Caminé por las calles de Sausalito hasta las dos de la mañana esa noche. Josefina y Benjamin se unieron, así como Moni y German. Sofia estaba allí. Y si Nicolas no hubiese estado fuera de la ciudad cubriendo un gran partido, también se habría apuntado.
Armados con linternas, hierba gatera, y comida para gato, recorrimos el barrio. Pasé por cada patio trasero que pude, rebusqué entre los arbustos, subí escaleras secretas, y me escurrí por cada camino en las colinas de la ciudad costera.
Podía oír a mis amigos llamándole por los alrededores, agitando sus latas de comida para gato.
Olaf se había marchado.
Sabía que todo el mundo se hubiera quedado allí toda la noche, pero cuando la niebla se espesó demasiado como para poder ver a través de ella, y los dientes de todos empezaron a castañear, suspendimos la búsqueda. Moni se quedó en casa en caso de que regresara, y mientras esperaba creó un cartel de “Perdido” con una foto de Olaf y mi número. Los imprimiríamos por la mañana y los colgaríamos por toda la ciudad.
Le di las buenas noches a todos, les agradecí de nuevo por su ayuda, y cerré la puerta. Y me volví hacia Pedro.
- Estoy agotada, así que me voy a la cama. Me levantaré mañana temprano, quiero comenzar a colocar esos carteles enseguida.
- Iré contigo - dijo, empezando a apagar las luces.
- Deja una - dije cuando llegó a la del comedor. Podía oír las láminas de plástico moviéndose por el viento sobre el agujero en la ventana. La cerré antes tan fuerte que rompí un panel suelto. Asintió y fue a las escaleras.
Me dolía la cabeza, mis ojos estaban rojos y picaban por las lágrimas que me rehusaba a derramar. Subí laboriosamente y me detuve al final del pasillo, mirando la pequeña habitación al final de éste. Bajo los aleros.
Cuando Pedro llegó arriba, se detuvo detrás de mí.
- ¿Paula?
Le sentí, cálido y sólido y tan cerca de mí. - ¿Un cuarto para niños? -pregunté.
- ¿Hmm?
- ¿Ruth y tú hablaban de que esa habitación se convertiría en un cuarto para los niños?
- Nena, es tarde. Vamos a la cama - respondió, su tono un poco frío. Me pasó y entró en nuestra habitación. Le seguí, mis pasos resonando en el nuevo suelo recién barnizado.
- Es tarde, pero responde a mi pregunta - dije, mientras se sentaba en la nueva cama inflable y comenzaba a quitarse los zapatos.
- Mira.Me dijo algo sobre que sería una buena habitación para los niños,y estuve de acuerdo. Eso es todo. Fin de la historia.
- Error. Eso es solo el principio. ¿Quieres una habitación para niños?
- Paula, vamos. Es tarde - dijo, empezando a ir al baño y quitándose de un tirón la camisa.
- Oye, vuelve aquí - insistí, siguiéndolo .- No hemos terminado de hablar sobre esto.
- Creo que sí. Estás agotada, estoy agotado, y estás exagerando este asunto más de lo necesario - espetó, tirando los zapatos.
- Es un gran asunto. ¿Me estás tomando el pelo? - grité . -¿Quieres un cuarto para niños y ni siquiera me lo dices? ¿Y sin embargo, hablas de ello con Ruth? ¿Quién parece tener todo tipo de cosas que decir sobre el tema?
- No he dicho que lo quisiera. Maldita sea, Paula, así no es como sucedió en absoluto.
- Bueno, ¿lo hace? ¿Quieres un cuarto para niños?
- Claro. Sí. Por supuesto que quiero.
El mundo explotó.
- ¿Tú no? - preguntó.
El mundo explotó otra vez.
- ¡No lo sé! ¡No tengo ni idea! ¿Por qué en el mundo tengo que saberlo ahora mismo? ¿Esta noche? - pregunté, mi voz comenzando a romperse. Todo era demasiado, la casa, el trabajo, el coche, el caos, y Olaf.
Cerebro y Columna respiraron profundamente y se prepararon. Corazón no podía estar ni remotamente cerca de esto. - ¿Por qué diablos no arreglaste esa ventana, Pedro?
Silencio. Del tipo donde se puede escuchar las palabras que acababas de decir regresando a ti.
Nos miramos el uno al otro a través del dormitorio principal.
-¿Cómo infiernos me metí en uno? -Los dormitorios principales eran algo a lo que aspirar, en lo que convertirse. Los adultos tenían habitaciones de matrimonio, y ni siquiera sabía si quería seguir siendo un adulto. Solo quería a mi gato de vuelta.
- Jesús, Paula, lo siento mucho - dijo.
No podía mirarlo. Simplemente no podía, porque sabía que cavaría más.
Y me encontraba demasiado cabreada para indagar, demasiado confundida.
Me alejé, bajé las escaleras, cogí mis llaves, y me fui
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