Me tomé unos minutos para limpiar mi bandeja de correo cuando regresamos al hotel. Intentaba muy duro dejar la oficina atrás, de modo que me limitaba a unos minutos aquí y allá, respondiendo sólo a las preguntas que no podía dejar hasta el lunes. Entonces me di una ducha, con ganas de deshacerme del avión y el olor a bistec, los cuales se quedaron. Todavía húmeda, me dirigí a la habitación en mi toalla con otra en la cabeza, encontrando a Pedro acostado en la cama. Las manos entrelazadas detrás de la cabeza, mirando al techo.
- Oye - dije en voz baja.
- Oye, ¿qué tal tu ducha?
- Fantástica, tiene una de esas regaderas tipo lluvia. Deberías tomar una antes de dormir.
- Podría
Se hizo el silencio una vez más, y me acerqué a la cama, sentándome a su lado.
- Gracias por traerme aquí. Es agradable ver el lugar de dónde vienes.
- Seguro - dijo, mirándome por primera vez.
Puse mi mano en su pecho suavemente. - Oye.
- Oye - susurró de vuelta.
Me agaché despacio, mirándole a los ojos. Rocé mis labios suavemente contra los suyos, ligeros y rápidos. Cuando no se apartó, le besé otra vez. Él me dejó, mis labios tomando los suyos una tercera vez. Presioné un poco más fuerte, y él me dejó. Acaricié su lengua con la mía, sintiéndole responder mientras nos retorcíamos y enredábamos. Su respiración se profundizó, su pulso se aceleró debajo de mí, y me apoyé para alzarme. Sin quitar mi boca de la suya, dejé que mis dedos desabrocharan sus botones, exponiendo la piel de debajo. Besándole a lo largo de la mandíbula, dejé que mis labios saborearan justo por debajo de su oreja, sintiendo su áspero cuello. Sabía cómo se sentía esa aspereza en el interior de mis muslos y lo genial que era eso.
Lo sentí tensarse y sacudí mi lengua contra su lóbulo, provocando un siseo. Sus manos se alzaron a mi cintura mientras me arrastraba hacia atrás,dejando besos al bajar por su clavícula. Tirando de su camisa, sacándola de la
cinturilla de sus pantalones, la abrí de par en par, presionándome contra su torso. Su piel estaba caliente; se sentía divina contra la mía. Necesitaba sentir más de ella.
Levantándome, mantuve las manos sobre él todo el tiempo mientras le quitaba delicadamente la camisa, luego el cinturón, y por último los calcetines y pantalones, hasta que lo tuve desnudo y deseoso. De pie a la luz de la luna, dejé
caer mi toalla.
-Paula - suspiró, y volví a trepar encima de él. Montada a
horcajadas en la parte baja de sus piernas, lo tomé en mi mano. Sus manos fueron a mis pechos, necesitadas y amasando. Le acaricié, agarrando la base y trabajando hacia arriba, girando la mano sobre la cabeza y dejando que sus caderas me dijeran lo que él necesitaba.
Jadeó, su pecho subiendo y bajando mientras le trabajaba. Arriba y abajo,gira y retuerce, estaba duro en mis manos y era el hombre más erótico que había visto jamás en mi vida. Pasé un dedo a lo largo de la parte inferior y él
envistió con fuerza.
- No duraré mucho si sigues haciendo eso. - Gimió, sus dedos torturando mis pezones.
- Esto no es sobre ello - respondí, elevándome por encima de él. Lo posicioné y lo deslicé en mi interior. Preparada por solo la manera en que me miraba, me hundí centímetro a centímetro de perfección, lentamente. Tan exquisitamente, mientras él se esforzaba por permanecer inmóvil.
Una vez que estaba asentado completamente dentro, hice un lento giro de caderas, jadeando cuando le sentí ponerse más duro y más grueso.
-Imposible.
- Qué es… imposible? - gruñó, cada músculo magro tenso.
No sabía que había hablado en voz alta. No importaba, él debería saberlo.
- Que nunca me cansaré de esto, de lo que siento al tenerte dentro - dije, estremeciéndome mientras él empujaba hacia arriba. Me incliné un poco hacia atrás, descansando mis manos en sus muslos para hacer palanca mientras lo tomaba en mi interior nuevamente. Alzándose sobre sus codos, observó con fascinación la visión de él deslizándose dentro y fuera de mi cuerpo. Una de sus manos apartó el pelo de mi cara, luego la arrastró hasta mi cuello, entre mis
pechos, descendió por mi estómago y se sumergió más abajo.
Esa mano, haciendo esos círculos perfectos, justo en el centro de mi mundo, y mis caderas tomaron el control. Le monté con fuerza, subiendo y bajando, durante me observaba retorcerme por encima de él.
- ¡Pedro. Eso. Es. Perfecto! - grité, sintiendo aproximarse mi orgasmo.
Él se sentó por debajo de mí, envolviendo mis piernas alrededor de su cintura,penetrándome a un ritmo implacable, estrellándose contra mí. Me sacudí mientras me venía, su propia liberación siguiéndome en un frenesí.
Le sostuve contra mí, sin dejarle ir, sin permitir que se alejara, mi cuerpo moldeado al suyo en un revoltijo de piel pegajosa y sudorosa, deslizándose y envistiendo, frenética y furiosa.
Se quedó en silencio mientras me veía, sus ojos ardiendo al mirar los míos mientras lo sostenía contra mi pecho, haciéndose pedazos. Echó la cabeza hacia atrás, su fuerza se apoderó de mí, en seguida cayó sobre mí. Le sostuve
meciéndolo, aun sintiéndolo dentro de mí cuando se suavizaba, acunándolo contra mi piel.
- Es imposible para mí amarte más - susurré, besando su frente.
Él se aferró a mí incluso con más fuerza.
***
Él tenía la cara blanca cuando nos presentamos en su calle al día siguiente, sus labios apretados en un línea. Y hablando de apretado, con el agarre que tenía sobre el volante, estaba cerca de arrancarlo. Cuando no miraba a Pedro, contemplaba las casas que pasábamos. Este era dinero de ricos viejos,apestoso dinero de sangre azul. Ninguna McMansion a la vista, solo propiedades de verdad. Canchas de tenis, casas de piscina, y kilómetros de vallas. Seguía siendo un vecindario, sin embargo; las casas no se hallaban tan separadas como para estar aisladas. Solo un barrio bordeado de robles majestuosos y lámparas de gas.
Y tres vehículos de seguridad. Hasta aquí.
Y tres vehículos de seguridad. Hasta aquí.
No obstante era hermoso. Nos detuvimos en una casa de piedra y ladrillo de estilo Tudor con postigos negros. La poquita nieve que había caído estaba casi retirada, el camino y entrada prolijamente bordeados. Las luces de navidad brillaban desde dentro, perfilando un enorme árbol, y había una corona de flores tan grande como mi cama sobre la puerta principal. La casa a la izquierda debía de ser la de Pedro, ya que era la que él evitaba mirar por completo.
Algunos pinos a lo largo de la propiedad suavizaban la vista, pero una casa de ladrillo de estilo colonial, tan grande como las del resto del vecindario. Había bicicletas en el camino de entrada. Bicis de niños.
Mientras caminábamos por el sendero de la casa, Pedro dejó escapar una carcajada.- No puedo creer que eso aún esté aquí.
- ¿El qué?
- Ellos renovaron los adoquines cuando yo estaba en la escuela primaria, y su hijo y yo escribimos nuestros nombres en el cemento. Chico, oímos sobre eso. - Señaló el primer escalón, y en la esquina pude distinguir su nombre.
Pedro Alfonso.
- No habrías sido muy buen vándalo; firmaste con tu nombre completo,por amor de Dios - dije mientras él tocaba al timbre. Extendí la mano y le di un apretón en las nalgas.
Mientras me miraba con sorpresa, la puerta se abrió.
Mientras me miraba con sorpresa, la puerta se abrió.
- ¡Ahí estás, justo a tiempo! - canturreó la Sra. White, abriendo la puerta y apresurando a un sonrojado Pedro a entrar. Él insistió en que yo fuera primero y conseguí mi propio apretón en el trasero .- Hace tanto frío afuera,
¡mira tus mejillas, de un rojo brillante! Es bueno que haya hecho que Arturo prepare un fuego. ¡Arturo, baja aquí!
-Intercambiando abrazos y besos en la mejilla, fuimos acompañados a una sala de estar formal pero muy cómoda, en donde, realmente, había un fuego crepitando. Hice una pequeña charla con la Sra. White mientras Pedro asimilaba todo subrepticiamente: la gran ventana, el escritorio antiguo, el barco dentro de una botella sobre la repisa de la chimenea. Le vi tomar una respiración profunda, volviéndose cuando entró el Sr. White.
- ¡Pedro , es tan genial verte! - dijo, caminando directo hacia Pedro y estrechando su mano, y por consiguiente atrayéndole en un abrazo con un solo brazo.
- Sr. White, también es bueno verle, señor.
- No puedo decirte cómo Paloma seguía y seguía hablando sobre verte cuando llegó ayer a casa por la noche. ¿Cómo has estado?
- Bien. He estado bien. ¿Oí que Manuel está casado?
- Oh, sí, un muchacha agradable. Pero más importante, ¿cómo estás tú? ¿Qué has hecho todos estos años? Oímos que fotografías, háblame sobre ello.
El Sr. White colocó un brazo un brazo alrededor de los hombros de Pedro y le guió a la biblioteca, la cual era toda de madera y se encontraba llena de libros,suficientes para necesitar una de esas escaleras deslizantes.
A lo que ellos desaparecieron al girar la esquina, miré hacia la Sra. White.
Ella sonreía, pero sus ojos parecían un poquito húmedos.
- Sra. White, su casa es hermosa - empecé, y ella volvió su mirada vidriosa hacia la mía.
- Llámame Paloma.
- No hasta que lo haga Pedro .- Sonreí.
- Sra. White, entonces; ese chico nunca me llamará nada excepto eso.
-¿Puedo traerte algo de beber, cariño? - preguntó, indicándome que la siguiera hacia donde había limonada, café, y…
- ¿Es eso una barra de Bloody Mary? - pregunté.
- Oh, cielos, sí.- Asintió, limpiándose un poco bajo los ojos con una mano con manicura .-¿De qué tipo, Olive o celery?
- ¿Ambos?
- Siempre supe que Pedro terminaría con una chica lista. - Me guiñó un ojo y me sirvi .- Mucho de Mary en ese Bloody…
Nos sentamos en el sofá y charlamos, manteniendo las cosas ligeras.
Discutimos el diseño de su casa; ella estaba fascinada por los interiores y había ayudado con todas las habitaciones de la casa. Hablamos un poco sobre la ciudad, y el número de años que su familia vivió aquí. Muchos. Y puesto que los hombres parecían estar pasando su tiempo en la biblioteca, finalmente cambiamos a Pedro.
- No puedo decirte lo bueno que es verlo. Todo el mundo aquí se había resignado a no verlo nunca otra vez luego de graduarse.
- No me fijé de que él no había vuelto desde… bueno, desde ese tiempo.
- No, él se marchó ese junio y esa fue la última vez que nadie le vio. Se mantuvo en contacto con unos pocos de sus amigos durante un tiempo, pero parecía necesitar la ruptura. Todos lo entendimos, perder a su familia tan repentinamente.
- Me alegro de que volviera, este parece un lugar encantador para crecer.
- Lo era, y lo es. Gabriela y Lorenzo, sus padres, eran gente maravillosa. Tan trágico… - Se interrumpió y se volvió hacia el escritorio . Creo que tengo alguna foto de ellos, fuera de su granja. Pasábamos tiempo allí con ellos casi cada verano. ¿Sabías que los Alfonso tenían una granja?
Negué con la cabeza. No sabía nada. Él no compartía nada. No sobre esto. Ella revolvió algunos cajones y luego sacó un álbum. - Creo que esto es todo… Sí! Sí, aquí está. Este es el verano en que Manuel y Pedro fueron atrapados nadando desnudos con las chicas Wilson. ¡Esos dos!
Se rio, dándole la vuelta a las fotos. Échale un vistazo a esta - dijo,tendiéndome una foto.
Dudé. Pedro nunca me había mostrado nada sobre su familia. ¿Debería ser él el que me la mostrara? La curiosidad ganó, y tomé la foto.
Primero, debíamos ser claros. La palabra significaba cosas
Barn”. Pero es lo que había en el centro de la imagen lo que lleno mis ojos de lágrimas y me hizo querer abrazar a Pedro por el resto de mis días.
Su padre era moreno, alto y de aspecto fantástico. ¿Su madre?
Maravillosa. Saludable y vibrante, estaban de pie con su hijo, apenas en sus años de adolescencia. Se hallaba en esa edad en la que todo el mundo es nada más que codos y rodillas, sin embargo lograbas ver que este tipo sería
devastador. Entre escrutaba sus rostros, pude ver que Pedro consiguió sus increíbles ojos azules de su padre y su cegadora sonrisa de su madre.
Aunque nunca les había conocido, nunca tuve una conversación con la gente que dio forma a Pedro para ser el perfecto hombre maravillosamente imperfecto que era hoy, sabía que miraba a una pequeña familia extraordinaria.
- Oh - fue todo lo que pude decir.
- Tan trágico - repitió la Sra. White, sacudiendo la cabeza y arrullando de forma reconfortante.
Le devolví la fotografía, respirando profundamente y asegurándome de que las lágrimas que habían aflorado estaban bajo control.
Ella cogió la imagen, el álbum y lo guardó.- Ahora bien, ¿qué, en el mundo, están haciendo esos dos? ¿Arturo? ¿A dónde has llevado a Pedro? llamó, poniéndose de pie en un salto. Le pregunté si le importaría mandarme una copia de esa foto. Sonrió y dijo que me enviaría la original.
Nos encaminamos hacia la biblioteca, en donde encontramos otra chimenea con otro fuego crepitante. El Sr. White y Pedro estaban sentados en sillas de cuero, con vasos junto a ambos. El de Pedro se encontraba vacío, pero el del Sr. White todavía tenía un resto de un licor de color oscuro.
La cara de Pedro ya no estaba pálida, y en cambio sus ojos un poquito rojos. Igual que los del Sr. White. Ambos se levantaron cuando nos vieron, y Pedro caminó hasta mí. Vocalicé ¿estás bien? Él asintió, y tomó mi mano.
- Creo que la comida está lista - anunció la Sra. White, y nos encabezó el camino hasta el comedor.
Desapareció durante un momento durante todo el mundo se sentaba alrededor de la enorme mesa, con otra acogedora chimenea detrás de nosotros.
Mientras ella tomaba su asiento enfrente de su marido, le pregunté si había algo en lo que pudiera ayudar.
- Gracias, Paula, pero le he pedido a nuestra ama de llaves que nos ayudé hoy - dijo.
Eso no parecía fuera de lugar en absoluto para comer ese día. Me sirvieron lubina asada con hinojo y puerro en una vajilla de porcelana blanca por un ama de llaves llamada Fran.
Dinero antiguo.
Gente muy dulce.
Al final, fue un rato muy agradable. Los White adularon a Pedro y me mostraron fotos de él que fueron tomadas con su familia mientras crecía.
Contaron historias,Pedro contó historias, y todos nos reímos muchos.
Pedro preguntó por la familia que vivía en la casa ahora.
- Gente muy agradable, se mudaron a la ciudad desde Boston después de casarse. Ambos son médicos, han tenido a sus hijas tarde. Dos chicas, de ocho y seis años. Hay varias familias nuevas en el vecindario; es agradable tener niños alrededor otra vez - dijo la Sra. White.
- Eso es bueno. Era una buena casa para vivir de niño. - Pedro se aclaró la garganta y fue hacia la ventana con los hombros tensos. La ventana daba a su casa.
El fuego crepitó y chisporroteó.
- Deberíamos irnos. Quiero llevar a Paula por los alrededores antes de que tengamos que prepararnos para la reunión de esta noche - dijo, su voz ronca. Empecé a caminar hacia él cuando se volvió .- Muchas gracias por
tenernos aquí hoy, Sr. y Sra. White. No puedo decirles cuánto… Gracias.
Hora de irse.
La Sra. White fue hacia él y le besó en la mejilla. - Vuelve cuando quieras, ¿lo prometes?
Él asintió.
Nos marchamos en una ráfaga de despedidas y números intercambiados.
Prometí enviarles fotos de San Francisco cuando volviéramos a casa, y mientras Arturo y Pedro despedían, Paloma me llevó a un lado.
- Cuida de él. Todavía tiene una bola de dolor dentro que nunca ha salido, y en el momento en que lo haga, será un infierno.
Asentí. - Estoy en ello.
Me estudió durante un momento.- Te creo, Paula. - Me atrapó en un abrazo sorpresa.
En lo que nos acomodábamos en el coche, ellos se despidieron con la mano desde los escalones delanteros antes de volver dentro.
- Parecen personas muy agradables - dije.
- Son los mejores - respondió.
Mientras salíamos del camino de entrada, los árboles se aclararon y pude ver la casa de al lado. Era magnífica. Ladrillo por un día, camino circular, decorada para las vacaciones. Setos recortados, coronas en cada ventana,
incluso en las ventanas del ático bajo los aleros. Un amplio jardín con lo que parecía la cochera original situada detrás de la casa principal.
- Pedro - susurré mientras él desaceleró solo un poquito . Es una hermosa casa.
- Lo era, sí.
Giró el coche.
Cerebro quería presionar, Corazón dijo que lo dejara.
Escuché a Corazón.
Escuché a Corazón.
***
No me sentía segura de si Pedro todavía querría ir a la reunión. Parecía tan triste al dejar a los White, después de tener una visita tan bueno con ellos.
Creo que ver la casa le había sacudido más de lo que él pensó que lo haría. Pero una vez que volvimos a la ciudad, él parecía recuperado. Su estado de ánimo se recuperó, me llevó a su escuela secundaria, al campo en donde jugaba la Pequeña Liga, y al lugar junto al arroyo a donde iba todo el mundo a darse el lote.
Me ofrecí. No puedes culpar a una chica…
Pero una vez que volvimos al hotel, compartimos una ducha. Para ahorrar agua, obviamente. Y para asegurarme de que Pedro tenía un poco de ánimo extra en su paso, me puse de rodillas y le hice una mamada justo allí en la ducha. Porque soy así de considerada.
Cuando Pedro y yo entramos con energía en el vestíbulo del Hotel Wainwright, él estaba calmado y sereno. Con un toque de resplandor. Vestido con pantalones negros, una camiseta de botones blanca y una chaqueta de cuero, era sofisticado pero fresco. Un hombre de mundo, un trotamundos, un
susurrador de gatos que vendería su alma por un pastel de manzana. Y era mío.
Seguimos los carteles para la reunión de diez años de la escuela secundaria de Newbury, deteniéndonos fuera del salón de baile para dejar mi abrigo. Mientras él me ayudaba a deslizar el abrigo por mis brazos, silbó.
- Nena - dijo en voz baja . Me doy cuenta de que dije esto antes, pero te ves jodidamente fantástica.
Sonreí, dando una vuelta para que pudiera ver mi vestido. Fui por el estilo bomba sexual, como haces cuando vas a la reunión de la escuela secundaria de tu novio. Falda roja, botas negras de cuero, y él no estaría sorprendido más tarde cuando descubriera que aquello era todo lo que llevaba.
Supuse que mejor ir a lo grande o irse a casa. Y si él necesitaba algo de ánimo luego, no me oponía a que colara su mano por debajo de mi falda y dejarle tener algo de roce.
Ahora estábamos a menos de cinco metros del escritorio de registro, y mientras nos acercábamos al grupo que se reunía allí, él se detuvo el instante más pequeño. Le di un apretón a su mano, y sus ojos chocan con los míos.
- Vamos, Wallbanger, muéstrame - bromeé, y él sonrió.
Nos movimos hacia el escritorio, y cuando le dijo su nombre a la señora, oí un jadeo detrás de nosotros en la fila.
- De ninguna jodida manera. ¿Pedro Alfonso está aquí?
- ¿Vino?
La voz se extendió rápidamente, y para el momento en el que él tenía su nombre en una etiqueta pegada en la parte delantera de su chaqueta, todo el mundo estaba vibrando de excitación. Entrando, de repente pude apreciar el
sentimiento que deben experimentar las estrellas de cine cuando salen de una limusina en un estreno. Todo el mundo nos miraba.
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