza, los dos, de verdad. Una lenta sonrisa se dibujó en el rostro de Sofia. Me concentré en la voz que salía de la pared. Era diferente... El tono era más bajo, y, bueno, realmente no podía entender exactamente lo que ella estaba diciendo. No era Azotada o Purina...


—Mmm, Pedro… —Risita—… ¡Justo… —Risita—…ahí! —Risita.


¿Eh?


—Sí, sí… —Gruñido— ¡Sí! Mierda, mierda… —Risita- iaaaa iaaa— ¡Joder, sí! —Ella se reía. Era una risita sucia, sucia.


Las tres nos reímos con ella mientras se rió y soltó un bufido en su camino hacia lo que parecía un magnífico clímax. 


Olaf, al darse cuenta rápidamente de que su amada no estaba haciendo acto de presencia, se retiró precipitadamente hacia la cocina.


—¿Qué demonios es esto? —susurró Moni, sus ojos tan abiertos como pasteles de manzana.


—Esta es la tortura sexual que he estado escuchando desde hace dos noches. No tienen ni idea —gruñí, sintiendo los efectos del tequila.


—¿PantalonesRisueños ha conseguido acabar así durante las dos últimas noches? —exclamó Sofia, golpeando su mano sobre su boca mientras más risas y gemidos se filtraban a través de la pared.


—Oh, claro que no. Esta noche es la primera noche que he tenido el placer de escuchar a ésta. La primera noche fue Azotada. Ella era una niña traviesa, juguetona y tenía que ser castigada. Y Olaf anoche conoció al amor de su vida, cuando Purina hizo su debut…


—¿Por qué la llamas Purina? —interrumpió Sofia.


—Porque ella maúlla cuando él la hace venir —le dije, escondiéndome bajo las sábanas. Mi borrachera comenzaba a desvanecerse, reemplazada por la clara falta de sueño que había tenido desde que me mudé a este antro del libertinaje.


Sofia y Moni quitaron el edredón de mi cara justo cuando la chica gritó —Oh, Dios, eso es... eso es —Jajajajaja— tan bueno.


—¿El chico de al lado puede hacer a una mujer maullar? —preguntó Sofia, levantando una ceja.


—Parece que sí. —Me reí entre dientes, sintiendo la primera oleada de náuseas llegando sobre mí.


—¿Por qué está riendo? ¿Por qué alguien se ríe mientras está consiguiendo acabar así? —preguntó Moni.


—No tengo idea, pero es bueno saber que ella se está divirtiendo — dijo Sofia, riéndose de sí misma con una carcajada particularmente fuerte. Carcajada, mi tía Fanny...


—¿Has visto a este tipo ya? —preguntó Moni, sin dejar de mirar a la pared.


—Nope. Mi mirilla está recibiendo una probadita, sin embargo.


—Es bueno escuchar que al menos un agujero está obteniendo algo por aquí —murmuró Sofia.


La fulminé con la mirada. —Encantador, Sofia. He visto la parte de atrás de su cabeza, y eso es todo —le contesté, sentándome.


—Guau, tres chicas en tres noches. Eso es una especie de resistencia —dijo Moni, sin dejar de mirar con asombro a la pared.


—Es una especie de repugnancia, eso es lo que es. ¡Ni siquiera puedo dormir por la noche! ¡Mi pobre pared! —gemí mientras escuchaba un profundo gemido de él.


—Tu pared hace lo que una pared tiene que hacer… —comenzó Sofia, y yo levanté mi mano.


—Espera, por favor —le dije. Él comenzó a terminarlo.


La pared empezó a temblar con el golpeteo rítmico, y la risa de la mujer se hizo más y más fuerte. Sofia y Moni miraban con asombro, mientras yo negaba con la cabeza.


Podía oír los gemidos de Pedro, y yo sabía que él se estaba
acercando. Sin embargo, sus sonidos eran ahogados rápidamente por su amiga de esta noche.


—Oh… —Risita— Eso… —Risita— es… —Risita— No… —Risita— pares —Risita—. No… —Risita— pares —Risita—. Oh —Risita-gruñido—, Dios —Risita-risita-gruñido—. ¡No —Risita— pares! —Risita.


Por favor. Por favor. Por favor, para, pensé.


Risita-lloriqueo.


Y con una risita y un último gemido, el silencio cayó sobre la tierra.


Sofia y Moni se miraron entre sí, y Sofia dijo—: Oh.


—Mi —agregó Moni.


—Dios —dijeron juntas.


—Y es por eso que no puedo dormir —suspiré.


Mientras que las tres nos recuperábamos de la Risita, Olaf volvió a jugar en la esquina con una bola de algodón.


Risita, creo que te odio más que a nada...

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