miércoles, 13 de agosto de 2014

CAPITULO 84




Conduje mi nuevo auto hacia la ciudad la mañana siguiente. Generó un poco de revuelo en la oficina, algo que intenté calmar rápidamente.


Pasé la mañana con Josefina avanzando en su propuesta en secreto. Ella no quería preocupar a nadie, y por supuesto no quería que nuestros clientes lo supieran hasta que estuviera lista para anunciar su semi-retiro.


Mientras pasábamos por todo, y veía cómo lucía en papel, admití que era algo emocionante. Continué haciendo las cosas como antes, esencialmente tomando las operaciones día a día. Y desde que dejé en claro que todavía quería
mantener mis clientes y ser capaz de traer nuevos negocios, también era claro que necesitaríamos contratar a otro diseñador de tiempo completo.


Ella me dijo que lo pensara, que hablara con Pedro sobre ello, pero cada vez más, me daba cuenta que esto no era algo a lo que pudiera negarme. Quiero decir, podría, pero ¿por qué querría hacerlo?


Entonces, antes de que fuéramos a almorzar, acepté su oferta. ¡Ahora era socia en Josefina Designs! Nos dimos la mano, abrimos una botella de champán, e hicimos todo menos lanzar sombreros al aire como Mary Tyler Moore.


Sintiéndome un poquito en el borde, por toda la emoción, por supuesto, dejé el trabajo temprano y celebré por cuenta propia esa tarde en World Of Tile, mi tienda favorita. Era hora de elegir la importantísima losa protectora para mi
cocina.


Oh, Dios mío, mi cocina. Ahora aquí había algo por lo que podría emocionarme. Déjenme contares sobre mi cocina.
Gabinetes blancos. Frente de cristal en algunos, unos pocos con estantería abierta. Encimeras de esteatita gris profundo. Nevera con temperaturas bajo cero. Dos hornos de pared, sí, dos. ¿Y lo mejor de todo?


Gabinetes.


Estufa.


Ángeles.


¡Canten!


Y se ponía mejor. Una isla a medida con un fregadero incrustado, cubierto en mármol carrara blanco con vetas del más leve gris y azul. Concapacidad para seis personas, de un lado, con cajones de refrigeración a medida, por el otro. Sólo para la masa.


Decidir qué tan alta hacer la isla fue un ejercicio ridículo. 


Pedro me hizo dar vueltas por la casa, sentándome en diferentes alturas para ver cuál era la más cómoda. Estoy segura de que todo el equipo supo exactamente lo que
planeaba, y no me importó. Tendría la cocina de mis sueños, ¿y si mi novio quería asegurarse de que el mostrador tenía la altura perfecta para el sexo? Esa cocina se volvía mejor.


Me hizo sonreír mientras caminaba por los pasillos, buscando exactamente el azulejo perfecto. ¿Sería subterráneo? ¿Sería un diseño de cristal?


No sabía exactamente lo que quería hasta que lo viera. Y luego giré al final de la esquiva y lo vi.


O a él, más bien.


James Brown compraba en World of Tile. Y se dirigía directamente hacia mí.


- Paula, qué sorpresa - gritó. Maldición, se veía bien. Siempre se veía bien.


- Hola, James. - Sonreí mientras caminaba hacia él. No lo había visto desde que terminé su trabajo de diseño el año pasado. Su departamento era el de un elegante abogado joven con un estilo urbano .- ¿Qué estás haciendo aquí?  pregunté mientras se inclinaba para darme un beso en la mejilla.


- Comprar azulejos, ¿qué más? - Se rió.


- ¿Ya estás remodelando? Eso va a ser caro. Te cobré un brazo y una pierna el año pasado, si mal no recuerdo.


- Lo hago y, sí, lo hiciste. E hiciste un gran trabajo. Siempre les digo a todos quién fue mi decoradora.


- No soy decora… Eso es genial, James; gracias por ayudarme a difundir el rumor - dije. No iba a darle la satisfacción. No valía la pena el aliento que me tomaría explicárselo de nuevo .- Entonces, ¿dónde irán los nuevos azulejos?


- Marin, de hecho. Acabo de comprar una casa allí.-  Sonrió.

- ¿De verdad? Guau, eso es genial.


- Síp, me estoy estableciendo, acabo de casarme. ¡Oye, cariño! Ven aquí,quiero que conozcas a alguien.-  Le hizo señas a la mujer en el otro pasillo.


-¿Esposa?


- Aquí está. Ven aquí, corazoncito, y saluda a Paula.


- Hola, Paula -  me dijo la chica más hermosa del mundo.


Parpadeando, miré hacia la Sra. James Brown. Alta, rubia, joven. Más allá de hermosa. Lucía realmente dulce . -Soy Krissy.


- Por supuesto que sí - dije, luego tosí para cubrirlo .- Es maravilloso conocerte. ¿Cuándo te casaste?  le pregunté a James. Me sentía como si estuviera dando vueltas.


- Hace unos meses. Somos recién casados. - Sonrió y la acercó a su costado mientras ella se reía .- Nos conocimos en el club. Su padre es mi cliente, y el resto fue historia.


- Ocurrió tan rápido, fue como si se supusiera que estuviéramos juntos, ¿sabes? Me lo propuso sólo tres semanas después. ¿Puedes creerlo? - Se rió de nuevo, mostrando su anillo. Lucía como una pista de patinaje.


- En realidad no puedo. - Sonreí, intentando evitar que mis cejas volaran hasta la línea de mi cabello. Demasiado tarde.

- Bueno, cuando es correcto, es correcto. ¿Cierto? - dijo James, y la risa de respuesta de Krissy sonaron como campanitas de plata. Él le sonrió y se estiró para palmear su estómago. El cual me daba cuenta ahora que era notoriamente redondo. Ella entrelazó los dedos con los de él y sostuvieron su perfectamente redondo estómago. Krissy estaba embarazada. James me sonrió con suficiencia.


- ¿Cómo conoces a Jimmy? - preguntó ella. 

- ¿Jimmy? - pregunté. Mis cejas eran oficialmente una causa perdida; en ese punto debían estar en la parte trasera de mi cabeza.


- Paula y yo solíamos salir cuando iba en la escuela de leyes, y luego reconectamos cuando decoró mi departamento el año pasado. Por cierto, ¿cómo está yendo eso?


- Bien, Jimmy. Genial, de hecho - dije a través de mis dientes.


- ¡Oh, eres decoradora! Amo decorar. Tomé una clase el año pasado sobre eso. Me encanta ese azulejo que tienes ahí. ¿Estás decorando algo para un cliente? - preguntó Krissy, refiriéndose al azulejo geométrico negro y verde neón que recogí sin darme cuenta y lo apretaba con tanta fuerza que mis nudillos se volvieron blancos.


- ¿Esto? No, solo echaba un vistazo. De hecho, hoy estoy buscando para mí. Acabo de comprar una casa en Sausalito, así que, síp. Azulejos. Para mi nueva casa.


- ¡Oh, me encanta Sausalito! Jimmy y yo vamos allí todo el tiempo. Me lleva por panqueques algunas veces los domingos en la mañana. - Krissy se rió.


James me miró más de cerca. - ¿Compraste una casa? ¿En Sausalito? ¿Con quién?


Me encantaba que hubiera asumido que tendría que haberla comprado con alguien, que no podía comprar algo por mi cuenta. El hecho de que me hallaba a años de ser capaz de costearme una casa en Sausalito por mi cuenta era mi maldito asunto.


- Sí, compré una casa. Con Pedro, para ser exactos. Te acuerdas de él ¿no, Jimmy?


- ¿Ese vecino?


-Sí, ese vecino.


-Guau. Eso es genial,Paula, realmente genial.


- Sí - asentí con firmeza .- Lo es.


- Sin embargo, estoy sorprendido. No es lo que esperaba.


- ¿Qué? ¿Por qué?


Krissy había dado un paso atrás; encontró un azulejo brillante.


- Solías decirme que no había forma de que fueras a vivir en los suburbios. Que nunca ibas a sentar cabeza - dijo.


- No estoy sentando cabeza, y por el amor de Dios, Sausalito no es en los suburbios - espeté, y sus ojos bailaron. Siempre le gustó alterarme .- Te lo haré saber, no me estoy estableciendo para nada… es una casa increíble. Me encanta; es exactamente lo que siempre quise.


- Yo no dije estableciendo; tú sí. Dije sentar cabeza. Y de verdad, todo lo que digo es que solías decir que nunca quisiste…


- ¡James, cállate! - dije, mi cara ardiendo en este punto. 


Krissy daba saltitos de gusto, y yo necesitaba salir de aquí . 


-Felicitaciones, te casaste y todo eso, buena suerte con tu azulejo. - Me di la vuelta y me topé con un tipo de
ventas.


Tirando los hombros hacia atrás, me disculpé, luego en voz clara, dije:  -A mi novio le gusta follarme hasta dejarme sin sentido en la isla de la cocina. ¿Qué azulejo me recomendarías?


Dios lo bendiga, el tipo en verdad me mostró algunos.
 

***
 

Resulta que me sentía agradecida por el convertible, porque el camino que hice a toda velocidad por el puente hacia el Sausalito no-maldito-suburbio era infinitamente mejor en un coche de alto rendimiento. Saliendo disparada por la bahía en una tosca camioneta de repartición no habría sido tan dramático en el puente Golden Gate. Acelerando el motor mientras atravesaba las pequeñas calles, pasé zumbando por nuestra calle y estacioné en la entrada. Salí y azoté la puerta.


- ¿Paula? - dijo Pedro, y me giré. Se encontraba de pie en el borde del jardín, conversando con Ruth, la vecina del al lado. La vecina que nos dio las llaves cuando vimos por primera vez la casa.


- Oh, hola, Pedro. Buenas tardes, Ruth - dije en mi tono de voz más amistoso. Atravesé el camino de entrada, esquivando caballetes y láminas de plástico.


Pedro dijo : Ruth, estarás sorprendida cuando veas cuánto hemos progresado en esa habitación de arriba. ¿La que dijiste que solía ser un cuarto de costura? - Se estiró hacia mí y me metió contra su costado . -Hola, cariño, ¿cómo estuvo tu día?


- Oh, excelente. - Mi voz debía haber sonado apagada, porque me miró interrogativamente .- ¿Cuarto de costura? - pregunté.


- ¡Ah, sí! Pedro me dio un recorrido la semana pasada; ¡No puedo creer lo diferente que ya luce! - exclamó Ruth.


- Es increíble lo que puedes hacer cuando tienes un gran equipo de trabajo. Entonces, ¿cuarto de costura?


- Bueno, me mostraba el piso de arriba, y me maravillé por esa pequeña y dulce habitación en el segundo piso, ¿la que está debajo del alero? Le dije a tu Pedro que incluso aunque Evelyn la usó como su cuarto de costura, siempre
creí que sería un cuarto de bebés perfecto. ¿No lo crees?


Mi sonrisa se congeló mientras miraba una y otra vez hacia ellos. Pedro miraba avergonzado al suelo. Pero también se ruborizaba. Y sonreía. Mucho.


- ¿Cuarto de bebés?-  pregunté a través de una sonrisa congelada


- ¡Por supuesto! Una linda pareja joven como ustedes, estoy segura que es algo en lo que están pensando. Sé que en estos días a las chicas con carreras les gusta esperar, pero no puedes esperar demasiado, ¿sabes? Sé que no me
corresponde decirlo, y el cielo sabe que a veces meto la nariz donde no me corresponde, pero yo…


Debo haber hecho un gesto agrio porque en alguna parte entre “el cielo sabe” y “meter la nariz”, Ruth comenzo  a verme de forma extraña.


Me giré sin una palabra y caminé hacia la casa, escuchando a Pedro disculparse con Ruth sobre el ruido que llenaba mis oídos. ¿Una sierra de porcelana? Una sierra de azulejos?  Azulejos… já!


Dentro, miré el caos. A los tres pintores en la escalera en el primer piso.


A los dos carpinteros enmoquetando en la cocina. Y al tipo desconocido que se sentaba en mi asiento de la ventana con los pies en mi mesa (una caja cubierta de lona), leyendo el periódico.


- ¿Disculpe? ¿Le puedo ayudar?- pregunté sobre el estruendo. 

-¿Eres Paula?


- Sí.


Justo entonces oí la puerta principal cerrarse de golpe y un Pedro enojado se quedó de pie en la puerta. - ¡No puedo creer lo grosera que acabas de ser con Ruth!


- Tienes que estar bromeando.


- ¿Qué rayos, Paula? ¿Te has vuelto loca?


- ¿De verdad quieres hacer esto ahora? - pregunté, gesticulando hacia los trabajadores que obviamente escuchaban y al tipo con los pies levantados .


-De todas formas, ¿quién eres? - pregunté.


- Soy Fred, estoy aquí para hacer sus armarios.


- Bien, Fred. Empecemos con la sala de estar. - Le hice un gesto para que me siguiera, levantando la otra mano hacia Pedro para que hiciera justo lo contrario. Cuando comencé a abrir la puerta, Pedro gritó : -¡La sala de estar no! ¡Olaf está ahí!


Demasiado tarde. Como un torpedo felino, salió disparado y corrió hacia la cocina. Lo agarré mientras corría, pero se deslizó entre mis dedos y continuó.


Habíamos intentando mantenerlo alejado de la conmoción durante el día, dejándolo salir solo de noche. Normalmente se quedaba arriba, en el “cuarto de costura”, ya que esa habitación no tenía mucho trabajo hecho.


- ¿Por qué rayos está en la sala de estar? - grité, intentando seguir a Olaf. Estaba asustado por todos los hombres extraños en la casa, y hacía su mejor juego del quemado alrededor de todos ellos.


- Trabajaban en el piso de arriba hoy, así que lo traje aquí abajo. Por eso la puerta se hallaba cerrada - respondió gritando Pedro, lanzándose hacia él y estrellándose con un pintor .- Todo el mundo dispérsese - dijo, y solo con eso,
Olaf tenía a seis hombres extraños atrapándolo.


- ¡Alto! ¡Deténganse todos, lo están asustando! - grité sobre todo el griterío hacia Olaf.


Fred intentó agarrarlo, y Olaf se giró al estilo Tokio Drift, trepó una escalera, bajó otra, e intentó ir al comedor.


Hacia el asiento de la ventana.


Hacia la ventana con el marco oxidado que nunca cerró herméticamente.


Y fue justo a través de ella.


Se encontraba ahí, y luego desapareció.


Llegué a tiempo para ver su cola desaparecer por la pared del patio,hacia el atardecer.

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