miércoles, 9 de julio de 2014
CAPITULO 5
Para el momento en que Olaf finalmente se calmó y dejó de gritar,yo estaba completamente agotada y totalmente despierta. Tenía que levantarme en una hora más de todos modos, y me di cuenta de que ya había tenido todo el sueño que iba a conseguir. Quizás debería levantarme y hacer algo para desayunar.
—Mauyadora estúpida —dije, dirigiéndome a la pared detrás de mi cabeza, y me moví perezosamente hacia la sala de estar. Después de encender el televisor, encendí la máquina de café y estudié la luz antes del amanecer que empezaba a asomarse en mis ventanas.
Olaf se enroscó alrededor de mis piernas y puse los ojos en blanco hacia él.
—Oh, ahora quieres un poco de amor de mi parte, ¿eh? ¿Después de haberme abandonado por Purina anoche? ¡Qué idiota eres, Olaf! — murmuré, extendiendo el pie y frotándolo con mi talón.
Se dejó caer al suelo y posó para mí. Él sabía que no podía resistirme cuando posaba. Me reí un poco y me arrodillé junto a él. —Sí, sí, lo sé. Tú me amas ahora porque soy quien te mantiene. —Suspiré,rascándole la barriga.
Me dirigí a la cocina, Olaf pisándome los talones, y vertí un poco de comida en un tazón. Ahora que él tenía lo que necesitaba, fui rápidamente olvidada. Mientras me dirigía a la ducha, escuché un movimiento en el pasillo. Como la curiosa Paula en la que me estaba convirtiendo, apreté mi ojo en la mirilla para ver qué estaba pasando con Pedro y Purina.
Él estaba parado justo en su puerta, lo suficiente dentro como para que no pudiera ver su rostro. Purina permanecía en el vestíbulo, y pude ver la mano de Paula corriendo a través de su pelo largo. Casi podía oír su ronroneo a través de la maldita puerta.
—Mmm,Pedro, anoche fue... mmmm —susurró ella, apoyándose en su mano, que ahora se presionaba contra su mejilla.
—Estoy de acuerdo. Esa es una buena manera de describir lo de anoche y lo de esta mañana —dijo en voz baja, mientras ambos se reían entre dientes.
Lindo. Dos por el precio de uno.
—¿Me llamarás cuando estés de vuelta en la ciudad? —preguntó ella mientras barría el pelo de su cara. Su expresión de “recién lo hice”.
Echo de menos esa expresión.
—Oh, puedes contar con eso —respondió él, y luego tiró de ella hacia la puerta por lo que sólo pude suponer que era un beso en el que murieron. Su pie se levantó como si estuviera posando. Empecé a rodar mis ojos, pero eso dolió. El derecho estaba presionado tan fuertemente contra la mirilla, ya ven.
—Do svidaniya “Hasta la vista”—susurró ella con ese acento exótico. Sonaba mucho mejor ahora que ella no estaba maullando como una gatita en celo.
—Nos vemos —rió él, y con eso, ella se alejó con gracia.
Me esforcé por verlo antes de que él volviera a entrar, pero nope. Lo perdí de nuevo. Tenía que admitir que, después de la paliza y los maullidos, me moría de ganas de ver qué aspecto tenía. Había cierta destreza sexual grave pasando al lado. Yo sólo no veía por qué tenía que afectar mis hábitos de sueño. Me arranqué de la puerta y me dirigí a la ducha.
Bajo el agua, me pregunté qué en el mundo se requiere para hacer maullar a una mujer.
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