domingo, 10 de agosto de 2014

CAPITULO 80



Registré a Olaf en el hotel, compré al menos una docena de ratones de hierba gatera a modo de disculpa, y me fui después de que se recostara en una almohada viendo El Rey León. Mientras conducía de regreso a casa,
pensamientos salían y entraban en mi mente casi más rápido de lo que podía procesar. Eran demasiadas emociones como para contarlas. Me sentía molesta,
no lo dudaba. ¿Por la cama? Sí. ¿Por lo de Olaf? También.


Pero había más que eso; cosas que ni siquiera podía empezar a considerar. Sintiéndome demasiado cansada como para pensar en algo, hice una mueca de dolor cuando la puerta del auto chilló una vez más, y luego subí
laboriosamente por el camino. Me sentía exhausta, hambrienta, y más que eso, me sentía terrible porque este día tan emocionante terminase así.


Abrí la puerta y encontré la cama inflable más grande que había sido creada justo en medio de la sala de estar. Forrada con sábanas y cobijas y un montón de almohadas. ¿Y junto a ella? Una mesa que consistía en una caja
cubierta por un cojín. ¿Y junto a eso? Dos bolsas llenas de comida Thai para llevar y un paquete de seis cervezas enfriándose en una cubera llena de hielo.


¿Y junto a eso? Pedro. Sentado a los pies de la cama. Que se encontraba muy cerca del suelo. Y lucía bastante blandita. Por lo que cuando trató de levantarse, no pudo.


Me mordí el interior de la mejilla mientras mi muy apuesto y muy atlético novio luchaba por enderezarse. ¿Y cuándo lo hizo? Lucía rojo como un tomate.


- Compré la cama  dijo en voz baja.


- Eso veo.


- Es bastante baja.


- Eso parece.


Se acercó y detuvo frente a mí, su cuerpo tenso. - Lamento lo de antes.


- Lo sé. - Quité el cabello de su rostro y lo miré a los ojos . -Yo también lo siento.


- ¿Puedes devolverme la llave?


- ¿Por qué? - pregunté.


- Dámela - murmuró, la comisura de su labio elevándose.


Lo miré curiosamente, pero se la devolví. La observó con cuidado, y luego a mí.


- Nunca he vivido con nadie. Lo sabes, ¿cierto?-Asentí.


Estuvo callado por un momento, sus ojos pensativos. Luego abrió mi mano y colocó la llave en medio de mi palma. Cerrando mi mano, sonrió.


- Bienvenida a casa, nena.


Le sonreí y le permití darme un beso lento y tentativo. Eso estaba mejor.
 

***
 
Comimos la cena sentados en la cama inflable con las piernas cruzadas, lo que fue más difícil de lo que pensé. Lo primero en la lista sería comprar algunas sillas, y pronto.


Después de la cena, caminamos de cuarto en cuarto, hablando sobre lo que debería ir aquí y allá. Teníamos una buena idea de en dónde queríamos todo, pero no había nada como recorrer la casa juntos y hacer planes. Cuando
dijo que no había vivido con nadie antes, no era el único. 


Tuve compañeros de cuarto y todo, pero nunca viví con un novio.


Hasta ahora, Pedro y yo habíamos estado muy unidos, pero aún así teníamos nuestras propias identidades. Lo que iba a cambiar ahora. Íbamos a vivir con alguien. Si alguien preguntaba : Oye, ¿Paula está viendo a alguien?  La respuesta sería : Oh, sí, ella y su novio están viviendo juntos; o : Síp, ella y su novio acaban de comprar una casa juntos.  Estábamos dando un paso muy grande, pero era uno que me sentía agradecida de dar.


Y mientras caminábamos por nuestro nuevo hogar, habitación por habitación, comencé a soñar un poco. 


Siempre me imaginé en una gran casa como esta, pero nunca pensé que pasaría tan rápido. Siempre sabía cuando las cosas necesitaban cambiar, pero ahora que me encontraba aquí, y que todo esto era real, verdaderamente real, podía sentir la casa. Sentir lo que había sido, y lo
que sería para nosotros.


Un hogar. ¿No era emocionante? Aunque también un poco aterrador.


Cuando finalmente llegamos al dormitorio principal, le pregunté por qué no nos quedaríamos allí esa noche.


- No hay luces; todos los bombillos están quemados. Compraré algunos mañana - respondió Pedro, llevándome hacia la ventana. La luz de la luna se colaba a través del cristal, iluminando el cuarto de azul. Se sentó en la repisa de la ventana, poniéndome su regazo .- ¿En dónde piensas que deberíamos poner la cama? - preguntó, acariciando mi cuello con su nariz.


- ¿Nuestra cama inflable?


- No, nuestra cama nueva. Vamos a comprar una cama nueva, ¿no?


- Nueva casa, nueva cama. Suena justo. Creí que allí estaría bien.  
Apunté hacia la pared opuesta .- Así cuando nos levantemos, podremos ver la bahía. La luz en la mañana será fantástica.


- Incluso podríamos ver la ciudad - reflexionó, apoyando su cabeza en mi hombro.


- Cuando no esté lleno de neblina, seguro. - Suspiré, finalmente sintiendo el peso del día.


- ¿Te conté que hice que el equipo de limpieza le diera una doble revisión a la bañera? - preguntó.


La única cosa que se las arregló para hacer bien ese día fue contratar un equipo de limpieza para que limpiara el lugar de arriba abajo tan pronto como le entregaron oficialmente la casa. Puede que fuéramos a deshacernos de la mitad de las cosas de esta casa, pero por Dios, por lo menos estarían limpias.


- Cállate.


- Si lo hiciera, no oirías la mejor parte - bromeó.


- Jódeme, Wallbanger.


- ¿Cuándo salí a buscar la cama? También te compré algo del Sr. Burbujas.


- Cállate.


- Si lo hiciera, no escucharías la mejorcísima parte.


- ¿Mejorcísima?


- Sí. La mejorcísima parte es que voy a tomar un baño de burbujas contigo. Y no porque esté planeando seducirte, lo que trataré de hacer. Y no porque necesites ayuda para lavar tu espalda, lo que me ofrezco a hacer. Sino por una razón más específica - dijo, levantándose y llevándome hacia el baño.


- ¿Para verme desnuda?


- Ese es un extra. La verdadera razón es que los bombillos del baño también están quemados, y sé que vas a estar totalmente asustada si tienes que quedarte ahí sola en la oscuridad. - Sonrió mientras entrábamos al baño.


- Me conoces bien - concordé.


De una bolsa en la esquina, sacó un paquete de velas y una caja de fósforos.


- Un baño práctico con algo de romance.


Me reí en voz alta. Y tomé un baño con el Sr. Burbujas y el Sr. Alfonso en la bañera. Era el paraíso. Y pensaba que yo era la romántica.


Una hora después, me encontraba acampando en el piso de mi nueva sala de estar en una cama inflable junto a mi nuevo compañero. Me sentía relajada; mis extremidades flojas y sueltas. Y cuando Pedro se deslizó en mi interior para bautizar la primera de las muchas habitaciones, casi me dejé llevar.


Excepto que no lo hice. Trató todo lo que pudo, pero no lo logró.


Aún así, fue maravilloso y cálido y delicioso, y la forma perfecta de terminar un día de altos y bajos.


- ¿No? - preguntó Pedro mientras jadeaba en mi oreja, su cuerpo resbaladizo sobre mí.


Acaricié su cabeza y negué, sintiéndolo finalmente relajarse dentro de mí.  

-Te amo, Pedro -  susurré . -Mucho.  


Nos dio la vuelta así podía acostarme a su lado, donde el subir y bajar de su pecho me arrulló.


- Yo también te amo, nena - murmuró, acercándome.


Y mientras me dormía, escuchando los sonidos poco familiares de nuestra nueva casa, hice un rápido inventario. O todavía se encontraba allí, sólo que se sentía un poco asustadiza esa noche.


Todo estaba bien con el nuevo vecindario.

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